"Bueno, negros, córranse hacia atrás

Día muy frio en Montgomery, Alabama, aquel diciembre de 1955. Nadie lo suponía, pero pudo haber sido el comienzo del fin del desprecio, de la brutalidad, de los insultos de la policía blanca contra los afro-americanos (alias negros). Pudo haber sido el fin del desprecio por una civilidad racista que creó los Consejos de Ciudadanos Blancos, que aportó a sus luchas y a sus crímenes el ku-kuz-klan asesino. Aquello de Montgomery pudo haber sido el comienzo para que niños blancos y negros, o negros y blancos, pudieran aprender a convivir en la misma escuela, a respetarse, a jugar juntos, a tocarse. Momento para el nacimiento del tu y el yo propicios a la convivencia. Parecía llegado el momento de poder contar los negros con trabajos decentes, salir de las viviendas inmundas y lograr un nuevo sentido a la dignidad.

Una humilde mujer negra, costurera, con sus anteojitos redondos y dorados en medio de la nariz, toma asiento en el ómnibus que la llevaría de Selma a Montgomery, Alabama. En el pasillo, de pie, la fila de negros. La mujer se sienta en un puesto de atrás, espacio destinado a los negros. El bus va atestado pero el blanco no debe ir de pie. Él mismo la quiere obligar a que se levante y ésta se aferra al asiento. Queja al conductor. Entra la policía blanca y en vilo, la sacan del vehículo. Como en África con el apartheid (1949-1961), a los negros de acá, a los afro-americanos, sólo les faltaba el "Certificado de identidad racial" con el que el negro de allá iba informando su vergüenza de no haber nacido blanco.

" Bueno, negros, córranse hacia atrás" grita el conductor y sigue su marcha.

Humillación en colectivo, una y otra vez. Una y otra vez…! Pero la vida ofrece también gratas sorpresas…

Rosa Parks no sospechó nunca que su actitud, silenciosa pero firme, iba correr por el mundo dejando a un lado el suceso intempestivo del bus. El mundo decente y justo y no racista, lo vio y lo sintió como un flagrante atropello a la dignidad humana y que se produce en el país del "sueño americano" que proclama "la igualdad de oportunidades y libertad que permite que todos los habitantes de Estados Unidos logren sus objetivos en la vida únicamente con el esfuerzo y la determinación".

La negritud de Montgomery se estremeció ante aquel bochornoso y despreciable acto de violencia inexcusable. Al ser arrestada la señora Parks tuvo oportunidad de llamar a su amigo E. D. Nixon, dirigente sindical muy conocido y éste, ni corto ni perezoso corrió la voz de que había llegado el momento de que los negros tenían que negarse a subir a los buses. Para bien, y sin que nadie se lo hubiera imaginado, llega a Montgomery un personaje casi desconocido: el Dr. Martin Luther King Jr., quien fuera designado para ejercer el sacerdocio en aquella ciudad. Nixon y otros dirigentes negros deciden confiar en aquel hombre y lo lanzan como líder de la ciudad ya que por su investidura y por no estar comprometido con nadie en la localidad, se le facilitaría la acción para el bienestar de la ciudadanía.

Anne Braden, escritora blanca, de la que tomamos esta información a través de Monthly Review 1966, afirma que una vez que había asumido la presidencia de la MIA (Montgomery Improvement Asociation), King confirió una nueva dimensión a la protesta ya iniciada de los afroamericanos contra el uso de los ómnibus. Inició una guerra contra todo el sistema de segregación y degradación "y más aún, una guerra en procura de un mundo totalmente distinto. Era un maestro de la oratoria, y sus palabras atronaron primero en Montgomery para extenderse después al resto de la nación". "Estamos hartos de ser segregados y humillados, toma de su discurso Braden. Estamos hartos de sufrir en nuestras carnes la patada brutal de la opresión… Estamos por el nacimiento de la justicia en la comunidad…. Tenemos un nuevo sentido de la comunidad y un nuevo sentido del destino… Andaremos las calles de Montgomery y hasta que los muros de la opresión sean derribados por la fuerza de la justicia… Y cuando escriban esta historia las generaciones futuras, los historiadores tendrán que hacer una pausa para decir: "Hubo un gran pueblo, un pueblo negro, que inyectó nuevo contenido y nueva dignidad en las venas de la civilización".

La población de Montgomery, mayoritariamente compuesta por familias negras, era de 60 mil habitantes. Durante un año la gran mayoría de ellos no se montó en los ómnibus protestados. Prácticamente circulaban casi vacíos. El momento de la negritud estaba dando comienzo a un vuelco copernical en la sociedad estadounidense. Una decisión judicial anuló la Ley local de segregación en los servicios de transportación colectivos. Sin embargo, un año de andar a pie para lograr el éxito, no ha sido suficiente como lección para que mejoren, sólo para que mejores, las condiciones de vida de los excluidos.

Poco hace, en la lucha entre negros y policías blancos en Estados Unidos, fue la vida pero también se incrementó la segregación; el derecho a tener trabajo digno sigue siendo un estigma, el respeto a la ciudadanía lo resuelve a balazos la policía blanca, la libertad para elegir y ser elegidos está sometida y vigilada por la mayoría blanca. El derecho a la vida va implícito con llevar un arma en el cinto. En este hoy, los negros son abatidos aún después de haber sido sometidos. Tirado en el suelo y sin armas, Alton Sterling recibe disparos a quemarropa de dos agentes de policías blancos en Luisiana, Boston Rouge. Y seguirán muriendo muchos más si no hay un despertar sostenido por el reclamo a la igualdad.

Tristemente, las pancartas que exhibe hoy la negritud en sus múltiples manifestaciones en Estados Unidos reflejan muy poco la verdadera esencia de sus propias luchas. Montgomery triunfa, no porque se produjo un cambio en el régimen de uso de los buses. Sus participantes, dice, Anne Braden, adquirieron un nuevo sentido de la dignidad, de la libertad y del poder. Pero ahora mismo, cuando militantes demócratas y republicanos le dicen a las encuestadoras que abrigan muchos temores por el triunfo de sus respectivos candidatos (Clinton y Trump) enarbolan mensajes, en guerra tan desigual, que lucen más bien como súplicas, miedo o plegarias. "Las vidas negras importan" o "manos arriba no disparen" son las poco combativas consignas del momento. Luther King habló de toma de las calles "hasta que los muros de la opresión sean derribados por la fuerza de la justicia". Y dentro de la justicia está, necesaria e indeclinablemente, el derecho a elegir que aún le es negado de diferentes formas a miles de afro-americanos. Lástima que las pancartas no inviten a la abstención, arma poderosa en un país en el que la población hispana, también despreciada como ellos, alcanza los 50,5 millones y representa el 16,3% de la población.

Todavía es momento para que alguien predique con valentía: Negros, córranse hacia adelante". Es tiempo de definiciones.

*Periodista.



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