Señora Bachelet, Caracas no es Venezuela

Al gobierno de Nicolás Maduro, no le sentó nada bien el informe de la visita a Caracas de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU, Michelle Bachelet publicado el 5 de Julio del presente año; el oficialismo que esperaba con ansias un informe de nutridos halagos como los que en otrora estaba acostumbrado a recibir de organismos como la ONU, tuvo un decepcionante revés con la exposición del mencionado informe. El mal negocio de maquillar hospitales -seleccionados para su visita-, centros de reclusión y los falaces informes de inversión social no consiguió aupar la mala gestión de Maduro. Las consignas y los insultos de rutina no se hicieron esperar, inmediatamente Diosdado Cabello encabezo en Caracas, una marcha el sábado 13 de Julio en rechazo a este informe tildado de "manipulado y redactado desde el Departamento de Estado". Lo más descorazonador de todo, es que entre tanto ocurría la publicación del informe de la Alta Comisionada, en las mazmorras de la DGCIM en Caracas era torturado el capitán de corbeta de la Armada Bolivariana, Rafael Acosta Arévalo, muerto el día 29 de Junio según fuentes oficiales "por un edema cerebral"; también en Táriba estado Táchira, mientras protestaba pacíficamente por falta de gas doméstico, el joven Rufo Chacón perdió la visión cuando un efectivo de la Guardia Nacional le disparo en los ojos dejándolo gravemente herido pero de milagro con vida. Estos hechos, a pesar de no haberse incluido en el informe pues la misión de Bachelet ya había concluido, tuvieron alto impacto en las redes sociales y en la comunidad internacional, pronunciamientos desde algunos países del mundo u organismos como la Unión Europea quien exigió una autopsia independiente para el caso Acosta Arévalo.

Bachelet, quien en sus días como presidenta de Chile era considerada una aliada incondicional del chavismo se deslinda ahora de este orientando cierta "preocupación" por el caso venezolano, sentimiento que le será incómodo a la imagen de Maduro ante el mundo, una vez designada la expresidenta como sustituta del príncipe saudí Zeid Ra'ad Al Hussein en la Oficina de Derechos Humanos de la ONU en 2018.

Esta visita se suma al álbum del olvido en la lucha por los derechos humanos pese a que la oposición consideró el hecho como un triunfo. Los cambios exigidos, las observaciones y recomendaciones fueron letra muerta a los ojos del Estado venezolano, preceptos como por ejemplo la eliminación de las Fuerzas Armadas Especiales (FAES) causaron más bien una actitud risible en un oficialismo convencido de que su modelo es el mejor. La admisión a regañadientes de errores y de la existencia de comisión de delitos de lesa humanidad por funcionarios públicos, complementó una retahíla de excusas cuyos voceros -alto jerarcas del chavismo- sin necesidad de rasgarse las vestiduras solo hicieron culpar a los Estados Unidos y países latinoamericanos en la crisis humanitaria que vive nuestro país.

