La Salud es un problema social de primera magnitud en escala mundial. Es una materia de Estado que los políticos le sacan el cuerpo por sus pocos conocimientos sobre el tema y por las serias implicaciones económicas, sociales y políticas que tiene.
Cada sector social tiene una visión diferente de la salud. Los ricos se sienten social y económicamente invulnerables a las enfermedades porque disponen de recursos para mantenerse saludables y pueden ir a cualquier parte del mundo para que le resuelvan sus problemas de salud. Los pobres cuyos ingresos les resulta insuficiente para comer, no le preocupan las enfermedades porque viven con ellas y las instituciones del Estado les ayudan a sobrellevarlas. Piensan sólo en como conseguir algún dinero para comer algo, sólo saben que si no comen se mueren.
Para quienes sus ingresos le permiten las tres comidas diarias y hasta poseer un automóvil, la salud es el más angustiante de los problemas con los cuales se enfrentan al día a día. La avalancha de información sobre enfermedades que presentan los medios de comunicación (prensa, radio y televisión) que pueden afectar en forma negativa la economía familiar y las expectativas de desarrollo individual y social es realmente atemorizante.
La clase media siente miedo porque las patologías publicitadas son amenazas de minusvalía y muerte. Además, son diagnosticadas mediante costosos exámenes que dan lugar a la prescripción de diversos tratamientos (cirugía, radioterapia, quimioterapia, fisioterapia, psicoterapia, trasplantes, medicamentos, etc.) casi siempre fuera del alcance de la economía del clase media común.
Por otra parte, la efectividad del tratamiento siempre estará en manos del azar, por los efectos colaterales inesperados que frecuentemente se presentan en detrimento de la calidad de vida del paciente. A ese sector social le causa terror terminar como un pobre en un hospital público, debido a que las instituciones públicas de salud no dejan de ocupar la primera plana de la prensa escrita y los noticiarios de televisión, donde se difunden supuestas deficiencias de recursos en ambulatorios, CDI y hospitales o exageran sus fallas en la atención de los pacientes. Por ello las pólizas de seguro HCM son una fija en los contratos colectivos con el Estado, aunque la cobertura de las mismas a menudo resulte insuficiente. Como consecuencia, el Estado se ha convertido en el gran impulsor de los lucrativos negocios de las Compañías de Seguros y las Clínicas privadas, donde pululan médicos y otro especímenes, que se han declarado enemigos acérrimos de la política de salud del Gobierno Revolucionario y Bolivariano.
El cáncer, las cardiopatías y la diabetes tipo II, ocupan los puestos cimeros en el tratamiento mediático, supuestamente para educar al público en los problemas de salud.
La semana pasada los medios exaltaban falsamente los efectos letales del virus de la influenza AH1N1, insinuando, además, que hay una epidemia, falso de toda falsedad.
Sin embargo, no mencionan los factores condicionantes de la aparición de esas enfermedades, como el interés comercial de los laboratorios fabricantes de vacunas y antivirales, la contaminación del medio ambiente mediante procesos industriales y el tratamiento químico a que son sometidos los alimentos, porque significaría atacar las empresas anunciantes en radio, prensa y televisión.
Aunque esos aspectos relativos a la salud de la clase media son muy importantes, vamos esta vez a tocar el problema de salud más grave e ignorado por los medios de comunicación. Nos referimos a la creciente hambre crónica que afecta a más de 1.000 millones de pobres que viven en el planeta tierra, la evidencia más contundente del enorme desequilibrio social en el mundo actual, cuyas causas y efectos (objeto de debates inocuos en todo el mundo) son la expresión del fracaso de esquemas políticos fundamentados en el libre mercado y la libertad de empresa aplicados durante el siglo XX y el actual.
