La guerra de armagedon de Bush

En fecha reciente, tanto el Presidente George Walter Bush como su Secretaria de Estado, Condoleeza Rice, asistieron a la Convención Anual de la Iglesia de los Bautistas del Sur, en Greensboro (Carolina del Sur), donde se congregaron algo más de 18 mil “mensajeros de Dios”. El hecho no tendría nada de trascendente a no ser por las afirmaciones que ambos personajes políticos hicieran en dicha Convención y también porque dicha denominación religiosa es la principal reserva electoral de Bush. En tal caso, habría que conjeturar que la teología que rige a dicha Iglesia es la misma que rige al Partido Republicano y, por ende, a la administración estadounidense actual.

Entre otras cosas, Bush y la rectora de la política exterior de Estados Unidos dejaron claro que su accionar diplomático, político y militar en el escenario internacional respondía a su convicción de estar cumpliendo con la voluntad divina en lo que respecta al advenimiento del fin de los tiempos que anuncia el libro bíblico de Apocalipsis. Según ellos, Estados unidos no estaba haciendo otra cosa que contribuir con la justicia divina en el mundo corrompido de hoy, llevando la libertad a todos los rincones del planeta en que regímenes contrarios a los intereses de su país “violaban” las leyes que debían regir a toda la humanidad. Bush hizo mención a sus esfuerzos por modificar la Constitución estadounidense para impedir que jueces militantes permitieran el matrimonio entre homosexuales, las limitaciones al aborto, la prohibición de investigaciones científicas sobre las células madres, la privatización de los servicios sociales y de salud a favor de las organizaciones religiosas, y las campañas dirigidas a la población joven sobre la conveniencia de la abstinencia sexual, entre otras cosas. Por su parte, Condoleeza Rice se expresó a favor del intervencionismo yanqui en todos los continentes, convencida de que la misión histórica de Estados Unidos forma parte de una nueva evangelización, de acuerdo a la voluntad divina.

“El Presidente Bush y yo misma –expresó Rice a los “mensajeros de Dios” allí reunidos- compartimos la convicción que tienen ustedes de que (Norte) América puede y debe ser una fuerza del Bien en el mundo. El Presidente y yo creemos que Estados Unidos tiene que mantener su compromiso como líder de acontecimientos fuera de nuestras fronteras. Lo creemos porque nos guía el mismo principio persistente que dio lugar al nacimiento de nuestra nación: la dignidad humana no es un don del gobierno a sus ciudadanos ni un don que los hombres se otorgan entre sí. Es una gracia divina para toda la humanidad. Vivimos momentos críticos e importantes, incluso tiempos de pruebas para (Norte) América, pero se trata de un momento en que tenemos que reafirmar por qué nos levantamos como nación y cuál es el papel que tenemos que desempeñar en el mundo”. Con semejante ideología, no resulta extraño que el imperialismo yanqui esté dispuesto a enfrentarse a media humanidad, si ello le asegura el control o dominio directo de todos los países, incluyendo sus recursos naturales, como ya se sabe en Afganistán e Iraq. Por ese camino, no sorprendería que atacaran militarmente a Irán, Cuba, Siria, Corea del Norte o a Venezuela, seguros de que tales naciones constituyen el eje del mal, al cual están obligados a destruir en función de acelerar el día del Juicio Final o, en todo caso, la batalla de las batallas conocida en Apocalipsis como Har-Maggedon (o Armagedón), durante la cual las fuerzas del bien, conducidas por Jesucristo, vencerían a las fuerzas del mal, jefaturadas por Satanás, el Diablo.

Esto no es nada nuevo. Desde hace más de un siglo, la dirigencia política estadounidense cree que Dios le reservó un destino manifiesto: dominar a nuestra América, en primer lugar, y al resto del mundo, en segundo lugar. Ahora, con los neoconservadores en el poder, Estados Unidos se permite ignorar y violar las leyes internacionales, atacando a naciones soberanas y respaldando a regímenes fascistas, como el de Israel, aunque esté acabando sistemáticamente con un pueblo como el de Palestina. Todo eso, y más, le está permitido: “Dios” bendice a (Norte) América. Contra tal argumento no hay derecho ajeno que valga. Vivimos una nueva época de Cruzadas e imperialismo bajo la gracia de “Dios”.


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Homar Garcés


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