Campaña naval de Estados Unidos en el Caribe para imponer las drogas químicas sobre las naturales

Y controlar el narcotráfico en toda la cadena de valor con una estrategia integral militar y financiera. 

Una de las características del imperialismo es el obstáculo que impone al desarrollo de medios de producción propios en los países satélites o bajo su dominación. Este principio se aplica tanto a lo legal como a lo ilegal, y tiene por objetivo evitar la aparición de nuevas ofertas y competidores que puedan afectar sus mercados, mermar la ganancia y desplazar su dominio regional o global. De allí surge la división internacional del trabajo: unos producen y otros consumen. Unos tienen industrias y nosotros no tenemos. Esta lógica, válida para la economía formal, se extiende también a la industria del narcotráfico. 

Por otra parte el desarrollo tecnológico y la concentración de la demanda de drogas ilegales en Estados Unidos, que actúa como centro de dispersión,  ha permitido la aparición  de un conjunto creciente de drogas ilegales químicas, diseñadas y producidas en laboratorios, por científicos y tecnólogos de ese país,  con un conjunto de propiedades que las diferencian de las naturales.

Uno de los condicionantes más importantes de las drogas ilegales químicas es que pueden producirse en el propio centro de consumo, Estados Unidos, sin que sea necesario distribuir la ganancia que originan, con los grupos delincuenciales externos, los cuales hasta ahora dominan el mercado y el narcotráfico de drogas naturales. Surgió la pregunta, como desplazarlos?

Hay que señalar también que desde hace tiempo hay  un debate, para desentrañar las causas de la campaña naval de EEUU en el Caribe, ya que no fue nunca fue tan evidente que la motivación inicial de lucha contra el narcotráfico necesitara la movilización de una cuarta parte de la Armada de EEUU, debate que ha permitido llegar a sus verdaderas motivaciones, siendo una de ellas el posible derrocamiento del gobierno democráticamente elegido de Venezuela y de Nicolás Maduro y presionar al resto de los países para que se rindan. 

Sin embargo, siguen asesinando a diestra y siniestra, en el Pacifico y en el Caribe a tripulantes de pequeñas lanchas vinculándolos con el narcotráfico, sin dar ninguna explicación, a lo que cualquiera podría tipificar como un acto demencial. Política demencial del imperio que no podrán superar mientras estén incorporando personas como María Corina Machado, que basta que vean la foto de ella que muestra en su programa Diosdado Cabello, para darse cuenta que no se necesita ser ningún Sigmund Freud para saber que está loca.

Pero la realidad real es que en el mundo del narcotráfico la aparición de las drogas químicas ilegales,  está produciendo una competencia significativa, y en muchos mercados, una creciente sustitución, entre la producción de drogas ilegales naturales, como la heroína o la cocaína y las drogas ilegales sintéticas como el fentanilo o la metanfetamina y competencia por concentrar todas los inmensos ingresos y ganancias en un solo país, Estados Unidos, sacando a patadas a otros como Colombia, México, Ecuador. 

Como ya dijimos, las drogas químicas o sintéticas se pueden fabricar de forma rápida y barata en laboratorios clandestinos, utilizando precursores químicos fáciles de obtener. Además la producción de drogas sintéticas no depende de condiciones geográficas, lo que permite a los cárteles producirlas más cerca de los mercados de consumo.  Muchas drogas sintéticas, como el fentanilo, son más potentes por lo que con una cantidad menor se logran los mismos efectos o mayores, aumentando las ganancias y reduciendo costos.

Los laboratorios sintéticos son más pequeños y difíciles de detectar. Permiten la adulteración lo que aumenta las tasas de sobredosis y muerte, pero expande su presencia en mercados de drogas naturales. Como resultado de estos factores, las drogas sintéticas representan una amenaza creciente para las drogas naturales desplazándolas en el mercado de consumo de Estados Unidos.

 

Esto es a grandes rasgos la competencia tremenda entre los dos tipos de drogas y por lo tanto entre grupos delincuenciales donde interviene el gobierno y la estructura financiera de Estados Unidos, a la cual la droga esta asimilada y convertida en sostén de su economía en un alto grado. Para resolver la competencia, la respuesta de Estados Unidos fue trasladarla al terreno militar. 

La campaña naval en el Caribe surge así como estrategia para debilitar a los grupos que controlan la producción y distribución de drogas naturales, desplazando sus rutas y erosionando sus economías. Al mismo tiempo, asegura que las drogas químicas, fabricadas en el propio territorio estadounidense, se consoliden como la oferta dominante.

Las campañas navales de Estados Unidos en el Caribe no son la causa principal del desplazamiento de las drogas naturales por las sintéticas, pero contribuyen directamente a ello al dificultar las rutas de tráfico marítimo tradicionales de la cocaína, que es una droga natural y presionar las rutas marítimas de la droga, aumentando significativamente el riesgo y el costo del transporte de grandes volúmenes de droga natural, por mar desde Sudamérica hacia el norte. 

Por ello, la campaña militar en el Caribe promueve intencionalmente las drogas sintéticas, al dificultar el tráfico de drogas naturales y crea un entorno donde las drogas sintéticas, se convierten en una opción más viable y rentable para los narcotraficantes de EEUU.

Así que esta presencia naval estadounidense en el Caribe no puede leerse solo como expresión geopolítica, pues está inmersa directamente en la pugna entre drogas químicas y naturales y entre las mafias y grupos delincuenciales de Estados Unidos y en ese contexto el derecho internacional no cuenta.

La campaña naval funciona como dispositivo de control, vigila las rutas, presiona gobiernos y ataca la economía. Así, la competencia entre lo natural y lo químico se convierte en campo de batalla marítimo, donde la soberanía cultural y política del Caribe enfrenta al narcotráfico propio de los Estados Unidos en sus afanes globalizadores.

 


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Oscar Rodríguez E


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