El discurso electoral en Venezuela (I)

Antes de entrar en tema resulta clave destacar la relación de mutua afectación ente las variables o prácticas política y discursiva. Debe subrayarse además que por definición no puede existir una práctica discursiva opositora a secas sin otra a la cual confrontar. Analizar el discurso opositor hoy en Venezuela supone así, necesariamente, deliberar sobre su estatuto como campo discursivo diferenciado aunque permeable, así como sobre la dialéctica misma de su existencia y mutación fruto de la relación de debate con el discurso chavista o neo-bolivariano.   

El discurso opositor recién se ha auto-definido alineado con la centro izquierda; y el segundo (chavista) se ha auto-definido alineado con la izquierda democrática radical popular. Preferiremos usar la noción de práctica discursiva a la de discurso a secas pues en diferentes contextos pero, sobre todo en el perímetro de la política, todo discurso aspira por definición a mediar, incidir, influir o alterar una realidad colectiva prexistente. Así pues, el discurso político no se conforma con ser una traducción de lo real o un agente comentador de un entorno dado. Se plantea más bien constituirse en discurso duro, transformativo, esto es, pragmático, como se dice en jerga lingüística. Es decir, se plantea ser un discurso que postule, instituya y desencadene nuevas realidades. Realidades estas que, a su vez, dialécticamente se suelden con otros discursos, alterando no pocas veces otros campos discursivos en favor de posiciones por definición alineadas con la parcialidad ideológico-política y la clase —o fragmento de clase social— que se defiende.

Pero tan importante como caracterizar y valorar las implicancias de la naturaleza pragmática del discurso político, es decir trasformativa del estatuto y coherencia interna de cada una de las identidades/ sensibilidades discursivas puestas en juego, —y de su calado al interno de un sujeto colectivo, en este caso el electorado— es valorar la correlación de soportes materiales con que cuenta cada enunciador a objeto de vehiculizar e insuflar de visibilidad, legitimidad y autoridad sus respectivas prácticas político-discursivas. Esta afirmación es particularmente tangible en el contexto de una delicada confrontación de clase de carácter histórico librada desde una arena electoral muy específica como es el caso de las elecciones presidenciales a celebrarse este próximo mes de octubre de 2012 en Venezuela.   

Como es de esperar, asistiremos a un proceso que abundará en dinámicas de propaganda y contra-propaganda, de información y desinformación, de comunicación y pseudo-comunicación, así como veremos los más diversos e imaginativos manejos de la encuestología, la cultura y la agitación). No obstante lo anterior, la coherencia interna del posicionamiento discursivo de cada contrincante político y su poder de influjo dependerán entre otros factores de la verisimilitud de que se carguen sus respectivos enunciados. Pero ello dependerá también de la eficacia con que se explote el campo discursivo propio y contrario. Ambos factores serán sin duda dinámicas determinantes en la recepción discursiva y por ende, en la aptitud para construir hegemonía de derecha y contra-hegemonía de izquierda. Dinámica de la que dependerá en buena parte el apoyo en las urnas, especialmente de los sectores indecisos.

A dicho efecto, es clave caracterizar y sopesar la correlación de fuerzas operantes de un lado y de otro de los distintos campos discursivos antagonistas­: el campo opositor y el campo chavista. Campos discursivos en extremo complejos y por definición determinados por el acumulado de fuerzas organizativa y mediática prexistentes en cada lado ―incluyendo los niveles previos de acumulación de fuerzas, unidad y conciencia de clase para sí del pueblo y de la dirigencia, perfil de cada candidato y respaldo corporativo de los movimientos aliados. Representan factores capitales también el estado de ánimo de los respectivos electorados, los niveles de interpelación efectiva de audiencias capitalizados de cada lado (especialmente el rating televisual), el grado de apoyo de instituciones internacionales y la correlación de respaldo / rechazo por parte de otros movimientos políticos o de otros gobiernos de la región, entre otros.

Descifrar el significado de una práctica político-discursiva (esto es lo que dice) y sopesar su significación (es decir, en este caso estimar el capital político-electoral con que cuenta dicho discurso) remite a procesos en extremo complejos aunque necesarios de ser encarados. Hacerlo, por ejemplo, con el discurso de la Mesa de la Unidad, con el de los candidatos postulados a elecciones primarias y ahora con el del candidato de la unidad opositora, Capriles Radonski una vez concluidas primarias es posible sólo a la luz de la dinámica de la confrontación. Hacemos referencia a un discurso polémico de la oposición contra el discurso del comandante/ presidente/ candidato Hugo Chávez y de los voceros nacionales, regionales y locales que lo respalden/ acompañen explícitamente en esta campaña. Desde luego que un discurso fuerte que legitima —o resiente según cada caso los enunciados formulados o por formular por el candidato Hugo Chávez— viene dado por la coherencia interna entre sus postulados y ofertas político-programáticas y las políticas gubernamentales efectivamente implementadas por el gobierno bolivariano, además de por el imaginario pre-existente en Venezuela respecto del poder “omnipotente” del Estado venezolano. Como lo ve Fernando Coronil, un Estado mágico/ petro-dolarizado cuya bonanza bien administrada es capaz de conjurar la enorme deuda social históricamente acumulada.

