¡Guerra!

Por esto, previendo (...) de lejos los inconvenientes, les aplicaron el remedio siempre en su principio. Sabían que la guerra no se evita; y que si la diferimos, es siempre con provecho ajeno” Nicolás Maquiavelo

 

La denominada “guerra económica” no es otra cosa que la explotación sistemática, consciente y planificada de los desaciertos macroeconómicos del proyecto revolucionario, aprovechando las flaquezas de una economía rentista heredada de principios del siglo XX. Esta situación se agudiza con la caída de los precios del barril de petróleo a causa de la sobreproducción que inunda el mercado de crudo internacional.

En este sentido, La erráticas políticas monetarias, fiscales, cambiarias y productivas de nuestro proyecto  ha llevado a algunos compañeros y compañeras a concluir la inexistencia de la guerra económica, atribuyendo los problemas económicos a las falencias del gobierno nacional. No obstante, resulta ingenuo pensar que las cúpulas del poder económico criollo y los Estados Unidos no han declarado la guerra contra el proyecto que aún está marcado por la impronta subversiva del legado de Hugo Chávez. Esta guerra se ha manifestado en embates contra la economía nacional, teniendo como principal objetivo político el desalojo inmediato del gobierno del presidente Nicolás Maduro y la posterior sepultura de las conquistas alcanzadas por el pueblo. Estos ataques encuentran su epicentro en la especulación en torno al dólar paralelo,  el contrabando de extracción a gran escala, el acaparamiento de productos de la canasta básica y la campaña internacional sobre el riesgo económico en Venezuela que frena la inversión extranjera.

En consecuencia, el sometimiento a las interminables colas, el acaparamiento de productos de primera necesidad, tanto en alimentos como en medicina, los precios astronómicos que golpean nuestro salario, forman un cuadro realmente inaceptable. En este contexto, se fragua el clima esperado por la oposición para una “salida” del gobierno, bien sea por la vía violenta o por derrotas electorales fruto del disgusto generalizado de los venezolanos y las venezolanas ante los efectos de la guerra económica.

Sin embargo, la oposición se encuentra dividida y por tanto existen múltiples estrategias. Están quienes hacen hincapié en fustigar la economia nacional y capitalizar el descontento por la vía electoral. Por otro lado, están quienes colocan el acento en atizar la violencia, la incertidumbre y el caos. Ahora bien, se debe tener presente que aún el marco de estrategias múltiples, divisiones e intereses contrapuestos, la oposición pudiese confluir en cualquier momento en un plan y un mando centralizado desde el extranjero que los aglutine y que combine todas las formas de lucha contra la revolución.

Frente a este peligroso escenario el gobierno se ha limitado a desplegar las siguientes estrategias: 1) el sostenimiento de una banda cambiaria y el mantenimiento de un rígido control de precios para sostener ciertos niveles de consumo 2) insistir en un sistema de fiscalización que se ve desbordado por las circunstancias 3) apostar por aumentar la liquidez 4) mantener el gasto público 5) desplegar una campaña comunicacional de denuncia a los sabotajes. Las estrategias no parecen dar los frutos esperados.

Esta situación evoca la famosa epopeya griega atribuida a Homero, escrita varios siglos antes de Cristo, donde se narra cómo, a pesar de las imponentes murallas troyanas y su heroica defensa, la ciudad termina siendo tomada por los aqueos. Pudiéramos rescatar de esta mítica batalla la clásica máxima: “la mejor defensa es un buen ataque” más aún en las circunstancias donde los caballos de madera abundan.

La guerra económica es un conflicto atípico, el estruendo de las armas no se escucha a plenitud y la confrontación violenta es sólo ocasional. Sin embargo, no debemos dejar de declarar estas circunstancias como una situación de guerra. Carl von Clausewitz señaló que “la guerra es la continuación de la política por otros medios” quizá en estas circunstancias el militar prusiano hubiese invertido su frase. Por ello, debemos de extraer de las anteriores experiencias las lecciones que nos permitan trazar el camino a la victoria.

Mao quien dirigió la guerra prolongada llamó al Ejército Rojo a la “ofensiva dentro de la defensiva, las operaciones de decision rapida dentro de la guerra prolongada”, en el marco de la defensa de los intereses del pueblo, el gobierno debe pasar a la ofensiva. Para ello, recordamos los principios que en los Seis Escritos Militares el estratega chino evoca: “la iniciativa, flexibilidad y planificación” la revolución aun cuenta con un aparato burocrático, obeso, derrochador, que no puede responder con agilidad a los ataques que recibe ni mucho menos empujar de manera efectiva a la transformación del aparato productivo nacional, con miras a la construcción del socialismo.

