La cultura como corazón de la revolución

Cierta visión mecanicista —y por ende reduccionista de la historia— ha querido endosar a Karl Marx la tesis de la primacía económica por sobre la subjetividad/ sensibilidad, es decir, sobre la producción social de la cultura.

Pero no hubiera escrito Marx obras tan monumentales como Los Grundrisse, La ideología alemana o El Capital, de haber sido un fundamentalista económico, como se afirma. De seguro con gran ignorancia, o con muy escasa buena intención.

El pensamiento dialéctico de Marx asumió la interrelación —y mutua afectación— entre el plano de la praxis de creación de los medios y modos para cristalizar las condiciones concretas de existencia (materialidad económica) y las condiciones concretas de la invención social del mundo de vida humana (materialidad cultural).

No hay así aplicación compulsiva de paquetes neoliberales, desarrollo de bloqueos, guerras imperiales por los recursos de los países y pueblos periféricos, o política cíclica de magnicidios o persecución, tortura y asesinato selectivo de militantes revolucionarios sin un discurso y unas condiciones concretas de producción y reproducción de una (in)consciencia colectiva. Condiciones funcionales al metabolismo devastador y expansionista que entraña el capitalismo y su modo material y necesario de reproducción: el imperialismo.

Acabo de ver pasar este 19 de abril de 2017, provenientes desde Petare, decenas de miles de proletarios —en su mayoría empobrecidos o muy empobrecidos— muchos de ellos voceando consignas anti-obreras, pro burguesas y anti bolivarianas. Consignas de desclasamiento y odio de clase contra su propia clase, es decir lemas de consciencia falseada o invertida, fraguadas evidentemente desde los think tanks y laboratorios de guerra sucia del imperialismo yanqui.

Evidentemente, esas consignas son producto del mercadeo masivo de una consciencia invertida del mundo social que cabe investigar en términos de su recepción. Es decir, en términos de su reproducción, más allá de la contradicción respecto de las condiciones concretas de existencia de esos sujetos. Cabe entonces preguntarnos: ¿qué está haciendo el imperialismo occidental para propagar tan eficazmente un horizonte de vida pro burgués y pro capitalista/ imperialista en Venezuela, pese a su terrible crisis estructural; y pese además al fardo de una vanguardia política lacaya tan analfabeta y torpe como la que sufrimos hoy en Venezuela?

Cabe hacernos entonces la pregunta: ¿el descalabro de apoyos que nos están infligiendo —en términos de captación de cuadros y multitudes de proletarios y excluidos— no es más de naturaleza mediático-discursiva, es decir cultural, que estrictamente económica?

La presente crisis presupuestaria en Venezuela vertebralmente resulta de una crisis aguda de ingreso de divisas. Restricción de divisas que obedece vertebralmente a causas del desplome programado de los precios del crudo, en primer término para mantener el ritmo de crecimiento económico del sistema capitalista occidental.

Y en segundo término, como estrategia imperialista enderezada a desestabilizar los principales países productores y con mil millonarias reservas de crudo, ambos marcados como amenazas geopolíticas por EE.UU: Rusia y Venezuela. ¿Por qué hemos sido incapaces de explicar bien este asunto, consintiendo, de hecho, que se coagule como explicación única la teoría de la corrupción casi que como único factor explicativo de la hondura de la crisis?

Desde el paradigma socialista el fenómeno de la corrupción no se restringe a una puntual y aislada apropiación indebida de dineros por parte de un grupo de funcionarios o particulares. Sino al total de la conculcación sistemática de plusvalía producida por los trabajadores y NO pagada a estos sino al capital y sus beneficiarios, los capitalistas. Desde esta perspectiva los 900 mil millones de dólares invertidos por la revolución en el área social por el chavismo en 15 años podría y debería ser computado como monto estimado de la corrupción en ese mismo periodo, de haber existido en Venezuela un modelo de gobierno neoliberal.

Si asumimos con el novelista y ensayista checo Milan Kundera que: "La cultura es la memoria del pueblo, la conciencia colectiva de la continuidad histórica, el modo de pensar y de vivir", cabría sopesar la profundidad con que el imperialismo cultural occidental ha internalizado en gran parte de nuestra población sus contra valores: individualismo y narcisismo, racismo y clasismo, pragmatismo y consumismo, justificación de la explotación y contubernio con el sometimiento a la dominación imperial (lacayismo).

