Defensa Integral y Unión Cívico, Militar policial

La estrategia de defensa integral venezolana trasciende lo convencional concibiéndose como una respuesta estructural ante amenazas internas como las guarimbas y externas, como la presencia de los buques estadounidenses. A su vez la estrategia se fundamenta en una política de unión cívica militar policial, convirtiéndose en un sistema y una doctrina propia, integrando componentes diferenciados del estado pero que habían funcionado tradicionalmente de una forma independiente.

Además esta doctrina no se limita a la coordinación entre fuerzas armadas y cuerpos de seguridad, sino que incorpora activamente a la población organizada, según su forma de participación, comunidades, centros de trabajo, consejos comunales, comunas con lo que se plantea la filosofía, que la soberanía no es únicamente defensa militar, sino que debe hacerse también desde los barrios, comunas, campos y fábricas.

En este sentido, la unión cívico-militar-policial se convierte en un tejido de corresponsabilidad nacional, donde cada actor cumple un rol táctico y simbólico en la preservación de la independencia. Es una buena muestra que los resultados es mas que la suma de las partes, pues se crea conciencia y participación total y nacional. Y es recogida en el articulo 322 y siguientes de nuestra Constitución.

Las amenazas permanentes de Estados Unidos contra la integridad del país, a su Presidente Nicolás Maduro y demás dirigentes nacionales, amenazas que se ha visto incrementada por la abusiva presencia de buques de guerra, como una forma de presión descarada que busca desestabilizar, intimidar y condicionar las dinámicas internas del país en favor de quien no ganan una elección democrática, Venezuela ha optado por fortalecer su modelo de defensa territorial, integrado por distintos componentes poblacionales como son las fuerza armadas, los cuerpos policiales, milicias y organizaciones populares, bajo un modelo de articulación resiliente, descentralizado y adaptado a realidades locales, para dificultar cualquier intento de intervención o sabotaje. Es la unión de pueblo, ejercito y gobierno.

La importancia de esta política radica en su capacidad de generar cohesión social en momentos de tensión. Al integrar a la ciudadanía en tareas de vigilancia, formación, producción estratégica y comunicación, se rompe la lógica del espectador pasivo y se construye una cultura de defensa activa. Es así como las milicias, no son simples apéndices armados, sino expresiones de la voluntad popular organizada, capaces de operar en escenarios de conflicto, pero también de contribuir en labores de protección civil, educación y soberanía alimentaria. Su existencia refuerza el mensaje de que la defensa no es monopolio de élites militares, sino derecho y deber de todo el pueblo.

En este modelo venezolano la dimensión policial va adquiriendo características únicas en la contención de amenazas internas como la delincuencia común, que podrían ser catalizadas por presiones externas. La inteligencia territorial, la prevención del delito y la articulación y comunicación creciente con redes comunales permiten blindar el tejido social frente a intentos de desestabilización. Así, la policía disminuye como fuerza represiva, y se integra como componente de seguridad ciudadana con vocación de defensa nacional.

La unión cívico-militar-policial también tiene un componente simbólico muy importante en estas situaciones de asedio, como es que ella reafirma la idea de que Venezuela no está fragmentada, sino que posee una voluntad capaz de resistir y transformarse.

Todo este esfuerzo por llegar a la unidad, algo ni soñado en otros tiempos, se materializa en ejercicios conjuntos, planes de defensa integral, formación popular y producción estratégica. Esta unión se convierte en escudo, arma y motor popular, garantía de paz con dignidad y en expresión concreta de soberanía compartida, multiplicándose por todo el país.

Como todo esfuerzo social tiene fortalezas simbólicas y estructurales, pero también enfrenta tensiones que lo hacen vulnerable en o para ciertos contextos y en los cuales la organización directiva se esfuerza en detectarlos y superarlos.

Su fortaleza radica en la capacidad de articular, comunicar y auto apoyarse a actores diversos, milicias, comunas, cuerpos policiales, FANB, etc. bajo una narrativa de defensa y soberanía compartida, activando mecanismos de cohesión, movilización y corresponsabilidad.

También hay factores débiles, como la fragmentación institucional, la desconfianza entre actores, la precariedad económica, el éxodo de talento y la instrumentalización política, que es un riesgo capital, la cual es aprovechada hábilmente por la contra propaganda intervencionista, para restarle mérito a las acciones de defensa nacional.

Cuando la articulación se vuelve formal, o cuando se impone desde arriba sin procesos lógicos de corrección, el tejido se vuelve frágil. Es necesario mayor esfuerzo para interpretar correctamente las aspiraciones de la gente y así resolver los distanciamientos que se dan en y con las comunidades, políticamente hablando. Si bien se es vulnerable en esos aspectos a evaluar, el sistema tiene, como nunca, una capacidad de regenerarse y resistir. Esto se está logrando con planificación, entrenamiento y compromiso. Esa es la tarea en que vamos avanzando.



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Oscar Rodríguez E


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