Socialismo del Siglo XXI: Opciones (I)

La polémica ideológica del ser humano, se sintetiza así: esclavismo vs liberalismo político, servidumbre vs derechos sociales, egoísmo vs generosidad, personalismo vs colectivismo, monarquía vs liberalismo político, propiedad privada de los medios de producciòn ºvs socialismo etc. es decir, aunque cada una de esta categorías o expresiones humanas tienen variantes, en el fondo, las primeras de cada dupla señalan una conducta y una acción de los hombres que las sustentan, las que están bien distantes de las segundas.

En la era que hoy vivimos (posmodernidad), los antagonismos citados, tienen su máxima expresión económica en la denominada transnacionalización del capital con fines de competencia y extrema acumulación del capital en manos privadas, y en lo político, en el pensamiento neoliberal o “democracia representativa”, donde los medios de comunicación controlados por el gran capital, “concientizan” a la población para que internalice los valores de la libertad que a este le interesa. El polo opuesto, se manifiesta en lo económico por la integración de las naciones con fines de complementaridad, cooperación y distribución igualitaria o al menos equitativa de la riqueza, mientras que desde el punto de vista político, su expresión es la democracia participativa y revolucionaria, eje sobre el cual se desarrollan valores políticos y culturales amantes de la paz y de cambios permanentes en la sociedad.

Los defensores del capitalismo neoliberal, consideran que su sistema genera riqueza, libertad y democracia. El ahorro y la inversión privada según ellos es la salvación de la humanidad, e inclusive hasta la esclavitud y la maquila son buenas, si estas incrementan el P.I.B. de un país o una región. Las instituciones financieras internacionales deben estar al servicio del gran capital y de los países más desarrollados. El sistema aduanero y tributario, así como el laboral, deben ser lo suficientemente flexibles, especialmente en los países del tercer mundo, de tal manera que las grandes corporaciones puedan acumular grandes ganancias, invertir y generar empleos. Según esta manera de pensar y de actuar, los principios de igualdad, equidad y participación de las mayorías en las decisiones políticas y económicas no cuentan.

Consecuencia del anterior planteamiento, el 1 % de la población de los países “desarrollados” es propietaria del 90 % de los medios de producción, incluyendo las tierras. En USA, existe una desigualdad bastante marcada, especialmente con relación a la población afrodecendiente y latina que allí habita. En países del África, Ásia y Latinoamérica, la miseria alcanza niveles intolerables, mientras que una minoría posee grandes propiedades y vive en la opulencia.

La contrapartida al cuadro mencionado, es el socialismo. En el siglo XIX y XX, durante muchos años se planteó, la necesidad de corregir las inmensas desigualdades existentes, mediante la intervención radical del Estado, es decir, este debía asumir el control absoluto de la economía. En otras palabras, socializar la propiedad de los medios de producción, fue así como se concretó los cambios en Europa Oriental y parte del Asia a partir del año 1918.

La contraofensiva de los enemigos del socialismo no se hizo esperar. Según estos, estatizar los medios de producción y colectivizar los medios de comunicación social, es contrario a la libertad, es coartar la libre iniciativa del hombre y sumergirlo en la pobreza y la esclavitud. Combaten a muerte, la intervención del Estado en las decisiones económicas, que puedan lesionar la “propiedad intelectual” y material de los empresarios, que son los únicos que tienen derecho a propiciar leyes “justas y democráticas”. Las barreras arancelarias y similares deben estar abiertas para que lo que producen las transnacionales ingresen a los países sin el mayor tropiezo. Bajo el pretexto de evitar la doble tributación imponen a los gobiernos tratados que favorecen a sus empresas en detrimento de las empresas nacionales. Una organización como el Centro Interamericano de Administraciones Tributarias (CIAT), se encarga de influir muy hábil e inteligentemente en los gobiernos latinoamericanos para suavizar el tratamiento impositivo a las transnacionales. En otras palabras, esta es la “integración” que le gusta a Washington, sus socios y asociados a nivel planetario.

