A un año del Programa de Recuperación, Crecimiento y Prosperidad: ¿Qué es de la vida de El Petro?

Desde hace meses me he abstenido deliberadamente de hacer análisis y publicaciones en materia económica, principalmente porque consideré conveniente darle suficiente tiempo al así llamado Plan de Recuperación, Crecimiento y Prosperidad Económica lanzado por el gobierno nacional el 20 de agosto de 2018, hace ya un año, para poder evaluar con propiedad sus resultados.

En un artículo publicado en 15yultimo.com, intitulado: "El Plan de Recuperación Económica necesita Recuperación", expuse con detenimiento mi opinión acerca de los resultados alcanzados por dicho plan en sus 100 primeros días de vida, llegando en ese momento a la conclusión y afirmando públicamente en consecuencia que el plan había fracasado debido a que no pudo impedir el avance inexorable de la inflación, el desabastecimiento y la devaluación. Y además celebré que después de tres meses restringiendo los bonos del Carnet de la Patria con el objetivo de lograr la "disciplina fiscal" y la meta de un "déficit fiscal cero", el Ejecutivo Nacional haya comprendido que esa meta, derivada de la asunción a pie juntillas de la Teoría Monetarista de la Inflación, es incompatible con la estabilidad social en una población severamente sometida a graves carencias materiales. En consecuencia, el gobierno optó por reanudar la política de subsidios directos expansiva de la masa monetaria en circulación que, a mi juicio y en franca contradicción con la Teoría Monetarista, no es el factor determinante de la inflación, dado que la verdadera causa se encuentra del lado de la oferta. Es la caída severa de la oferta de bienes y servicios lo que determina que los precios suban, porque no hay por ello mismo los bienes y servicios suficientes para satisfacer la demanda. Además, no hay suficiente competencia en nuestra economía para contrarrestar el poder monopolista de fijación de precios.

Y ambos factores, la escasez de oferta y la alta concentración económica en los circuitos que abastecen los anaqueles de bienes industrializados, solo pueden contrapesarse mediante la inversión y la democratización de la producción. Si no hay inversión, no hay aumento de la oferta, y si no hay democratización de la producción, no hay competencia que mitigue la voracidad inflacionista de los monopolistas.

Bueno, en realidad sí existe otra forma de contrapesar la escasez de oferta y la fijación monopolista de precios… la renta petrolera; gracias a la cual la oferta de bienes y servicios aumenta por la vía de las importaciones (no porque se produzcan internamente en el país), y los monopolios no pueden subir los precios ilimitadamente porque el Estado inunda el mercado con bienes importados baratos que obligan a los monopolios a ser competitivos en precio.

Es natural que esa visión alternativa de la inflación y sus factores determinantes no sea compartida por los monetaristas, ni por los neoliberales ni por los monopolistas, pues coloca la responsabilidad de la crisis económica sobre sus hombros. En primer lugar, los monetaristas, con su propuesta de restringir la liquidez monetaria en circulación, son los culpables de la dramática caída en la demanda de bienes y servicios y, en consecuencia, de la severa recesión económica en que nos encontramos inmersos, además de ser los causantes del congelamiento del salario real y los beneficios sociales, que aumentan las penurias del pueblo venezolano hasta niveles insostenibles debido a la dramática caída del poder adquisitivo.

En segundo lugar, los neoliberales, con su propuesta de eliminar por completo la intervención del Estado en la economía, dejando al laissez faire de la mano invisible del mercado la responsabilidad de invertir y diversificar la economía. Son ellos los culpables de que el gobierno, en la creencia de que existe una "burguesía revolucionaria", un empresariado genuinamente comprometido con el desarrollo del país, siga pensando a estas alturas de la crisis económica, que el sector privado es el que va a acometer las inversiones y diversificar las actividades productivas que requiere nuestra economía. Y de ahí la pertinaz insistencia en hacer llamados y convocar permanentemente a los capitalistas criollos y extranjeros para que inviertan, para que exporten, para que alimenten con el fruto de su esfuerzo la oferta de divisas en el mercado cambiario nacional. Nada de lo cual, evidentemente, ha ocurrido ni va a ocurrir en Venezuela. No porque no exista "confianza", el manido argumento neoliberal salvaje para explicar todo lo que ocurre en la economía y justificar además su patética falta, precisamente, de condición revolucionaria, es decir, innovadora, visionaria, transformadora, progresista, patriota.

Con ello ocultan la verdad, la simple y cruda verdad: la falta de inversión productiva en Venezuela, ahora como antes, se debe a la escasez de renta petrolera que el Estado pueda asignar a manos llenas y barata a los empresarios privados que, al recibirla de ese modo, entonces sí invierten (aunque no gran cosa, por cierto, según lo demuestran las series históricas de Formación Bruta de Capital Fijo del Sector Privado) y, con ello, elevan la oferta de bienes y servicios en el país.

