La Revolución Francesa (1789-1799) no fue solo una serie de eventos violentos, sino un punto de inflexión crucial en la historia occidental, marcando el fin del Antiguo Régimen y el nacimiento de la Edad Contemporánea. Fue un movimiento de profundas raíces políticas, sociales y culturales que redefinió los conceptos de ciudadanía, derechos y estructura de gobierno, resonando en el mundo hasta nuestros días, siendo la consolidación del actual sistema capitalista.
Las raíces de este evento se encuentran en la convergencia de varios factores críticos, que generaron momentos de presión social en la Francia, a finales del siglo XVIII, cuando el absolutismo monárquico de Luis XVI, estaba en duda pública, la concentración de poder en el rey, junto con la rigidez de la sociedad estamental, contrastaba drásticamente, con los ideales de la Ilustración. Montesquieu, Voltaire, Rousseau, promovieron la filosofía de la separación de poderes, la soberanía popular y los derechos naturales del hombre (libertad e igualdad), socavando la legitimidad del orden establecido del momento.
La sociedad estaba dividida en tres Estados Generales o estamentos rígidos. El Primer Estado conformado por el clero, el Segundo Estado por la nobleza, ambos gozaban de vastos privilegios, incluida la exención de impuestos, a pesar de ser una minoría, mientras el Tercer Estado lo conformaban el 97% de la población: campesinos, artesanos y, crucialmente, la burguesía, estos estamentos mayoritarios eran lo que cargaban con todo el peso fiscal, y carecían de derechos políticos. La burguesía, enriquecida pero marginada del poder, deseaba una participación política acorde a su poder económico.
El Estado francés se encontraba al borde de la bancarrota debido a los excesivos gastos de la Corte de Versalles, las guerras y un sistema fiscal ineficiente. A esto se sumó una grave crisis agrícola (malas cosechas de 1788-1789), que disparó los precios del pan y generó hambrunas y un descontento popular masivo.
El estallido comenzó en 1789 con la convocatoria de los Estados Generales a una asamblea representativa de los tres "estados" o estamentos del reino: el clero, la nobleza y el pueblo llano, su función principal sería asesorar al rey, especialmente en asuntos financieros. Esta asamblea jugó un papel crucial antes de la Revolución Francesa, siendo la última vez que se convocaron, antes de este evento. El desacuerdo sobre el sistema de votación (por estamento o por cabeza) llevó al Tercer Estado a autoproclamarse como la Asamblea Nacional. Esta reunión marcó el principio de la Revolución Francesa; el Tercer Estado desafió al rey, invitando a los otros dos estados a unirse, lo que llevó al estallido del conflicto.
El 14 de julio de 1789 el temor a que el rey Luis XVI, se aprestara al arresto de la recién constituida Asamblea Nacional de Francia, llevó a una multitud de parisinos a sitiar la Bastilla, una antigua fortaleza que había sido utilizada desde 1659, como prisión estatal. El pueblo de Francia tomó la fortaleza con éxito, dando inicio a una de las revoluciones más importantes de la historia, que simbolizó la caída del absolutismo; en noviembre de ese año los parisinos decidieron demoler la Bastilla. La Asamblea abolió el feudalismo y promulgó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en agosto de 1789, estableciendo los principios de libertad, igualdad y soberanía nacional.
En 1791, se estableció una Monarquía Constitucional, que limitaba el poder del rey, que se sentía prisionero en el Palacio de las Tullerías, bajo el control de los revolucionarios, entonces decide huir de París, en la noche del 20 al 21 de junio de 1791. El objetivo del rey era llegar a Montmédy, para unirse a tropas leales y sofocar la revolución, pero fue reconocido en Varennes, detenido y devuelto a París. Este evento profundizó drásticamente la desconfianza en la monarquía, se consideró una traición y aceleró su fin, por lo que el rey debía ser ejecutado.
