Netanyahu impone su voluntad a EEUU y no aceptará una tregua con Hamás que incluya el fin de la guerra

EEUU pide una tregua en Gaza, pero admite de hecho el plan de Netanyahu para continuar la guerra y aniquilar a Hamás en Rafah a cualquier precio

De nuevo Estados Unidos ha dado una de cal y otra de arena en el conflicto entre Israel y los palestinos, y ha inclinado la balanza hacia sus aliados judíos. El secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, ha reclamado en Israel una tregua inmediata, «sin excusas», pero ha acusado a las milicias de Hamás de no propiciar ese alto el fuego.

El problema es que los palestinos piden el fin de la guerra y el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, apuesta por la destrucción de toda resistencia palestina en Rafah. Aunque eso se consiga arrasando esta ciudad del sur de Gaza y aunque ello no acabe de gustar a Washington, que no hará nada para detenerlo.

El doble juego de Washington oscila entre sus demandas de un alto el fuego y la aceptación de que será Netanyahu, el que acabe imponiéndose, aún a costa de la muerte de muchos más palestinos. Son ya casi 35.000 las personas muertas en Gaza por la guerra lanzada por Israel el pasado 7 de octubre y a la Casa Blanca no parece que le importe mucho que esa cifra se dispare con el asalto a Rafah, el último reducto donde resiste Hamás.

En Rafah, junto a la frontera con Egipto, se agolpa casi un millón y medio de civiles, la gran mayoría desplazados de otras partes de Gaza huyendo del avance y destrucción de sus hogares por el ejército israelí. Más allá de Rafah solo está Egipto, que no está dispuesto a admitir un éxodo palestino en su territorio.

El interés de EEUU está en los rehenes, no en los civiles palestinos

Como puso de manifiesto este miércoles Blinken en Israel, en su séptima gira por Oriente Medio desde el comienzo en octubre de esta crisis, el interés prioritario de EEUU es la liberación de los rehenes israelíes aún en manos de Hamás con un alto el fuego temporal. Lo que ocurra después es cosa de Netanyahu y su ejército. El primer ministro israelí ya lo dejó claro el martes en una reunión con familiares de los rehenes: «Entraremos en Rafah y eliminaremos allí a los batallones de Hamás con o sin acuerdo, para lograr la victoria total».

Blinken se reunió en Tel Aviv con el presidente israelí, Isaac Herzog, a quien le indicó que Estados Unidos quiere que prosperen las negociaciones en marcha para conseguir una tregua. «No puede haber más retrasos, más excusas. Éste es el momento de actuar», dijo el secretario de Estado. Sin embargo, según Blinken, eso no se conseguirá por culpa de Hamás. El grupo palestino exige el fin de la guerra para firmar un alto el fuego, justo lo que no quiere Netanyahu, como éste le ha dejado claro a Blinken en Jerusalén.

El primer ministro israelí agregó en su reunión con el jefe de la diplomacia estadounidense que Hamás no puede pedir ni el fin de la guerra ni un alto el fuego permanente. Netanyahu ya se ha comprometido a atacar Rafah sí o sí, pues está en juego su propia permanencia en el poder apoyado por el extremismo y el ultranacionalismo israelíes que reclaman la destrucción de esa ciudad.

Una tregua de cuatro meses para después volver a la guerra

La tregua presentada a Hamás por Tel Aviv mediante la intermediación de Egipto es amplia, pero no implica el fin de la ofensiva del ejército israelí. Ese alto el fuego tendría una duración de 124 días e implicaría el cese no permanente de las operaciones militares en tres fases y un incremento de la entrada de ayuda humanitaria en Gaza, además de la liberación de 1.290 presos palestinos en Israel.

La propuesta busca la recuperación de todos los rehenes en manos de Hamás en Gaza, un centenar aún vivos, pero también de los cuerpos de quienes han fallecido, unos treinta. En una fase de este acuerdo, Israel propone «el retorno de una calma sostenible» en Gaza, pero tal paso, insisten los israelíes, no supone un compromiso para finalizar la guerra, que es la reclamación de Hamás.

La guerra acorrala a Netanyahu dentro de Israel

Mientras continúan las negociaciones contrarreloj, pues los planes para atacar Rafah ya están encima de la mesa del Estado Mayor israelí, la Casa Blanca y el Gobierno de Netanyahu ven como se recortan sus espacios de maniobra.

En ambos casos la presión interna crece, aunque por razones muy diferentes. En Israel se pide en las calles la destitución de Netanyahu y la convocatoria de elecciones por su incapacidad para liberar a los 250 rehenes capturados por Hamás el 7 de octubre en su sangrienta incursión en territorio israelí.

