Universidad para todos (II)

En mi comentario anterior señale que el Dr. Fuenmayor muestra tener una comprensión distorsionada de la historia y de la situación actual de la educación superior cubana. Resalté que contrario a lo que señala Fuenmayor, se han hecho enormes esfuerzos en Cuba por universalizar la educación superior, particularmente notable es el caso de las ciencias de la salud. Por tanto, concluía que las políticas y prácticas actuales en la educación superior cubana no sirven de apoyo al pensamiento segregacionista de Fuenmayor. En este artículo me dedicaré a demostrar que Fuenmayor sostiene unas ideas obsoletas sobre evaluación e inteligencia. Ideas similares sirvieron de sustento al racismo que se extendió por toda Europa y Estados Unidos, el cual llegó a su máxima expresión en programas de esterilización y selección de inmigrantes, y en el exterminio de millones personas.

Los argumentos de Fuenmayor acerca de la inteligencia, aunque obsoletos y pseoducientíficos, deben ser considerados seriamente. Los defensores de la superioridad intelectual de ciertos grupos sobre el resto de la humanidad han hecho mucho daño. Bajo esos argumentos se ha segregado, por ejemplo, a las mujeres y a personas de origen africano por muchos años. Recordemos que la eugenesia sirvió para apoyar políticas de control de inmigración y de esterilización en los Estados Unidos y a la exterminación de miles de personas en la Alemania Nazi. Estos argumentos reaparecen de tiempo en tiempo con un nuevo ropaje.

Antes de entrar en la materia de esta nota, haré un breve comentario sobre los trabajos “científicos” de Fuenmayor en el campo de la educación. No conozco la obra científica de Fuenmayor, ni me interesa conocerla. Me imagino que se destacó en la investigación en las ciencias de la salud y que ha hecho importantes contribuciones en ese campo. Más bien, me interesan sus trabajos en el campo de la educación, porque es en este campo donde está haciendo daño actualmente. Tuve acceso a tres artículos de Fuenmayor escritos en compañía de algunos de sus colegas. Los tres tienen el mismo estilo discursivo. Cualquier novato reconocería inmediatamente que estos artículos no reportan realmente investigaciones, a lo sumo podrían catalogarse como reportes de “excursiones de pesca”. Es decir, tomar unos datos no experimentales. aplicarles unas técnicas elementales de estadísticas y sacar unas conclusiones. ¿Es eso investigación científica? Cualquier experto en psicometría se daría cuenta que en esos trabajos hay unas cuantas concepciones erróneas. Por ejemplo, uno de los argumentos centrales se basa en comparar los resultados en la Prueba de Aptitud Académica (PAA) del año 1984 con los obtenidos en el año 1998, cualquiera con cuatro dedos de frente sabe que esas pruebas no son comparables. Por lo tanto, toda conclusión derivada de esa “comparación” es falsa. Para una crítica detallada de uno de los trabajos de Fuenmayor y sus colegas recomendamos el artículo de Palacios (2002).

El razonamiento usado por Fuenmayor y sus colegas en los trabajos arriba mencionados le lleva a conclusiones sorprendentes. Por ejemplo, en uno de esos trabajos Fuenmayor y sus colegas concluyen que la discriminación en educación basada en el nivel socioeconómico, escuela de procedencia y origen geográfico fue exacerbada por el propio Fuenmayor, al frente de la OPSU, durante los primeros años del Gobierno del Comandante Chávez. Estos investigadores afirman que durante los gobiernos de Acción Democrática y COPEI no había este tipo de discriminación en el ingreso a la educación superior. ¿Qué podemos esperar de las otras conclusiones?
Una declaración del propio Fuenmayor nos muestra su concepción errónea de la investigación científica. Él declaró que “Como todo científico, apoyo mi criterio y mis descubrimientos en el trabajo de otros, que hayan llegado a las mismas conclusiones por las mismas o por otras vías” (énfasis nuestro). Primero, creo oportuno aclarar que no he encontrado ningún “descubrimiento” científico de Fuenmayor en el campo de la educación. Segundo, todo científico tiene una mente abierta, precisamente la ciencia está siempre dispuesta al cambio y en búsqueda de avances. Si los científicos consideraran sólo las investigaciones que “hayan llegado a las mismas conclusiones”, a la Fuenmayor, entonces la ciencia nunca avanzaría y se movería circularmente. En vez de ser ésta una característica de “todo científico”, la descripción que hace Fuemayor se corresponde más bien con la de un fanático religioso.

