Caracas, julio 18 - Esta semana que pasó ocurrieron en Brasil tres eventos que dan cuenta del momento de crisis política que vive esa nación suramericana, una de las más industrializadas e influyentes del planeta:_el juez de primera instancia Sergio Moro condenó al ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva a 9 años y seis meses de prisión y, además, a una inhabilitación política por 15 años; se sancionó una reforma laboral impulsada por el presidente de facto, Michel Temer, que desmejora las condiciones de los trabajadores de ese país, y se dio continuidad en la Cámara de Diputados al debate que definirá si Temer irá a un juicio penal por corrupción o no.
El periodista e historiador argentino Martín Granovsky se preguntó: ¿Por qué la contrarreforma va por Lula? en un artículo reseñado por Telesur, y respondió argumentando que si la sentencia contra Lula se mantiene, “Brasil tal vez continúe en manos de otro gobierno que represente la constelación de poder: los bancos transnacionales, los grandes grupos nacionales de la industria y las finanzas, los oligopolios mediáticos, una parte decisiva del Poder Judicial y las aristocracias políticas estadales con representación parlamentaria”.
Para Granovsky se confirmó una de las tesis que manejaba el Partido de los Trabajadores (PT), referida a que ante el aumento de la intención de votos a favor de Lula para las presidenciales del 2018 (las encuestas le dan el triunfo con 30%), el juez Moro lo condenaría; pues entonces, “¿qué sentido habrá tenido el golpe contra Dilma Rousseff dado por el establishment brasileño?”.
Y afirma el analista: Con o sin Temer, el ataque contra la protección laboral y la sentencia contra Lula son parte del mismo golpe: impedir que el PT renazca.