Coge tu tanque azul

Desde el principio esta propuesta ha expelido un fuerte olor a guiso. Alguien debe estar detrás azuzando este jugoso negocio. Y Nicolás en su inocencia, credulidad, torpeza, ignorancia o todas estas juntas, ha mordido el anzuelo, no, más bien se ha tragado el cuento de los benditos potes azules.

Alguno de sus allegados, de su círculo más íntimo, poseedor de la infraestructura y la maquinaria para producirlos, o cualquiera con los contactos necesarios para proveerse de los dólares preferenciales necesarios para importarlos, como tenaz mosquito le zumba pertinaz y descaradamente la genial idea a Nicolás.

El problema del suministro de agua potable ha sido un inconveniente habitual en buena parte del país pero, producto del ya legendario apagón que dejó en tinieblas por casi una semana a la mayor parte de Venezuela -y que se repite cada vez que se le viene en ganas a quien quiera sabotear el sistema eléctrico nacional sea esta una iguana, un rabipelao, un francotirador o un pulso electromagnético proveniente de Alfa centauri-, se ha agudizado hasta hacerse insoportable.

Tambaleante, intermitente, renqueante, con fallos constantes y persistentes la electricidad regresó y un grito de alivio resonó en el ambiente: ¡volvió la luz!

¡Y la luz se hizo!, por lo que entonces se tornó más evidente la ausencia algo aún más importante que alcanzar la "iluminación"… ¡El agua!.

La población venezolana, concentrada en la cáscara costera del país, depende para su abastecimiento de fuentes de agua que cada vez resultan ser más escasas e insuficientes. El suministro de agua dulce se sirve de manantiales muchas veces lejanos y más bajos geográficamente que la ubicación de sus destinatarios, por lo que el sistema debe ser motorizado, impulsado cuesta arriba por un procedimiento de bombeo que necesita de un fluido eléctrico constante, eficiente y confiable.

Cuando la electricidad falló dejó de funcionar el suministro de agua y a la mayoría de las personas -es cierto-, no les llegó nunca más ni una gota de agua. Sin luz no funcionaron más los motores de bombeo del sistema hídrico nacional, pero también dejaron de hacerlo los hidroneumáticos y los motores de los tanques en los que almacenan agua los edificios y las viviendas de muchos compatriotas.

Mientras Nicolás repetía en cadena nacional la tesis de que lo ocurrido contra el sistema eléctrico nacional había sido ocasionado por "un ataque cibernético, electromagnético", las calles de nuestras ciudades se iban poblando de personas que como zombis macilentos garrafa en mano intentaban abastecerse de agua.

¡No llega ni una gota de agua!, se escucha exclamar frecuentemente a los vecinos, además de vociferar ciertos improperios contra el gobierno que resultan difíciles de repetir sin atentar contra la moral y las buenas costumbres.

Ríos, riachuelos, cañadas, torrenteras, chorritos, intentaron acallar el desamparo de los grifos. Esta orfandad acuosa pobló de baldes, bidones, pipas y otros envases las orillas de acequias, cunetas y arroyuelos que, de las estribaciones de cualquier cerro afloraban cantarinas atrayendo las miradas de los sedientos habitantes.

El líquido acumulado en los huecos mal tapados de las calles, los borbotones de las tuberías rotas y hasta el muy contaminado río Guaire han tenido el protagonismo inusitado que la sed colectiva les otorga. Sed no calmada ni por el acuoso mandato de un "Presidente interino" diluido en las divagaciones clásicas de un muchacho -tan prepotente como bobo-, que es incapaz de notar que es una pieza menor en el engranaje de las conspiraciones, que además es tan torpe que solicita la invasión de su propia patria y cuyo acuífero discurso no ha "calado" ni entre sus propios seguidores, dejando un anegadizo y resbaloso estero de babas.

Lejos de estar preocupados por la potabilidad del agua recolectada e ignorantes de si el líquido en sus recipientes era apto o no para el consumo humano, la gente que lo que quería era beber y asearse se proveyó para suplir sus necesidades de cualquier fluido, aunque este no fuera "incoloro, inodoro e insípido". Cualquier chorro que les permitiera aprovisionarse era bienvenido.

Las personas en su desesperación han quedado expuestas a las bacterias, virus y parásitos que pueden proliferar en estas aguas, amén de a otros agentes biológicos o de sustancias químicas que pudieran encontrarse disueltas allí, convirtiéndose esta circunstancia en un problema de salud pública que pudiera alcanzar dimensiones de catástrofe.

