¡La CELAC será la salvación de Hispano-América!

La realidad es que tras los habituales brindis retóricos que claman por la integración regional y recuerdan las intenciones de los padres de las naciones latinoamericanas de construir una liga poderosa de naciones independientes, el repertorio de intereses dispares se impone a la hora de establecer las prioridades de la región, de ahí que con el tiempo se han propuestos múltiples organismos que en la práctica o no funcionan o es espurio su funcionamiento. Sirva de ejemplo esta lista de organizaciones actualmente vigentes en América Latina: Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe (SELA); Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI); Parlamento Latinoamericano (Parlatino); Alianza Bolivariana para las Américas (ALBA); Unión de Naciones Suramericanas (Unasur); Parlamento Suramericano; Mercosur; Parlamento del Mercosur; Comunidad Andina (CAN); Parlamento Andino; Parlamento Centroamericano; Asociación de Estados del Caribe (AEC); Comunidad del Caribe (CARICOM); Organización de Estados del Caribe Oriental (OECS). Demasiadas siglas, demasiados intentos, demasiadas energías desaprovechadas. La verdad es que América Latina no acaba de encontrar la fórmula más adecuada de integración en un espacio que si bien tiene enormes potencialidades comunes, un idioma mayoritariamente común y una base cultural similar, presenta tremendas diferencias en su suelo que acaba componiendo un espacio heterogéneo en el que difícilmente se alcanzan acuerdos estratégicos de posicionamiento en el escenario internacional. Lo cual no es obstáculo para reconocer que la cooperación multinacional, especialmente entre países limítrofes en áreas sinérgicas, avanza de forma imparable. Enormes son los esfuerzos que deben ser realizados para acabar con la pobreza y disminuir la desigualdad. Habrá que imponer una Reforma Agraria integral y un control social sobre la tierra, dirigidos a obtener la soberanía alimentaria y combatir la crisis mundial de alimentos.

El Producto Interno Bruto conjunto de los países del nuevo organismo formado que lleva por nombre Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, la CELAC, sumó para 2011 unos 6.451.341 millones de dólares, lo cual la constituye en la tercera potencia económica del mundo, el mayor productor de alimentos, el tercer productor de energía eléctrica y uno de los mayores productores de energía fósil. No obstante, los países de América Latina soportan una pesada Deuda Externa que para 2010 en promedio ronda el 34% de su Producto Interno Bruto anual. Esta magnitud es preocupante, a pesar de que la superan ampliamente el 102% del PIB de la Deuda de Estados Unidos y el 240% de la de Japón. La CELAC debería adoptar medidas conjuntas de revisión de la legitimidad y el monto de estas deudas, declarar su condición de “deuda infame” para lanzar una cesación colectiva de pagos u obtener una drástica rebaja del monto mediante renegociación o adquisición de títulos devaluados. Muchos de los países de América Latina están en relaciones de dependencia económica con los del G-7. La CELAC podría ser un magnífico instrumento para estimular y acrecentar los intercambios económicos regionales. Para este fin ya han sido creadas organizaciones como la Comunidad del Caribe, CARICOM, el Mercado del Sur, MERCOSUR, y la Alianza Bolivariana para América, ALBA, fundada más en la cooperación solidaria que en el mero comercio. Para este gran salto deben plantearse una reformulación de los parámetros del Desarrollo.

Se deberían adoptar estrategias como las siguientes: Apertura e intensificación de las relaciones e intercambios comerciales hacia Asia, África y el Pacífico. Fortalecimiento y extensión de alianzas comerciales internas, con exclusión de los países que tengan Tratados de Libre Comercio con potencias foráneas. Sometimiento de las maquilas a las leyes y derechos laborales locales. Iniciativas para el progresivo control social de industrias básicas y estratégicas. Lanzamiento del Sistema Unificado de Compensación de Reservas (SUCRE) y del Banco del Sur, para librarse de la dependencia del dólar y del euro como divisas de reserva. Desarrollar políticas poblacionales y abrir oportunidades que eviten a los pueblos la migración forzosa a las urbes y al exterior. Proteger formas de producción tradicionales. Promover la desconcentración urbana mediante centros de desarrollo alternativos y técnicas de gerencia a distancia. Evitar la privatización de la seguridad social. Humanizar las ciudades. Reconocer e institucionalizar los Movimientos Sociales. Un ejemplo que hasta ahora parecía impensable son los acuerdos recientemente firmados en la cumbre bilateral Venezuela – Colombia entre los presidentes Chávez y Santos, que incluye la construcción de un impresionante oleoducto que atravesaría ambos países para hacer llegar petróleo del océano Atlántico al Pacífico.

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José M. Ameliach N.


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