Educación en matemáticas para la clase trabajadora

La escuela es, como dice Giroux, una arena donde se libran luchas culturales. Esas luchas culturales son manifestaciones localizadas de la lucha de clases. Eso último es lo que han perdido de vista, o nunca han tenido en cuenta, los propagandistas de la pedagogía crítica. Ya he dicho en otra parte, que esta pedagogía surge como respuesta de un grupo de intelectuales europeos a la necesidad de una educación post-fascista. La pedagogía crítica se aparta de la lucha de clases y persigue mejorar las condiciones de escolaridad en el marco del capitalismo. Los pedagogos críticos no reconocen que el fascismo es una manera en que el capitalismo ha resuelto ciertos problemas bajo determinadas condiciones. Bastante claro fue Vigotski al explicarnos cómo toda la fundamentación psicológica del fascismo es una consecuencia lógica del desarrollo de la psicóloga occidental al servicio del capital. En pocas palabras, la pedagogía crítica no es revolucionaria. Por tanto, la enseñanza de las matemáticas en la escuela (es decir, su didáctica y su metodología) en el momento actual de nuestro país no debería tener como base la pedagogía crítica, se requiere desarrollar una pedagogía revolucionaria que le sirva de fundamento.

Los propagandistas de la pedagogía crítica han desviado la atención del problema central de la educación en matemáticas. Al igual que los pedagogos progresistas, nos plantean que nos involucremos en una discusión en torno a los métodos de enseñanza. Señalan que el contenido de la enseñanza no es lo importante sino más bien la manera en que éste se enseña. De esta manera asumen metodologías apreciadas por la derecha, como la enseñanza por proyectos, vacías de contenido. Esa es una de las trampas que la ha tendido la pedagogía crítica a los educadores revolucionarios, y muchos han caído en ella. Para la pedagogía revolucionaria el problema central de la educación se encuentra en los contenidos.

Sabemos, gracias principalmente a las investigaciones de los psicólogos y pedagogos de la extinta Unión Soviética, que el contenido de la enseñanza juega un papel determinante en la formación de los niños, niñas y jóvenes. Por ello la burguesía no tiene problema en defender la idea de una educación básica para todos con los contenidos determinado por los intelectuales a su servicio. En efecto, los índices de escolaridad son muy altos en los países con capitalismo altamente desarrollado. Esos intelectuales se han encargado de hacernos creer que esos contenidos son universales, en especial en el caso de las matemáticas. Entonces, la discusión se centraría en torno a los métodos de enseñanza, una vez que la burguesía ha impuesto sus contenidos y nos ha hecho aceptarlos como universales. Esos contenidos fueron escogidos porque le garantizan a la burguesía poner a todos y todas a pensar a su favor y al egresar del sistema educativo ponerse a su servicio.

Si, como señalamos arriba, los contenidos son fundamentales en la formación de la personalidad de los estudiantes, la pedagogía revolucionaria se centra, al contrario de la pedagogía crítica, en el estudio de los contenidos. Nos toca a los pedagogos revolucionarios estudiar y seleccionar, junto con la clase trabajadora, aquellos contenidos que sean de su conveniencia. No se trata de ideologizar la enseñanza, más bien se trata de romper con la ideología. No se trata de substituir la ideología burguesa por una nueva ideología. Se trata de seleccionar aquellos contenidos que le permitan a los hijos e hijas de la clase trabajadora prepararse para la lucha revolucionaria y para asumir el trabajo productivo y la dirección después de la toma del poder. Eso requiere que la clase trabajadora se apropie de todo el conocimiento producido por la humanidad que le sea útil en esa tarea. Es oportuno aclarar que para Marx, la educación política debería realizarse fuera de la escuela.