Pero hacer solo esto último no basta para explicar la persistencia y coagulación social de las prácticas de defensa y reproducción del imaginario burgués, pro occidental y pro fascista en sectores populares y medios en Venezuela y otras partes de la región y el mundo.

Aparte de reconocer la continuidad de descarríos burocráticos ocurridos en el campo soviético resulta cardinal ahondar en los marcos teórico-epistémicos que posibilitaron la producción/ reproducción de un modelo que ya desde la década del 60 venía haciendo aguas; y no solo en los terrenos económico y de la seguridad y defensa.

El imaginario burgués, es decir el de un modo de vida pornográficamente abundante y pasatista, apolítico y hueco de valores, abyecto y rapsoda de la era del vacío ya había cumplido su papel corrosivo, al menos en gran parte de las mayorías de la URRSS. Las mismas llamadas a defender y refigurar el tránsito soviético —y en buena parte mundial— a un nuevo socialismo.

Aquí es donde aparece la centralidad de la crítica, la auto-crítica y la creación cultural en términos robinsonianos, es decir, del "o inventamos o erramos". La coagulación de modos cavernarios de construir la política, la economía, la tecnología, la ciencia, la cultura (incluyendo la religiosidad), la institucionalidad y hasta la seguridad y defensa de la revolución terminaron por cumplir en el campo soviético un papel demoledor del modelo de tránsito al socialismo.

El hundimiento/ implosión del campo socialista soviético se produce así NO por tanto exceso de socialismo cuanto por déficit de este en todos los campos.

Acaso mucho de este trágico fin hubiera podido evitarse con una seria y vigorosa política cultural orientada a la investigación y discusión pública respecto de las diferentes alternativas a seguir frente a las complejas disyuntivas que impactaron y cercaron los diferentes campos de la construcción de un nuevo modo de producción con nuevos medios de producción, comenzado por la producción de la nueva ética y la nueva estética socialistas.

No es así del todo cierta la tesis de que fue la carrera armamentista contra EE.UU. la causa principal de la implosión de un modelo en el que recayeron los ojos esperanzados del proletariado mundial.

El novelista y político francés André Malraux (1901-1976) lo decía con estas palabras: "La cultura hace al hombre algo más que un accidente del universo. La tesis según la cual la revolución o es cultural o no es revolución no ha sido entendida por el campo socialista. Pero ha sido —y muy brillantemente entendida y asumida— por el capitalismo.

De allí Hollywood. De allí los grandes medios de desinformación e incomunicación social. De allí la millonaria inversión en decenas de Centers of Latin American Studies financiados directamente por el Departamento de Estado a las principales universidades de ese ¿país? norteño. De allí el financiamiento generoso de bibliotecas, legiones de académicos e investigaciones filosóficas y econométricas dedicadas a refutar, desarmar e infamar a Marx y a los diferentes corrientes marxistas existentes.

De allí el culto a degeneraciones ético-musicales como el reguetón. De allí CNN y Fox News. De allí aspiradoras de Big Data como Google, Facebook, twitter o instagram. De allí la sagaz política de penetración y balcanización de la unidad de las alternativas reales de izquierda. De allí la degradación de levantisco movimiento socialdemócrata de que hablo Marx en aparato retrógrado/ fascista/ capitalista. De allí el millón de horas anuales de neo-televisión basura, pro capitalista y pro imperialista que degrada y envenena las mentes y los corazones de millones en Venezuela cada año vía cableras, cubierto además con dólares preferenciales.

El brillante escritor estadounidense John Steinbeck (1902-1968) solía bromear diciendo: "por el grosor del polvo en los libros de una biblioteca pública puede medirse la cultura de un pueblo". Pregunta al voleo: ¿alguien por aquí se ha paseado últimamente por los anaqueles de la Biblioteca Nacional?

Cierto anti intelectualismo y hasta suspicacia a todo cuanto huela a cultura alternativa, investigación teórica o aplicada, poesía y filosofía de la praxis liberadora en algunas de nuestras "vanguardias" políticas ¿hasta qué punto no es responsable de la profundización del rentismo petrolero, vale decir, del desarrollo de nuestro sub desarrollo?

Buenos se oyen los aplausos y los vítores cuando se está al mando y las cosas van viento en popa. Mejores son las advertencias y las alternativas de itinerario cuando la mar no luce calma y los buques enemigos se avistan ya merodeando.



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Luis Delgado Arria


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