¿Es posible una política de prevención de las crisis económicas?

Como podemos ver la crisis económica mundial sigue siendo noticia, en Europa cuando parecía que la situación tendía a mejorar, o al menos a no empeorar, estalla la crisis bancaria de Chipre. Existiendo la posibilidad de que si no se resolvía en el corto plazo, Chipre pudiera salir de la Eurozona. Europa para ir al rescate financiero de la isla le ha solicitado que reúna unos cuantos millones de euros como condición. Finalmente, se ha llegado al punto de pechar con un impuesto a aquellos que tengan más de 100 millones de euros depositados en los bancos chipriotas. Lo novedoso de esta salida es que por primera vez los ricos tendrán que pagar los platos rotos.

En virtud de la vigencia que sigue teniendo el tema de la crisis económica, que en esta ocasión se ha desatado con virulencia en el sector bancario, me he puesto a pensar en la posibilidad de poder desarrollar una política económica que permita prever las crisis antes de que ocurran, en vez de ir a la aplicación de unas políticas anticrisis cuando ésta ya ha estallado.

El diseño de una política preventiva de las crisis económicas tiene una serie de obstáculos que a mi juicio no son menores.

En primer lugar, uno de los problemas fundamentales tiene que ver con quienes tienen poder de decisión política, estos personajes muchas veces no quieren ver simplemente la crisis que se avecina, esta ceguera puede estar motivada por la asociación con sectores económicos que están obteniendo ganancias extraordinarias en la burbuja que están participando.

Un caso ilustrativo de lo anterior es el caso del banco J.P. Morgan, cuyos directivos mintieron a las autoridades acerca de su situación real. Como ya se ha señalado muchas veces, los bancos y los banqueros que están haciendo mucho dinero y asumiendo riesgos enormes, lo hacen con el dinero de los depositantes, a sabiendas que si las cosas van mal, el gobierno saldrá a rescatar a la banca con el dinero de los contribuyentes.

Por otra parte, también es posible que los políticos no tomen las decisiones acertadas en el momento oportuno, por temor a contrariar a la base política (electores) que los apoyan. Este puede ser el caso de mi país, Venezuela. A pesar de que se está generando una tormenta debido a un creciente gasto público y por ende un creciente déficit fiscal, acompañado también de endeudamiento e inflación, el gobierno no está dispuesto a recortar el gasto público fundamentalmente en lo social, por temor a perder su base de apoyo en las clases de menores recursos.

También, en lo ideológico encontramos un obstáculo para implementar una política de prevención de las crisis económicas. En este sentido, quienes se encuentran en la derecha en el espectro político, se niegan a reconocer que el sistema capitalista tenga la tendencia intrínseca a generar crisis periódicamente, como si nunca hubieran leído un libro de historia económica. Para quienes militan en esta derecha, las crisis suelen verse como desajustes del sistema de mercado, que han sido empeorados por la acción intrusiva del Estado. Por ejemplo, eso era lo que pensaba Milton Friedman de la crisis de 1929, que la misma habría sido más corta y menos profunda si el gobierno no hubiera intervenido.

Cabe destacar que en la década de los noventa del siglo pasado, destacados economistas llegaron a declarar que las crisis económicas eran algo del pasado, porque ya se tenía el conocimiento necesario para contenerlas efectivamente. Sin embargo, una de las peores crisis les ha golpeado en pleno rostro y ha deshecho sus doctas opiniones.

Desde mi óptica, en la propia ciencia económica hay un problema fundamental que dificulta en gran medida establecer una política de prevención de las crisis, y viene dado por el hecho de que muchas veces la economía es vista como una doctrina que trabaja fundamentalmente con cosas tangibles o dinero. En economía se habla mucho de conceptos como Producto Interno Bruto, inflación, gasto público, inversión, consumo, exportación e importación, balanza de pagos, tasas de interés, liquidez monetaria, etc. Es decir, un economista puede pasar días hablando de toneladas, precios, millones de dólares, costos; sin mencionar para nada el concepto de conducta humana. A mi modo de ver, detrás de gráficos y modelos matemáticos, se ha ido ocultando el hecho de que la economía es una ciencia social, que estudia algunos aspectos de la conducta humana que tienen que ver con el consumo y la producción de bienes y servicios. Creo que los economistas y algunas corrientes del pensamiento económico han querido que la economía se desprenda de las ciencias sociales y tratar de equipararla a las ciencias físicas donde se trabaja con mayores niveles de certeza, aunque la teoría cuántica también ha hecho tambalear dicha certeza.

La incertidumbre de la conducta humana puede hacer naufragar cualquier política económica bien intencionada, si esta conducta no se atiene a los parámetros del modelo económico en cuestión. En este sentido, la economía apela a una racionalidad económica del ser humano cuando actúa como consumidor, como inversionista o ahorrista, y como productor; racionalidad que muchas veces no se presenta en los hechos. Por ejemplo, una receta clásica en época de crisis consiste en bajar las tasas de interés para que los inversionistas se vean incentivados a pedir dinero prestado para producir, también para desincentivar el ahorro y propiciar el consumo. Sin embargo, en esta crisis las tasas de interés han llegado a cero y no se ha reactivado la producción y la gente prefiere ser cautelosa y no aumentar el consumo ni endeudarse, presagiando quizás tiempos peores en el futuro. Es decir las expectativas negativas de la gente respecto del futuro han hecho fracasar la receta clásica para combatir la crisis económica que aparece en los manuales de economía.

