En las empresas públicas la propiedad sobre los medios de producción (maquinaria, galpones y materia de prima) pertenecen al Estado. El Estado es el dueño que paga el salario de los trabajadores y el que tiene el derecho, como cualquier empresa capitalista, a designar unilateralmente a los directivos y gerentes. Esas empresas públicas pueden ser de dos tipos: estratégicas porque son un pilar para el funcionamiento económico y político del Estado y la sociedad y no estratégicas porque se crean para estimular el desarrollo económico privado o para producir mercancías que de otra manera no le llegarían a la población o le llegarían a elevados precios.
Por su parte, las empresas socialistas suponen la propiedad de los medios de producción en manos de los propios trabajadores de la empresa. Son los propios trabajadores los que designan a los trabajadores directivos, gerentes y supervisores de acuerdo a sus habilidades, valores socialistas y capacidad para mantener y hacer crecer la empresa. En las empresas socialistas los trabajadores pagan su propia remuneración de acuerdo a: los ingresos obtenidos y las necesidades de cada trabajador. Estas empresas no solo producen mercancías para saciar las necesidades de la clase trabajadora (en cantidad de inventario y precios accesibles), sin que también, pagan impuestos al Estado y acumulan capital a fin de producir más y mejor.
De aquí se observa que las empresas públicas no son empresas socialistas. Por el contrario, el hecho de que se la señale como socialista no le da tal carácter. Este carácter solo nace de una práctica socialista en el seno de las relaciones de la empresa donde se elimina la explotación del hombre por el hombre y se procura una perfecta coordinación entre el trabajo de dirección y el de ejecución para lograr la más eficiente producción de mercancías a precio accesibles para la clase trabajadora. En las empresas públicas por su parte se mantiene la explotación del hombre por el hombre.
Sin embargo, en gobiernos socialdemócratas de avanzadas con discurso socialista se da el fenómeno de que las empresas públicas son permisivas al aprendizaje del auto- gobierno de los trabajadores, más por sus débiles sistemas de control y seguimiento que por un verdadero deseo. Ese aprendizaje cumple con algunos elementos de coordinación del trabajo basado en la alineación de directivos, gerentes y el resto de los trabajadores para la consecución de los fines de la empresa; así como, para un trato mas humanitario. Pero, un aprendizaje que una vez brota como control obrero, asusta a los Funcionario del Alto Gobierno, ante la posibilidad de la propiedad socialista. Cuando dicho control obrero brota dichos Funcionarios para evitar la propiedad socialista y justificar sus medidas reaccionarias argumentan que los trabajadores quieren volverse capitalista o que dichas empresas no son de los trabajadores sino del Estado y no quieren reconocer la autoridad del mismo. Toma, entonces, cuerpo la lucha de clase entre trabajadores y burgueses; estos últimos encarnados en los Funcionarios de la pequeña burguesía defensores del capitalismo de Estado.
Sin embargo, los trabajadores no deben perder de vista las posibilidades que ofrecen las socialdemocracias progresistas. Ella en sus contradicciones permite que los trabajadores (la vanguardia revolucionaria socialista) experimente y aprenda a gobernar las empresas públicas; esto es, permiten alinear los intereses y valores del trabajador directivo con el resto de los trabajadores. De aquí que cuando broten experiencias socialista en las empresas pública propongamos su privatización y entrega a los trabajadores o en su defecto se aprovechen estas experiencias para conformar nuevas empresas ahora sí socialistas con la experiencia, la unidad, los valores y la formación que se adquirió en las empresas públicas.
El control obrero, como ejercicio de poder político, dentro de la empresa, apenas constituye la primera fase de una empresa socialista; pero, es una fase que abre las puertas para la construcción de valores socialistas con producción eficiente y conciencia de los trabajadores. El camino es largo; pero, ya hay un comienzo. Aprovechemos estos espacios e impulsemos las empresas socialistas. La vanguardia revolucionaria debe demostrar su nivel de conciencia conduciendo a la clase trabajadora por el intricado camino de la creación de las empresas socialistas. Las palabras convencen pero los hechos arrastran. Viviremos y venceremos, que viva el socialismo, Carajo
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