¿Por qué celebrar la navidad?

"La Navidad es una fiesta llena de nostalgia. Se canta la paz, pero no sabemos construirla. Nos deseamos felicidad, pero cada vez parece más difícil ser feliz. Nos compramos mutuamente regalos, pero lo que necesitamos es ternura y afecto. Cantamos a un niño Dios, pero en nuestros corazones se apaga la fe. La vida no es como quisiéramos, pero no sabemos hacerla mejor"

José Antonio Pagola

¿Por qué tanto ruido a propósito de la Navidad? Nos acordamos de los días de nuestra infancia y de los sentimientos maravillosos que ya no podemos volver a tener. ¿Qué es lo que nos hace interesarnos tanto por esta fiesta? Celebramos el nacimiento del Redentor de este mundo, de ese Jesús que se convirtió en Cristo. ¿Una fiesta de cumpleaños? Podríamos celebrar el cumpleaños de muchas personas insignes ¿Por qué nos importa tanto recordar que Jesús nació en otro tiempo? Lo que importa de veras es lo que pienso de ese Jesús.

Hay personas que creen de una forma sencilla y directa en el nacimiento virginal de Jesús. Hay otras que tienen el valor de examinar esta historia con más detenimiento; dicen que, históricamente, no es posible que sea verdad, y rechazan la idea del nacimiento virginal como algo no científico.

Nuestro punto de vista se sitúa entre ambas posturas. La historia del nacimiento virginal no es un relato histórico y, a pesar de ello, esas imágenes y ese suceso son verdad. Son verdaderos en un sentido diferente y más hondo. A veces, se pone demasiado énfasis en que las cosas sean verdad históricamente, pero con ello se corre peligro de pasar por alto el mensaje real. ¿Y cuál es ese mensaje real?

En el mundo de la religión no se considera realidad lo que aparece en un primer plano. Solamente es real el mundo del segundo plano: el mundo de los arquetipos, de las ideas originarias que se manifiestan en lo material. Las imágenes no son más que analogías. Es importante que volvamos a encontrar lo alegórico de las formas.

La religión se ocupa en primer lugar de lo que hay debajo de las formas. Las declaraciones que valen allí son muy diferentes de las del mundo de las formas. Los estudios científicos e históricos se refieren al mundo racional. Las personas que se ocupan solamente del mundo racional viven una vida muy limitada. Están metidas en una pecera, por así decir.

En el nacimiento virginal se trata de un relato mitológico. El cristianismo, igual que toda religión, nos enseña a buscar la verdad en el mito, porque éste es la manifestación de un patrón eterno primigenio que forma parte de la filosofía perenne. Todos los sabios han experimentado aquello que está debajo de las formas. Esas formas primigenias han sido traducidas después a los relatos mitológicos. Quien se quede estancado en el aspecto histórico, mata el mensaje religioso. La religión es el intento de experimentar lo que hay detrás de las formas. Por medio de la razón no podemos expresar adecuadamente esa realidad divina. Por ello utilizamos los símbolos; pero éstos son imágenes y deben percibirse como tales e interpretarse correspondientemente. En el nacimiento virginal se trata de un patrón arquetípico. En muchas figuras relevantes nos encontramos con un nacimiento virginal, por ejemplo en el caso de Krishna y Shakyamuni Buda. Debajo se oculta una verdad atemporal que hay que extraer de los símbolos para que llegue a tocarnos. Pero, ¿cómo debemos ser tocados?

Tenemos que caer en la cuenta de que se trata de nosotros mismos. Se nos muestran patrones de nuestra condición de seres humanos. Debemos reconocer que lo divino va adquiriendo forma material también en nosotros, que también nosotros hemos nacido de forma virginal, que también nosotros somos hijos e hijas de Dios, que también en nosotros existe la vida divina inmaculada: Todo está en nosotros. Mucho más que hijos de nuestros padres.

Por eso, el maestro Eckhart dice en un sermón: "...por eso (Dios) me engendra como hijo suyo sin ninguna diferencia. Mi padre carnal no es mi padre propiamente dicho, sino que lo es solamente con una pequeña parte de su naturaleza y yo estoy separado de él; él puede estar muerto y yo puedo vivir. Por eso, el padre celestial es de veras mi Padre, porque soy su hijo y tengo de Él todo cuanto poseo, y soy el mismo hijo y tengo de Él todo cuanto poseo, y soy el mismo hijo y no otro. Como el Padre no hace sino una sola obra, por eso hace de mí su hijo unigénito, sin ninguna diferencia".

Todos hemos nacido de forma virginal. En eso consiste el mensaje del nacimiento de una virgen. En esas imágenes debemos reconocernos y comprendernos a nosotros mismos.

La meta de la religión es la transformación a una forma distinta de existencia en lugar de avanzar en un mismo nivel. Hay una gran diferencia entre progreso y transformación. El progreso me puede hacer creer que tengo vida, pero por medio de la transformación experimentaré la vida verdadera. Esa experiencia tiene que transmitirse en imágenes y palabras. Pero nuestra época rechaza el núcleo profundo del mito y prefiere considerarlo como un hecho histórico.

Podemos hablar aquí de dos caminos de salvación. Por un lado, está el camino de las escuelas místicas de la antigüedad, que tenía un carácter intelectual. Sus iniciaciones no eran asequibles a todos, porque era necesario que la persona en búsqueda hubiera alcanzado cierta madurez. Por el otro, está el mito, al alcance de todos. En este segundo camino de salvación subyace un patrón que se repite de muchas formas. Es inherente a los seres humanos mismos y, por ello, los relatos de todas las religiones se parecen. Por medio de esta forma de transmisión mitológica resulta factible a todos alcanzar el conocimiento esotérico.