Mientras tanto, la necesidad o la crisis -como sea-, han sacado a relucir lo peor de nosotros mismos y es así como vemos a inescrupulosos acarreando bidones de agua negruzca para vendérselos por cantidades exorbitantes de bolívares soberanos o hasta de monedas extranjeras, a ancianos u otras personas vulnerables ante una contingencia como la actual.

Este suministro irregular se convierte en una bomba de tiempo que pretende ser paliada con otra jugada de esas que le hacen a uno pensar si los asesores del gobierno realmente son opositores infiltrados, si es que padecen de algún tipo de retraso mental o si es que la ambición, las ganas de hacerse rápidamente de unos reales, el hambre de desembarazarse de una vez y para siempre de la pobreza los enceguece.

Ahora le han aconsejado al Presidente que provea de pipotes azules a los hogares venezolanos, sin entrar a considerar los inconvenientes que esa medida acarrea.

Al talento que le recomendó esta genialidad a Maduro se le olvidó que igual estos depósitos deben ser llenados con un agua que en la actualidad casualmente es lo que no existe. Dejó de lado el genio el hecho que estos receptáculos plásticos necesitan de un mantenimiento muy particular, pues en ellos se generan grandes colonias de algas que de no ser extraídas terminarán succionadas hacia las tuberías -por las que confiamos, algún día volverá a salir agua potable-, obstruyéndolas.

El consejero ocultó por completo el hecho de que estas vasijas tarde o temprano se convertirán en criaderos de zancudos vectores de dengue, zika, chikungunya, malaria, paludismo y otras tantas enfermedades hídricas que, en estos tiempos de crisis por más sintomático que sea su tratamiento, acarrearán gastos onerosos a las familias cuyos presupuestos ya golpeados no les alcanza a veces ni para pagarle a los del camión cisterna que le proporciona paliativamente "el vital líquido" además de poner en riesgo hasta sus vidas. Mientras Nicolás anuncia ésta "medida", la gente mira acezante hacia el cielo e implora que aparezca la lluvia y se llenen los embalses antes de que el enchufado que propuso lo de los potes azules se meta la pelota de reales y se llene los bolsillos.

¿Ustedes se imaginan a las personas que viven en edificios altos, digamos en un vigésimo piso, sin servicio de electricidad, agotados después de culminar su jornada laboral acarreando agua escaleras arriba?, piensen en los viejitos que viven solos en sus casas porque sus hijos han abandonado el país en búsqueda de mejores oportunidades, tratando de realizarle mantenimiento al bendito contenedor azul instalado en el techo de sus viviendas, ¿no hay nadie quién le diga a Nicolás los problemas que está generando con su brillante ocurrencia, nadie quién le advierta del embrollo que creará su solución?.

Con toda la buena fe del mundo colocada en esa acuática propuesta y suponiendo que en promedio las familias venezolanas tengan tres integrantes, y a cada una de ellas se les entregue un cubilete azul, serían unos diez millones de criaderos de zancudos, jejenes, cucarachas de agua, "ranas saltarinas", ratones ahogados, etcétera, instaladas en nuestros hogares… la nube de insectos zumbadores ennegrecerá el cielo patrio durante todo este "periodo especial" como una más de las plagas bíblicas.

La solución a largo plazo está en optimizar el cuantioso potencial hídrico con que cuenta el sur de nuestra patria, en canalizar y enviar hacia los centros poblados del centro y el norte costero ese caudal inmenso que se derrama por las compuertas de Guri. Mientras tanto reparar las bombas estropeadas, parchar las tuberías dañadas, invertir en grandes depósitos -como esos inmensos tanques de concreto que hoy se encuentran vacíos y abandonados-, construir nuevos embalses, resultan tareas más sensatas que las de proporcionar a cada hogar venezolano un gigantesco problema azul. Entonces, saliéndole al paso a esta oferta-guiso tan tentadora, mejor le decimos a Nicolás como dicen en oriente: ¡"Coge tu tobo y tu pescao y te vas pa’ otro malecón"!



Esta nota ha sido leída aproximadamente 1708 veces.



Carlos Pérez Mujica


Visite el perfil de Carlos Pérez Mujica para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes:

Comparte en las redes sociales


Síguenos en Facebook y Twitter



Carlos Pérez Mujica

Carlos Pérez Mujica

Más artículos de este autor