Desde el Mocotíes (09)

Alberto Tirso Meléndez: combatiente por la vida y la cultura

"Uno conoce sus inicios, pero, como toda idea viva, su final no puede predecirse"

Alberto Tirso Meléndez

Con estas sabias palabras que a la postre se convirtieron en premonitorias conceptualizaba Don Alberto Tirso Meléndez la materialización de un sueño bautizado con el nombre sonoro de Festival del Violín de Los Andes, lamentablemente hoy desaparecido del calendario festivo tovareño y que tuvo su origen gracias a la voluntad organizativa de la Fundación Casa de la Cultura Juan Félix Sánchez, que inspirados en la situación inesperada que le sucedió al Maestro Maurice Hasson con la ejecución de la Siciliana en Jají, Mérida y que es ampliamente conocida por el singular texto escrito por Jonuel Brigue seudónimo del filósofo Manuel Briceño Guerrero y el Encuentro de Conjuntos Campesinos y Canciones de Protesta que organizaba Radio Occidente en Tovar desde los años 80, convirtieron al violín en protagonista de un evento sin parangón en la cultura venezolana y a la plaza de Tovar en su epicentro. Hasta ese momento no se había reconocido al violín como el instrumento popular de mayor relevancia dentro de la vida musical de los Andes.

Aunque Don Mariano Picón Salas había llamado a sus ejecutantes violineros y los críticos violinistas a los clásicos que se apegaban a la moda musical del país. El Festival del Violín no nació para contraponerlos -como bien lo señala Alberto Tirso en el libro El violín de Los Andes suite sinfónica en imágenes y palabras con fotografías de J.J. Castro y textos de Alberto Arvelo Ramos-, sino en "…un acto de movilización global, un mitin de masas…" donde concurría la "…colectividad comunicándose consigo misma" fue allí en ese escenario donde se dio a conocer el legendario Alberto Tirso Meléndez con su famoso bigote y mochila al hombro compartiendo impresiones con propios y extraños, brindando a manos llenas el michito callejonero.

Hoy cuando Dios lo ha llamado para que le organice un concierto de violineros con su coro celestial es el momento preciso para reconocerle sus virtudes de combatiente sin tregua y ciudadano del mundo. A Alberto Tirso debemos verlo un proco más allá de su faceta de promotor y conspirador cultural, de pieza clave en todo el movimiento cultural merideño del segundo lustro de los 80 hasta finales del siglo, cuando lamentablemente esa misma militancia de toda su vida acabo con nuestra cultura. Aunado a su apoyo cardinal a la Fundación Juan Félix Sánchez y al encuentro permanente con nuestros hacedores populares.

No es lo mismo hablar de Alberto Tirso Meléndez, cuyo nombre de inmediato se asocia al quehacer cultural de Mérida que de "Gaspar Rojo" su seudónimo de combatiente que alguna vez fue embajador de las FALN en La Habana, que sufrió cárceles y vejámenes, que estuvo ligado al grupo de civiles que participaron en las insurrecciones cívico militares y se pronunciaron en los alzamientos de Carúpano y Puerto Cabello. Entre los que se encontraban: Eloy Torres, Pedro Duno, Germán Lairet, Humberto Arrietti y Diego Salazar bajo la dirección de Guillermo García Ponce.

Alberto Tirso Meléndez junto a Diego Antonio Salazar Luongo y Francisco Ramón Prada Barazarte fueron condenados por el Consejo de Guerra Permanente de San Cristóbal el 28 de febrero de 1973 por el delito de ocultamiento de armas de guerra luego de ser detenidos en la alcabala móvil de "La Cabrera" y posteriormente absueltos ante la magistral defensa del Dr. Bayardo Ramírez Monagas. Eran tiempos de represión, de persecuciones y amedrentamientos como los de ahora. Pero también de hombres con "tabaco en la vejiga" y dispuestos a todo por sus convicciones revolucionarias. Ese fue Alberto Tirso Meléndez un combatiente por la vida.

La diferencia de Alberto Tirso con otros "revolucionarios" fue que se mantuvo apegado a sus principios y nunca hizo gala de sus glorias pasadas para convertirse en vividor del Estado, por el contrario, permaneció leal a su credo exiliado en su casa de campo en El Valle, quizás con la única ilusión de volver a oír sonar los violines que hoy lloran su partida. Sin mayores riquezas que el cariño de sus familiares y amigos cercanos. Su vida se fue apagando lentamente hasta que su enfermedad lo llevó a la unidad de trauma show del HULA donde recibió los mayores cuidados entre la caridad de sus amigos.

La última vez que vi a Don Alberto Tirso fue calle arriba por la tres frente a Liderfot al pasar de largo y reconocerlo entre la duda si era o no era, ya los años y la enfermedad acentuaban su vida, regresé para saludarlo y conversamos un largo rato, de lo divino y de lo profano, del Festival del Violín y de la Casa Juan Félix Sánchez como parte de sus dos más grandes desvelos culturales. Lo motivé a venir a Tovar, me dio el número de un familiar donde un par de veces lo llamé. Estaba pendiente por ir al Valle a visitarlo, quería entrevistarlo sobre sus andanzas -a veces la falta de recursos y el destino le cambian a uno los planes- y cuando me dispuse a subir en compañía del buen amigo José Luis Moreno el miércoles hace ocho días… el lunes me llamó Yuraima para comunicarme la mala noticia que lo habían llevado al HULA. Ya con Conrado Canto Pacheco, José Luis y Martín Morales habíamos conspirado para hacerle un homenaje en su casa y llevarle un grupo de violineros.

Descansa en paz buen amigo, que el Todopoderoso lo reciba en su Gloria, su primera cita agendada es con Alí Rodríguez Araque, El flaco Prada, el Catire Larralde y Alberto Garrido, un quinteto de revolucionarios para coger palco.

El día que se logre rescatar el Festival del Violín de los Andes de sus raptores que lo desaparecieron debemos hacerlo en su honor por ser su ideólogo y consecuente promotor. Honor a quien honor merece. ¡Que viva Alberto Tirso Meléndez!



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Néstor Abad Sanchez


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