Un pequeño libro, de gran
circulación en la década de los setenta, titulado la guerra secreta
del petróleo, argumentaba sobre dos aspectos básicos en torno al llamado
oro negro: primero, la mayoría de las guerras modernas, por no decir
todas, han tenido como telón de fondo el control de las reservas y
del mercado petrolero; y segundo, el problema no era la escasez de petróleo
sino su abundancia. A más de tres décadas de estas afirmaciones,
la situación no parece haber cambiado mucho: los analistas internacionales
en los noticiarios de hoy ya comienzan a decir que la situación del
mercado pronostica una guerra, mientras que Brasil y Cuba anuncian el
descubrimiento de grandes reservas de petróleo y gas natural y USA
anuncia la reactivación de sus enormes yacimientos en Alaska y otros
estados de la Unión.
Venezuela, con sus grandes
reservas, se convierte en una presa potencial a la hora de una guerra
bituminosa, que en mi opinión ya se está dando en el medio oriente,
bastante lejos de nosotros, por ahora. Y creo, que todavía nos encontramos
a salvo de cualquier mal pensamiento de USA de garantizarse nuestro
petróleo por la fuerza, mientras mantengamos nuestro suministro a sus
refinerías y no se lo vendamos al enemigo a la hora de un conflicto
bélico.
La angustia puede más bien
presentarse en Europa: ni Francia, España, Alemania, Italia,
Suiza, Portugal y pare Ud. de contar, tienen petróleo en sus territorios
y según el libro al que aludíamos al principio, fue Europa y no USA,
que era el mayor productor de petróleo para la época, la que en el
pasado originó muchos de los conflictos bélicos en este sentido.
En efecto, los periódicos
están repletos de noticias sobre huelgas y protestas en el viejo continente
por los altos precios del petróleo, mientras que por ahora, los norteamericanos
se limitan a reactivar sus reservas y a buscar paliativos para
el alto consumo que tienen de gasolina, a través de la reducción del
consumo interno, y claro asegurarse el petróleo de Irak militarmente
y el de Arabia Saudita vía diplomática, entre comillas.
Los altos precios del petróleo,
por la razón que sea: especulación, alto consumo, despilfarro o falta
de inversión a tiempo en exploración y producción de nuevos yacimientos,
no le convienen a nadie, no hacemos nada con vender petróleo a 130
dólares, y nosotros, que somos un país importador, comprar lo que
necesitamos mucho más caro, que si las cosas siguen así, pronto no
alcanzará este precio para mantener un adecuado balance de nuestra
economía.
Por lo tanto no parece muy inteligente sentirse exageradamente contento con los altos precios del petróleo, y a la hora de una guerra que nos incluya, muy hipotética por cierto, quien podrá defendernos? Nosotros solitos creo, y a esperar con que viene Obama y su política energética. Por los momentos, el Gobierno de Venezuela y PDVSA tienen al toro por los cachos.
cjcarpio44@hotmail.com