El impacto emocional de la intervención y las amenazas contra la población de Venezuela

La situación actual por la que estamos atravesando los venezolanos se debe tratar de abarcar con la mayor amplitud posible, porque un enemigo tan insidioso utilizará cualquier descuido para atacar por esa debilidad. Una de esas áreas que debemos atender es el emocional, el emocional colectivo el cual ha recibido ataques constantes y persistentes, con todos los medios que las técnicas antiguas y modernas de manipulación pone en manos de los enemigos de Venezuela, para generar un desgaste que pocas veces se reconoce su origen, pero que nuestros diseñadores y ejecutores de políticas defensivas deben tener muy en cuenta.

La incidencia en las emociones colectivas de los venezolanos es uno de los objetivos vitales de la guerra psicológica contra el país, ya que su manipulación es necesaria para influir en el comportamiento poblacional y generar los estados emocionales propicios para la dominación del país. Este ataque lo vemos como un esfuerzo para producir estados de fatiga emocional ya que cada día trae un nuevo anuncio, una sanción más, una amenaza de intervención, un discurso amenazante.

Esa incertidumbre constante produce ansiedad y cansancio mental, incluso en quienes no participan activamente en la política. El resultado es llevar a la sociedad un peso emocional inmenso, difícil de resistir.

La tensión se manifiesta en la vida cotidiana atendiendo los rumores sobre lo que puede pasar mañana. Jóvenes que deberían pensar en proyectos personales viven pendientes de noticias internacionales. Trabajadores que ya enfrentan dificultades económicas sienten que la presión externa se convierte en un obstáculo adicional. La política se infiltra en cada conversación, y con ella la sensación de que el futuro está siempre en suspenso. Pues aunque la guerra psicológica busca crear un futuro amenazante, esos pensamientos y emociones los debemos superar y manejarlos personalmente.

Ese estado de alerta permanente erosiona. La ansiedad se acumula en forma de insomnio, irritabilidad y cansancio mental. Muchas personas expresan que al final del día se sienten agotadas aunque no hayan hecho nada físicamente exigente. Es el peso de la incertidumbre lo que consume la energía. La población vive atrapada en un ciclo de expectativas, donde cada medida internacional se traduce en un golpe emocional.

Así que la primera arma con la que se nos ataca no es la de invasión o de intervención, el verdadero impacto inmediato no es militar, sino psicológico. La gente no resiente tanto la falta de bienes como la falta de certezas. La idea de que todo puede cambiar de un momento a otro genera un desgaste que erosiona la confianza en el futuro. En este sentido, el final inesperado no sería una guerra abierta, sino el colapso emocional de una sociedad que ha vivido demasiado tiempo bajo presión.

Hay muchos conocidos, vecinos, amigos que a mi entender no han soportado esa tensión y manifiestan una especie de quiebres, con colapsos parciales del organismo, o también una "muerte silenciosa", inesperada pues no pudieron resistir la presión y el agotamiento.

Para la población común el efecto es la sensación de que quieren que la vida normal sea suspendida, pero no lo aceptan y luchan por ella. La fatiga emocional se convierte en un factor decisivo, porque condiciona la capacidad de resistencia y la disposición a enfrentar nuevas crisis.

La paradoja es que este tipo de presión puede tener efectos contrapuestos. Por un lado, genera frustración y desgaste; por otro, puede reforzar la necesidad de resistencia y soberanía, movilizando a sectores que se sienten atacados. Una señora humilde no chavista me decía en la camioneta, nos quieren llevar otra vez a la época de España. Así que la guerra psicológica debe ser "gestionada" para resignificarla como prueba de agresión externa, y puede transformarse en un motor de cohesión.

El Ejecutivo Nacional tiene una gran arma contra este enemigo silencioso emocional y son los proyectos que deben realizarse por comunidades y según sus necesidades, ya que tiene el doble efecto movilizador y realizador que impulsa a las personas a la acción y la resistencia. De impulsarse más activamente será un instrumento poderoso para luchar contra la guerra psicológica.

Con su puesta en ejecución y la participación y fuentes de trabajo colectivo las personas sienten que contribuyen a algo útil y ven resultados concretos, se reduce la vulnerabilidad a la apatía, la desesperanza o la manipulación psicológica. Así que la acción colectiva, organizada y con resultados tangibles, puede transformar la guerra psicológica en fuerza de cohesión y esperanza compartida.



Esta nota ha sido leída aproximadamente 659 veces.



Oscar Rodríguez E


Visite el perfil de Oscar Rodríguez E para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes: