Acepto colocarlo en mi contrato

Capital es una palabra latina que denota cabeza. Por eso la capital es la ciudad donde se encuentra el Jefe de Estado, y la pena capital la terrible sentencia que aplica como castigo decapitar pero, por lo horrible del hecho, se acepta como una acepción de la pena de muerte con otros mecanismos menos morbosos pero igual de infaustos.

El uso de la raíz de la palabra capital en los pecados capitales, nos dan una idea vaga de algo grave, pero lo cierto es que los pecados capitales son llamados así porque provienen del pensamiento, y aunque nadie peca cuando piensa por mas morboso que se sea, el pecado capital es un vicio que te lleva a cometer otros pecados físicos, como matar por ejemplo. Los pecados capitales son: la lujuria, la gula, la avaricia, la rabia, la flojera, la envidia y el peor de todos, la soberbia.

En referencia al dinero, un capital es una cantidad que funda una empresa, es decir un dinero que por no estar comprometido (plata que te sobra) sirve de respaldo para asumir o iniciar un negocio, así entonces, el capitalismo, etimológicamente, es una doctrina o tendencia que promociona al capital.

Si la palabra capitalista no denigra ni es vulgar ¿Porque será que a sus promotores no les gusta decir “soy capitalista”? al punto de que evitan ser señalados como tal en público. Tan fea debe ser su acepción moderna que los capitalistas detractores del socialismo tratan de desprestigiar al socialismo signándolo como capitalismo de estado.

El capitalismo como sistema económico emergió en el siglo 16 en Inglaterra, por evolución del feudalismo. Surge de manera espontánea, tal vez en una transición lenta y progresiva. De hecho el feudalismo todavía existe, lo podemos apreciar transfigurado en el latifundio de hoy, claro, sin reyes, caballeros andantes, princesas ni dragones.

A partir de los años 1500, los europeos se enteraron de que el mundo continuaba más allá de los mares. America, Oceanía, y el lejano oriente territorios que por lo infinitamente grandes para la época y con recursos naturales deslumbrantes dejaron de lado la avaricia de acumular tierras y condujo a los grandes señores y reyes a comercializar oro, plata, caucho, perlas, cacao, algodón, pieles, telas y, lamentablemente, esclavos.

El volumen y la diversidad de aquel comercio con productos exóticos del nuevo mundo, cuyo objetivo principal consistía en intercambiar bienes en lugar de producirlos, obligó a crear sistemas monetarios y a representar la riqueza en números seguidos de una variable (por ejemplo 2 libras, 2 pesetas, 2 dólares) y a crear sistemas de acumulación, en donde quien acumulaba mas dinero terminaba por ser quien mandaba. Es así como el mas “afortunado”, por lo de la fortuna material y no siempre por la suerte, terminó por reinvertir el dinero que le sobraba, creando empresas, convirtiéndose en “empresario” y colocando como fianza su dinero en lugar de su cabeza, en negocios que podrían dar o no resultados positivos. Tal vez de allí provenga el término capitalismo (esta explicación me la dio el Chuuunior).

Lo cierto es que el capitalismo, en su intención no es malo, tal vez si en su origen, ya que mucho del capital europeo (para no nombrar ningún país en particular) es producto del tráfico de esclavos por colocar como ejemplo lo evidente e irrefutable. Pero hay que reconocer que el capital acumulado estimuló el comercio nacional e internacional, la industrialización y el avance de la ciencia y la tecnología que hoy disfrutamos.

Las desviaciones del capitalismo se inician cuando se convierte en sistema para la reproducción del dinero en lugar de los bienes y sustituyendo el valor de las cosas por un precio de venta que compense o sostenga gastos no necesariamente relacionados con el bien vendido. Suena complicado, pero es de más de sencillo. Ejemplo: Si vendo empanadas, ¿cuantas empanadas debo vender para pagar las acciones del club, o el seguro de la camioneta 4x4 que uso para trasladarme dentro de una ciudad totalmente asfaltada?, cálculo sencillo, sin complicaciones. Pero la cuenta no cuadra cuando no tengo capacidad para producir la cantidad de empanadas que debo vender, y termina de explotar, cual burbuja de jabón, cuando no hay tanta gente que coma empanadas. El desespero me lleva a dos opciones, o vendo la camioneta y compro un carro mas acorde con mi necesidad (dejemos el club allí, es para la familia) o le subo el precio a las empanadas.