Dada la nueva centralidad que, particularmente durante la década pasada asumieron los campos discursivos nacionalismo/ bolivarianismo/ refundación de la patria/ nueva emancipación / antimperialismo/ progresismo/ socialismo y del otro lado de la ecuación el campo discursivo legitimador del consumismo y capitalismo de mercado, resulta fundamental asimismo examinar la coyuntura a la luz de la identidad discursiva que tales conceptos han moldeado a fuego en el imaginario social del venezolano.

Construir y afinar un conjunto de prácticas discursivas compartidas con aptitud para armonizar los modos de ser, de decir, de decirse y de imaginarse en futuro, —es decir en utopía— de la clase proletaria y oprimida en su conjunto, incluyendo la porción mayoritaria estacionada en la clase media será sin duda un factor decisorio para sintonizar y poder rearmar la contra-hegemonía junto con dicha clase. Hablamos de una clase culturalmente colonizada durante décadas por cierto imaginario pequeño-burgués de cuño consumista/ pasatista que permanece todavía en buena parte incólume.

Particularmente relevante para efectos electorales resulta considerar que frente a un 29% de pobres recientemente registrados en Venezuela por el Instituto Nacional de Estadísticas (esto decir casi un tercio) registramos hoy un 68% de población acomodada en el estrato socioeconómico mejor conocido como clase media (es decir dos tercios). Referimos a una masa poblacional que agrupa desde la clase media-baja asalariada (obreros calificados, maestros, profesores, vendedores) la clase media-media (abogados, ingenieros, médicos, arquitectos) hasta la clase media-alta, generalmente propietaria de pequeños negocios (regentes de tiendas, rentistas de inmuebles, propietarios de pequeñas y medianas granjas, bufetes, etc.). Es de suponer que este imaginario de país acompañado de una oferta utópica pero creíble que concuerde con dicho sector mayoritario en franco ascenso durante esta última década, posiblemente el factor que con más fuerza inclinará la balanza en uno u otro sentido la durante esta próxima justa electoral. Gracias al cielo las encuestas hasta ahora expresan otra tendencia, pero es de patriotas no confiarse. Y mejor es siempre prevenir escenarios que lamentar.

La hasta ahora sistemática conducta de la oposición venezolana de negarse tozudamente a reconocer derrotas en elecciones presidenciales permite prever una conducta semejante caso de no sellar la victoria Chávez con al menos 10 puntos de delantera. Por ello estimamos clave ahondar la reflexión sobre la dinámica de interpelación político-discursiva.

La identidad bi-conceptual del electorado venezolano

Una de las variables teóricas más importantes a tomar en consideración es la categoría de identidad bi-conceptual expuesta por George Lakoff en su libro Puntos de reflexión. Manual del Progresista. Según Lakoff la noción de centro político resulta de asumir como verdad una noción que no es sino una abstracción absurda. No hay posición de centro ni medias tintas en lo relativo a políticas tales como el aborto, la degradación de la naturaleza, los derechos humanos, los derechos de género o los derechos de cuarta generación, entre otros. Lakoff deriva de esta conclusión que la mayoría de las personas somos ―consciente o inconscientemente― progresistas en determinadas asuntos y conservadores en otros.

Concluye de ello que el capital político del ala progresista depende en buen parte de la coherencia y solidez con que se edifique el discurso progresista, evitando caer en la trampa de apelar a los marcos cognitivos que durante las últimas décadas ha construido, apelado y redituado la derecha como resultado de la inversión de más de dos mil millones de dólares en investigaciones para hacer pasar como progresistas las políticas de derecha. Y hacer ver como reaccionarias las políticas y los políticos más progresistas.

Lakoff denuncia las estrategias mediante la cual la derecha estadounidense ha conseguido formatear identidades apelando a desarrollos de punta análisis de discurso político, narratología, sicología social y psicología cognitiva. Uno de sus hallazgos es por cierto que las identidades, incluyendo las identidades colectivas sólo pueden ser efectiva y resueltamente re-formateadas bajo contextos de shock.  Investigaciones demuestran que frente a situaciones límite los sujetos nos hacemos más permeables a modificar nuestros hábitos, creencias y modos habituales de reaccionar. Y nos hacemos mas maleables para asumir y actuar de modos que antes no hubiésemos  ni imaginado. De allí la importancia de suscitar escenarios de pánico colectivo en situaciones electorales en las que el candidato de la derecha no se registra punteando las encuestas.