Es, por ende, la caída de la renta petrolera lo que en última instancia explica perfectamente la inflación, el desabastecimiento y la devaluación; es decir, los tres flagelos contra los cuales se propuso hace ya un año luchar el Programa de Recuperación, Crecimiento y Prosperidad Económica y en cuyo empeño, sin lugar a la más mínima duda, ha fracasado estrepitosamente; entre otras cosas, aunque principalmente en mi criterio, porque en la médula misma de ese plan económico, su mero meollo, está la creencia ciega de que restringiendo la liquidez monetaria en circulación se logrará abatir esos flagelos, esos tres demonios que andan desatados y enloquecidos en nuestra apabullada economía.

La renta petrolera es tan, pero tan determinante que también explica por qué funcionan los controles de precios en un momento dado y por qué no lo hacen en otro momento. Cuando la renta petrolera es abundante, las importaciones del Estado fuerzan a los monopolios a mantener precios bajos o al menos accesibles, que es la verdadera razón por la cual los controles de precios adoptados en esas épocas de bonanza petrolera aparentan funcionar. Se trata de una mera casualidad. La feliz circunstancia de que durante los controles de precios hay renta petrolera abundante y los precios realmente se mantienen estables gracias a ésta, no a aquéllos. También es cierto, como cabe esperar, que cuando disminuye la renta petrolera más allá de cierto límite, los precios comienzan a subir por esa causa y entonces los controles de precios aparentemente dejan de funcionar, que si porque ya duraron demasiado tiempo, que si porque la intervención del Estado en la economía es un desastre, que si porque los controles de precios atentan contra la "confianza"… y pare usted de contar.

Me recuerda el comportamiento ritual en animales, bien estudiado por la Etología o ciencia del comportamiento animal. En experimentos con aves, se ha demostrado que cuando se les suministra alimento de manera totalmente aleatoria, las aves tienden a asumir secuencias de movimientos que previamente han asociado con la circunstancia de recibir alimento. Si el ave, justo antes de recibir alimento, ha inclinado la cabeza tres veces y dado una vuelta sobre sí misma, por ejemplo, tenderá en lo adelante a inclinar la cabeza tres veces y dar una vuelta sobre sí misma de manera repetitiva y recurrente, es decir, una conducta ritual. Evidentemente, el ave espera con ese comportamiento tener la fortuna de obtener alimento nuevamente. Es como si el ave "explicara" la obtención de alimento "por causa" de su propia conducta ritual. Los experimentos de conducta animal son fascinantes.

Es evidente que el ave no recibe alimento en virtud de su conducta ritual, sino por otra causa completamente distinta y fuera de su control (la voluntad caprichosa del investigador). Pues bien, la adopción o eliminación de controles de precios no tiene ningún efecto causal sobre los precios de los bienes y servicios en la economía venezolana, pues la causa es otra completamente distinta, a saber: la disponibilidad o no de renta petrolera. Así de simple. Un principio fundamental de la filosofía de la ciencia reza que por regla general la explicación más sencilla es la verdadera.

Muchas veces los hacedores de políticas públicas no se diferencian de las aves en cuanto a la adopción de conductas rituales, dando "explicaciones" de fenómenos como la formación de precios "por causa" de la adopción o no de controles de precios o del aumento o disminución de la liquidez monetaria en circulación… y en tales casos están más perdidos que el hijo de Lindbergh. Tanto como un ave inclinando la cabeza tres veces y dando una vuelta sobre sí misma, en la esperanza fatua de que con eso obtendrá alimento caído del cielo.

Algo parecido ocurre con los controles de cambio, cuando la verdad es que la estabilidad de la moneda en el mercado cambiario venezolano no tiene nada que ver con el sistema de asignación de divisas que el gobierno decida adoptar en un momento dado, sea la total libertad cambiaria –como es el caso ahora mismo- o sea mediante un control de cambios en cualquiera de sus variopintas modalidades. Lo cierto es que la estabilidad de la moneda depende de la renta petrolera. En la medida en que haya abundante renta petrolera, habrá abundantes divisas con las que alimentar la oferta del mercado cambiario y, por ende, se logra satisfacer la demanda de divisas, lo que obviamente tiene el efecto de mantener estable el precio de la divisa, es decir, el tipo de cambio. Cuando la renta petrolera disminuye por debajo de cierto límite, el tipo de cambio comienza a subir.

No es por lo tanto la falta o el exceso de severidad en la aplicación de los controles de precios y los controles de cambio lo que determina la inflación, el desabastecimiento y la devaluación, sino la mayor o menor oferta de divisas en el mercado cambiario que, en nuestro país, proviene de manera casi exclusiva del desempeño económico de una única empresa, que además es pública: PDVSA.