La réplica al planteamiento neoliberal, en el presente siglo, es darle participación y poder al pueblo, mediante la socialización de importantes sectores de la economía, la cultura, la educación, la salud y las finanzas, tanto públicas como privadas. Una muestra de esta fase inicial, lo conseguimos en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, donde se propone un régimen socioeconómico, basado en principios de justicia social, democratización, eficiencia, libre competencia, productividad, solidaridad etc. y donde el Estado se reserva el uso de la política comercial para defender las actividades económicas, incluyendo el sector petrolero (Arts. 299 a 310).

En cuanto al Sistema Tributario, este “procurará la justa distribución de las cargas públicas según la capacidad económica del o la contribuyente atendiendo al principio de progresividad, así como a la protección de la economía nacional, y a la elevación de vida de la población, y se sustentará para ello en un sistema eficiente para la recaudación de los tributos” (Art. 316)

En cuanto a este último aspecto, los adversarios al socialismo, sostienen que los impuestos deben ser lo más mínimos posibles, que no afecten el capital y sus ganancias, en todo caso, quienes deben pagar son los que con su fuerza de trabajo generan riqueza, razón por la cual se oponen a los impuestos progresivos como el Impuesto sobre la Renta y propugnan o al menos toleran los regresivos, como lo es el Impuesto al Valor Agregado. En otras palabras, el sector privado no le gusta que Estado socialice la propiedad y pide que se le deje actuar, pero a su vez, cuando por la vía capitalista (impuestos) hay la posibilidad de hacer más equitativa la riqueza generada por la sociedad, entonces se oponen a los tributos que afectan la acumulación excesiva de ganancias. Por cualquier lado, su objetivo es hacer dinero, sin importarles el bienestar colectivo.

A todas estas, las autoridades fiscales del país, léase, Ministerio de Finanzas y SENIAT (Venezuela), siguen marchando tomados de la mano del gran capital. Hasta este momento, la tasa máxima que se aplica a las ganancias obtenidas por la banca y otras grandes corporaciones es del 34 %, despues de la reforma que instalò Miguel "paquetico" Rodrìguez", durante el gobierno neoliberal de Carlos Andrès Pèrez, mientras que el I.V.A, sigue estando muy alto (14 %). Lo recomendable sería bajarlo, y subir las tarifas del I.S.L.R. y lo correspondiente al Impuesto de Donaciones y Sucesiones, esto sin menoscabo que se afinen los mecanismo de control y se ataque a fondo el contrabando, la evasión fiscal y la corrupción administrativa (recordemos que en el caso del I.S.L.R. las tarifas vigentes hasta el mes de agosto del año 1991, para actividades no petroleras alcanzaba a 45 % para personas naturales y 50 % para personas jurídicas, tarifas 1 y 2 respectivamente. En ese momento no se pagaba IVA) ¿Por qué en la IV Repùblica hubo más progresividad impositiva que ahora que se intenta ir hacia el socialismo?

Da la impresión que el capitalismo salvaje sigue controlando la mente y la acción de los legisladores y de los altos funcionarios de las instituciones antes nombradas. El I.V.A. puede seguir existiendo, más que como un instrumento de recaudación propiamente dicho, como una vía de control, mientras que el I.S.L.R. y otros impuestos tales como los provenientes de la actividad lúdica, licores, cigarrillos o adquisición de bienes de lujo deberían ser la gran fuente de ingresos aduaneros y tributarios. La evidente distorsión contenida en los convenios para evitar la denominada doble tributación con USA, ponen en evidencia, que algo sigue mal, a pesar que se intenta avanzar hacia un socialismo para el siglo XXI.

En fin, ya basta de aceptar el chantaje empresarial, que amenaza con no invertir, si se les invita a pagar un poco más de impuesto y a darle mejor participación a los trabajadores en la riqueza generada por todos. Decimos chantaje porque en los países de emblema típicamente capitalista, los impuestos son más altos e inclusive los salarios, y sin embargo, no por eso el capital se ha fugado, por el contrario, siguen tomados de la mano de los políticos de turno.

En consecuencia, Ha llegado la hora de los países denominados subdesarrollados, de ejercer su soberanía y de aplicar justicia para todos. La Constitución debe dejar de ser letra muerta…por encima de todo es necesario y obligatorio vencer…


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Carlos Armando Lazo Garcìa


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