La constituyente continental (I)

¿Hay alguna manera de salir del provincionalismo en que estamos metidos a la hora de abordar la acción política?, ¿hay alguna manera de salir de las maldiciones históricas incluidas la del subdesarrollo, la desigualdad, el imperialismo, que no sean otra vuelta por las imposiciones policiales de la política universal: la ley, la constitución, el líder, los partidos, la burocracia, los programas de gobierno, la conciliación de clases?, ¿hay algo más que se pueda hacer dentro de la imaginación política que estar reproduciendo el espejismo de que la Venezuela importadora, comerciante y petrolera de hoy es la revolución soviética del siglo XXI?, ¿hay alguna forma de promover un auténtico bolivarianismo en este convulsionado continente que no sea la de quedarnos atados al papel de espectadores de la última reunión de mandatarios “antiimperialistas” en el continente?.

No es que no ha pasado nada, ni que nada ha cambiado, ni que todo esto sea una inmensa mentira, el problema fundamental es que el quehacer concreto que inspira un gran número de militantes desplegados por todo el territorio, al menos entre nosotros, se ha quedado encarcelado a las coordenadas de una relación cada vez más empobrecedora entre el silencio y el sueño local. Quiero decir: en la medida en que ha quedado tácitamente acordado que la visión de totalidad, de proyecto, la universalidad del propósito que buscamos, está condensada en la figura de un presidente (y que nos es más que un presidente de una comerciante y dependiente nación con abundante presupuesto), lo que nos queda es silenciarnos frente a los desvanes inevitables de esa administración centralizada del proyecto utópico total y de dedicarnos nosotros (eso que llaman el “sujeto revolucionario”, el “movimiento popular”, el “bloque histórico-social”, el “proletariado revolucionario”, el “las multitudes irreverentes”, “el pueblo alzado”) a ganar lo que se pueda en los terrenitos que el gran proyecto nos va regalando. Se busca sujeto, visto como colectividad productiva y transformadora, pero el “sujeto” se mata a sí mismo, aceptando lo que venga sin preguntarse por su propia verdad. Si es partido, si es reforma constitucional, perfecto, siempre habrá un trozito de realidad que se pueda ganar, y se acepta como venga. De vez en cuando un papelito, una atrevida denuncia, una estrategia de “penetración por la izquierda”, para ver si el estamento dirigente le brinda atención o se acumula alguna fuercita para un futuro renacer.

Entiendan compañer@s que de esta forma estamos acabando con nuestra propia obra. Si vamos a las estadísticas de participación real en el PSUV, lugar en que se han fundido mas del 80% de las expresiones y voluntades del espacio sociopolítico bolivariano, ya son más de un millón de personas las que se han retirado de la diáspora militante, haciendo comparación como mínimo con la militancia activa en las UBE’s y los Círculos Bolivarianos. ¿Será abultando los presupuestos de los consejos comunales que se evitará la desbandada?. Es una estrategia burocrática que no cambia en nada el fondo estructural del problema que se centra en el orden de las relaciones humanas y de producción. Nada ganamos con doblegarnos a una realidad sobre el efímero argumento de que no hay más nada en el mundo sino esto que tenemos. Precisamente porque es lo que tenemos, que deberíamos desdeñar todo consevadurismo apoyándonos en la radical autonomía de la lucha popular; partera de esta historia. Si esto se abandona es el propósito revolucionario mismo el que estamos despidiendo.

Volvamos entonces al punto. ¿Será entonces que todos estos tristes argumentos o hechos del líder imprescindible, del parafraseo cada vez mas reiterativo de la “potencia que seremos en el mañana” (¿es que vamos a convertirnos en un resuelto beneficiario del multipolar imperio del capitalismo futuro?), del gigantismo cada vez más impresionante del estado capitalista en construcción, de las coordenadas autocráticas en avanzada, detrás de su prepotencia no se esconde la imposibilidad del propio estado nacional para dar cuenta y absorber las verdaderas tendencias y cualidades de la insurgencia continental en desarrollo?. Lo cierto es que desde Alaska hasta la Patagonia o al menos desde Oaxaca hasta Cochabamba, todo el espectro de estas nuevas guerras de liberación, han abandonado por completo las “utopías nacionalistas” de cualquier tono para centrarse en el comunitarismo autogobernante y la integración por debajo (por la realidad vida y productiva digámoslo mejor) de los pueblos de nuestramérica (código local-código continental sin mediación). Mientras tanto los movimientos reformistas mas audaces, los estados mas atentos y dirigidos por gobiernos que mucho le deben a esta insurgencia, tratan desesperadamente de armonizar esta pulsión liberadora y generalizada con propuestas de integración, democráticas y de justicia social (un populismo renovado) que no pongan en peligro ni el estado nacional, ni los desarrollos tradicionales, ni en definitiva su propia autoridad sobre la “obediencia debida” de los pueblos. La vieja “estrategia antiimperialista” y los discursos victimizantes apropiados a esta anciana respuesta ante los males del mundo, le son muy útiles para el caso, sumándole un bolivarianismo más mitológico que consecuente.