La política de suscitar campañas de pánico colectivo bajo los argumentos de que A) en diferentes ciudades de Venezuela el gobernó está surtiendo a la población con agua contaminada, B) que hay un "alto índice de raptos de niñas y niños para el tráfico de personas y la prostitución infantil", C) que el gobierno estaría pagando a mercenarios para amedrentar o incluso asesinar al candidato opositor y D) que el ministerio de la cultura estaría tras de una operación de robo y falsificación sistemática de invaluables obras de arte concuerda con la política discursiva de derechas que denuncia Lakoff. El objetivo final de esta campaña es posicionar en mentes y corazones que Chávez y su gobierno son realidades caóticas, agonizantes y en estado ya terminal. Básicamente producto de los extravíos en la administración del Estado y del caos inherente a todos los sistemas políticos socialistas/ comunistas.

Razones de las que hay que convencer a la población para dar y legitimar golpes de Estado

Gabrile Naudé, autor del famoso tratado Consideraciones políticas sobre los golpes de Estado afirma que para propinar golpes de Estado hay que convencer previamente a la población de lo siguiente:  1. “de que todo lo que nace muere, y de que lo que crece envejece” y de que por ende todo Gobierno por más fuerte que parezca, indefectible y naturalmente caerá. 2. Se debe convencer a la población de que “no es preciso remover a todo el mundo para producir los cambios de los mayores Imperios, pues estos ocurren frecuentemente sin que se esperen, o al menos sin que se hagan grandes preparativos”. Y por último, 3. Que “nada opera más profundamente en el ánimo de un pueblo que la superstición” y que por ende, “el pueblo semisalvaje debe ser frenado mediante la religión y con el temor a los castigos…”. La campaña opositora, eficazmente apadrinada por jerarcas de la iglesia católica, según la cual el pueblo de Venezuela no debe acompañar a Chávez en su destino predeciblemente letal no es casual.  Y como la campaña electoral de Capriles está apenas comenzando conviene de-construir sus estratagemas y denunciarlas de forma clara y ante el pueblo.

Un nuevo paradigma en análisis de discurso político

Uno de los hallazgos más relevantes de los nuevos desarrollos en torno a la institución discursiva concluye que el significado de un proceso complejo de enunciación en buena parte se mantiene al margen de la intencionalidad y la comprensión consciente del sujeto enunciador de dicho discurso.

Si adicionamos a lo anterior el elevado carácter imprevisible del voto indeciso en Venezuela que según varias mediciones impactará contundentemente las próximas elecciones, y en especial el voto de los sectores populares, ahondar en el análisis de la institución discursiva en su concatenación con la producción de los imaginarios sociales populares y de sectores medios resulta primordial para un nuevo apuntalamiento en el poder del campo democrático-radical/ popular/ progresista/ pro-socialista.

Desde luego, no hay práctica discursiva efectiva despegada de las prácticas políticas progresistas y socialistas que alimentan en cada fase la lucha de clase en la línea de todo proceso de-colonizador/ emancipador. Sopesar la trabazón entre conciencia de clase efectivamente alcanzada por la mayorías en Venezuela y los imaginarios bi-conceptuales conservadores que fantasean con la oferta que intenta posicionar Capriles según la cual Venezuela debería estar ya sembrada hoy de norte a sur y de occidente a oriente de millares empresas, de empleo para todos, de servicios públicos de calidad y de brillante oportunidades de progreso para todos, y de reconciliación consideramos que no debe ser subestimada. Muy por el contrario creemos que insta a la edificación colectiva, mas que una oferta electoral, de una nueva utopía bolivariana más progresista y más socialista que delinee e identifique los nuevos nortes de conquista política a que se apunta en esta nueva fase 2012- 2017 en términos de conquista de nuevas libertades y oportunidades, superando el enfoque insuficientemente estimulante para algunos sectores de limitarse a seguir haciendo lo mismo que hasta el prsente.

Nuestro comandante revolucionario, dignísimo presidente y ahora candidato a la presidencia Hugo Chávez ha lanzado la palabra de ayudar a avanzar y ahondar cada vez más la construcción/ consolidación del campo revolucionario y socialista bolivariano. Cada cual desde las trincheras en que pueda ser más útil.

Este es el ánimo y el norte que mueve ―y que moverá en lo adelante― nuestros subsiguientes análisis y reflexiones en torno a este espinoso tema electoral.

  

delgadoluiss@gmail.com



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Luis Delgado Arria


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