La lucha por los derechos humanos es la batalla perdida en la búsqueda de la paz mundial. La visita de Patricia Derian a la Argentina de la dictadura militar a finales de los años setenta, misión encomendada no por la ONU sino por el presidente norteamericano Jimmy Carter fracasó frente a la intransigencia de unos autócratas que negaban una y otra vez abusos y violaciones sistemáticas de derechos humanos. El Proceso de Reorganización Nacional o gobierno De Facto argentino que gobernó entre 1976 y 1983 dejó un saldo de más de 30000 muertos, miles de niños desaparecidos, torturas y una censura intelectual fantasmal. Las acciones de la administración Carter en la rectificación de su par argentino Jorge Videla fueron infructuosas, no lograron reducir la práctica de terrorismo de estado que no sería desmantelado sino hasta el Juicio a las Juntas en 1985; ni la visita del Secretario de Estado a Buenos Aires, Cyrus Vance en 1977 garantizó el cumplimiento de las promesas para mitigar el clamor popular por mayor respeto a las libertades civiles. Así como en el caso argentino, han existido muchos en la historia contemporánea. La existencia de organismos internacionales destinados a la preservación de los derechos humanos no es garantía de que todos los países aun adheridos a estos importantes tratados internacionales se orienten a una perfectible política de respeto a los derechos civiles y políticos, muestra de ello es el fracaso de la Corte Penal Internacional o el lamentable reconocimiento de la ONU a lo largo de su existencia a gobiernos de facto como el caso de la República Democrática de Kampuchea (actual Camboya) durante el régimen de terror de los Jemeres Rojos en el país asiático. Debemos hacernos con esto una idea de que muchas veces la consigna de que "no estamos solos" en la práctica solo se traduce en retórica, papeles y años de tortuosos protocolos que solo hacen que estos gobiernos ganen tiempo para reforzar su aparato represivo, ejemplo de esto es la antigua Yugoslavia, Ruanda, Camboya, Haití, Libia, Paraguay y demás países dictatoriales que en más de una ocasión se llevaron un jalón de orejas por parte de resoluciones de Naciones Unidas determinadas a condenar acciones totalitarias o terminaron con un tribunal internacional para procesar a sus figuras agresoras. Argentina por ejemplo, se libró de la dictadura una vez desmoralizada por la derrota en Las Malvinas en 1982 y la Junta Militar no tuvo más remedio que convocar espontáneamente elecciones. La caída de la Unión Soviética en 1989 también ocasionó un efecto dominó en sus países satélites -excepto Cuba- muchos de ellos gobernados por regímenes totalitarios que ante la extinción del financiamiento y ayuda militar terminaron desapareciendo. En pocas palabras, la diplomacia de papeles muchas veces no sirve para persuadir a un grupo político de que tiene que irse del poder o que debe reducir sus dosis de abuso de poder. La diplomacia no es garante del todo para que una dictadura pueda ser domesticada y mucho menos cuando su prolongación representa una ventaja, un hueso duro de roer. Estos sistemas políticos antes mencionados terminaron con eventos fortuitos en el deshielo histórico como la Guerra Fría aunque para otros, solo significó un reinvento como la Cuba comunista donde la palabra derechos o propiedad privada es anatema.

Perdóneme el lector por mi digresión, pero a propósito de las labores de la ONU, ACNUR y la oficina de la Alta Comisionada Michelle Bachelet en el problema humanitario venezolano, estas historias nos enseñan a no colocar nuestra confianza en un expreso respeto a tratados o instituciones internacionales, es como un banco, usted puede confiarle todos sus ahorros pero eso no asegura su total resguardo. Muchos de estos organismos terminan haciéndose la vista gorda frente a los problemas que padecen muchos países del mundo; se habla desde hace más de 40 años de hambre en África; más de 60 años lleva el Oriente Medio en guerras; la Guerra de Vietnam que más allá de los Acuerdos de Paris terminó cuando la derrota estadounidense era un hecho y eso ni el Consejo de Seguridad ni una lluvia de resoluciones han podido o podrán cambiar. Ni siquiera los Acuerdos de Paz en Colombia, respaldados por Naciones Unidas, son garantía de que las FARC no vuelvan a la lucha armada. El lector debería comenzar a entender porque entonces no ha sido posible en el caso venezolano encontrar el éxito en las itinerantes e inútiles mesas de diálogos arbitradas por países como Republica Dominicana, Panamá, Noruega o Barbados más allá por supuesto de los intereses políticos de los contrincantes o porqué en lugar de seguir las sugestiones del Informe Bachelet el chavismo solo se encoge de hombros en una de sus típicas bravuconadas y sumado a esto el hecho de que China y Rusia grandes aliados de Nicolás Maduro son integrantes permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU con potestad de vetar cualquier decisión vinculante que puedan emanar del informe en cuestión. Es difícil ver luz al final del túnel con la convulsión de poderes en Venezuela: dos presidentes, dos parlamentos, dos poderes judiciales, un chavismo de mermado apoyo y una oposición dividida; esto más que una coyuntura es el gato de las siete colas.