En conclusión, los trabajos de Fuenmayor en educación nos muestran que las habilidades científicas en un campo determinado de conocimientos no son transferibles a otros campos. Puedo resaltar entonces que las afirmaciones de Fuenmayor no son “afirmaciones científicas” como el pretende hacer ver, éstas a lo sumo son “afirmaciones hechas por un científico”. Lo cual es totalmente diferente. Reitero, no todas las afirmaciones que hace un científico son afirmaciones científicas. Veamos un ejemplo de la medicina, el Dr. Cotton Mather realizó los primeros estudios clínicos con la yuda de técnicas estadísticas en 1721 en los Estados Unidos. Sin embargo, el Dr. Mather se hizo realmente famoso por su participación como inquisidor en los juicios contra las llamadas brujas de Salem. Sus afirmaciones sobre las brujas no tenían nada de científico aunque eran hechas por un científico. La historia de la ciencia está llena de ejemplos de científicos destacados en un cierto campo de saberes que decían disparates cuando opinaban sobre asuntos en otros campos, y muchos de esos disparates condujeron a situaciones lamentables.

Veamos a continuación el núcleo del razonamiento de Fuenmayor, él afirma que:

Primero: “[...] no todos pueden estudiar en las universidades, pues existen “limitaciones” personales que hacen fracasar a quienes las tienen. [...]”

Segundo: “[...] la educación superior, por su complejidad y su finalidad, no está al alcance de todo el mundo. [...]”

Tercero: “Está demostrado que para la enseñanza universitaria se requiere tener una capacidad matemática que no todos tienen. [...]”

Para finalizar, Fuenmayor concluye que quiere una universidad “[...] Que incorpore a todos los estudiantes aptos. [...]” Donde los aptos son aquellos que tiene ese don matemático por él identificado. Los demás quedarán fuera. Veremos más adelante la similitud entre estos argumentos y los de Herrnstein y Murray (1994).

El razonamiento de Fuenmayor, como el de todo segregacionista, es sencillo y apela al sentido común. Según él hay tres razones por las cuales no todos pueden ingresar a la universidad: (a) por la complejidad de la misma, (b) porque hay personas con “limitaciones” y (c) porque no todos tienen capacidad matemática. Esa capacidad matemática la sabe medir Fuenmayor “científicamente” con la PAA. Gracias a esa prueba, Fuenmayor puede saber quienes son los que tiene “limitaciones” para cerrarle las puertas de las universidades, donde sólo entrarían los más aptos. Aquí Fuenmayor se equivoca una vez más. Hoy en día sabemos que no se puede atribuir el éxito académico en la universidad a una sola variable. Eso es equivalente a creer todavía que la orina es una segregación directa de la vena Cava. Además, sabemos que la inteligencia no es unidimensional y que no se puede medir mediante una única prueba. Conocidos son los trabajo de Sternberg (inteligencia triádica) y de Gardner (inteligencias múltiples). Particularmente interesante es el trabajo de Sternberg, el cual ha llevado a redefinir la admisión en muchas universidades de los Estados Unidos y de otras partes del mundo.

Por otro lado, tenemos que las pruebas de aptitud académica no sólo miden una o dos habilidades como cree Fuenmayor. Actualmente hay una tendencia a incluir muchos más componentes. Por ejemplo, el Swedish Scholastic Aptitude Test consta de seis sub-pruebas: vocabulario; razonamiento cuantitativo; comprensión lectora; lectura de gráficos, tablas y mapas; información general; y comprensión lectora en inglés. En la sub-prueba de razonamiento numérico se hace énfasis en la resolución de problemas y en el razonamiento más que en el conocimiento matemático. Esta sub-prueba es una de las que tiene menos peso en la puntuación final.

Volvamos al tema de la inteligencia y de los más aptos. En 1994 apareció el libro "The Bell Curve: Intelligence and Class Structure in American Life" de Herrnstein y Murray. Escogí este trabajo porque Herrnstein estuvo en Venezuela, durante el primer Gobierno de Caldera, dirigiendo el famoso proyecto de desarrollo de la inteligencia. Tal vez de allí venga la afinidad entre las ideas de Fuenmayor y las de Herrnstein y Murray. Recordemos que Fuenmayor fue un alto funcionario en el área de salud del segundo Gobierno de Caldera. Estos autores argumentan, basándose en datos sobre inteligencia, que los afro-americanos son genéticamente inferiores en habilidades y capacidades cognoscitivas que los blancos americanos. Estos argumentos no son nada nuevo. En 1879 Gustave Le Bon, quien fuera discípulo de Paul Broca, argumentaba que las mujeres eran inevitablemente menos inteligentes que los hombres porque su cerebro era de menor tamaño. Le Bon tenía muy claras las implicaciones para la educación de la mujer, según él "El deseo de darles la misma educación, y, como consecuencia, proponer el mismo objetivo para ellas, es una peligrosa quimera" (fuente: Keenan, en http://www.sfu.ca/~wwwpsyb/issues/1996/ winter/keenan.htm). Hoy en día, personas como Fuenmayor, en lugar del tamaño del cerebro como medida de la inteligencia hablan de una supuesta “capacidad matemática”. A la persona que adolece de esa “capacidad matemática” es inútil enseñarle, según Fuenmayor es preferible darle dinero para que se quede en su casa.

