La Revolución china y los señores de la guerra

Nos comprometimos a redactar un texto sobre la actual geopolítica de la República Popular China vis a vis los EEUU de América en el actual escenario en pleno desarrollo en el Mar del Sur de China en los momentos cuando el Tribunal dictará sentencia sobre el interpuesto de las Filipinas referido a los límites marinos y submarinos en esa región meridional asiática. Momentos de alta tensión global. Pero con todas las excusas que ponemos sobre la mesa consideramos que son tiempos revueltos al mejor estilo londinense de Fu Manchú y de Sherlock Holmes, el primero viviendo en la muy cockney zona de los muelles londinenses sobre el Támesis de los escritos de Charles Dickens mientras que el segundo habitaba en aquella casa de Baker Street de número inexistente y justo a una cuadra de la casa donde viviera don José de San Martín, el Libertador de la Argentina.

Pero hay realidades en curso global que nos obligan a caminar por la Historia comparada con la finalidad de exponer “el espejo” donde nos podamos observar con el detenimiento de los pacientes impacientes, como es de toda lógica cotidiana y seudo-política para nada pragmática. Definitivamente, Fouché en algunas ocasiones tenía razón frente a los supuestos dogmatismos de los jacobinos.

El título en propuesta refiérase sobre un tema muy poco estudiado en lengua castellana no así en otros idiomas por históricos expertos historiadores titulados sinólogos pero y concretamente especializados en el tema de la revolución china en unos momentos críticos en la Historia de China cuando comenzaría aquel vasto y populoso país a caminar por vastos y dificultosos caminos de la occidentalización del Estado chino gracias a las guerras del opio y a las imposiciones contenidas en los tratados y acuerdos firmados por la gobernanza en Peking. Nos referimos, concretamente, cuando es, prácticamente, derrocada la dinastía manchú por un movimiento social chino occidental de educados ciudadanos que declararon la fundación y la institucionalización formal de la República de China en aquel año catalizador hacia la revolución real de 1912 cuando el emperador Pu Yi se vio obligado a renunciar al trono imperial histórico de más de 5 mil años de tránsito con sus correspondientes “Warring States” de toda lógica de unidad nacional. Es de obligación precisar que los manchús fueron invasores del septentrión asiático ubicados geográficamente en los exteriores a la Gran Muralla quienes por invasión militar derrotaron a la dinastía profunda e históricamente china de los Ming.

Podríamos suponer en el marco de nuestros subjetivos deseos políticos modernistas que con la institucionalización de la República de China llegaría el equilibrio institucional y político aspirado en un país donde las “14 Potencias” imponían sus reales e imperiales decisiones a través de firmados tratados y acuerdos catalogados como de desiguales sobre aquel gobierno derrotado de los manchús, imperio asentado en la denominada como Ciudad Prohibida.

La declaración de la república obligaría a esas potencias imperiales a tener que aceptar aquel fait acompli que se había instalado en aquel Peking de principios del siglo XX, realidades alejadas de los avatares que se sucedían en el continente europeo pre-guerra-mundial. Es decir, en el marco referente del derecho internacional lo oficial en el marco de las relaciones diplomáticas obligaban a aquellas potencias a establecer relaciones bilaterales sobre las bases de la multilateralidad obligante por fáctica al tener que reconocer como gobierno oficial y legítimo al gobierno que se conjugó con y desde aquel levantamientos de Wuchang con sus lógicas consecuencias republicanas en voluntad china independientemente de sus realidades objetivamente chucutas como diría don Rómulo Betancourt.

Para poder comprender la dinámica en curso de la dialéctica en la relación entre el nuevo gobierno de la nueva república china y las realidades objetivas referidas a la presencia de las “14 Potencias” instaladas en China desde aquel Tratado de Nanking (1839/primera Guerra del Opio-firmado el 22 de agosto de 1842) sería obligante describir el proceso de la imposición de políticas globales por las potencias imperiales sobre el gobierno manchú durante toda la segunda mitad del siglo XIX que iría desarrollando una matriz de opinión anti-extranjera, anti-imperialista y anti-manchú en un proceso evolutivo y dialéctico contravenido y relacionado con los contenidos de los diferentes tratados y acuerdos que irían siendo rubricados conformados por articulados de corte imperialista al tiempo que afectando y asumiendo una conciencia nacionalista antropológicamente china que iría permeando, fundamentalmente, en las conciencias sociales según los diferentes estratos sociológicos presentes en aquellos tiempos de cambios ideológico-culturales.

Es decir, los impactos negativos sobre las conciencias y los subconscientes colectivos se expresarían de forma diferentes según fueran afectados los sectores campesinos en su mayoría poblacional, en los incipientes sectores obreros y comerciantes capitalistas como en sectores de la burocracia mandarín. Una interesante pero profunda y compleja realidad sico-sociológica-china cual iría evolucionando en la medida que los pensares filosóficos occidentales fueran permeando a esa sociedad en continua contradicción caótica.