Cuando un dignatario extranjero visita Venezuela, es recibido como de costumbre en Caracas. Los honores, las fotografías, los apretones de mano y los ósculos de rutina se compaginan con un recibimiento casi adulador; de Maiquetía a los protocolos de Miraflores todo parece celosamente organizado y con mucho esfuerzo si el dignatario representa a un gobierno alejado de la izquierda. El visitante deberá luchar para conciliar ese espejismo que le rodea con lo que desde afuera se dice en los importantes medios de comunicación y que aquí no se ve sobre la cruda realidad porque no es necesario apostar a que ese diplomático sea de izquierda o derecha no se va a alojar en un hotel donde falle la electricidad o el agua o que le servirán a la mesa un almuerzo con comida de las cajas CLAP. A las faldas de El Ávila, la selva de concreto luce sin escollos porque aparte de concentrar el poder, Caracas se ha configurado en una burbuja de cristal comparado con las demás ciudades o pueblos del resto del país; se comenta incluso que en muchos cerros el CLAP llega sin pausas con proteicos y detergentes incluidos y que no hay racionamientos eléctricos, una escasez de gasolina en la ciudad capital puede significar prioridad y estado de alarma pero si ocurre en Maracaibo o en San Cristóbal la importancia es superflua; ni siquiera los grandes males de la Universidad Central son comparables en magnitud con los que adolecen las casas de estudios de otros estados. Los parlamentos paralelos sesionan sin problemas donde en determinados casos, las amenazas de los colectivos armados al parlamento opositor parecen desaparecer del panorama como ocurrió en efecto, durante la pasada visita de Michelle Bachelet. A excepción del Metro, que arrastra por sus rieles la quiebra del estado social, sus abarrotados vagones donde la populachera y los malos hábitos se dan banquete hacen lucir a este sistema ya no como un medio eficiente sino como un gusano de latas que bajo el subsuelo carcome de un lugar a otro el poco encanto de esta ciudad. Da igual ¡es subterráneo! sus males yacen invisibles y los diplomáticos no toman el Metro.

El informe Bachelet es acertado pero escueto, y no adrede porque hay constancia por testimonios de los mismos integrantes de la comisión que en muchos casos se les negó ir o visitar algunos lugares pautados como centros hospitalarios; se les negaron algunas entrevistas con presos políticos o anotaron en sus informes el olor a pintura fresca en algunas instalaciones visitadas. Si la visita se hubiera extendido a otros estados como debió haber sido porque Caracas es la capital pero no Venezuela del todo, el resultado sería demoledor y más emocionante. No es lo mismo un recorrido al oeste de Caracas donde históricamente ha sido un bastión del chavismo a visitar Achaguas, Clarines, Cumanacoa, Palmarito o cualquier pueblo de Venezuela porque desde luego, las carencias están sincronizadas pero no están uniformemente distribuidas a lo largo de la geografía nacional, todavía en algunos puntos fronterizos la situación es más favorable por la afluencia de venezolanos a países vecinos como Colombia en la búsqueda de alimentos y medicinas pero eso no es la solución del todo. En Guayana, aun con la cercanía a la Represa Hidroeléctrica del Guri hay racionamientos eléctricos; el Zulia que tiene como autoabastecerse de electricidad sobrevive a expensas de la electricidad que se envía desde Guayana mediante las vulnerables líneas de alta tensión, estados ricos en agua dulce se ven afectados por una pésima política de acueductos pero aun así se culpa a todo el mundo allá afuera pero no al verdadero culpable, todo cobra sentido cuando se dice que "errar es de humanos pero echarle la culpa al otro es más humano todavía".

En cuanto a las sanciones impuestas por Estados Unidos mencionadas también en el polémico informe, Maduro reacciona con furibundez cuando se lee que estas comenzaron a partir de 2017 lo cual es cierto considerando que en el decreto de Obama en el 2013 solo iban dirigidas selectivamente a personas allegadas al gobierno venezolano. Se culpa a las sanciones de los apagones, de la escasez, de la "guerra económica" pero desde el 2009 con el pretexto del Fenómeno del Niño se vienen dando los racionamientos eléctricos, desde el gobierno de Hugo Chávez hay presencia de colas, la producción petrolera ha mermado desde los últimos años de la gestión de Rafael Ramírez al frente de PDVSA y si las sanciones afectan la importación de alimentos es con mucha razón, porque habiendo millones de hectáreas de tierras fértiles con la capacidad de crear una política autosuficiente de abastecimiento ¿Porqué o a cambio de que se debe importar alimentos de otros países incluso de menor calidad?. El muy mal asesorado Nicolás Maduro no aprendido ni aprenderá de las lecciones, se importa trigo de Rusia o azúcar de Turquía, jabón en polvo de China para subsanar la crisis humanitaria "inducida" pero el precio lo pagaran si acaso nuestros nietos cuando reciban la factura por todo este megaendeudamiento; tendrán que venir nuevamente a bloquear nuestras costas como lo hizo Inglaterra y Alemania en 1902 para cobrar la impagable deuda externa de casi cien años. Lo más absurdo, se recurre a una inmisericorde campaña donde a cuestas del desespero ajeno, se achaca a las sanciones el hecho de que algunos niños no puedan acceder a trasplantes de medula en clínicas del extranjero pero que hayan padres que se presten o permitan semejante ridículo en nombre de sus hijos es más deplorable aun. Si esos padres no consiguen trasplantes para sus hijos costeados por el Estado venezolano, es por la misma desinversión en el sistema de salud y no por las sanciones coercitivas porque mientras Moscú envía fusiles a Venezuela y equipos para reprimir manifestaciones, mientras se costea el millonario alojamiento de delegados de la cumbre del MNOAL y del Foro de Sao Paulo, el desembolso se convierte en un desangramiento de las arcas venezolanas para satisfacer el capricho pero no la necesidad.