Así que tanto los defensores como los detractores de los controles de precios y los controles de cambio han estado siempre equivocados. Aunque el control de cambios sí debería ser determinante para prevenir la fuga de capitales y la caída riesgosa de las reservas internacionales, pero los hechos han demostrado una y otra vez que no son efectivos para tales efectos, principalmente debido a la corrupción y falta de transparencia. Así que tampoco sirven para lo que sí deberían servir. Y digo esto porque para estabilizar el tipo de cambio no sirve el control de cambios más de lo que le sirve a un ave inclinar la cabeza tres veces y dar una vuelta sobre sí misma para obtener alimento.

Pero volvamos al Plan de Recuperación, Crecimiento y Prosperidad Económica. Recordemos que el mismo se planteó las siguientes diez líneas estratégicas:

  1. Establecer el equilibrio fiscal y tributario.
  2. Crear nuevas políticas cambiarias.
  3. Defender el salario de la clase trabajadora.
  4. Estabilizar los precios de los productos.
  5. Incrementar la producción.
  6. Aumentar ingresos del país en divisas extranjeras.
  7. Estabilizar y expandir el petro.
  8. Optimizar el sistema de transporte en el país.
  9. Consolidar el sistema de protección social del pueblo.
  10. Plan de ahorro nacional en oro y en petros.

A un año de haberse instrumentado este plan, con la enorme cuota de sacrificio que ha representado para el pueblo venezolano en términos de su poder adquisitivo, podemos con absoluta certeza concluir y en consecuencia afirmar que solo se logró uno de esos objetivos: Crear nuevas políticas cambiarias, dado que en efecto se creó una nueva política cambiaria, pues se eliminó el control de cambios y se sustituyó por el libre mercado. Aunque ello no significa absolutamente nada a efectos de la estabilidad de la moneda, como ciertamente ha quedado demostrado en los hechos, muy particularmente en las últimas tres semanas a lo largo de las cuales el tipo de cambio se duplicó y eso que ya no hay control de cambios.

Por cierto, son para coger palco las variopintas explicaciones rituales que los archienemigos del control de cambios están dando ahora sobre por qué la eliminación de ese control no ha logrado abatir la inflación, ni aumentar el abastecimiento ni frenar la devaluación de la moneda. Después que nos vendieron esa propuesta como la solución mágica a la crisis económica, ahora no saben por qué el inclinar la cabeza tres veces y dar una vuelta sobre sí mismos no sirve para conseguir alimento caído del cielo…

Eso ocurre porque no es el sistema de asignación de divisas a la economía el factor determinante del tipo de cambio, sino la mayor o menor oferta de divisas en el mercado cambiario que, en nuestro país, depende directamente de la renta petrolera aportada por PDVSA. Como el sector privado no aporta divisas a la economía (un hecho dramático no bien ponderado en la opinión pública en cuanto a sus insólitas repercusiones para nuestra economía) y como el Estado ya no puede aportarlas como antes por culpa de la escasez de reservas internacionales (determinada entre otras causas por la decisión de haber pagado 70.000 millones de dólares en servicio de la deuda externa entre 2014 y 2016, con lo cual ni siquiera se evitó ser declarados por Washington como una amenaza inusual y extraordinaria en 2015, y por no haber ahorrado durante la época de vacas gordas lo que ahora nos hace falta en esta época de vacas flacas) y por culpa de la debacle que ha ocurrido en PDVSA, determinada a su vez por errores cometidos por la alta gerencia, por la corrupción y por el bloqueo financiero y operacional orquestado desde Washington, el resultado es una severa restricción de la oferta de divisas en el mercado cambiario nacional y, por ende, una escalada pertinaz del tipo de cambio.

Ese fenómeno, indiscutiblemente, se ve agravado aún más por el impacto que tienen los portales web de información del tipo de cambio paralelo a los cuales todos los agentes económicos, sin excepción, les profesan ferviente credibilidad y validez, pero cuyos dueños manipulan, a veces incluso de manera burda y groseramente evidente, la cotización de la moneda, persiguiendo con ello dos objetivos: obtener jugosas ganancias de arbitraje y, al mismo tiempo, desestabilizar la base social de apoyo al gobierno bolivariano.

Por cierto que las jugosas ganancias cambiarias no son privativas de los dueños de esos portales web, pues son muchos quienes se lucran de esa actividad francamente criminal: comerciantes, empresarios, inversionistas, boliburgueses advenidos a esa condición por obra y gracia de la corrupción, entre otros.

