Discurso por la paz en Venezuela

Señores del mundo,

Venezuela no es un blanco. Venezuela no es un arma. No somos amenaza, somos herencia. Somos hijos de Bolívar, nietos de resistencia, hermanos de dignidad.

Un ataque contra este país no sería solo bélico. Sería simbólico. Sería herir la esperanza de millones que aún creen en la palabra, en el diálogo, en la vida. No pedimos indulgencia. Pedimos análisis, lectura. Lean nuestros silencios, nuestras calles, nuestras madres que aún cocinan con fe.

Pedir respeto no es una agresión. Pedir autodeterminación tampoco. Lean nuestros niños que juegan con balones desgastados y sueños intactos.

No puede haber lugar a equivocaciones. La paz no es la ausencia de conflictos internos; es la elección consciente de resolverlos sin recurrir al fuego del forastero. La injerencia militar no trae ni libertad ni justicia, solo deja un rastro de cenizas, de heridas que tardan generaciones en curarse.

Quienes promueven la guerra desde la lejanía, o quienes la ven como un tablero de ajedrez geopolítico, deben saber que aquí, en esta tierra, cada persona es una vida, cada movimiento es una lágrima.

Nuestra crisis es interna y, por muy profunda que sea, la queremos resolver con voluntad venezolana. Sí, hay dolor. Sí, hay profundas divisiones. Pero esas divisiones son nuestras y las sanaremos con nuestras propias manos y con nuestra propia voz. El camino está en la mesa de negociaciones, no en el campo de batalla. Está en la concesión mutua, no en la confrontación impuesta. Llamamos a la razón, no a la retórica de la destrucción.

Venezuela no necesita bombas. Necesita puentes.

Y si alguien decide atacar, que sepa que no encontrará solo soldados. Encontrará poetas, campesinos, abuelas, músicos, enfermeros, e inclusive usaremos la Inteligencia Artificial para la defensa de la dignidad. Es aquí, donde incluso la tecnología se pone al servicio de la paz. No nos ataquen. Escúchennos. Y si no pueden escucharnos, al menos no nos silencien a cañonazos. Las fuerzas extranjeras destructoras de pueblos no tienen dinámicas de progreso que ofrecer a Venezuela.

El mundo tiene una responsabilidad histórica. No es la de empuñar la espada, sino la de extender la mano. Sean garantes de la negociación, no arquitectos de la invasión. Permitan que el diálogo sea el único proyectil que se dispare. No conviertan nuestra patria, la cuna de la liberación suramericana, en el próximo escenario de un conflicto global que nadie quiere.

Y si llegan a mirar a los ojos de un niño venezolano, de un abuelo, de una madre. ¿Verán a un enemigo? No. Verán a un pueblo que solo quiere elegir su destino, para vivir y para reconstruir en paz. No traemos estas imágenes porque sean conmovedoras, no es la idea, sino porque son nuestros argumentos. Por esa paz luchamos y vivimos.

Retiren las amenazas. Escuchen la voz de la soberanía. No vemos a nuestra América como un espacio de poder, estrategia o control. Respetamos a todos. No queremos a ningún pueblo de rodillas. ¡Venezuela exige su derecho a vivir y a su integridad territorial! Venezuela quiere ser una idea de progreso. Quiere crecerse en su idea de humanidad. ¡Venezuela ha elegido la paz!



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Oscar Rodríguez E


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