En la misma onda, Herrnstein y Murray (1994) afirman que: “El IQ se hace más importante en la medida que el trabajo es más exigente intelectualmente. Para ser capaz de cavar una zanja, uno necesita una espalda fuerte, pero no necesariamente un IQ alto. Para ser un maestro carpintero, usted necesita un nivel un poco más alto de inteligencia junto a la habilidad de sus manos. Para ser un abogado de primera línea, usted mejor que provenga del extremo superior de la distribución cognoscitiva. Lo mismo puede decirse para un puñado de otras ocupaciones, tales como contadores, ingenieros y arquitectos, profesores universitarios, odontólogos y médicos, matemáticos, y científicos” (p. 51, traducción de Julio Mosquera). Vean la similitud entre este argumento y los de Fuenmayor.

Las implicaciones para la educación son muy claras: “(...) ¿Cuánto bien haría incentivar la educación para las personas de bajos salarios? Si de alguna manera el gobierno puede atraer y seducir a los jóvenes para que estén en la escuela por unos pocos años más, ¿se desaparecerá su desventaja económica en el nuevo mercado laborar? Lo ponemos en duda. Su desventaja podría disminuir, pero sólo modestamente. Hay razones para pensar que el mercado ha estado tutelando no precisamente la educación sino la inteligencia” (p. 96, traducción de Julio Mosquera). Fuenmayor sostiene una idea similar. Recordemos que en su artículo donde critica la Misión Sucre, Fuenmayor plantea que es preferible darle dinero a los excluidos que garantizarle acceso privilegiado a la universidad.

En otra parte de su escrito, Fuenmayor afirma que “Toda prueba discrimina. [...] Para eso son las pruebas. [...]”. Con esto nuestro doctor muestra una vez más su ignorancia en materia educativa. Si bien es cierto que los resultados obtenidos por un grupo de estudiantes en una prueba dada pueden ser usados para discriminar, eso no significa que el fin último de las pruebas sea discriminar. El fin de las pruebas es ofrecer información para regular la enseñanza. Las pruebas, como otros instrumentos de evaluación, son valiosas por la información que ofrecen a los educadores acerca de la marcha de la enseñanza. Además, los resultados de las pruebas nos muestran el estado del logro alcanzado por el estudiante en un momento determinado. Por ello, no podemos formarnos criterios absolutos con los resultados de una sola prueba. El educador debe tomar en cuenta los resultados de diferentes aplicaciones de la misma prueba o de pruebas diferentes. Por ejemplo, en los Estados Unidos, el SAT (ahora SAT Reasoning Test) se administra siete veces al año. Los estudiantes pueden tomarlo varias veces y las universidades consideraran como válido aquel en que el estudiante obtenga la mayor puntuación. ¿Por qué la PAA no se administra varias veces al año? No hay ninguna razón pedagógica o científica que no lo permita. La única razón es política. La única razón es que su verdadero fin es limitar el acceso a la universidad.

En este artículo argumento que Fuenmayor sostiene unas ideas obsoletas y pseudo-científicas sobre la inteligencia. Sostengo que hay que tomárselas en serio y atacarlas porque han llevado y pueden seguir llevando a una iatrogenia pedagógica. Argumento también que los trabajos publicados por Fuenmayor sobre asuntos de educación no son más que “expediciones de pesca” y que distan de ser trabajos científicos. Por tanto, los argumentos segregacionistas de Fuenmayor, aunque hay que tomárselos en serio, se sustenta sobre bases muy débiles y psudocientíficas. En el último artículo de esta serie discutiré asuntos relacionados con el Artículo 130 de nuestra Constitución y las interpretaciones que de él hace Fuenmayor.

Referencias

Palacios, J. L. (2001). Apostillas a “La admisión estudiantil a las universidades públicas venezolanas: Aparición de iniquidades” Revista de Pedagogía, 22(64), 341-345. Disponible en: http://64.233.179.104/search?q=cache:m35NUkBndHsJ:www.revele.com.ve/pdf/revista_de_pedagogia/volxxii-n64/pag341.pdf+%22examen+de+admision%22+
universidad&hl=es&client=firefox-a

Herrnstein, R. J. y Murray, C. J. (1994). The Bell Curve: Intelligence and Class Structure in American Life. Washington: Free.

Keenan, J. P. (s.f.). A brief analysis of “The Bell Curve”. Documento en línea. http://www.sfu.ca/~wwwpsyb/issues/1996/winter/keenan.htm

Marsh, S. (1996). The bell curve. http://members.aol.com/Ethesis/mw3/pr5y5.htm


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Julio Mosquera


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