En el caso de las matemáticas tenemos que la burguesía desde sus orígenes ha puesto mucho énfasis en la enseñanza de la aritmética. No es una casualidad que la enseñanza de las matemáticas en los primeros grados, aún en la educación elemental de adultos, comience por la aritmética. Aún investigadores de derecha han demostrado la inconveniencia de este enfoque para el desarrollo del pensamiento matemático de los estudiantes. En numerosos estudios se ha demostrado que la aritmética es un obstáculo para el aprendizaje del álgebra, sin embargo se insiste en su enseñanza. De allí que se investigue sobre cómo preparar la transición de la aritmética al álgebra. Como al capitalista no le interesa que todos y todas aprendan a razonar matemáticamente, eso estaría reservado a una minoría, y sólo le interesa formar futuros trabajadores que le sean útiles y dóciles, hace hincapié en la enseñanza de la aritmética. Y algunos educadores progresistas aceptan ese punto de vista sin cuestionamiento e incluso lo defienden. Se recalca que el problema es encontrar métodos adecuados de enseñar aritméticas, es decir, se pasa a una discusión sobre la metodología y no se cuestiona el contenido.

En la discusión en torno a la metodología se hace mayor énfasis en la enseñanza de conceptos empíricos. Se postula que toda la enseñanza tiene que basarse en la experiencia y partir de hechos empíricos familiares a los y las estudiantes. Para los educadores que asumen este punto de vista, los conceptos académicos o científicos se forman a partir de los conceptos cotidianos o espontáneos. Es más, para ellos ambos conceptos siguen las mismas leyes de desarrollo. Por otro lado, se rechaza, o se pospone, la enseñanza de conceptos teóricos. De esta manera se logra frenar el desarrollo cognoscitivo de la mayoría, así sólo unos pocos logran apropiarse de conceptos avanzados. Esa diferenciación en los logros en la formación luego son aceptados como “naturales” para establecer diferenciaciones en el acceso al trabajo.

Desde la perspectiva de una pedagogía revolucionaria, fundamentada en el marxismo, se cuestiona primero todo el contenido y su organización que actualmente se enseña en la escuela. En el caso de la educación en matemáticas, comenzaríamos cuestionando la enseñanza de la aritmética desde los primeros grados. Todo revolucionario se nutre de las experiencias de las revoluciones anteriores. En el caso de la Unión Soviética, se realizaron numerosas investigaciones y experimentaciones sobre esta materia. Notable es el caso del trabajo de Davidov que llevó a la construcción de un currículo centrado en la enseñanza del álgebra desde los primeros grados. Se reconoce que los conceptos científicos no tienen su fundamento en los conceptos cotidianos. Se rechaza la concepción empirista del conocimiento, cara a la pedagogía crítica, y sus implicaciones para la concepción del aprendizaje y la enseñanza. Se asume que los estudiantes sólo se pueden apropiar de los conceptos científicos con la intervención de la enseñanza en la escuela. Además, que los conceptos científicos se forman primero que los cotidianos y que los primeros juegan un papel importante en el desarrollo de los segundos. Por último, que esos conceptos teóricos se forman en un movimiento de lo abstracto a lo concreto. No se trata pues de preparar la transición de la aritmética al álgebra, se trata de comenzar por el álgebra y que su aprendizaje contribuya al aprendizaje de la aritmética. Ese es el reto.

Requerimos de una nueva educación en matemáticas para la clase trabajadora. Esa nueva educación no se reduce a la cuestión de adoptar ciertas metodologías. Se trata de adoptar nuevos contenidos, diferentes a los actuales que responden a los intereses de la burguesía, que sean los necesarios para la clase trabajadora. No se trata de producir tergiversaciones de los contenidos. Los niños y niñas de la clase trabajadora tienen que apropiarse del conocimiento producido por la humanidad. Los hijos e hijas de los trabajadores tienen que aprender más y mejor matemáticas que los hijos de la burguesía, para poder enfrentarla exitosamente. De lo contrario, serán incapaces de contrarrestar a la burguesía y caerán una vez más en sus manos como presa fácil para la explotación.

La construcción del socialismo no es obra de ignorantes. Los hijos e hijas de la clase trabajadora tienen que prepararse para gobernar, para dirigir la construcción del socialismo. Esa preparación incluye una formación matemática sólida, diferente de la que actualmente le ofrece la burguesía. Insisto, no se trata de adoptar métodos activos o no directivos, asumir los principios y prácticos de la pedagogía crítica. La educación en matemáticas al servicio de los hijos e hijas de la clase trabajadora debe centrar su atención en los contenidos que le son necesarios para ganar la lucha contra la burguesía. Es una cuestión de clase social.



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Julio Mosquera


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