Una grieta y mil heridas entre la Unión Europea, Palestina y el Sur global

¿Dónde se ubican las posiciones políticas de la Unión Europea sobre Gaza? ¿Cómo nos afecta a quiénes, desde Europa, apostamos por la justicia y derechos globales? Lo confieso: en medio de la masacre, destrucción y continua escalada provocada desde el pasado 7 de octubre de 2023, estas dos preguntas no han dejado de resonar en mi cabeza. Lo han hecho cuando las primeras actuaciones en nombre de la UE fueron realizadas por Ursula Von der Leyen, presidenta de la Comisión. Sus condenas a los asesinatos de civiles y personas secuestradas israelíes se convirtieron en una justificación de cualquier tipo de respuesta de Israel sin ningún matiz ni consideración por el derecho internacional ni el derecho internacional humanitario. Su visita, junto a la presidenta del Parlamento, Roberta Metsola, no solo incidió en su postura de apoyo sin matices al Gobierno de Benjamin Netanyahu, sino que no incluyó ninguna reunión ni visita a políticos palestinos.

De hecho, la postura de Von der Leyen fue más extremista que la de Estados Unidos, principal aliado y apoyo de Israel que, a la vez que enviaba más armamento y ayuda militar a Israel, pidió contención y trató de establecer alguna mediación con la Autoridad Palestina y países árabes. También Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, tuvo una postura más ponderada al mostrar su apoyo a Israel pero al pedir que actuara de forma proporcionada y recordar que también las guerras tienen reglas. Además, las posiciones de Von der Leyen contradecían sus discursos sobre la invasión rusa de Ucrania, casi punto por punto, en lo que toca con la decisión de cortar agua y suministro, calificada sólo como crimen de guerra en este caso y no el de las acciones del ejército israelí en Gaza. Por si fuera poco, el comisario húngaro de Vecindad y Ampliación, Oliver Várhelyi, anunció en redes la suspensión de toda ayuda humanitaria y de cooperación con Palestina, vulnerando el código de conducta de la Comisión.

Ambos fueron corregidos en lenguaje UE: Várhelyi con claridad a los pocos días y la presidenta de la Comisión a través de las conclusiones del Consejo de Europeo. Charles Michel, en nombre de las 27 presidencias y primeros ministros, recalcó el derecho a la defensa de Israel, el respeto al derecho internacional humanitario y el apoyo a la solución política de los dos Estados. También por las palabras del alto representante para Política Exterior y de Seguridad, Josep Borrell, que expresó que «condenar una tragedia no nos debería impedir condenar otra». El pasado 19 de octubre el Parlamento Europeo aprobó una moción dentro esos términos, pero en la que petición de un «alto el fuego» fue sustituida por una «pausa humanitaria», con durísimas condenas a las acciones contra Israel frente a los profundos lamentos por las víctimas civiles del bombardeo del hospital Al Ahli. En esos márgenes, se entiende la iniciativa de Pedro Sánchez, presidente de España, con otros países europeos y también su participación la fracasada cumbre entre 34 dirigentes europeos y árabes del 21 de octubre, que finalizó sin declaración conjunta pero sí apoyo a la solución de dos Estados, protección de civiles y petición de que la ayuda humanitaria llegue a Gaza. Sirva este prolijo recorrido de los vericuetos de la política de la UE para conocer sus respuestas políticas. También para analizar cómo hemos llegado hasta aquí y las consecuencias de las políticas de la UE, tanto para Palestina y el mundo, como para todos los que vivimos en este continente.

El lento desplazamiento de las políticas europeas basadas en derechos y el auge de la internacional reaccionaria

El desplazamiento de las posiciones europeas se enraíza en décadas de rol secundario en su alianza con Estados Unidos en la apuesta por un proceso de paz entre Palestina e Israel basado en los acuerdos de Oslo. Durante muchos años, la UE ha financiado la solución de los dos Estados, con fondos para la Autoridad Palestina y cooperación, a la vez que incrementaba el comercio y relación con Israel. A la vez, tanto las instituciones comunitarias como sus Estados miembro no han querido ni criticar la mediación deshonesta de EEUU en favor de Israel ni tomar medidas propias, sobre la base del sistema multilateral de Naciones Unidas, para presionar que se cumplieran las bases del proceso de paz. Peor aún, en los últimos tiempos, apostó por apoyar las visiones de quienes creían que un contexto con otros focos de atención mundiales, como los acuerdos de normalización de Israel con países árabes (Emiratos Árabes Unidos, Baréin, Sudán, Marruecos y en los que esperaba unir a Arabia Saudí) a cambio de comercio e intercambios militares. Los llamados «Acuerdos de Abraham» fueron planteados en los estertores de la administración de Donald Trump con el gobierno más extremista en la historia de Israel. Esta «solución» sin paz ni justicia pasaba por consolidar una ocupación creciente en Cisjordania y Jerusalén Este; un bloqueo colectivo a Gaza desde hace 16 años; el incremento de la violencia en los últimos años, sobre todo, en otras guerras y contra manifestantes pacíficos en Gaza y también de los colonos en Cisjordania y Jerusalén; y la consolidación de un sistema israelí de apartheid reconocido por numerosas organizaciones internacionales, palestinas e israelíes.