Uno de los puntos paradigmáticos del encuentro, fue la inversión social, a la cual según cifras oficiales se destina el 75% del presupuesto nacional. No es fácil desglosar esos números con la realidad, el trabajo será arduo e ireconciliable para quien desee llegar a una conclusión justa considerando la desincorporación de algunas misiones sociales de la planificación presupuestaria. Se han reducido los recursos disponibles para políticas sociales como las misiones y se han intensificado los incumplimientos del gobierno en el pago de compromisos laborales; actualmente algunas misiones sociales padecen inestabilidad en sus recursos o estos han mermado drásticamente. Ya desde septiembre de 2009 el Presidente Hugo Chávez, reconociendo las graves deficiencias de todo el sistema de salud público, incluyendo Barrio Adentro, lo declaró en "emergencia"; Misión Ribas y PDVAL han visto disminuir los recursos que le aportaba PDVSA. Otras misiones como Sucre, Milagro, Guaicaipuro, etc. salieron del presupuesto nacional en 2009, por la penuria fiscal, pasando a depender de ingresos extraordinarios y créditos adicionales. Este conjunto de desarrollos viene abonando un creciente malestar social, que donde mejor se expresa es en la data de un sostenido aumento de la protesta de calle en estos años. Dicha protesta es, además, motivada fundamentalmente por la percepción del deterioro que la gente percibe en sus condiciones de vida, constituyendo las protestas por derechos económicas, sociales y culturales las predominantes. Así que quien crea que la muerte de Chávez, las sanciones o la baja de los precios del petróleo es la culpable de todas estas deficiencias se equivoca por inocencia o por ignorancia, recordemos que muchos de estos programas sociales dada la reducción de recursos, se sustentan hoy día por la alta emisión de dinero inorgánico del Banco Central de Venezuela aumentando más dígitos a las cifras de la inflación.

La decadencia institucional y económica que atraviesa nuestro país ha hecho una metástasis virtual en el panorama internacional. Los venezolanos ya no ven sus esperanzas en un país donde realizar sus aspiraciones es imposible sino en una salida migratoria a otras latitudes. Las trochas y puentes internacionales son testigos oculares de una estampida llena de aventuras e ilusiones, las últimas cifras oficiales publicadas por Naciones Unidas en junio de 2019, arrojan un total de más de 4 millones de venezolanos que salen al exterior y que 1 de cada 3 lo hace a pie; esto también reflejado en el trabajo de la Alta Comisionada en su visita a Caracas. Quienes se quedan, no tienen más opción que reinventarse. En un país donde languidecen las oportunidades de superación personal, la corrupción colectiva es sistemática: el contrabando de alimentos y medicinas se ha vuelto una constante sobre todo en los estados fronterizos; el dólar paralelo que ahora es referencia hasta en los comercios más decentes parece reblandecer las estrictas políticas cambiarias; mercados populares donde el estraperlo y la especulación son ley, en fin, elementos que allanan cualquier oportunidad del individuo común a alcanzar la satisfacción mínima de sus necesidades alimentarias para él y su familia. Estos problemas vienen a complementar el bache en que se encuentra el actual sistema político, que en definitiva, son exógenos a su organización; las burocráticas medidas gubernamentales en contra de las libertades económicas e individuales solo crean las condiciones para que el malicioso ingenio de ciudadanos inescrupulosos, configure un patrón de comercio ilícito en contra de los bolsillos de los venezolanos, en muchos casos de manera intencionada. En conclusión, es el daño del venezolano hacia el venezolano donde el policía o el fiscal de precios se hacen la vista gorda a cambio de unos pocos "billetes verdes" porque al escuálido Bolívar el adjetivo Soberano le quedo muy grande ante tamaña depreciación. Que una moneda tan devaluada lleve el nombre del Padre de la Patria solo es significado de vergüenza; aun así estos círculos viciosos representan un mal necesario, porque de no ser así, el envío de remesas desde el extranjero no tendría sentido alguno y que representan para la hacienda pública una válvula de escape ante el enorme déficit de divisas que se recrudece ante las sanciones coercitivas de los Estados Unidos; prueba de ello es la derogación a regañadientes de la Ley de Ilícitos Cambiarios el pasado año.