Todos los libros sagrados pueden leerse en tres niveles distintos: pueden considerarse en el nivel histórico, en el mitológico y en el psicológico, que se refiere a nosotros como a un microcosmos, pero que tiene también una dimensión macrocósmica. Estos tres niveles están ligados entre sí a través de analogías.

Prescindo aquí del nivel histórico, que no es más que la manifestación exterior del patrón eterno. El patrón toma forma corporal en la historia. El mito es la densificación dramática de aquello que nunca cambia: Krishna, Jesús, Buda. Carece de importancia recalcar el suceso histórico, pues no es más que la concreción del patrón religioso.

Resulta más importante el aspecto cósmico con sus muchos detalles. Celebramos la Navidad en una fecha muy concreta. En los círculos religiosos, desde siempre se ha celebrado esa fecha como una alegoría de los procesos interiores. Se trata de la órbita que recorre el sol en el zodíaco. Siempre los hijos de Dios han sido identificados con el sol.

Se nos cuenta que el establo está derruido y que ya no ofrece la protección adecuada. La casa intacta es un símbolo de la limitación de nuestro ego, pues es donde nos encerramos: también nuestra casa y nuestro piso significan aislamiento. Esa casa tiene que volverse permeable, tiene que abrirse. Lo viejo tiene que morir para que pueda darse lo nuevo. La posada está repleta, nada nuevo puede entrar en ella.

También los Magos tienen diversos significados. En los relatos antiguos se les representa en distintas edades: el invierno como bebé, la primavera como joven, el verano como un hombre con barba y el invierno como un hombre canoso. También representan la sabiduría. Y el niño Jesús es la metáfora de la luz que el niño debe atravesar aún. Los pastores, como judíos, simbolizan a la gente que alcanza la luz, no por medio de un camino iniciático sino a través de las potencias del corazón. Pero los Magos y los pastores, es decir, todas las personas, se encuentran en el belén: las personas que representan el saber intelectual y aquellas otras cuyo corazón se conmueve. Los Magos han recibido una formación, son especialistas en astronomía; los pastores son el polo opuesto, quedan cegados por la luz. Los reyes están acostumbrados a encontrarse con lo infinito. Los pastores quedan deslumbrados por el encuentro con lo espiritual; son personas sencillas, sin educación, que ni siquiera están iniciadas. En cambio, los reyes están acostumbrados a mirar lo sagrado. Los pastores tienen que cubrir sus ojos puesto que no están acostumbrados a mirar lo celestial. La corona de los reyes permanece sobre sus cabezas, los pastores, sin embargo, tienen que quitarse los gorros, y sus obsequios son sencillos.

Los obsequios de los reyes son: mirra como símbolo de la muerte, del entierro y de la amargura; incienso como símbolo de la resurrección, de la ascensión y del desasimiento; y el oro como símbolo de la unidad y de la autorrealización.

Los reyes pierden la estrella justo antes de llegar a la meta. Según una leyenda eran los pastores los que les enseñaron el camino. Parece que con las meras potencias tic la razón y de la magia no les es posible alcanzar la meta. Tienen que dejarse conducir por las potencias del corazón. Los signos son: la estrella para los reyes -seguramente se trataba de una conjunción de Jupiter y Saturno- y el ángel para los pastores. El ángel les dice de forma muy concreta donde encontrarán algo.

La representación del belén es una imagen del alma. Se juntan en ella todos los aspectos del cuerpo humano y de su alma. José, junto con los pastores, simboliza el cuerpo, pero María es la imagen del alma, y los reyes la de las potencias más elevadas del alma.

El texto más abstracto del relato de la Navidad figura en el Evangelio de Juan. La luz vino a la oscuridad, pero ésta no la recibió. Este relato constituye al mismo tiempo el relato de la creación. Lo que ocurre en la Navidad es una analogía de lo que significa la creación, la caída del hombre y la salvación. Cuando Dios se encarna, muere en su divinidad y entra en la cárcel del mundo, en la cárcel de la carne y de la forma. El relato de la Navidad es el relato de la muerte de Dios, y la Pascua el relato del nacimiento de Dios, para retornar a su mundo.

En el momento en que Dios se convierte en mundo, la luz se fracciona. Dios, como unidad, se fracciona en el mundo, se abre como un abanico y queda muerto. Con ello se ha derramado el espíritu en la materia, pues la materia es espíritu condensado. El espíritu, pues, se ha concentrado en la materia y la unidad anterior ha quedado quebrada en la dualidad. El individuo abandona la unidad de la consciencia (del paraíso) y llega a la diferenciación, queda enredado en "maya".

Así que el Principio del Espíritu entra en el mundo, en la cárcel de la forma. Esto es un suceso interno del universo. Con ello, lo divino cede sus derechos al soberano del mundo. La luz tiene que ser liberada en la materia, pues la vida tiene que encontrarse en la forma. María tiene que asumir la responsabilidad de la gestación con el fin de alumbrar la luz para el mundo.

La energía debe buscarse en el chakra más inferior, en el establo, pero la oscuridad no la comprendió. De modo que la Navidad nos invita a realizar la luz en la noche más oscura, en nuestro lugar más tenebroso.

La Navidad es una fiesta completamente actual y, por ello, no es una mera fiesta conmemorativa. Es un proceso que tiene que repetirse cada año. Tenemos que convertirnos en el establo en el que nacerá el niño Jesús.



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Luis Antonio Azócar Bates

Matemático y filósofo

 medida713@gmail.com

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