Resulta improbable ganar alguna guerra sin el conocimiento de las fuerzas propias. Por ello, es necesario reconocer que junto a quienes desde la oposición se inscriben conscientemente al plan de sabotaje orquestado desde los EEUU, están quienes de manera inconsciente tributan a dicha estrategia. En este sector se inscriben funcionarios ineficientes y corruptos vinculados a la fuga de capitales. A esto se le suma un numeroso sector de la población que obtienen provecho de la situación económica por medio de la comercialización informal y especulativa de los productos básicos.

Por tanto, Es necesario repensar un Estado que pueda contribuir a la producción nacional, una dirección revolucionaria que luche contra la corrupción y que promueva un tejido social transformador. Es necesario que sea capaz de apoyar iniciativas productivas audaces, eficientes, con mirar a generar divisas. Se debe sospechar de los proyectos rimbombantes, se deben generar análisis rigurosos en torno a la posibilidad que tienen los productos de ser incorporados en el mercado nacional o internacional.

Asimismo, es necesario analizar los problemas presentados en las experiencias productivas precedentes, en el caso de las cooperativas y otras iniciativas desplegadas en años anteriores, existen tres grandes adversidades: las mafias privadas de las cadenas distributivas, las dificultades en la adquisición de divisas y los retrasos burocráticos en el cumplimiento de los acuerdos contraídos con el ejecutivo nacional. Estos son problemas que deben ser abordados ineludiblemente desde la triada iniciativa, flexibilidad y planificación.

Por otra parte, algunas decisiones urgentes en torno a la política cambiaria y a la política monetaria van a generar efectos sociales contraproducentes a corto plazo. Por ello, es necesario dar apertura a un amplio debate que diferencie el gasto público de la inversión social. Vale decir, diferenciar las desviaciones clientelares y rentistas de los apoyos de alto impacto y con carácter de urgencia para la población de mayor vulnerabilidad.

Las intrigas frente a estas importantes decisiones no se haran esperar. Esto pudiese encontrar suelo fértil en el desconsuelo del pueblo que pasa horas en colas o del enfermo que no consigue sus medicamentos. Es necesario evocar a la sabiduría oriental sintetizada por Sun Tzu: “Un ejército confuso lleva a la victoria del contrario”

En esta dirección, La construcción de la legitimidad de la revolución es fundamental para la victoria en esta batalla. Nuestra dirigencia y las organizaciones deben padecer junto al pueblo cada embate, debe combatir con el pueblo cada cola, debe desprenderse de cualquier privilegio para lograr construir la unidad de las mayorías. Esta unidad debe girar en torno a la dirección colectiva que encabezaría Nicolás Maduro.

El liderazgo de Nicolás Maduro debe convertirse en el referente de lucha contra los privilegios puertas adentro de las filas revolucionarias. Las dificultades económicas invoca a dirigir con austeridad y desprendimiento. Por otra parte, la tarea amerita humildad, reconocer y aprender de los errores cometidos en materia macroeconómica, que tienen sus orígenes en la indecisión, el retraso de las medidas y la triste apuesta por una cultura política que sustenta los logros en la abundancia y el derroche, he allí nuestra principal debilidad y el mayor peligro para la construcción del socialismo. El presidente chofer, el comandante obrero, debe encarnar aquello de que “el socialismo no es cuestión de cuchillo y tenedor” necesario es edificar una nueva cultura política cónsona con los principios que enarbolamos. Confiamos en el esfuerzo de Nicolás Maduro en esta dirección.

Combinar una nueva cultura productiva con el florecimiento de una nueva concepción política estrechamente vinculada a la axiología socialista equivale a lo que el mítico General vietnamita Vo Nguyen Giap denominó “cambiar la fisonomía de la guerra y abrir nuevas vías para las victorias”. Aunado a esto, Junto con el ejemplo y la rectitud ética, nuestra dirigencia tiene la necesidad de hacer un esfuerzo pedagógico, lograr transmitir nuevos valores, la tarea de comunicar es crucial en la batalla.

Debemos comprerder que el pueblo es la piedra angular de esta unidad y que solo combatiendo desde las necesidades de los más humildes, contra los especuladores, monopolistas, mafias importadoras y corruptos cómplices y tomando las medidas estructurales adecuadas lograremos salir airosos. El tiempo es un factor determinante en la guerra, tengamos presente junto con el legendario estratega oriental Sun Tzu: “Una victoria rápida es el principal objetivo de la guerra. Si la victoria tarda en llegar, las armas pierden el filo y la moral decae” las elecciones a la Asamblea Nacional marcan el tiempo de una primera etapa en esta guerra.



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Damian Alifa

Combatiente en la batalla de las ideas

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