En Venezuela para 1998 teníamos una población de 22 millones de habitantes, de los cuales 49 % eran pobres. Eso significaba que 10,7 millones de venezolanos no tenían ingresos que les permitieran comprar los alimentos para nutrirse adecuadamente. ¿Cuántos niños y adolescentes entre ellos? Siendo conservadores, diríamos que la mitad, unos 5.35 millones de seres hambrientos. Eso no le importaba a los medios de difusión social, ni a los políticos, ni a los gobernantes del punto fijismo, ni a las universidades, ni al gremio médico, ni siquiera a la Iglesia católica, a pesar que esos pobres en su inmensa mayoría eran católicos. Sólo Hugo Chávez Frías estaba preocupado por el hambre de los pobres y al comprobar que las estructuras del Estado heredado eran inútiles para atacar el problema, decidió crear Mercal en 2003, Madres del barrio en 2006, Negra Hipólita en 2006, Amor Mayor en 2011, Hijos de Venezuela en 2011 y Saber y Trabajo también en 2011. Para el año 2012 con una población de 28 millones de habitantes, las cifras de pobreza habían bajado al 27% para los pobres en general y 7,3 % para la pobreza extrema. Es decir, que teníamos un total de 7,8 millones de pobres, lo que indicaba que en números absolutos la pobreza había disminuido en 2.9 millones de habitantes.
¡Ah! Pero la oposición dice que eso es mentira y que por el contrario, la pobreza ha aumentado.
No caigamos en una diatriba de dimes y diretes estéril, porque para desgracia de la revolución no tenemos datos estadísticos oficiales creíbles y los no oficiales presentados en la red son inventados por la oposición. Invitemos entonces a los opositores a discutir el meollo del problema: los efectos de la pobreza en el individuo y sus repercusiones sociales.
La nutrición adecuada del ser humano desde la etapa embrionaria hasta los siete años de edad es fundamental para la salud física y mental del individuo porque en ese lapso logra el pleno desarrollo de su sistema nervioso. Se ha demostrado que el cociente intelectual de los niños a los 7 años es el mismo de la edad adulta.
Las consecuencias inmediatas de la malnutrición, por carencia nutricional global, durante el embarazo de la madre y los primeros años de la vida del bebe, incluyen una morbi-mortalidad (enfermedad y muerte) significativa y un desarrollo mental y motor retrasado. Se ha comprobado que la malnutrición a temprana edad disminuye el potencial físico y cognitivo de los niños, pero también afecta sus rasgos no cognitivos, tales como la motivación y la perseverancia, con el consiguiente perjuicio para su formación como ente social. En la adolescencia las dificultades en la nutrición están ligadas a impedimentos en el rendimiento intelectual, en la adultez en reducida capacidad para el trabajo, alteraciones en la salud reproductiva, y la salud en general. Podemos decir entonces, que la malnutrición es responsable no sólo de enfermedades orgánicas, si no también de desequilibrios intelectuales adaptativos.
Los hijos de madres pobres malnutridas, además de ser potencialmente pacientes de hospitales, tienen disminuida o totalmente ausente la capacidad de amar, situación que los hace socialmente inadaptables. Es decir, que también son personas potencialmente delincuentes.
La Revolución Bolivariana, heredó 5,3 millones de niños y adolescentes en 1998 que ahora tienen edades por encima de 14 años. Una parte murió por enfermedades y accidentes. Ahora, ¿Cuántos de ellos están en capacidad de realizar un trabajo eficiente y productivo? ¿Cuántos son delincuentes o potencialmente delincuentes? No lo sabemos, tampoco hay estadísticas oficiales que nos permitan sacar conclusiones al respecto, pero no nos cabe duda de que la mayor parte de los pobres nacidos antes de 1990 están desempleados porque no saben hacer nada, viven ociosamente en los barrios y deambulando en las calles para cometer actos delictivos. Otra buena parte están presos en los diferentes establecimientos penales del país.
Esas personas de las cuales la burguesía venezolana no quiere saber nada, son el producto de las políticas antisociales que llevaron adelante Acción Democrática y Copei en la IV República.
¿Han sido insuficientes las Misiones para acabar con la pobreza?
Las Misiones Gran Misión en Amor Mayor, Hijos e Hijas de Venezuela y Saber y Trabajo, las más importantes para acabar con la pobreza, apenas tienen dos años de fundadas, tiempo relativamente corto para evaluar el impacto social de las mismas. Pero mucho más allá de eso, nos encontramos con indicadores negativos que apuntan en la dirección de algunos de los funcionarios públicos que forman parte importante de los mecanismos de articulación de las Misiones con el pueblo, no tienen la suficiente sensibilidad para entender los problemas de la pobreza. Tampoco entienden que luchar contra la pobreza para exterminarla lo más pronto posible, es el camino seguro para erradicar la violencia en nuestras calles y el atraso cultural de nuestro pueblo, única forma de hacer más corto el tránsito hacia el socialismo.
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