La rentabilidad necesaria de las comunas: del capital a lo comunal

Ningún proyecto social, por más noble y colectivo que sea, puede sostenerse en el tiempo si no logra generar los recursos materiales y económicos que permitan cubrir las necesidades básicas de sus integrantes y proyectar su desarrollo futuro. Así que la discusión sobre la viabilidad de las comunas parte de un punto ineludible, su rentabilidad que es la base material sobre la cual se puede construir el entramado social que se desea levantar. Este aspecto es de máxima importancia cuando además se le plantea como el elemento estructurante, aunque sin un texto de apoyo, de una nueva sociedad, la sociedad comunal o socialista.

En este sentido creemos que, la comuna enfrenta el desafío de transformar la lógica de la rentabilidad capitalista, centrada en la acumulación privada y la maximización del beneficio individual, en una rentabilidad comunal o socialista orientada al bienestar colectivo, la equidad y la sostenibilidad y por supuesto el enriquecimiento social e individual.

La rentabilidad capitalista se mide en términos de ganancia monetaria, productividad y competitividad. Su motor es la búsqueda de beneficios crecientes para el capital invertido, sin importar demasiado las consecuencias sociales. En cambio, la comuna debe redefinir el concepto de rentabilidad: no se trata únicamente de que debe generar tantos o más excedentes económicos, sino de asegurar que esos excedentes se traduzcan en mejor calidad de vida para todos, en acceso más equitativo a bienes y servicios, y en la construcción de un tejido social más fuerte y con menos contradicciones antagónicas.

Este esfuerzo de transformación no es sencillo. La comuna necesita producir, distribuir y administrar recursos en un entorno dominado por la lógica capitalista global. Eso significa que debe competir en mercados, enfrentar costos, lidiar con la escasez y responder a las expectativas de sus integrantes. En este proceso, aparecen inevitablemente imperfecciones: dificultades de gestión, tensiones entre intereses individuales y colectivos, problemas de eficiencia, riesgos de burocratización o incluso tentaciones de reproducir prácticas capitalistas dentro del espacio comunal.

Sin embargo, estas imperfecciones que consideramos ineludibles no invalidan el proyecto. Más bien, muestran que la construcción de una rentabilidad comunal es un proceso histórico y político, no un resultado inmediato. Así que entre todas las circunstancias que debe resolver la Comuna se incluye que debe aprender a equilibrar dos exigencias, por un lado, garantizar ingresos suficientes y crecientes para cada persona, el ingreso personal de sus integrantes y que sostiene la pirámide individual y por otro, asegurar que esos ingresos se distribuyan de manera justa y se reinviertan en beneficio colectivo, en la pirámide estatal y social.

Una de las clave está en concebir la rentabilidad comunal como un bien común. No se mide solo en dinero, sino también en cohesión social, legitimidad política y capacidad de proyectar futuro. Una comuna rentable es aquella que logra que sus integrantes tengan seguridad material, participación activa y posibilidades de autorrealización. Es también aquella que puede sostener servicios básicos, generar empleo digno y promover la innovación sin perder de vista la equidad garantizando la permanencia del esfuerzo productivo.

Transformar la rentabilidad capitalista en comunal implica, entonces, un cambio de paradigma, pasar de la acumulación privada a la acumulación socialista, con la que se financia la cooperación colectiva; pasar del beneficio inmediato a la sostenibilidad a largo plazo. Este tránsito no está exento de discusiones, porque las comunas deben operar en un mundo donde el capitalismo sigue siendo dominante. Pero precisamente allí radica su valor, en demostrar que es posible construir espacios alternativos que, aun con imperfecciones, ofrecen una lógica distinta de organización económica y social y utilizando la anterior rentabilidad explotadora en una rentabilidad liberadora, superior y creciente, en un proceso complejo y exigente. El trabajo humano siempre generara riqueza, el socialismo lo que plantea es otra forma de apropiación de sus excedentes.

Utilizar la rentabilidad necesaria de las comunas no es un lujo ni una opción secundaria, es la condición de su supervivencia y legitimidad. Solo si logran garantizar ingresos personales suficientes y crecientes, al mismo tiempo que corrigen injusticias sociales y estatales, podrán consolidarse como una alternativa real frente al capitalismo. La tarea es ardua, imperfecta y llena de tensiones, pero también es el camino hacia una sociedad donde la economía esté al servicio de la gente y no la gente al servicio de la economía.

Por eso cuando declaramos la creación de un Estado Comunal, es necesario pensar en quien lo va a financiar, lógicamente las Comunas, pero para ello no solo deben garantizar un alto nivel de vida a sus participantes sino pagar los impuestos regionales y nacionales que sostienen el estado. ¿Se Está pensando en cómo lograrlo sin el petróleo al que estamos acostumbrados? Es necesario incluir la rentabilidad comunal dentro de esquema de funcionamiento.

 



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Oscar Rodríguez E


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