“Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre” El Abel de América

“Gloria al Vencedor, Honor al Vencido”

 

Frase pronunciada en Pichincha, “Cima de la Libertad”, el 24 de mayo de 1822, tras el resonante triunfo contra las fuerzas realistas del general Melchor Aymerich, a quien le ofrece, en el Fuerte Panecillo, una honrosa Capitulación tras la derrota.

 

Este 03 de febrero, se cumplen 229 años del natalicio de nuestro Prócer Antonio José de Sucre y correlativamente el Bicentenario de las batallas de Junín y Ayacucho, eventos emblemáticos, que se enmarcan en los acontecimientos más universales que se han dado en la historia mundial. Hoy que estamos en víspera de su Bicentenario (1824-2024) se hace necesario y obligatorio, dar a conocer a nuestra sociedad sobre su importancia y trascendencia para que no pase inadvertido para muchos de nuestros políticos, tratadistas locales y, con mayor razón, para los estudiosos foráneos del tema y enaltecer nuestra grandeza nacional.

 

Estas sencillas líneas, simplemente intentan abonar y hacer un aporte socio-jurídico, que merece ser replanteado en su análisis y relanzado al sitial de honor que merece, no solo por el hecho histórico, sino educativo, cultural, político y jurídico en que deberíamos tenerlo quienes profesamos, por vocación o por actos de fe, la pasión por el estudio del derecho y el prudente saber de la justo.

 

Además, las hazañas de Sucre son fruto de la visión prospectiva de Bolívar, de Miranda y cuya autoría primigenia, le otorgan el hecho debido de ser los precursores de nuestra independencia, y protohombres quienes nos legaron este imperecedero acervo de figuras, conceptos e instituciones jurídicas que sirvieron de base de sustentación al Derecho Internacional Humanitario (DIH), hecho que reviste de gala las relaciones internacionales y la diplomacia. 

 

En primer lugar , la idea es debatir y generar las condiciones para desarrollar análisis de cuyo producto epocal conlleve la marca de un movimiento de ruptura que podríamos denominar (Latinoamerican Law) frente a la dominación colonial que desafió, no solo el poderío  militar  y  económico  de  la  metrópoli,  sino  también los preconceptos anquilosados de una institucionalidad y una codificación absolutista que impone “muros mentales” a los regentes de la dominación un proceder dogmático y ritual por lo que es necesario ir descolonizando y adecuar dichos conceptos a nuestra realidad, que por cierto es muy sui generis. (Democracia Participativa y Protagónica).

 

Visto esto, tenemos la justificación para plantearnos el reto intelectual, académico, educativo y científico de elaborar la reconstrucción histórica, documental y bibliográfica de lo que podríamos denominar la escuela o familia jurídica de leyes latinoamericanas y caribeñas (liberador) en contraposición al derecho continental europeo y al common law anglosajón, (dominación) haciendo énfasis en los aportes y contribuciones de nuestro pensamiento jurídico a la cultura y al derecho internacional.

 

No obstante, el General en Jefe Antonio José de Sucre, Gran Mariscal de Ayacucho, en su corta pero  fructífera  vida  de  apenas  35  años,  dejó  para  sí  y  para  la  posteridad  varias denominaciones,  tales  como:  el  Abel  de  América,  el Prócer   de  la Independencia  Americana,  el  pionero  de  la  Ingeniería  Militar  de  Venezuela,  el representante  de  la  juventud  venezolana  (y  grancolombiana),  fue  el  primero  en emplear el principio de autodeterminación de los pueblos, en destacar la aplicación del  principio  del uti  posidettis  iuris  (Armisticio  de  Piura), y Precursor  del  Derecho Humanitario Internacional.

 

En otras palabras, el uso de la diplomacia era una de las armas de uso predilecto de Sucre. El Armisticio de Piura, tratado de paz definitivo entre ambos pueblos, fue firmado en Guayaquil el 22 de septiembre de 1829, por el peruano José Larrea y el grancolombiano Pedro Gual. Se ratificó el principio de uti possidetis iuris, agregándose que cada país podría hacer pequeñas concesiones con la finalidad de fijar una línea divisoria más natural y exacta para evitar nuevos conflictos. Asimismo, se acordó nombrar una comisión binacional de límites, para fijar la línea divisoria posteriormente. (ejemplo referencial para el tema del Esequibo)

Mas luego, en  Trujillo  (Venezuela),  se  realizaron  las conversaciones diplomáticas, para humanizar la guerra y someterla a los principios de los pueblos civilizados, el 21 de noviembre de 1820 entre el Reino de España y la Republica de Colombia   .Para  concretar  el  Tratados  de  Armisticio  y  el  Tratado  de  Regularización  de  la Guerra, el jefe realista Morillo había designado como emisarios o comisionados al general Ramón Correa, a Juan Rodríguez del Toro y a Francisco Linares González. El Libertador Bolívar designó como negociadores al general de brigada de 25 años, Antonio José de Sucre, al coronel Pedro Briceño Méndez y al teniente coronel José Gabriel Pérez.

 

Los tratados fueron ratificados por Bolívar y Morillo el 27 de noviembre, los cuales sellaron con un fuerte abrazo en Santa Ana de Trujillo, en cuyo honor fue erigido un célebre monumento para recordar el armisticio y un digno patrimonio ejemplar de humanismo.