Las causas de las actuales posiciones políticas europeas también se encuentran en la lenta desaparición de sus doctrinas y prácticas centradas en el derecho internacional, los derechos humanos y las soluciones negociadas dentro de la ONU. En apenas 20 años, la UE ha pasado de compartir el marco de una globalización neoliberal con EEUU pero disputarle una visión basada en derechos durante la guerra de Irak, construyendo una imagen de Marte frente a Venus o «fuerza para el bien», como declaraba Javier Solana; a buscar la resiliencia, el pragmatismo basado en principios y su autonomía estratégica en 2016, según Federica Mogherini; y apostar, en último lugar, por una «Europa geopolítica» que usa el lenguaje del poder tras la guerra de Ucrania, según Josep Borrell. En medio de estos cambios de (re)construcción identitaria, las políticas europeas se han visto impactadas por sus propias crisis europeas: económicas, políticas, el Brexit, las batallas políticas por la llegada de personas refugiadas, ante atentados en suelo europeo y por la reconfiguración ante la COVID-19, entre otras muchas. Todas ellas han contribuido a un lento desplazamiento en que las obligaciones del derecho internacional con personas en movimiento han sido monopolizadas por las extremas derechas europeas. También, se han desplazado durante la invasión rusa de Ucrania al dar más peso a gobiernos como el de Polonia, Hungría o países bálticos. Los adalides reaccionarios dentro de la UE no han cesado de crecer con Gobiernos como el de Italia, partidarios por todo el continente y alianzas en las que hasta han logrado aglutinar posiciones antisemitas y antimusulmanas con el apoyo al gobierno de Netanyahu, como las del gobierno de Viktor Orbán.

Consecuencias en clave externa e interna en un momento de graves riesgos

En esta era de crisis múltiples y superpuestas, si la Unión Europea apoya los crímenes de guerra cometidos por Israel en Gaza los efectos serán devastadores en la opinión pública de los países árabes, como ha descrito muy atinadamente Haizam Amirah-Fernández. También, ahondará con el Sur global tras décadas de relaciones económicas asimétricas y doble rasero en conflictos internacionales. En un mundo en que aumentan los conflictos y las guerras en muchas regiones del planeta, en que la competencia y la rivalidad entre EEUU, la UE, Rusia y China no deja de crecer, corremos el riesgo de consolidar bloques basados en la afinidad de alianzas y económicas y destruir el precario sistema multilateral y de derecho internacional creado tras la Segunda Guerra Mundial. Es más, en un momento en que la frontera entre factores externos e internos, política internacional y nacional es cada vez más difusa, los desastres de las masacres en Palestina corren el riesgo de alentar más respuestas autoritarias en la propia UE. En esa línea, podemos inscribir la prohibición del presidente francés Emmanuel Macron de manifestaciones en favor de Palestina, en nombre de la seguridad de su población judía, lo que pasa por hacerles rehenes de la actual política de Netanyahu y volver a recordar a su población musulmana que son ciudadanía de segunda o tercera clase. También, en esa tendencia se inscriben las posturas de los partidos políticos en Alemania y el norte de Europa, presos aún de la culpabilidad de los crímenes del Holocausto, en contraposición de las protestas de muchas asociaciones y personas judías en EEUU.

Porque más allá de la preocupación por la creciente irrelevancia de la UE en el mundo, como señalaba Ruth Ferrero, recordemos varios hechos que parecen sucumbir en medio de la sucesión de crímenes de guerra y de lesa humanidad. Ya sufrimos recortes de derechos y sufrimos la tensión de convivencia de personas con diferentes orígenes y religiones tras los atentados de Al Qaeda contra las torres gemelas en Nueva York en 2001 y también en el combate contra los atentados en suelo europeo del autodenominado Estado Islámico. También experimentamos los efectos de la deshumanización, que ha sido la causa de las páginas más tenebrosas de la historia mundial. Hoy, cualquier persona palestina es considerada terrorista, lo que le allanó que se pueden cometer contra ellas crímenes de guerra. Además, la UE debe recordar que comparte no sólo vidas con muchas personas de otros orígenes y religiones, sino fronteras con muchos países árabes, que podrían verse envueltos en una escalada regional, por lo que está obligada a apostar por otro tipo de relaciones políticas, económicas y de seguridad. Y, porque en el torbellino de estas policrisis, si la UE renuncia a promover un mundo basado en las reglas del derecho internacional, aumentarán las amenazas autoritarias.

Por todas estas razones, el tibio desplazamiento de la postura europea es una buena noticia, pero francamente insuficiente. Debemos exigir otras políticas dentro de la UE. Debemos exigir un inmediato alto el fuego, el cumplimiento del derecho internacional humanitario, llevar a la Corte Penal Internacional a todos los culpables de crímenes de guerra en la zona e imponer embargos comerciales y de venta de armas a Israel. A corto plazo, debemos exigir que la UE trabaje para cesar la violencia, para después empezar a trabajar, junto con otros países, para que la comunidad internacional acabe con la ocupación y el apartheid en Palestina. Por justicia con las personas que sufren a diario en Palestina y también por todas aquellas personas, organizaciones, partidos y Gobiernos que apuestan por un bloque de justicia global en esta era de desesperación geopolítica radical, como la calificó Santiago Alba Rico en estas páginas.

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*Analista internacional y coordinador para el Mashreq en Novact

 

republica@publico.es



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