Solo pudieron ser puestos en libertad cerca de un centenar de ellos en la tregua de una semana de noviembre pasado. Desde entonces se sabe que una treintena de los secuestrados que permanecen en poder de Hamás han perdido la vida, asesinados por los milicianos, muertos por los propios ataques israelíes o por las terribles condiciones que se viven en Gaza.

Pocos dudan de que los fallos en la seguridad israelí, que no impidió la entrada de los guerrilleros de Hamás el 7 de octubre, con la matanza de 1.200 personas y la captura de esos casi 250 rehenes, la pésima gestión para liberarlos y la prolongación de una guerra que ha ensuciado la imagen de Israel acabarán con la carrera política de Netanyahu una vez concluya la contienda y posiblemente acaben sentándolo en el banquillo de los acusados, dentro o fuera del país.

Turquía respalda la denuncia sudafricana a Israel por genocidio

Este miércoles Turquía decidió adherirse a la denuncia de Sudáfrica contra Israel por presunto genocidio en Gaza ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ), tal y como explicó el ministro de Asuntos Exteriores turco, Hakan Fidan. Nicaragua y Colombia ya se sumaron al procedimiento que abrió Sudáfrica en diciembre.

La CIJ decretó en una fase preliminar medidas cautelares contra Israel y exigió pasos inmediatos para impedir el genocidio en Gaza a manos del ejército israelí, así como cualquier incitación al exterminio de palestinos.

Israel no solo no cumplió esos requerimientos, sino que incrementó su ofensiva mortal con la destrucción de la mayor parte de las grandes localidades de Gaza, con más crímenes de guerra contra la población, ataques a convoyes humanitarios y campamentos de refugiados, asaltos a hospitales, ejecución sumarísima de prisioneros y asesinato de periodistas, entre otros.

La CIJ no pidió a Israel un alto el fuego, como demandaba Sudáfrica y ahora exige Turquía. Si lo hizo el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en una votación por unanimidad en la que Estados Unidos se abstuvo y que sacó adelante una resolución al respecto. Israel hizo caso omiso y EEUU la justificó, en otra muestra más de su doble rasero en esta crisis.

Turquía había sido uno de los aliados de Israel en Oriente Medio. Esta crisis de Gaza, sin embargo, rompió esa amistad y sus relaciones diplomáticas.

Cientos de detenidos en EEUU por rechazar la guerra de Israel

La posición de la Casa Blanca no es mejor. Estados Unidos es el principal aliado de Israel y así lo ha hecho ver desde que comenzó la guerra, con apoyo diplomático en todo el planeta, vetos en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas al reconocimiento del Estado palestino o con el envío de munición de artillería, bombas, misiles y aviones de combate que están siendo utilizados en las masacres de Gaza.

El mes pasado, el Congreso estadounidense puso la guinda a este apoyo a Israel y aprobó una multimillonaria ayuda propuesta por la Administración del presidente Joe Biden que permitirá a Netanyahu completar lo que ha prometido a Blinken en esta última visita: una victoria total en la guerra sin importar las víctimas civiles. El monto de ese paquete de ayuda destinado a Israel asciende a 26.400 millones de dólares.

Pero este espaldarazo, con armas y diplomacia, al genocidio de los palestinos de Gaza podría no salirle gratis a Biden y al gobernante Partido Demócrata. Las protestas en EEUU contra las matanzas de palestinos han ido incrementándose y ahora son las universidades más importantes de EEUU las que congregan el desafío más fuerte a la política de Washington en Oriente Medio y su beneplácito a la campaña de destrucción israelí.

Hay más de un millar de detenidos en los campus universitarios de todo el país, a quienes se les acusa de antisemitismo por rechazar la masacre de civiles palestinos, reclamar un alto el fuego inmediato o exigir que ninguna empresa con intereses en Israel o que apoye el complejo militar que entrega armas al Estado judío sufrague esos centros de educación.

En la noche del martes al miércoles, los incidentes fueron especialmente graves en la Universidad de Columbia, en Nueva York, con decenas de detenidos y el desalojo a la fuerza por la policía de un edificio del campus, el Hamilton Hall, que era ocupado por los manifestantes desde hacía semanas. También en la Universidad de California, en Los Ángeles, donde grupos proisraelíes armados con palos y barras atacaron a los participantes en una acampada pro palestina.

Éstas son las mayores protestas estudiantiles ocurridas en Estados Unidos desde las manifestaciones de 2020 contra el racismo. Además, tienen lugar pocos meses antes de que los estadounidenses acudan a las urnas en noviembre para elegir a su nuevo presidente.

La avalancha de protestas está sacando a la luz un creciente movimiento de rechazo hacia la estrategia política exterior del Partido Demócrata en el Gobierno, pero también es muy crítica con el conservadurismo republicano que apoya sin fisuras a Israel y contra los lobbies judíos muy presentes en la vida política y económica de Estados Unidos.

 

republica@publico.es



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