 

En este sentido, el preclaro Sucre puso de manifiesto su talento jurídico, su magnanimidad y grandes dotes diplomáticas para llevar a feliz término estas importantes deliberaciones que permitieron humanizar la beligerancia, permitir el canje de prisioneros, no llevarlos conflictos bélicos a las poblaciones civiles no combatientes o desarmadas, rendirle honores a los fallecidos y la atención y asistencia médica de los heridos en combate, los cuales no se deben considerar como prisioneros de guerra. 

 

Por lo tanto, el Libertador Simón Bolívar, ante tal grandeza le escribió una biografía a Sucre en febrero de 1825, documento denominado Resumen sucinto de la vida del general Sucre, y refiriéndose a esta actividad dijo: “Este Tratado es digno del alma de Sucre, él será eterno como el más grande monumento de la piedad aplicado a la guerra”. Con los tratados de Trujillo, Sucre se adelanta 43 años a la creación del Comité Internacional Cruz Roja y 44 años a los Tratados de Ginebra y echa las bases firmes e indelebles para el nacimiento sustantivo, dogmático y normativo del Derecho Internacional Humanitario.

 

En Ayacucho, “Cumbre de la Gloria Americana”, en dicha batalla derrota con su talento y estrategia, el 9 de diciembre de 1824, al invicto ejército realista, ofreciendo en el mismo campo de batalla al general José de Canterac, representando al Virrey José La Serna, herido en la acción militar, vencido mas no humillado, una capitulación, que, a juicio de los historiadores internacionales, es la más honrosa que se conozca en los anales históricos de la humanidad.

 

Así mismo, Sucre viene a tener una progenitura del derecho internacional humanitario. Su doctrina, mejorada y adaptada al contexto, consta en el Protocolo adicional de la Convención de Ginebra en 1864 y en el Reglamento de la Conferencia de La Haya. Además, y esto es determinante, Sucre entra en la historia como ideólogo, estadista, pensador que fundó a Bolivia sobre los hombros de la legalidad y del derecho. De su autoría también son algunos de los principios destacados por el Libertador al convocar el Congreso Anfictiónico de Panamá (1826), punto de partida del derecho Internacional de las Américas.

 

Por consiguiente, El Derecho Internacional Humanitario y el Derecho Internacional de los Derechos Humanos, son dos ordenamientos jurídicos complementarios. La finalidad de ambos es proteger a la persona humana. Pero la protegen en circunstancias y según modalidades diferentes. El Derecho Internacional Humanitario se aplica en situaciones de conflicto armado (externo o interno), mientras que el derecho internacional de los derechos humanos, por definición, protege a la persona humana en todo tiempo, haya guerra o paz.

 

Lamentablemente, el primero de julio de 1830, cuando Bolívar recibió en Cartagena de Indias la noticia de su vil asesinato quien fuera ejecutado una  mañana  del  viernes  4  de  junio,  en  el  sur  de Colombia,  en  la  Jacoba,  dentro  de  las  montañas  frías  de  Berruecos,  exclamó desconsolado: “!Santo Dios!, se ha derramado la sangre del Abel de Colombia.......la bala que le hirió el corazón, mató a Colombia y me quitó la vida (...) yo pienso que la mira de este crimen ha sido privar a la patria de un sucesor mío ...”.

 

Cabe destacar, que Bolívar pronunció su opinión a dicho tratado: “este tratado es digno del alma del General Sucre, es el más hermoso monumento de piedad aplicado a la guerra”. “Sucre encarna el prototipo de la fidelidad, de las virtudes cívicas y militares en sus más preciosas manifestaciones: disciplina, capacidad estratégica, respeto a las leyes, valor personal y grandeza espiritual.

 

En resumen, cuando se fundó la Sociedad de Naciones en 1919, en gran medida este órgano se inspiró en el pensamiento político bolivariano y en la concepción del Libertador sobre la unidad de la América. El antecedente más remoto de este aporte en el llamado nuevo mundo, lo constituye el Congreso Anfictiónico de Panamá de1826, convocado por el Libertador Simón Bolívar y considerado la piedra angular o la base histórica del derecho internacional americano. Pero debe destacarse que antes de este acto formal impulsado por el “Genio de América”, ocurrió un hecho quizás de mayor trascendencia histórica y de significado para el derecho internacional continental, y más específicamente en lo referido al Derecho Internacional Humanitario.

Finalmente, como propuesta colectiva hago un llamado a todas las autoridades gubernamentales, estadales, municipales, historiadores y cronistas del Estado Aragua para la reubicación de la estatua ecuestre de nuestro Gran Mariscal de Ayacucho que esta acantonada y olvidada en los espacios del estacionamiento contiguo a la antigua sede de la gobernación (Hotel Ciudad Jardín), eso sí resguardada y la coloquemos en la plaza que esta en los espacios de la antigua Escuela Básica de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana.

Por último, cierro con Sucre: “(…) repito mi absoluto convencimiento de la identidad de causa en los americanos que poseídos únicamente del amor patrio deben pensar sólo en combatir los enemigos y en llevar adelante la marcha de la independencia”.

Hacia la Maracay 2030

 


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Ricardo Sanoja

Profesor-Autodidacta, Político y Científico Social.

 elojodelgato7@gmail.com      @ricardo_sanoja

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