Tal vez el negocio de las empanadas pueda parecer insignificante, pero cambie la escala, el producto, los actores y los bienes y tendrá un problema mundial. Esta desviación del sistema es mas común de lo que parece y, no obedece a las teorías de oferta, demanda, plusvalía, inflación o especulación, es simple y llanamente locura, insensatez que cuando se generaliza y la gente revienta por comer bollitos de maíz tierno hace quebrar al empanadero, o al menos le toca salir de las acciones del club, y reconvertir su negocio de empanadas a bollitos. Por cierto, vi que en PDVAL están vendiendo vinagre MAVESA, que yo sepa la MAVESA es una marca de margarina.



Del ejemplo se desprende que el problema es ético, de valores y de conciencia. No soy economista, Dios me libre, y mis modestos conocimientos en ingeniería en control me dicen que el sistema capitalista siempre se estrella con topes altos y bajos, y son de tal magnitud los porrazos que tiende a destruirse. Esta fuera de control y necesariamente hay que realimentarlo, es decir medir la variable de salida (ingresos) y compararlos con la entrada (inversión, costos, expectativas) para ajustar la ganancia, y todos felices. El dilema es quien mide y realimenta, ¿el mercado?...¿quien es ese?, ¿como hablo con él?. ¿Donde escribo o introduzco o ajusto la ley (ecuación) de control?. La gente anda dispersa, preocupada por otras cosas, cada quien anda en su negocio (a lo mejor vendiendo chicha). ¿Entonces quien regula al capitalismo para que no se autodestruya en cada ciclo?.

La respuesta es fácil, y quizás ya usted la pensó, el estado es quien debe regular ese sistema. Al colocarle el lazo de realimentación y corregir sus desviaciones estaremos en presencia del socialismo, que etimológicamente, es una doctrina o tendencia que promociona a la sociedad.

Las libertades de contratación y la propiedad privada no tienen porque ser contrarias a una planificación democrática. Se puede planificar y controlar mediante un estado eficiente y justo. Necesario es estabilizar la salida del sistema, simplemente bajo una consigna: el bienestar general de la sociedad. ¿Utópico?, si. Pero posible.

Lo que ha ocurrido con las definiciones del capitalismo y socialismo, para mi, simple mortal y promotor del socialismo del siglo XXI, ha sido producto de lo prejuicioso de quien teorizó bajo circunstancias ya pasadas, tal vez no del todo superadas, pero jamás iguales a las de hoy. No lo veremos, pero dentro de 100 años algún historiador escribirá para textos escolares de educación básica, aprobados por los estados nacionales y organismos internacionales, que el socialismo derivó del control del capitalismo, así como el capitalismo del feudalismo, siendo la causa de esa evolución el crecimiento abrumador del tamaño de las ciudades y la necesidad de evitar el colapso del modo de vida y de la especie humana. Tal vez incluya en sus análisis y argumentos como cinco valores del socialismo del siglo XXI: la solidaridad, la fraternidad, el amor, la libertad y la igualdad, redimieron los pecados físicos que causaron la lujuria y la gula, como placeres incontrolados, la flojera de no trabajar y querer vivir de la renta, la avaricia y la envidia de tener dinero en demasía y cosas que en realidad no se necesitan , la rabia de perder el control político, y lo peor de todo, la soberbia de no reconocer las derrotas. Como profesor universitario debo promover al socialismo, acepto colocarlo en mi contrato de trabajo.


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Manuel Gragirena

Profesor Universitario. Ingeniero Electricista. Especialista en Telecomunicaciones. Diploma de Estudios Avanzados en Educación. Ex Sidorista

 manuelgragirena1@gmail.com

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