La gran impostura

Esta mañana sabatina que se perfilaba tranquila, se trastocó toda al recibir en un correo, un artículo que me dejó estupefacta, asustada, temblorosa y sudorosa, como cuando leí la famosa obra del investigador Thierry Meyssan.

Este artículo que recibí es el último trabajo realizado por Amy Goodman, conductora del noticiero "Democracy Now!". En él, la siempre afilada periodista señala lo que ya sabíamos, sí, pero además aporta detalles de la escabrosa planificación médico-psicológica que se realiza en el ámbito militar estadounidense. De acuerdo a lo que encontré entre sus líneas, la asociación de psicólogos de ese país del norte -la más grande en todo el mundo- ha prestado sus importantísimos conocimientos y tecnologías para "protegernos del terrorismo".

Así, por supuesto, los gentiles psicólogos, en un ético y compasivo apoyo al bueno de corazón George Bush, el del cuello sano, diseñaron un sistema altamente avanzado -y nada improvisado- de interrogatorio (no se vayan a asustar, no tiene nada que ver con la tortura) el cuál, como podremos recordar por noticiosos rápidamente censurados, fue puesto en práctica entre las infames rejas de Abu Ghraib después de la invasión a Irak y en Guantánamo; esto por citar sólo lo célebre, aunque en realidad se ha repetido en casi todo el planeta.

La brillante periodista hace una candentísima reláfica sobre intrigas que han estado ocurriendo en torno a esto y que involucran a la CIA (aunque en realidad TODO siempre involucra a la CIA), el Pentágono y el Departamento de Defensa de EEUU, así como a ciertos psicólogos valientes que una vez reclutados para la infausta labor, decidieron no formar parte de la tónica sangrienta que tenía este proyecto y ahora están difundiéndolo para que sea conocido y juzgado.

Bueno, el punto es que, siempre en mis coqueteos con la teoría de la conspiración (que no me agarra del todo pero sí me acaricia de vez en cuando), me puse a pensar en este asunto y en la vulnerabilidad que tiene el ser humano común a lo largo del mundo entero. Porque tomando en cuenta que todos somos terroristas hasta que se demuestre lo contrario -y de acuerdo al mediáticamente remozado Trump, ustedes y yo por hablar español- es extremadamente posible que se hayan creado métodos similares para ser aplicados, no tras las rejas sino al diario vivir de las personas y estemos siendo sometidos a sutiles pero eficaces métodos de tortura psicológica profiláctica o preventiva, ya saben, para que no se nos vaya a ocurrir pensar.

De este manera, en laboratorios psicológicos seguramente se define la comida que comeremos, la fórmula de los refrescos (y de la leche), nuestras tardes de relax en el cine, el libro que está de moda, el político que veremos todos los días y a toda hora en TV, las tendencias en temas de conversación para festines y así, infinitamente todo lo que ingiramos física y mentalmente desde que abrimos hasta que cerramos los ojos, todo, todo prefabricado para que no dejemos de borregar hasta el último día de nuestras vidas.

¡Alentador! yo pensé que mi comida la hacía Lorenzo Mendoza y las películas que veo, Hollywood… Ahora ya estoy tranquila.

@elisaeidner



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Elisa María Eidner


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