Patria si, Disneylandia no

La población venezolana ha estado sometida al igual que todos los países, a una influencia inmensa de la imagen de Estados Unidos como centro cultural y económico del mundo. Esto ocurrió fundamentalmente desde la finalización de la Segunda Guerra mundial y conformó consciente e inconscientemente nuestras mentes. 

El elemento político en este esquema de influencia y des culturalización fue el anticomunismo, lógica heredada porque ese no era un problema para Venezuela y el apoliticismo que los que viajaban a Estados Unidos decían, esa es una sociedad tranquila.  Bajo estas influencias se conformaron los grupos políticos y las clases sociales en el país. 

Con la llegada de Hugo Chávez al poder se inicia un período de cambios profundos, y la gente pensó, ahora Venezuela será otra. Lo que no se tomó en cuenta es que la mentalidad de la gente se inscribía en contextos ideológicos definidos, cuya modificación es sumamente difícil.

La llegada del chavismo y su impacto en esa mentalidad domesticada se convierte en el nudo crucial de la dinámica política nacional, desde ese momento. La patente aspiración a la "patria" que como proyecto político soberano trajo Hugo Chávez se enfrentaba, por tanto, a un deseo inconsciente mucho más arraigado,  el de "Disneylandia", entendido como el ideal de una vida regida por el confort, el consumo accesible y la paz despolitizada. Eran clases sociales privilegiadas.

Este ideal no es meramente un gusto superficial, sino una estructura ideológica internalizada que actúa en lo cultural de forma hegemónica y dominante, prometiendo la felicidad a través de la gratificación inmediata y el individualismo, elementos que resuenan profundamente en esas clases sociales.

El proyecto chavista, que demanda una reorientación hacia la identidad nacional y la conciencia política, "la Patria", chocó frontalmente con esta psique moldeada por la promesa del american way of life. El cambio de sistema político fue rápido, pero la modificación de la mentalidad, aquella que anhela la "sociedad tranquila" y evita el conflicto de clases que Chávez pretendía visibilizar, demostró ser el verdadero mecanismo de resistencia.  La nueva narrativa política se superpuso a un marco de deseo preexistente, generando una tensión que hoy define la dinámica interna del país.

Para la clase media y alta, el conflicto entre "Patria" y "Disneylandia" murió antes de nacer. El dilema “Patria sí, Disneylandia no" ya estaba resuelto para ellos. Claro con algunas excepciones personales. Ni siquiera constituyó un dilema, una tensión a debatir o un conflicto a resolver en su seno. Para ellos, el ideal de Disneylandia, la promesa de consumismo, estabilidad e individualismo no era una aspiración externa a ellos, sino el fundamento mismo de su existencia y la justificación de su posición.

Su vida ya se desarrollaba bajo el principio de realidad estadounidense, un sistema eficiente, las élites eran meritocráticas y la política era una interrupción indeseable del negocio y más si traían pueblo consigo. El "apoliticismo" que percibían en la sociedad norteamericana se convirtió en su propia estrategia de defensa, protegiéndolos de la necesidad de reconocer el conflicto de clases o la desigualdad estructural de los Estados Unidos y en su propio país.

Por lo tanto, la llegada del chavismo, con su llamado a la conciencia, al pueblo y la redistribución, fue interpretada automáticamente no como un proyecto de "Patria", sino como la amenaza directa a su cultura de clase y a su paz económica. El rechazo no fue solo político, fue un reflejo de preservación del statu quo deseado.

En este proceso ideológico-comunicacional-politico-psico social el refuerzo de Estados Unidos fue vital para esa derecha y su confrontación contra el gobierno venezolano.  Estados Unidos no hace más que revitalizar la dualidad moral que ya existe en la psique social, favoreciendo la narrativa de "Disneylandia" como el refugio y “el bien” y el chavismo como “el mal” funcionando así como una estrategia de defensa del modelo de vida disneylandizado, clavado en la mente del venezolano.

La confrontación política, las sanciones y la retórica de Washington permiten a la clase media y alta explicar la fuente de todos los problemas. En lugar de ver la raíz de la crisis en las fallas internas o en la estructura social, en el fracaso económico de la Cuarta o la carestía, se lo atribuyen a la "Patria" y al proyecto chavista. 

El resultado es que el factor cultural de estos sectores se refuerza; no solo es correcto anhelar ese estilo de vida, sino que es un imperativo moral hacerlo, ya que es la única vía para escapar del "Mal" endógeno y volver a ser como Miami. 

La resistencia al cambio político se vuelve una lucha ideológica entre los que promueven una visión elitista y superficial del cambio, centrada en el confort, el consumo y la estética, y los que consideramos que la transformación estructural del país, apoyando a los sectores populares, es la forma de llegar a niveles superiores de bienestar y progreso para todos.

 


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Oscar Rodríguez E


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