En fin, incluso si la Teoría Monetarista de la Inflación fuese verdadera, el fenómeno del surgimiento y expansión gradual de la Liquidez Monetaria Paralela, estaría dando al traste con la política monetaria y fiscal restrictiva adoptada por el BCV desde el 20 de agosto del año pasado. No importa que no haya bolívares suficientes para poder comprar divisas a un tipo de cambio muy elevado, pues la divisa se está utilizando directamente como medio de pago y, por ende, está circulando en la economía con ese carácter. Y como también es una unidad de cuenta, su valor relativo al bolívar puede incrementarse como tal unidad de cuenta (valor referencial entre el bolívar y la divisa = tipo de cambio) incluso pese a que no haya suficientes bolívares en circulación, pues ahora hay divisas en circulación (o sea, liquidez monetaria paralela).

Y ese fenómeno también explicaría, adhiriéndonos a las categorías monetaristas, la inflación en divisas que también se ha venido observando a raíz de la adopción del Plan de Recuperación, Crecimiento y Prosperidad Económica, es decir, que el dólar cada vez vale menos en términos de poder adquisitivo en la economía nacional, incluso aunque los precios regionales en dólares sean menores, porque las dificultades financieras y logísticas para importar, entre otras razones por las sanciones unilaterales impuestas desde Washington, impiden que afluyan los bienes y servicios más baratos en dólares desde otros países de la región y que ahora son más caros en dólares acá en Venezuela.

¿Y, a todas estas, qué es de la vida del petro? Otro fracaso estrepitoso.

Sus objetivos explícitos eran fortalecer el bolívar, es decir, detener la devaluación e incluso revertirla, respaldando el valor de nuestra moneda en la riqueza petrolera y atrayendo divisas hacia el mercado cambiario nacional; así como proveer un medio para sortear las sanciones en el sistema financiero internacional, particularmente en el sistema de transferencias interbancarias Swift, es decir, un medio para poder hacer pagos internacionales sin pasar por el Swift y con ello sortear las dificultades para el normal desenvolvimiento de nuestro comercio exterior.

Huelga decir que ninguno de esos objetivos se logró. Cuando un proyecto no logra sus objetivos, se declara fracasado. Punto.

Aquí tuvieron que ver también una combinación de factores. Por una parte, las sanciones impuestas por Washington directamente contra el petro, impidiendo que el mismo pudiera cotizarse libremente en las exchanges de criptomonedas, aunado al intento infructuoso de contrarrestar ese impedimento por la vía de utilizar "caminos verdes" principalmente en países del bloque euroasiático, como Rusia, China, India, Turquía, etc.

Por otra parte, las contradicciones insalvables en la concepción e instrumentación del petro. Los cambios sucesivos en el White Paper, que le restaron credibilidad en el mercado. El respaldo en petróleo no comercializable (petróleo yacente en el subsuelo) con una garantía de valor mínimo o piso por parte del Estado que no es canjeable ni negociable en mercados secundarios. La dualidad de valores oficiales del petro. La falta de un mercado secundario donde negociar el petro. La falta de un valor de mercado del petro con base en la oferta y la demanda. La incongruencia en la estrategia a seguir para que ese eventual valor de mercado del petro se sostuviese en el tiempo. La falta de atractivo como inversión rentable. Entre otros muchos.

Todo eso confluyó para que el petro no se concretase como un activo financiero con valor de mercado que resultase atractivo para los inversionistas y, por ende, que pudiera ser competitivo frente a otras criptomonedas y, principalmente, frente al dólar como reserva de valor preferida por los venezolanos. Tampoco se concretó como una divisa, ni como un medio de pago en la economía interna, ni como una "stable coin", ni como nada.

Al día de hoy, el petro, después de haber sido calificado por la agencia Dagong, la calificadora de riesgo más influyente de China, como una "genialidad financiera", no es más que el hazmerreír del mundo de las criptomonedas. ¡Qué indignante decepción!

Quizás estoy siendo demasiado severo en mi crítica, pero en lo personal defendí tanto y aupé públicamente al petro con tanta esperanza y convicción, tanto en los medios de alcance nacional como en los de alcance internacional, que ver en lo que quedó convertido o, al menos, lo que apenas representa en este momento, es francamente decepcionante. Ojalá pueda abrirse camino en medio de tanta maraña incomprensible en su instrumentación y llegar a encontrar ese destino de genialidad al que siempre estuvo llamado.



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La fuente original de este documento es:
15 y Último (http://www.15yultimo.com/2019/08/21/a-un-ano-del-programa-de-recuperacion-crecimiento-y-prosperidad-que-es-de-la-vida-de-el-petro/)



Luis Enrique Gavazut

Coordinador del Movimiento de Batalla Social Punta de Lanza. Director Ejecutivo de la Fundación Punta de Lanza. Coproductor del Programa Radial "Trinchera del Poder Popular". Productor Nacional Independiente No. 26.292. Investigador Independiente en Ciencias Sociales y Consultoría desde 1990.

 luisgavazut@yahoo.com      @gavazutcandanga

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