¿Qué hacemos con los policías?

Quisiera complementar mi propuesta de hace algunos artículos donde destaqué hacer un Pacto con la Delincuencia –ese artículo todavía aparece cuando se busca mi nombre desde Google, que yo sepa– esta vez con el factor humano directamente actuante. Nuestro gobierno revolucionario viene atendiendo la acción antidelictiva desde el origen estructural, el más complejo, que es tratar de disminuir la marginalidad y formar conciencia, lo que representará un viaje de años. Por otra parte, se adelanta una acción para el adecentamiento, con acondicionamiento humanitario, entre otras, de nuestras cárceles –las llamadas universidades de los delitos- Y la acción del renuevo ministro Rodríguez Chacín, que acertadamente ha tomado un rumbo efectivo en contra de la delincuencia callejera como una extensión de los planes que se vienen ejecutando por varios años.

Bien. Me voy a referir a las actuaciones de algunos miembros de policías pertenecientes a cuerpos municipales y regionales en Anzoátegui, y que según es reflejo de casos en la mayoría de los estados y municipios.

Partiremos de que delincuentes y policías provienen, la mayoría de las veces, de los barrios. Muchos se conocen cuando coinciden en convivencia en sus propios barrios. Pero, salvo contadas excepciones, se hacen y son enemigos. Es una lucha, una batalla donde interviene el factor arrechera. La intolerancia. Unos son perseguidos y otros los perseguidores. A veces se invierte el sentido. Pero siempre es a muerte. Para ambos es un trabajo. O mejor dicho, una manera de ganarse la vida.

En ambos bandos hay que demostrar eficiencia. En ambos casos hay que demostrar poder. El poder de la fuerza. El poder de la acción. Del hierro –entiéndase el arma de fuego– Más grande, más milímetros.

Interviene también, como es de entender, el manejo de la droga. Muchos policías por lo menos se hacen los pendejos ante su tráfico popular. No el de a granel, de los grandes traficantes. Esa es harina de otro costal. Tiene que ver desde los internacionales, que incluyen personalidades de todos los altos niveles sociales –militares, empresarios, políticos, etc– Es otra vaina.

Los casos son los siguientes, y no los mencionaré todos sino los que considero más frecuentes. Ah, recordemos que la mayoría de las muertes ocurren en las barriadas populares. Muy frecuente el diagnóstico converge a la lucha entre bandas, ajuste de cuentas por territorialidad de las áreas de dominio, en especial para el manejo de la droga.

Cerca de mi casa un joven me dice: Ingeniero, en esas casitas de enfrente hay una que vende drogas. Fíjese ese chamo que está allá afuera. Sí, lo veo, le digo. Bueno, ese acaba de comprar y se acaba de drogar. Veále los ojos y el comportamiento. Pensé en que debía denunciarlo en el módulo de policía que queda a 150 m. de ahí. Cuando me desplazaba en el carro pensé, si hago esta denuncia, según me cuentan, quedo como un soberano soplón y… mi casa, mi familia, mi carro y yo quedamos bajo la inminente amenaza que implica meterse en vainas, que de paso ni se meten los policías. Ni investigan. Cobardía, umm… tal vez. Pero no lo hice. Como no lo hacen muchísimos ciudadanos. Vecinos. Sin embargo, un día me paré en dicho módulo, esa que llaman la alcabala, mencioné el caso por encimita, lo de la denuncia y todo, y dándome la razón al riesgo nos sonreímos y me marché. Los policías ni se inmutaron. Ahora que me enteré, cada vez que paso por el frente –un poco distante- me da una arrechera, más cuando veo a algún menor con aspecto de consumir o de haber consumido, y mucho más cuando recuerdo que es un mecanismo para armarse de valor para cometer fechorías. Atracos, asaltos, robos en las casas, intimidaciones, violaciones, todo por influencia de la droga. Ocurre en casi todos los barrios liderados por los azotes. Unos pocos pero hacen ver que el hampa está desatada. Son los mismos co… desadaptados. Repito, son unos pocos, pero que con lo reiterado de sus acciones sugieren que hay muchos.

