Latifundio, falso pilar económico del Guárico

Muerto Arévalo Cedeño, el pascuense justiciero del intrincado Amazonas, los “funes” guariqueños, no sabemos si por coincidencias o por apetitos solapados, empezaron a derrochar recuperados bríos y pregonadas jactancias de guapos y apoyados gomecistas, para amedrentar a los trabajadores del campo y adueñarse de las tierras “hasta donde me alcance la vista”. No importó nunca que al avaro no le alcanzaran las pupilas. El cómplice y gomero teodolito completaba.

Claro, eso era “cuando Gómez”. No podemos ahora culpar a los genes, si es que reaparecen unas cuantas prácticas y ensañamientos reproducidos como consecuencia de viejos vicios. En este caso, por el salto atrás para recoger el guante de los ancestros.

Lo cierto es que nuestra obligada adopción del Estado Guárico como región de escape a la persecución adeca, nos abrió las páginas de la información popular en cuanto al cruel anecdotario de tres apellidos continuistas de las prácticas de la usurpación de inmensas extensiones de tierra.

Como dejamos claro en el segundo párrafo de esta nota quien no haga, ahora, práctica de las viejas y dañinas costumbres de sus ancestros, que no se sienta aludido en sus usos y costumbres. Los aferrados a la inquina y la avaricia no alcanzarán el remedio apabullando la verdad.

Primera familia: Felizola, la de aquella época, con una anécdota muy conocida, dado el posterior prestigio del ahijado del usurpador originario de las tierras de la parte Este del Estado. Se dio el feliz y oportuno caso que el hijo del ordeñador resultó un jovencito inteligente. Por ello: “compadre le agradezco una ayudita pa´ mandá su ahijado a estudiá en San Juan…”. “Nooo compadre. Ponga ese muchacho a pastoreá becerro, pa´que aprenda a ser hombre”. Con esfuerzo de la familia, el muchacho se fue a San Juan. Excelente estudiante. Una beca a Alemania y el científico José Francisco Torrealba llegó hasta El Socorro, la tierra del próximo Gobernador, a ponerle remedio a la enfermedad del padrino rico, cuando ya estaba resignado a morir. Sobrevivió 7 años a un sucesor, Nicolás. Pero no pudo ver las tropelías de éste vástago del ocio subvencionado con la fortuna heredada. Ni siquiera la muerte de un pobre camionero que llenaba una pequeña torva de arena del “saque” de “..mis tierras del Caro de la Negra”, a quien el ocioso y beodo latifundista le descargó los seis tiros del “smith and wetson”. Un papel sellado, cuatro líneas y el muerto al hoyo.

Segunda familia: Manuit. Este ejercía sus dominios en la zona centro-sur. Una dama muy famosa daba la cara por ésta dinastía. Aventajaba al zaraceño de El Socorro en la discreción de sus maldades. No era beoda. Sólo que un día asomó las garras y el revolver cañón largo que siempre portaba al cinto como parte del amedrentamiento, contra un chofer que trató de acelerar cuando la vio con el vehículo accidentado entre Tucupido y La Pascua.

Tercera dinastía del latifundismo: Camero, de los extensos alrededores de Tucupido. Esta columna periodística no sería suficiente para cerrar con las “hazañas” del “evangélico” terrateniente. Sólo que éste, después de una jornada de 12 horas (6 a 6) de los peones, en su hacienda Tamanaco, los ponía a escuchar las noticias de las seis. En uno de esos avances propagandísticos, el locutor promocionó la pomada Sánalo a real y medio en toda Venezuela. El hacendado Carlos Camero, como un lince, apuró: “!Quien estuviera en Venezuela!”. Era que él se las vendía a cinco bolívares.

Ahí te queda eso, Camarada socorreño William Lara. Son pilares falsos, donde se pueden abrir espacios para muchos compatriotas hoy apretujados en Caracas.

Patria, Socialismo o barbarie. ¡Venceremos!

*pedromendez_bna@yahoo.es


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Pedro Méndez


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