La consigna: ¡Con Chávez todo, sin Chávez nada!, beneficia al imperio

Acostumbrados como estamos de oír por doquier consignas –toda declaración, oficial o no, termina enumerando varias- la mayoría de ellas sólo consiguen eco en un número limitado de personas entusiastas que, por una u otra razón, la repiten sin reparar en su pertinencia. Las motivaciones que determinan la mayor o menor permanencia de la consigna son muchas y dependerá de quien la esgrima y de su peso político, así como también de la capacidad de difundirla que tenga determinada individualidad o colectivo. Es decir, no es lo mismo, las consignas que ha lanzado Chávez en sus discursos, que rápidamente son asimiladas y repetidas por sus seguidores, que la consigna que pueda diseñar cualquier colaborador de Aporrea que redondea su artículo con una consigna, por lo general, una de Chávez ligeramente modificada a su antojo.

Una consigna es un grito de guerra, una frase con “fuerza” movilizadora, que motiva a la acción, que por su cadencia y expresividad cala en el espíritu del colectivo y lo impulsa para asumir el compromiso táctico o estratégico. Pero esa frase debe ser concisa y sobre todo debe ser expresión resumida del objetivo perseguido en el espacio y el tiempo estipulado, porque de lo contrario se convierte en un simple llamado ineficaz. Peor aún, que el lanzamiento de una consigna se haga por simple efectismo o por que “suena bien”, combativa, sin observar que la misma podría expresar un objetivo o deseo diametralmente opuesto al buscado, en otras palabras, que defina lo que persigue el enemigo y no nosotros, lo que las fuerzas de la revolución buscan en el desarrollo del proceso, es lo que sucede con la consigna: “Con Chávez todo, sin Chávez nada”, repetida hasta la saciedad, en todos los ámbitos y circunstancias.

A nadie le ha hecho mal pensar un poco antes de repetir una consigna, dejarla de lado, aparte de no seguir engordando los argumentos de la oposición que han visto en ella un síntoma del personalismo y culto –no sin razón-, nos deslastra de un peso muerto en la orientación de la lucha. Más allá de quien la haya lanzado, su momento y de los medios utilizados para su difusión, ahora no es más que el reflejo de lo que el imperialismo norteamericano tiene como objetivo principal, de acuerdo a su lógica de destrucción de “muerto el perro se acaba la rabia” o lo que es lo mismo: si Chávez no existe, tampoco el proceso de transformación bolivariano, de allí su empeño por sacarlo del medio llegando al extremo (de acuerdo a la convicción de algunos de nosotros) de inocularle, por algún insospechado mecanismo, la grave enfermedad que padece.

Pero si esta consigna se nos vuelve en contra es, no sólo por lo ya señalado, sino que además, no toma en consideración la relación dialéctica que debe existir entre el pueblo y la dirigencia; al igual que el otro llamado político, muy utilizado últimamente, que es: “Solo el pueblo salva al pueblo”. Si el primero subestima la fuerza popular, cifrando la suerte del proceso sólo a la permanencia del líder, este por el contrario es un llamado al espontaneísmo y la anarquía, al no contar con la vanguardia que, aún siendo parte del pueblo, cumple un papel de primer orden perfectamente diferenciado en el desarrollo de la lucha política.

Es así como hemos venido repitiendo estos lemas que nos preparan sicológicamente para sumirnos en la inacción y la dispersión desordenada si llegara a producirse un desenlace desfavorable en el estado de salud del Presidente, y en consecuencia, a falta del líder fundamental abandonar el espíritu de lucha coherente y razonada que debe caracterizar a toda persona que entiende que lo que nos estamos jugando ahora va más allá de la posibilidad de construcción de un nuevo modelo de producción en nuestro país, es el de mantener en alto la bandera del socialismo y demostrar al mundo que llegó la hora de la reivindicación de los pueblos, por siglos, reducidos a la miseria. Es nuestra responsabilidad como revolucionarios de analizar cada paso, cada acción y no dejar nada al azar.


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Juan Torres Rodríguez


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