El 17 de enero de 1793, la Convención Nacional votó a favor de la pena de muerte para el rey, condenado a muerte, declarándolo culpable de "conspiración contra la libertad pública y de atentado contra la seguridad nacional". La ejecución de Luis XVI ocurrió el 21 de enero de 1793, cuando fue guillotinado en la Plaza de la Revolución en París. Fue declarado culpable de traición por la Convención Nacional Francesa, siendo este el evento crucial de la Revolución Francesa, que simbolizó el fin de la monarquía en Francia.
El período, dominado por los jacobinos radicales, desde el 5 de septiembre de 1793 hasta el 27 de julio de 1794, conocido como el Reinado del Terror, liderado por Maximilien Robespierre. Miles de "enemigos de la revolución" fueron ejecutados en la guillotina, este período se caracterizó por una violenta represión estatal. Se estima, según las fuentes consultadas, que en este periodo, alrededor de 17.000 personas fueron juzgadas y ejecutadas, con otras 25.000 ejecutadas sumariamente en toda Francia. Este periodo terminó el 27 de julio de 1794, con la caída y ejecución de Robespierre y otros líderes jacobinos.
Robespierre fue arrestado tras un discurso en la Convención Nacional, que alarmó a sus oponentes, el 26 de julio, donde habló de conspiradores y enemigos internos, pero se negó a nombrarlos, lo que generó temor entre sus oponentes. El 27 fue detenido, y en un intento de suicidarse, se hirió la mandíbula, y al día siguiente, 28 de julio, fue guillotinado junto a 21 de sus seguidores en la Plaza de la Revolución.
La ejecución de Robespierre marcó el fin de esta fase radical y violenta de la Revolución Francesa; se produjo una reacción contra los excesos del terror, que llevó a la instauración del llamado Directorio, un gobierno más moderado y burgués, pero inestable, que gobernó en Francia entre 1795 y 1799, caracterizado por un poder ejecutivo de cinco miembros, sucediendo al terror de Robespierre y terminando con el golpe de estado del 18 de Brumario en 1799, por parte de Napoleón Bonaparte, quien se estableció como Cónsul, poniendo fin formalmente al proceso revolucionario e iniciando la expansión de sus ideales por toda Europa.
La Revolución Francesa abolió la monarquía absoluta y el sistema feudal; se estableció la idea de que la autoridad reside en la Nación, no en el monarca; se sentaron las bases para la República y la democracia moderna; se adoptaron las primeras constituciones escritas que limitaban el poder y establecían la división de poderes. La defensa de la nación frente a las potencias extranjeras, fomentó un fuerte sentimiento nacionalista que se propagó por Europa.
Los privilegios de la nobleza y el clero fueron eliminados, instaurando el principio de igualdad legal, para todos los ciudadanos; la burguesía se consolidó como la nueva clase social dominante, controlando tanto el poder económico como el político; se consignó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, que sirvió como modelo para las futuras cartas de derechos humanos a nivel mundial; se produjo una separación entre la Iglesia y el Estado, el clero fue despojado de sus privilegios y propiedades, y se avanzó hacia un Estado laico (aunque con disparidades extremas); fueron promovidas las bases de un sistema de educación nacional, laico y gratuito; se adoptaron símbolos y principios que hoy son universales, como la bandera tricolor y la tríada: "Libertad, Igualdad, Fraternidad".
La Revolución Francesa es un fenómeno histórico, con luces y sombras, cuyo legado dual ha moldeado el debate político moderno. El mayor aporte de esta Revolución, es la fundación de la política moderna y el avance de los derechos individuales, como La Declaración de 1789 que estableció un paradigma de derechos inalienables, que influyeron directamente en la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, y en las constituciones de muchas naciones; se eliminó el sistema feudal y los privilegios de nacimiento, cimentando la idea de una sociedad basada en la meritocracia y la igualdad ante la ley; se propagaron los principios de soberanía nacional, se adoptó el concepto de ciudadano, en lugar de súbdito, y se impuso la organización del Estado, bajo una Constitución, sentando las bases del parlamentarismo.