Se instaló aquella república con un líder fundamental y referencial por su tradicional oposición a la dinastía manchú de nombre Sun Yatsen, político perseguido internacionalmente quien observando las contradicciones internas que se expresaban en el poder instalado por confrontaciones de intereses personalistas para nada ideológicos en aquel novedoso gobierno de Peking decidió no aceptar responsabilidades presidenciales ante las objetivas realidades que se estaban desarrollando como ante la caótica realidad nacional cuando a lo largo y ancho de la geografía china, las provincias se veían sometidas a dos imperativas e impuestas variables; por un lado, unos caudillos militarizados y enriquecidos gracias a los beneficios provenientes de los países imperiales instalados en la territorialidad nacional china y cuyos gobiernos buscaban imperialmente mantener sus magros beneficios económicos, militares y religiosos bajo el marco conceptual político de semi-colonia y, en segundo lugar, la propia dinámica mundial consecuencia del desarrollo del sistema capitalista imperial en su fase imperialista ejecutando políticas con tal voracidad asimétrica por caótica y con las finalidades de ir buscando mantener además de controlar las realidades socio-comerciales y económico-financieras que se marcaban tanto en las realidades chinas como en el proceso imperial-mundial en permanente contradicción dialéctica en perfectibilidad sistémica capitalista.

Ambas variables expuestas se irían transformando en realidades nacionales que irían impactando al propio y naciente proceso republicano chino. Es decir, mientras que aquellos caudillos militarizados y apoyados en las variables económico-financiero y militar adobadas por las potencias extranjeras se transformaban en los denominados, conceptualmente, como “señores de la guerra” (warlords), con ejércitos en montoneras campesinas sin preparación alguna de corte militar, les iban permitir alcanzar el control de importantes áreas provinciales con importancias vitales geo-nacional en función de poder mantener los intereses capitalista de las potencias imperiales como, a título de ejemplo, se sucedería en la provincia de Shandong con los alemanes, la zona de Tianjin y la zona noreste del país como las zonas centrales llevando a convertir a la geografía nacional china en un extenso y complicado tablero de ajedrez sin y/o con muy bajos intereses nacionalistas aunque con fuertes e impactantes demostraciones histórico-culturales adobadas de una cultura occidental-burguesa atípica comparativamente con escenarios coloniales y semi-coloniales que se expresaban en otras latitudes del continente asiático.

El escenario en caos profundo en todo el territorio chino era de profundo y obligado interés imperial por mantenerlo para aquellas potencias extranjeras que debemos tratar de explicar. Los tratados y acuerdos firmados eran además de obligantes en sus contenidos económicos y financieros, eran, a su vez, tratados y acuerdos con imposiciones alienantes y con matrices sicológicas de culturas occidentales donde, por ejemplo, la forma de vivir occidental en sociedad era de obligación imperial cual se expresaba con tal ímpetu, crudeza y vulgaridad sobre el “nuevo hombre y mujer chino” radicados, principalmente, en las capitales y puertos-abiertos al comercio exterior y de beneficios aduanales que eran espacios urbanos considerados como de fundamentales para las economías locales, extranjeras y chinas, en crecimiento social y económico, controladas por el empresariado extranjero en perfecta alianza con los “compradores”, chinos enriquecidos gracias a la intermediación comercial, a los banqueros tanto aquellos extranjeros como chinos ubicados en el Bund de Shanghai como, por ejemplo, el HongKong y Shanghai Bank, los beneficios socio-económicos de las presencias derechistas representadas en las mafias verde y blanca, los traficantes de opio tanto nacional como el importado desde la India quienes, al unísono, quienes compartían, sociológicamente, con los escenarios que se expresaban con las multitudes de los campesinos migrados por desplazamientos desde las provincias mediterráneas y empobrecidas y/o por consecuencias de los diferentes escenarios de guerras locales por causa de los continuos enfrentamientos entre “señores de la guerra” adobados con los avituallamientos de armas gracias a las generosidades de los representantes oficiales de las potencias imperiales según los específicos intereses económicos que tenían y disfrutaban cada uno de los imperios con aquellos impuestos derechos de extra-territorialidad. Es decir, caos total.

Aquellos escenarios de enfrentamientos personales entre las castas sino-militaristas, de alienación económica, social, religiosa y cultural de lo occidental-impuesto por el carácter de semi-colonia que se expresaba en todo el territorio chino, de realidades sociológicas que se expresaban consecuencialmente en hambrunas, suicidios, empobrecimiento, prostitución, drogadicción, delincuencias organizadas, corrupciones a troche y moche, inseguridades y desesperanzas expresaban una realidad objetiva que no era leída por las dirigencias políticas y las expresiones militaristas empoderadas.

Desde el mismo momento cuando Sun Yatsen percibió la crisis real por la cual transitaba la nueva república, cuando percibió que era inevitable su negación a mantener su liderazgo nacional reconocido y respetado, cuando comprendió que los “Tres Principios” no solo no eran comprendidos sino que resultaban incómodos a esa consecuencia alienante producida por la presencia occidental socio-económica y cultural y militar de más de medios siglo desde aquellas guerras del opio, la derrota ante Japón y la continua pérdida de la dignidad nacional, cuando no pudo confrontarse con los “señores de la guerra”, pacientemente se trasladó hacia Cantón esperando lo inevitable: la guerra civil.

UNIDAD, LUCHA, BATALLA, VICTORIA.



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Miguel Ángel Del Pozo


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