¿A dónde demonios tendremos que ir a buscar una dirigencia opositora menos idiota?

Demasiado se ha hablado sobre las fallas evidentes que el proceso revolucionario ha venido arrastrando. Muchas han sido las reflexiones, reclamos y propuestas para atacarlas y corregirlas. En esa tarea, nos hemos  autoflagelado a veces, nos hemos dicho duras verdades y en ocasiones el debate ha producido alejamientos y causado cicatrices que han tardado en sanar. No obstante, la mayoría de las posiciones críticas colocan por delante siempre la necesidad de seguir impulsando  el modelo de socialismo venezolano que en la marcha hemos venido construyendo. Las observaciones han girado siempre en torno a cómo hacer mas expedito el camino a su concreción definitiva, a cómo alcanzar el punto de no retorno. Se percibe en quienes, desde las posiciones más humildes, exigen que la orden del Comandante Supremo de eficiencia o nada se cumpla, una lealtad admirable  al país, la disposición a dar el máximo aporte  a la construcción del sueño de Bolívar.  La muestra mas evidente la constituye el resultado electoral de abril pasado: siete millones y medio de conciencias bien claras en lo que se está jugando, siete millones de mujeres y hombres dispuestos a  defender , en el terreno que nos toque hacerlo, el legado de Hugo Chávez.  En cada uno de ellos, hay irreverencia  pero también lealtad.

No obstante, la tarea de construir un modelo de sociedad como la expresada en nuestra Constitución, el reto de devolverle a Venezuela el papel de liderazgo y ejemplo de lucha libertaria que alguna vez tuvo, pasa necesariamente por la participación de ese sector de la población venezolana que no apoya al proyecto bolivariano y socialista. No es posible materializar ese modelo sin su concurso, sin sus aportes al debate de ideas. Si nuestra democracia ha dado pruebas contundentes de robustez, ha sido precisamente en el esfuerzo por garantizar la mayor participación posible a todos en la propuesta de estrategias conducentes al logro de un verdadero estado social de derecho y de justicia. La inclusión ha sido el signo definitorio de una revolución pacífica, humanista, bolivariana y cristiana. La gente sensata de oposición reconoce que los avances en distintos ámbitos de la realidad concreta han sido importantes, sabe perfectamente que, siempre que se desenvuelva en el marco de las normas, no tiene motivos para sentirse amenazada. Es más, muchos de los que forman esa oposición han logrado pingües beneficios en esta revolución. Ahora bien. Ese sector requiere de un liderazgo que lo conduzca de manera responsable. Un liderazgo que no lo llevo nariceado por la senda de la aventura y el todo o nada. Ya el Doctor José Vicente Rangel lo advertía con agudeza cuando se refirió, hace algunos meses,  a la necesidad que tiene la revolución de construirse una oposición leal al país.  El liderazgo opositor venezolano, incluso si lo comparamos con el de otros países con gobiernos progresistas, tiene una tendencia casi que natural a las conductas suicidas. No le importa llevar al país al borde del abismo en su empeño por salir del Gobierno a como dé lugar, mantienen montados a sus seguidores en un tobogán de incertidumbre: convocan a marchas que luego  suspenden, aseguran que presentarán pruebas de supuestos fraudes pero pasan años sin mostrar ninguna, se presentan en la AN y aprueban leyes que luego, de cara a los  medios, fustigan rabiosamente, organizan hechos de violencia en la AN y luego aparecen en la sede televisiva de la MUD, mostrando politraumatismos sin dolor, sangre sin heridas, narices fracturadas cuyas orgullosas propietarias respiran mejor que Jean Baptiste Grenouille, el  protagonista de la novela de Süskind , El perfume. El nivel máximo de idiotez, lo alcanzan cuando se van, como una procesión de zombies, a recorrer países llevando, cual vecinas chismosas, delirantes historias de persecución y petitorios de intervención militar a su propio país.  No puede avanzar ningún país con un líder opositor que no se presenta a una marcha de trabajadores porque, al ser Gobernador de un Estado, es un empleador, no un trabajador. No se puede asumir como serio a un líder que, en la mañana dice que el país se está cayendo a pedazos económicamente y luego pasado el mediodía ofrece un aumento de sueldo de 40%, de un solo viaje. Un liderazgo opositor no puede darse el lujo de que, luego de haber anunciado un fraude electoral y en consecuencia haber mandado a la gente a la calle  a manifestar su descontento arrollando niños, tiroteando gente y quemando pacíficamente varios CDI, aparezca nadando en las aguas del Orinoco nada más y nada menos que su jefe del comando de campaña y se cree una cuenta twitter con el nombre los pectorales de Leopodo y el diario Últimas Noticias presente el hecho como una noticia. Todos estos eventos no son más que pálidos ejemplos de la idiotez de una dirigencia opositora que basa su ascendencia en una aparte de la población en la espectacular plataforma mediática nacional e internacional que le sirve de escenario a sus bizarras acciones.

Urge, por tanto, preocuparse mucho, porque lo que caracteriza a esta dirigencia opositora son cuatro rasgos muy marcados, como lo son: su total impericia política , su no menos alarmante idiotez y torpeza, su lambisconería perruna a los pies del imperio y su violencia fascista.  Son precisamente esos rasgos los que han impedido al Gobierno lograr que vuelvan al redil democrático y se mantengan allí cada vez que les ataca la depresión luego de los procesos electorales donde no salen victoriosos (es decir, casi siempre). Urge de verdad, ver al horizonte de los procesos que vienen. Siendo que en este país que padece semejante  régimen de terror y represión, las procesos comiciales son una cosa casi que cotidiana, nos esperan las elecciones municipales pronto, de seguro una embestida revocatoria , una elección de Diputados a la AN y en menos de lo que nos sacudamos el polvo de esas batallas, en el 2018, una nueva elección presidencial. Estamos condenados, por lo que vemos, a seguir batallando con ese bandón de líderes idiotas por lo menos en el mediano plazo. Y como no tenemos a dónde demonios ir  a buscar una oposición mejor que esta, la tarea es gobernar con la máxima eficiencia, hacer del Gobierno de calle una obra maestra de gerencia pública y eficiencia administrativa, formar verdaderos cuadros políticos desde las propias bases y hacer despegar nuestro aparato productivo junto a los colectivos organizados y los empresarios nacionalistas. Sólo así erradicaremos esa mala hierba de la idiota dirigencia opositora actual y nos construiremos una nueva dirigencia adversa al proceso pero crítica, seria y, sobre todo, leal al país.

El autor es: Licenciado. Educador.

Jorgeochoa004@gmail.com

 



Esta nota ha sido leída aproximadamente 1759 veces.



Jorge Ochoa

Licenciado en Educación

 Jorgeochoa004@gmail.com

Visite el perfil de Jorge Ochoa para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes: