En el entorno de la Semana Mayor existe una enseñanza cristiana aplicable al ámbito político–social de Venezuela, donde indica determinantemente que; ‘Pedir perdón no es suficiente para ser perdonado’.
La razón se fundamenta en una condición imprescindible y primordial. El solicitante del perdón debe estar sinceramente ARREPENTIDO.
De no cumplirse esta condición, la consecuencia es la repetición y profundización del daño por parte del ‘perdonado’. Eso sin mencionar una impunidad estimuladora de nuevos transgresores.
Bolívar aprendió esto, después de perdonar a los enemigos de la Patria, sin que estos estuviesen arrepentidos. Ellos repitieron sus acciones con más saña en contra de la gloria de medio continente. Luego Bolívar exclamó “a cada traición surge un perdón y a cada perdón sigue una traición.”
Nuestro Comandante Chávez aprendió la lección después del 2002. En abril le dieron un golpe de estado, lo secuestraron y estuvo a centímetros de morir por sus captores. Pero fracasaron, porque no contaron con el pueblo. Chávez generosamente perdonó en nombre de la paz a enemigos que no estaban arrepentidos. La consecuencia fue que en ese mismo año, trataran de doblegar al pueblo por hambre en el paro petrolero y empresarial. Chávez en el tiempo les advirtió “Chávez no es el mismo pendejo de antes” (2011).
En el 2014 contra el Presidente Maduro, los apátridas hicieron nuevas atrocidades asesinando personas, destruyendo bienes y; ni árboles, ni animales fueron salvos de sus criminales guarimbas.
Ahora, desde sus prisiones no piden, sino exigen perdón a través de una descarada amnistía sin estar arrepentidos. Incluso se enorgullecen de sus acciones y se reconfortan con el descontento del pueblo por la guerra económica acentuada en el 2015 de sus secuaces.
En este sentido, la Semana Mayor y la historia exhortan a Venezuela a transformar ese error en una lección aprendida, rechazando esa amnistía que es una burla a la moral y la justicia. Es una Amnistía para nada Santa.
¡Hasta la Victoria Siempre!
