¿Retorna la guerra fría?

La política estadounidense en Oriente Medio está orientada a asegurarse el suministro de petróleo que alimenta su gigantesco aparato productivo e insaciable sistema consumista. Esa política no admite barreras de ningún signo, ni iniciativas que, a los ojos acuciosos y temerosos de los halcones que conforman la burocracia corporativa y el complejo industrial - militar de Wáshington, puedan constituir en el futuro amenazas a ese suministro. Las invasiones a Afganistán e Irak, el genocidio que asola al Líbano y Palestina por parte de su hermano menor, el Estado nazi-facista de Israel, no constituyen sino fases de un plan concebido hace años y ejecutado meticulosamente para, en el futuro más cercano, posar sus garras en el corazón de Irán, el manjar más apetecido de los halcones. Esta práctica de la política estadounidense ha sido una constante durante las últimas cinco administraciones presidenciales estadounidenses y explica el origen de la actual crisis con Irán.

Si la intervención estadounidense en la guerra de los años `80 que protagonizaron soviéticos y afganos en el Oriente Medio estuvo inscrita en el marco de la Guerra Fría, su participación en el conflicto Irak – Kuwait en 1990-91 fue la primera manifestación de instauración de una hegemonía mundial una vez desaparecida la bipolaridad, pretensión ésta que se ha acrecentado y profundizado con los años.

EEUU ha arrastrado a los gobiernos bajo su influencia, a la convicción de que Irán está utilizando su programa civil de energía nuclear para, a trastiendas, construir armas nucleares. Y es que si Irán llegara a tener armas nucleares, se modificaría el equilibrio de poderes en la región que posee alrededor de 690 mil millones de reservas petroleras, por lo que, dada su posición central en Oriente Medio, estaría en una eventual capacidad de manejar el tránsito de los buques petroleros a través de una zona tan vital desde el punto de vista estratégico como lo son el Estrecho de Ormuz y el Golfo Pérsico, por donde pasa alrededor del 40% del petróleo vendido en todo el mundo.

En el Discurso sobre el Estado de la Unión de 2006, Bush ratificó su oposición a que Irán tuviera armas nucleares, afirmando que “el Gobierno iraní está desafiando al mundo con sus ambiciones nucleares, y las naciones del mundo no deben permitir que el régimen iraní consiga este tipo de armas. EEUU continuará intentando unir al mundo para hacer frente a estas amenazas”; para advertir más adelante que las actuales gestiones diplomáticas internacionales destinadas a poner freno al programa de enriquecimiento nuclear de Irán “deben tener éxito para poder evitar el enfrentamiento”. Esta arrogancia del Imperio no tiene precedentes; en sus palabras y consiguientes hechos se verifica tal soberbia.

China y Rusia, dos de los países clave implicados en esta gestión diplomática, se ven condicionados por sus alianzas energéticas con Irán. Por ejemplo, en octubre de 2004, según se afirma en www.ari.com, China firmó un acuerdo con Irán sobre gas y petróleo por un valor de 70.000 millones de dólares que vincula a ambos países en una relación de 30 años. Asimismo, en julio de 2002, Rusia declaró que tiene previsto suministrar a Irán cinco reactores nucleares durante la próxima década conforme a un acuerdo valorado en 10.000 millones de dólares. ¿Será posible, en este panorama, evitar la invasión militar estadounidense a Irán, cuando EEUU identifica a este país como el mayor reto al que habrá de hacer frente EEUU en el futuro? En este informe, producido por la “Estrategia de Seguridad Nacional de los EEUU de América” en marzo de 2006, se agrega que “continuaremos adoptando todas las medidas necesarias para proteger nuestra seguridad nacional y económica contra las consecuencias adversas de su mala conducta (la de Irán)”.

Los temores de la Casa Blanca se acrecientan cuando se avizora que el presidente ruso Vladimir Putin está intentando volver a convertir a Rusia, segundo productor y exportador mundial de petróleo, en una gran potencia haciendo uso de los ingresos procedentes de los combustibles fósiles. Así, dichos ingresos, cada vez mayores, han permitido a Putin consolidar la autoridad del Kremlin, imponerse a los centros de poder que compiten con él y reafirmar el control sobre las antiguas repúblicas soviéticas. El Kremlin también se ha hecho con el control de los recursos energéticos por medio de empresas estatales, como Rosneft, la compañía petrolífera estatal, y Gazprom, el monopolio de gas estatal.

El 4 de mayo, el vicepresidente Cheney advirtió al Kremlin de que no debía utilizar el suministro de gas y petróleo como un arma política, y afirmó que “no existen intereses legítimos cuando el gas y el petróleo se convierten en armas de intimidación o chantaje, ya sea a través de la manipulación del abastecimiento o de los intentos de monopolizar el transporte”. Sus comentarios han generado un intenso debate en Europa acerca de la seguridad del suministro de energía procedente de Rusia. A comienzos de 2006, el monopolio de gas ruso Gazprom interrumpió temporalmente su suministro a Ucrania debido a una disputa sobre el precio, una decisión duramente criticada por la Casa Blanca. Las predicciones indican que para el año 2025 Rusia suministrará el 70% del gas natural de Europa Occidental. Y como la vulnerabilidad de Europa va en aumento, algunos analistas temen que Rusia pueda usar su suministro energético como un arma para imponer sus prioridades geopolíticas, incluida la quiebra de la solidaridad en el seno de la OTAN.

Para mayor preocupación, Putin hizo caso omiso de la advertencia de Bush de venderle equipamiento militar a Venezuela.
¿No serán estos acontecimientos el preludio de un retorno de la Guerra Fría?
Las actitudes de Rusia, China, Corea del Norte, la unificación y consiguiente fortalecimiento de Latinoamérica, la posición a veces contestataria de la UE, el debilitamiento del dólar y la economía estadounidense, parecen presagiar acontecimientos por ahora impredecibles en el curso de los próximos veinte años.

*Economista – MSc en Gerencia Pública. www.analisisyopinion.blogspot.com


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*César Prieto Oberto

Profesor. Economista. Miembro de Número de la Academia de Ciencias Económicas del Estado Zulia. Candidato a Dr. en Ciencia Política.

 cepo39@gmail.com

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