La Revolución también mostró el lado oscuro de la transformación social: el terror y la violencia política desmedida y las ejecuciones masivas, demostraron cómo un ideal de justicia puede degenerar en un sistema de represión y dictadura, dejando un trágico precedente. Fue un proceso que estuvo marcado por una profunda inestabilidad, que alternó entre monarquía constitucional, república, terror y, finalmente, el autoritarismo de Napoleón. La ruptura abrupta del viejo orden sumió al país en guerras civiles y conflictos, contra el resto de Europa, generando un costo humano y económico inmenso.
La burguesía necesitaba una justificación filosófica, para desafiar el orden feudal, y este fue el momento propicio. Su ideología inicial fue el Liberalismo, tanto en su vertiente económica como política, se fundamentaba en la Ilustración, al defender la libertad individual, la igualdad ante la ley y el progreso social. Económicamente, promueve el libre mercado, la propiedad privada y la mínima intervención estatal, mientras que políticamente aboga por la soberanía nacional, la división de poderes y un estado de derecho que garantice derechos y libertades, siendo sus principales ideólogos: John Locke y Montesquieu, quienes defendían la separación de poderes y la limitación del poder absoluto; Adam Smith que propone la teoría del "Laissez-faire" (dejar hacer), que proponía la libre empresa, el libre mercado y la no intervención estatal en la economía; Voltaire y Rousseau propulsores de los derechos naturales, la libertad individual y la soberanía popular.
Como postulados centrales, La burguesía defendía una sociedad basada en el mérito individual, proponía que el éxito debe basarse en el trabajo, el talento y el ahorro, no en los privilegios de nacimiento. La propiedad privada es considerada un derecho fundamental e inalienable; de igual manera se promulga la igualdad legal, no social, que contempla la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, eliminando los privilegios estamentales, haciendo uso del principio jurídico que asegura que las leyes se apliquen, de manera equitativa a todas las personas, sin importar su origen, raza, género, religión, etc., pero no aborda las diferencias existentes en la sociedad, que impiden a la clase popular marginal, disfrutar de sus derechos, a pesar de estar reconocidos legalmente, que es el punto del quiebre, donde se manifiesta la desigualdad social, donde las cúpulas, que se adueñaron del poder político y económico, (la burguesía) son los actores fundamentales del sistema, mientras que las clases populares son restringidas, explotadas y oprimidas. Que es el punto de inflexión, donde se consolida el sistema capitalista hoy vigente.
La Revolución Francesa fue un laboratorio político que, si bien nació de la miseria y la injusticia, forjó los pilares conceptuales de la mayoría de los sistemas democráticos actuales. Su lucha por la Libertad, Igualdad y Fraternidad, sigue siendo el motor de esperanzas de los pueblos, que por siglos han aspirado ver la realidad del cumplimiento de la justicia y de los Derechos Humanos, en todo el mundo, a pesar del doloroso camino que se recorrió, para intentar llegar a la conquista de los principios democráticos, para el pueblo aun en espera.
Si bien la burguesía tenía el poder económico desde hacía siglos, solo logró el estatus de clase dominante cuando conquistó el poder político, a través de las llamadas Revoluciones Burguesas, en los siglos XVII y XVIII: la Revolución Inglesa, que limitó el poder del monarca y sentó las bases de la monarquía parlamentaria, con la burguesía, asegurando su influencia legislativa y La Revolución Francesa, que fue el punto culminante. La burguesía, aliada con las clases populares, derrocó el Antiguo Régimen, absolutista y feudal e instauró un Estado basado en sus principios liberales, garantizando la propiedad privada y el libre comercio. Al finalizar el siglo XVIII, la burguesía había pasado de ser una clase de mercaderes marginados, en el sistema feudal, a ser la clase hegemónica que redefinió el Estado, la ley y la economía basada en los principios del sistema capitalista.