También debemos señalar que en la ciencia económica existe el problema de analizar el comportamiento humano como productor o consumidor desde una perspectiva individual, el comportamiento del individuo como agente económico persiguiendo sus propios intereses, es el tipo de análisis que vemos en los libros de texto de economía. Sin embargo, existe el problema que el comportamiento individual racional que signifique beneficios individuales no implica que colectivamente sea beneficioso. Por ejemplo, cuando estalla la crisis y la demanda de bienes y servicios cae, el productor individual reducirá sus costos para mantener el margen de ganancia, y una de las maneras de hacerlo es despedir trabajadores. Sin embargo, cuando el colectivo de productores actúa de esta manera, el desempleo aumenta y la demanda se reduce aún más, reduciendo el margen de ganancias de los productores. Lo más sensato sería que los productores aceptaran ver reducidos sus márgenes de ganancia y no despidieran a nadie para no ahondar la crisis. Lamentablemente, la sensatez no se impone porque ningún empresario individual sabe si su competidor actuará de la misma manera, si no lo hace, éste último estará en mejores condiciones que aquel que obre con sensatez colectiva. En este caso, la competencia que es vista como algo positivo en una economía de mercado en auge, se convierte en algo negativo en época de crisis.

Aunado a todo lo anterior, tenemos el problema de la gran cantidad de variables, que están en juego en los fenómenos económicos. Es muy difícil para un modelo económico tomar en cuenta todas las variables relacionadas, de hecho, todos los que hayan leído un libro de economía habrán encontrado la expresión “ceteris paribus”, que significa que se supone que todo lo demás permanece constante. Se usa cuando se analiza una variable económica o dos, y se supone que todo el resto de variables no se modifica. Esta expresión es la constatación palpable de las limitaciones que tiene el análisis económico. Por ejemplo, cuando se analiza la relación entre las cantidades demandadas y el precio de un bien, se supone que otras variables que pueden afectar las cantidades demandadas como los gustos y preferencias de los consumidores o su nivel de ingreso permanecen constantes. Los modelos económicos no son capaces de manejar apropiadamente la causalidad múltiple de un fenómeno económico, es decir como intervienen e interactúan diferentes variables en dicho fenómeno. Por eso se señala que los economistas son muy buenos explicando por qué las cosas no sucedieron como debían haber sido, pero muy malos prediciendo lo que pasará. Además, debemos tomar en consideración que un fenómeno económico puede ser desatado por variables que no se encuentran en la esfera de la economía. Por ejemplo, esto nos conduce al problema de cómo incorporar en un modelo económico variables de tipo político como la inestabilidad política, la posibilidad de una revolución, un cambio de gobierno, variables demográficas, etc.

Debemos considerar que una política de prevención de las crisis económicas o de tratamiento de una crisis en curso consiste en un conjunto de acciones coordinadas en distintas áreas, en lo monetario, lo fiscal, aspectos cambiarios, comercio internacional, etc. Todas estas acciones deben ser coordinadas y reforzarse mutuamente para prevenir una crisis por venir, o reactivar una economía deprimida, aumentando el empleo, la demanda, la inversión y restableciendo el crecimiento económico, lo que puede ser sumamente difícil de lograr en la práctica. Generalmente, estas políticas pueden afectar a determinados sectores, lo que genera una presión social que puede conducir a una desestabilización política. Para ejemplificar lo anterior, podemos ver las manifestaciones multitudinarias en Grecia y Chipre de la gente común y corriente que se siente injustamente afectada por la política implementada por el gobierno para salir de la crisis financiera.

El panorama se vuelve aún más complejo cuando tomamos en cuenta el rápido avance de la tecnología y la globalización. Fenómenos que van de la mano, o más bien, podríamos decir que las tecnologías de la información y la comunicación propulsan la globalización en estos momentos. Parece muy difícil poder desarrollar una política preventiva de las crisis económicas cuando su origen se sitúa a miles de kilómetros, y que a través de los sistemas de información interconectados a nivel mundial, dicha crisis se traslada a nuestra realidad cotidiana. Esto lo vemos en el comportamiento de las bolsas a nivel mundial, como lo que ocurre en una de estas bolsas importantes del mundo puede originar un efecto dominó en el resto, las crisis financieras y bursátiles se expanden por el mundo con la velocidad del electrón.

En otro orden de ideas, en los últimos tiempos, estamos asistiendo a un incremento de los desastres naturales, inundaciones, sequías, terremotos, tsunamis, eventos catastróficos que alteran la economía de cualquier país, en particular la agricultura, y que son casi imposibles de prevenir y pueden desatar crisis económicas severas.

Por último, podemos señalar el particular momento que estamos viviendo en la historia económica del planeta, el declive de Estados Unidos y Europa como potencias económicas y el surgimiento de China y otras economías llamadas emergentes (Brasil, India, Corea del Sur) en el tablero de la economía internacional. En un mundo globalizado, este reacomodo de las fuerzas económicas hace muy difícil plantearse la posibilidad de realizar pronósticos acertados del devenir económico del planeta.

Como el lector ya habrá intuido, pareciera ser que una política de prevención de las crisis económicas está por los momentos fuera del alcance. No existen modelos económicos que puedan explicar satisfactoriamente la complejidad de la economía actual, que puedan manejar todas las variables involucradas, ni que puedan señalar causalidades claras de los fenómenos económicos, y mucho menos poder hacer predicciones.

Aunque sea desconsolador, lo más probable es que el mundo vaya dando tumbos de crisis en crisis, y que el tratamiento de las mismas sea una cuestión de ensayo y error, y por supuesto, haga que millones de personas en el mundo se sientan cada día más inseguras respecto de su futuro económico y deban padecer los avatares de la economía mundial sin que siquiera entiendan el origen de sus padecimientos.

htorresn@gmail.com



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Hernán Luis Torres Núñez


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