Otro caso. Un grupo de personas celebraba en un barrio de Puerto La Cruz unas fiestas populares. Todo el barrio comparte sus cervezas y otros tragos, y música a todo volumen. Las chamas animan. Me cuentan que había un grupo de los desadaptados que hacía tienda aparte con su cavita repleta de curdas. De pronto llegaron unos policías de civil, unos tombos, pues, con sus tragos encima, su yerros encima, sus 9 milímetros en la cintura, y envalentonados se acercan a los malandros que ya andan a millón. Aparece la escena de intimidación que ustedes imaginan y que no voy a describir al detalle, pero incluye apertura de la cava y su respectiva “joda”. De intercambios de palabras, de repente sale un yerro y unos plomazos y otros, y caen un tombo muerto. Y muere un delincuente. Y se desperdiga todo el mundo. Más tarde aparece una comisión buscando y tratando de vengar al compañero policía. Con pitazos, con viejas venganzas por sapeos, o por cualquier otro factor recorren el barrio, y para justificar eficiencia, señalan y matan a uno, según me cuentan los familiares, y hieren a otro, el papá del chamo muerto. Y total sale preso. Que si está manipulada la investigación porque son policías municipales. En fin, el tipo estuvo herido y preso. Está preso todavía, según me cuenta su hermano, mi mecánico. Los policías… bien gracias.

Otro caso, ocurrió con un asesinato en el Puerto, pero donde intervinieron policías de Guanta. Ese se medio encaminó, porque actuaron en territorio ajeno a sus jurisdicción.

Otro. Muere en riña en la cárcel físicoculturista preso. Leímos en la prensa el caso que ya conocíamos de cuando lo detuvieron. El abogado de la familia, coincidiendo con los comentarios de sus amigos de gimnasio y de otros sectores, dicen que la policía le sembró droga y le salió “cana”. El caso, es que según supieron que se acostaba con la esposa de alguien importante de un cuerpo policial.

A mi se ocurrió comentar esto en mi programa de radio de los sábados en la mañana en FMNOTICIAS, 95,9 de Barcelona y 97,3, de Margarita –por cierto, única emisora privada totalmente revolucionaria, por lo menos en oriente– y me enviaron mensajes que si estaba loco al comentar esas cosas.

La pregunta ¿cómo hace la gente para denunciar sin perder el pellejo? Y que les paren bolas, por supuesto.

¿Cómo enseriamos a los cuerpos policiales? Con las escuelas y universidades policiales. ¡Claro! Salarios y beneficios sociales integrales. Sabemos que hay muchos funcionarios decentes, pero ocurre como con las barriadas donde todas las personas humildes son decentes pero hay unos cuantos desadaptados que son los azotes.

Insisto que dentro de la creación de la Policía Nacional, que va viento en popa, (la que ordenará las policías municipales que por lo menos en la provincia son las policías de los alcaldes) que se debe recurrir a la utilización de equipos de calificados psicólogos para la evaluación permanente de estos funcionarios, que deben ser de lo más confiables. Esta evaluación se debería aplicar a toda la cadena de la justicia. Inclusive, también deberíamos recurrir al empleo de los detectores de mentiras a ver si enseriamos la justicia toda.

Concluyo con nuestra frase grito de guerra y mi variante compensatoria:

¡Patria, Socialismo o muerte! y si actuamos con decencia, responsable y solidariamente y nuestros funcionarios públicos trabajan con eficiencia…

¡VENCEREMOS!

*Ing. Civil, ambientalista, o mejor, un simple ciudadano, como quieran. ¡Abrazos del alma revolucionaria!

edopasev@hotmail.com


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Eduardo Palacios Sevillano (*)

Ingeniero Civil. Escritor y caricaturista. Productor radial y locutor. Miembro de la directiva de la Orquesta Sinfónica del Estado Anzoátegui. Miembro de la Junta Directiva de la Sociedad Bolivariana del Edo. Anzoátegui. Coordinador de la Red de Historia, Memoria y Patrimonio de Anzoátegui.

 edopasev@hotmail.com

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