¡¡¡Que os pasa Jóvenes twiteros
españoles!!!, ¿Cuál es el miedo? No podrían meter aunque sea de
soslayo una modesta propuesta, algo así como: “En adelante, la monarquía
no vivirá más del erario público sino de las donaciones que quieran
acercarle sus crédulos”. Podrían además agregarle: “Se permitirán
recolectas y también se propiciarán campañas dirigidas a conseguir
puestos de trabajo para estas reales perezas (con el perdón debido
a tan extraño mamífero) y a la inmensa corte de babosos que viven
arrimados a las faldas de la Reyna o a los calzoncillos del Rey. Tristes
personajes con títulos nobiliarios de la más pura naftalina: duques,
condes, caballeros, etc.; Entre paréntesis, en Venezuela aún es posible
tropezarse con estos tristes seres coloniales bien sea en algún lugar
del Este caraqueño o en sus equivalencias de ciertos profesores universitarios
que masturban su intelectualidad con las crónicas de Hola y Vanidades,
creyéndose ser efectivamente miembros de tales cortes de Europa, con
todo y sus historias de tarados.
No hay caso; ni Hans Christian Andersen,
autor de hermosos cuentos infantiles como el El patito feo, El ruiseñor,
El traje nuevo del emperador, La reina de las nieves, Las zapatillas
rojas, El soldadito de plomo, El sastrecillo valiente y La sirenita,
llegó a imaginar lectores con el nivel de ingenuidad, candidez, y lamentable
estupidez (sin censura), a la que ha sido llevada una buena porción
de la comunidad europea y cuya condición al parecer ahora despierta.
A propósito, en la fábula El nuevo traje del Emperador del dinamarqués
Andersen, se da una situación que se aproxima al momento que vive la
España contemporánea. Todos conocemos la historia pero siempre la
memoria olvida. Veamos:
Se trata de un rey que convoca a los
mejores sastres de su reino para que le confeccionasen un traje especial
para su coronación. Se presentó un pícaro sastre y con una verborrea
extraordinaria convence a su monarca de vestir un traje “mágico”
que solo podría ser visto por personas inteligentes, advirtiéndole:
“los necios no le podrán apreciar”. Llegado el momento sale desfilando
con su nuevo traje. Todos aplaudieron para no pasar por brutos, excepto
un muchacho impertinente que grita: “¡El Rey va desnudo!”
Hasta allí llegó la fiesta. En cuanto el monarca intenta
taparse sus partes escabrosas, el pueblo estalla en carcajadas. Oh descubrimiento:
poseía las mismas protuberancias, o era más feo que el resto de los
mortales.
En cuanto se descubra el traje mágico
de estos Reyes europeos, es seguro que se pondrá en evidencia
la impudicia de sus cortes. Quedará al desnudo la corrupción,
el cinismo, la payasada y lo asombrosamente absurdo de esa institución
medieval llamada nobleza.
Desde pueblos libres del mundo, hijos de Bolívar, les enviamos un saludo solidario y fraterno a los españoles y demás europeos que hoy parecen despertar del más ridículo cuento de hadas. Ansiamos escuchar nuevamente aquella voz maravillosa e impertinente salida del cuento de Hans Christian Andersen, aquella demoledora voz que ahora, sin pudor alguno grite: “El Rey y su familia son unos vagos, no trabajan” y a partir de allí se haga presente Cervantes con su elevado espíritu crítico, el mismo con el que ridiculizó a la sociedad medieval que le tocó vivir, que luego de 500 años estos mentecatos de palacio quieren revivir. Esa estruendosa voz juvenil hará despertar algún día en los españoles su condición de ciudadanos iguales, la misma condición que sospecho, motivan sus luchas actuales, por cierto, ya presentes en la Revolución Francesa. Si ello es así, podrán superar las ridículas genuflexiones y besos de manos, las pompas, las ceremonias palaciegas con sus empalagosos cardenales, las pantagruélicas bodas reales waltdisneadas, las mismas con las que diariamente atosigan a la sociedad europea y al mundo entero. De lograrlo, tales ridiculeces retornarán nuevamente al lugar que deben ocupar, el mundo de las fábulas de Hans Christian Andersen.
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