Lo cierto es que ya llegamos a un llegadero evidente: no hay manera de salir del embrollo histórico en que se ha encerrado el espacio y la totalidad social nuestramericana si no acabamos de una vez por todas con las fronteras nacionales impuestas por los imperios coloniales y mercantiles del pasado, y en comunión continental no forjamos una visión de realidad y orden de acción que descanse en la solidaridad y encuentro entre la infinidad de los “espacios-pueblos” que forjan la realidad sociopolítica nuestramericana. Las políticas de integración más nobles de hoy, en su propia ambigüedad, se inauguran poniendo énfasis en el acercamiento solidario y terminan decayendo en un forcejeo hegemónico y mercantil ligados absolutamente a los intereses de los grandes capitales de la región ya sintéticos a los intereses transnacionales. Es la reproducción ampliada de las viejas estrategias y modelos desarrollistas. Evidente en el caso del IIRSA-Acuerdo continental de desarrollo de infraestructuras. Evidente en el acuerdo energético continental y el caso del Etanol donde Venezuela terminó bajando cabeza. Evidente en el historial Venezuela-Mercosur y el rumbo que viene tomando el debate sobre el “Banco del Sur”, donde vuelve a imponerse el formato de los clásicos bancos de desarrollo con la única protesta del Ecuador y su sorpresivo gobierno. Mientras tanto el ALBA no pasa de ser un pequeño aullido utópico de cuatro pequeños países.

Pero obviamente este criterio crítico no se puede adjuntar a los gobiernos y la acción de Estado como tal. Ningún estado como representante del poder constituido puede someterse a una política que indique el rumbo de su desaparición institucional, ni al mercado capitalista que administra nacionalmente. Los más que pueden llegar es al tipo de comunidades regionales o continentales de integración hoy muy en boga, y de eso tenemos que estar concientes para no caer en un utopismo ridículo. Para una verdadera desaparición de fronteras teóricamente se requiere o de la destrucción de límites por parte de un invasor que doblegue a este estado y lo fusione dentro de otra geografía estatal mayor. O al revés, de una desaparición emancipadora auspiciada por movimientos de liberación supranacionales que arrasen con las fronteras impuestas colonialmente y junten los pueblos. Por lo tanto no estamos pidiendo a ningún gobierno que convoque locamente a una “constituyente continental”. En todo caso le pediríamos a los más progresistas que no la eviten en su proceso. La petición se dirige hacia las vanguardias sociopolíticas que hoy esparcen su lucha por todo el territorio continental pero que muchas veces siguen atadas a estrategias nacionalistas, de soberanía nacional, de clásica lucha antiimperialista, del reclamo victimario y reiterativo por los males que otros nos han hecho, como si esta fuera nuestra propia definición ontológica: “somos en la medida en que somos víctima de alguien” más allá es la nada. 

Así sea como metáfora, como idea-fuerza, que se riegue entre los movimientos populares, la “constituyente continental” es primero un fenómeno que ya comenzó a hacerse cierto al menos en los idearios e imágenes de futuro, más allá de todo nacionalismo, que esgrimen documentos y programas establecidos principalmente por movimientos y encuentros campesinos, de movimientos sociales, urbanos e indígenas (todo comienza por el pensar hecho palabra). Sin embargo para objetivar con mucha mayor precisión esta posibilidad política se necesita de una armazón estratégica y conceptual muchos más radical, empezando como decíamos por la convicción de la radical autonomía de la lucha popular. Pero esto sigue con sacarnos las gringolas que nos imponen las fronteras nacionales, la construcción de una visión geográfica o espacial de nuestras luchas que se desplacen desde lo más local hasta el espacio continental como tal (una verdadera geografía revolucionaria), de diagnósticos de nuestras propias situaciones políticas donde se incluya la totalidad del espacio continental, de una visión geopolítica y geoestratégica que no parta de la nación a la cual pertenecemos hacia el “afuera mundo-continente” sino del todo continental, de la construcción de estrategia de integración orgánica en todos los frentes de lucha nuestramericanos. Y lo más importante, la interiorización de una vez por todas de un “nosotros” múltiple y lleno de riqueza imaginaria ligado a este espacio continental donde nos ha tocado vivir y del cual partiría el proceso práctico de cualquier forma de “constituyente continental”. En la segunda parte vamos con los detalles.

Roland Denis
jansamcar@gmail.com



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Roland Denis

Luchador popular revolucionario de larga trayectoria en la izquierda venezolana. Graduado en Filosofía en la UCV. Fue viceministro de Planificación y Desarrollo entre 2002 y 2003. En lo 80s militó en el movimiento La Desobediencia y luego en el Proyecto Nuestramerica / Movimiento 13 de Abril. Es autor de los libros Los Fabricantes de la Rebelión (2001) y Las Tres Repúblicas (2012).

 jansamcar@gmail.com

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