¡Gracias, Nacarid!

Hoy, el pueblo de Bolívar honra a una de las más grandes científicas de Venezuela, Nacarid Aranzazu.

Brillante dermatóloga, hija de la parroquia Sucre de Caracas, con una expresión creadora vigorosa que supo usar en la búsqueda de soluciones para enfermedades como la lepra y la leishmaniasis, junto al doctor Jacinto Convit.

¡No hay una dermatóloga más extraordinaria que haya parido Venezuela que no sea Nacarid!

Vivió 80 años dedicada a la investigación, a la medicina; 80 años de una infranqueable voluntad para defender primero la salud del pueblo.

Siendo médica residente del extinto Leprocomio de Cabo Blanco, en La Guaira, solía sentarse, a la orilla del mar, con los pacientes, mientras les escuchaba contar las historias de su vida y de su estadía en el hospital. La gigante Nacarid insistía en que, para cuidar, hace falta amar.

Nacarid, cuando arrancó el Consejo Presidencial de Ciencia y Tecnología, me mandó un mensaje diciendo que estaba a la orden para investigar y trabajar juntas.

Ella fue una de las primeras investigadoras que me escribió, en marzo de 2020, para sumarse a la lucha contra la COVID-19.

Nacarid estaba al frente de uno de los equipos científicos del país que, hoy, elabora kits de pruebas ELISA para el diagnóstico de la infección por SARS-CoV-2, el mismo virus que hace tres días hizo volar las últimas palabras de esta gran mujer de conocimientos.

✝️ Hoy, su alma incansable está, de nuevo, al lado del Dr. Jacinto Convit.

Si hay algo que reconocer de Nacarid es su lucha humanista en la investigación, en la medicina. Aún, tengo en el WhatsApp sus mensajes con documentación para revisar la potencialidad de la vacuna BCG sobre la inmunidad adquirida en pacientes con COVID-19, y sus respectivos procesos de recuperación.

Me duele en lo más profundo que ya no contemos con Nacarid, en esta batalla de todos los días. Pero, afortunadamente, hay personas que nos enseñan, al entrar en la historia, que su vida continúa en los sueños y en las luchas de los pueblos. El amor y la profesionalidad de nestra querida Nacarid nos alienta y nos deja más razones para vencer.

Hablar de Nacarid es hablar de una mujer venezolana excepcional dedicada al pueblo.

La primera vez que la vi, yo tenía ocho años. Mi mamá, Servilia, se había preocupado por un lunar que yo tengo en la pierna, de color blanco, que parecía que crecía.

En su época de juventud, mi madre había compartido con Nacarid, Graciela «Chela», Leticia, Manolo y María Teresa. Todos, estudiantes de la Universidad Central de Venezuela, enamorados y practicantes militantes de las ideas de izquierda.

Nacarid me recibió en el Servicio de Dermatología del Hospital Vargas. Me llevó a conocer el primer dermoscopio que tuve la oportunidad de tocar y curiosear. Ese día, me hicieron unas evaluaciones médicas, y tuve el honor de estar ante el doctor Jacinto Convit. Entonces, caminé de la mano agarrada de Nacarid, junto al doctor Convit. Ambos conversaron conmigo, y me explicaron qué pasaba con ese lunar. Fue unos de los primeros acercamientos que tuve con la ciencia.

Nacarid Aranzazu le inyectaba humanidad a la ciencia, como investigadora, como médica, como mujer. ¡Tenían que verla! La consulta estaba llena de pacientes, y a todos los conocía, con nombre y apellido: sabía sus cuadros…clínicos. El respeto y la sencillez con que nos trataba a nosotros, los pacientes, se quedaba en tu memoria.

¡Gracias, Nacarid, por sembrar amor, por hacer de la ciencia un alimento vital para la felicidad!

¡Gracias por enseñarnos la poesía del compromiso que debe tener la ciencia por la vida y la salud de la gente que sufre!

¡Gracias por acompañar e incentivar la formación de tantas generaciones de médicos/as, científicos/as! ¡Gracias por tu amistad!

Nacarid Aranzazu, un testimonio de esperanza para instantes tan difíciles como estos; una lección para mantener la lucha por la vida.

Aquí estamos todos, aquí está el pueblo investigador, aquí estoy yo con ellos, y aquí está tu amor por Venezuela entre nosotros.

Con especial afecto, quiero darle gracias a la vida; quiero expresar mi gratitud a la familia Aranzazu; a Leticia, su hija; a sus hermanas: Estela y Doris; por tanto amor, por tanto cariño.

Yo no me despido de Nacarid: la tengo conmigo, con sus enseñanzas.

¡Gracias, Nacarid! ¡Infinita tu práctica, infinito tu ejemplo!

http://defendiendoalasmujeres.blogspot.com/2010/05/nacarid-aranzazu.html

 https://t.co/bl7hqMQ7Bm.



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