Bush se enfrenta a Indoamérica

La proyectada visita de George W. Bush a Brasil, Colombia, Uruguay, Guatemala y Perú, no tiene un carácter diplomático. Tiene un contenido estratégico. No es para plantear un juego ganar-ganar, que reconociendo las diferencias impulse las conductas cooperativas. Es una actividad mediante la cual se esta pensando en el reestablecimiento de la vieja estrategia estadounidense del “balance de ultramar”, mediante la cual busca enfrentar los países de la región, e incluso las propias fuerzas internas de sus pueblos, para mantener la región como “patio trasero” de la decadente hiperpotencia anglosajona del norte de América. Pero esta vez, a diferencia de lo que ocurría en el pasado, no se trata de un arrogante líder que al frente del gobierno de los EEUU, conducía la política del mundo desarrollado dentro del esquema de la democracia formal, y cercaba a su más poderoso rival, la URSS, en el marco de una estrategia de contención destinada a impedir la expansión del modelo socialista en la escena internacional. Es un personaje político derrotado, no sólo en las aventuras internacionales que emprendió con el objeto de imponer el dominio de sus tutores, las empresas transnacionales que aspiran controlar el mercado globalizado, sino en su propio país.

Dentro de esas circunstancias, es poco probable que esta gira cumpla su cometido, aun cuando los países a visitarse hayan sido escogidos cuidadosamente dentro del criterio de la existencia de nexos estrechos entre sus gobiernos, o entre sectores sociales que controlan poderes fácticos en esas comunidades, y el actual ocupante de la Casa Blanca. Los sectores no privilegiados de esos pueblos, definitivamente adversan la orientación política actual de Washington, pudiéndose prever unos recibimientos poco amistosos, que de reprimirse dañaran la gobernabilidad de esos estados. El mayor efecto de esa anunciada excursión lo esta experimentando Uruguay, en donde por razones geopolíticas, el gobierno ha buscado un acercamiento con las fuerzas neoconservadoras para neutralizar lo que percibe como un desequilibrio en sus relaciones dentro del MERCOSUR.

De los restantes países a visitarse, ni siquiera Colombia, cuyo gobierno atraviesa una importante crisis, cambiará su esquema de relaciones, especialmente con Venezuela, colocada por Bush como la principal amenaza a la seguridad hemisférica. Tal vez, únicamente México, cuyo gobierno depende integralmente de los neoconservadores de Washington, sea el único que acompañe a Bush en un discurso completamente antivenezolano, sin entender que el objetivo yanqui es detener el proceso de integración suramericano, cuyo resultado final depende de la alianza argentino-brasilera, es el que se presenta como amenaza al Imperio. La hostilidad de los neoconservadores al régimen de Caracas, es solamente una maniobra indirecta para impedir la unificación política del subcontinente, eficaz por el papel de catalizador que cumple este gobierno, que ha permitido la aceleración de esta dinámica. Una mecánica que ofrece la posibilidad de convertir la región, al menos en lo que hoy se conoce como un gran interlocutor autónomo en el sistema internacional.

escruz@movistar.net.ve


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Alberto Muller Rojas


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