Volviendo a nuestra capital Caracas, el negocio maquillador parece insostenible con el tiempo: basura, vandalismo, hampa, fallas en los servicios públicos, marginalidad pero continúa siendo el talón de Aquiles del chavismo, la consentida del régimen quien no quiere repetir otro Caracazo ante el acecho del descontento de las barriadas populares y que aunque se repitiera estaría dispuesto a repelerlo pero tal jugada sería un enorme riesgo. Cuando ya el madurismo no pueda soterrar todas sus carencias ante diplomáticos y dignatarios del exterior, la Sucursal del Cielo solo pasará a convertirse en la sucursal de La Habana a cientos de kilómetros de distancia física pero a escasos centímetros de distancia espiritual en un modelo político que quiere abarcarlo todo, ocupar todo y colocar su bandera en cualquier rincón. Afortunadamente no hemos visto lo peor, por ahora, Venezuela no puede compararse con el horror de los campos de concentración y los hornos crematorios de la Alemania hitleriana ni siquiera con la Siria de Bashar Al Assad pero hacia allá se encamina si seguimos como vamos porque si se pisotea la misma Constitución ¿Qué le depara entonces a un tratado internacional?

El chavismo venció como idea pero ha perdido como solución mesiánica. Las reformas políticas esbozadas o alcanzadas en los últimos años no bastan para revitalizar un sistema que se halla en crisis; los liderazgos políticos no parecen buscar las soluciones apropiadas para institucionalizar la lucha política y lograr un consenso por el bien colectivo; en los últimos años la colaboración de la comunidad internacional ha sido crucial pero el problema continua siendo apremiante alebrestando incluso la idea de una intervención militar como único recurso para dar fin a esta crisis. Las instancias internacionales se han burocratizado, entrando en una torpeza funcional pues tal como ocurrió con la fracasada Sociedad de Naciones, a la ONU se le escapa de las manos su ambiciosa misión de buscar la paz mundial, sin embargo, el papel de estos organismos es determinante. En una Venezuela donde la tendencia de las dirigencias políticas es la vuelta al mesianismo o caudillismo, la actitud ciudadana se orienta a un profundo nihilismo, que justificado, fomentan el desinterés y el descreimiento dirigido a buscar una compulsiva solución de los problemas cotidianos por vías no convencionales. No se puede reprochar la impaciencia de muchos venezolanos que quieren una salida rápida a esta crisis, con el hambre y las carencias causando estragos, aun el que defiende la postura de intervención militar es prueba exánime de una población que ha comprendido que el problema es el mismo sistema de gobierno y los mismos partidos tradicionales incluso de una incompetente oposición. La ayuda de países extranjeros es imprescindible pero eso dependerá de la intención y hasta donde querrán ayudar. Es el deber de la alta cúpula del oficialismo reconocer de una vez por todas que se tiene que ir, admitir la grave crisis humanitaria que padecemos así como es deber de la oposición despertar de la resaca dejada por las fallidas primaveras y fórmulas infantiles en la búsqueda de una solución, un teatro cíclico donde dado los altos índices de descrédito, carece ya de un número significativo de espectadores. Solo toca esperar que esto ocurra antes de que una población sin esperanzas recurra a salidas extraconstitucionales que solo sirven para demorar la satisfacción legitima de las necesidades de los ciudadanos.



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