La humanidad muere en el capitalismo de desamor y súper explotación

Recientemente fue divulgada en las estadísticas médicas que las enfermedades cardiovasculares son la principal causa de muerte en el mundo. Hay que señalar que la “situación afectiva” es un componente fundamental en todas las dolencias del ser humanos, inclusive de los accidentes, esto es tratado como un dato más, curioso, dentro de los factores incidentes. Los médicos aunque lo reconocen tampoco la toman en cuenta, pues en el “modelo médico” aprendido, lo incluyen en lo psicológico, que tratan como una ciencia menor.

Si lo mencionas te lanzaran un espiche, señalando que la ciencia médica reconoce lo psicológico y lo afectivo como un riesgo o un factor desencadenante en la enfermedad cardíaca. Si se interesan en conocer cuáles son los componentes de la situación afectiva que está impulsando a las enfermedades cardiovasculares al primer lugar entre las causas de muerte, esto es individualizado hacia causales más amplios de su incidencia actual. 

Se reconoce, inclusive popularmente, que lo afectivo, lo emocional, lo psicológico, es un componente fundamental y un impulsor de la enfermedad cardíaca, pero también se apunta que no es la única causa y que la medicina moderna aconseja tratar tanto los factores de riesgo físicos como los emocionales para garantizar una salud cardiovascular óptima. En función de este diagnóstico se recetan las medicinas y el tratamiento para el paciente. 

Pero para utilizar esta definición técnica, a nivel operativo, de las enfermedades cardíacas hay que partir por reconocer que el corazón es el impulsor de nuestra vida. Es donde siempre ponemos nuestra emocionalidad, nuestros éxitos y nuestros fracasos. Nuestros sentimientos. Es como una valija siempre llena.  Y lo que de ello se rompa, necesariamente se reflejará en nuestro corazón como recipiente orgánico. 

El contexto actual en que vivimos se ha convertido en un mundo cada vez más agresivo, el capital ha llegado a una etapa de su desarrollo que rompe todas las estructuras de convivencia, apoyado por políticos que han hecho de la perversidad su escenario el cual es muy concurrido.

La derecha mundial ha creado la política de lo antisocial, eliminando lo social de lo atendible y lo financiable. Ha creado con ello la política del desamor que rompe los corazones de todos, no en un sentido figurado, romántico sino literalmente, la gente muere de enfermedades cardíacas. Y se refleja en las estadísticas. 

La humanidad muere no solamente de desamor sino igualmente de uno de sus socios más cercanos, como es la súper-explotación de los trabajadores que solo beneficia a un rico y enferma al resto pobre. Hay países que ya legislan para poner jornadas laborales de 13 horas diarias. Por ello morir de desamor, creo que antes de ser una metáfora poética, encierra una verdad brutal que se manifiesta en los cuerpos agotados, en los corazones enfermos.

Con su accionar el capitalismo ha creado, sin contraprestación, un estrés sistémico que afecta a toda la humanidad, que activa sus mecanismos de defensa corporal, disparando hormonas, y deterioran los órganos, sin que pueda distinguir entre una causa personal o un estrés económico. El trabajador encuentra que su labor es cada vez más precaria, sometido a largas jornadas, salarios insuficientes y una constante amenaza de desempleo, por lo que vive en un estado de alerta permanente. Se mantiene en tensión, sus niveles de cortisol y adrenalina se elevan, y su presión arterial se convierte en una bomba de tiempo. Se va debilitando más allá de lo que corresponde al avance cronológico, y afecta también a su entorno familiar y social.

Toda esa carga biológica de tensión física y emocional, el estrés, más tarde o temprano se traduce en infartos, accidentes cerebrovasculares, y muertes prematuras que podrían evitarse si el sistema económico de las sociedades, no estuviera diseñado para exprimir hasta el último aliento de quienes lo sostienen.

Pero el daño no se limita al estrés. La súper explotación empobrece el acceso a los recursos e instituciones  que podrían mitigar sus efectos, pues los cada vez más empobrecidos trabajadores del mundo, tienen menos tiempo para cuidar su salud, menos dinero para acceder a alimentos, y menos resistencia a las tentaciones de mecanismos de escape rápido: tabaco, alcohol, drogas. 

El desamor, en este contexto, no es solo la ausencia de afecto personal. Es la indiferencia estructural de un modelo que no reconoce el valor de la vida humana más allá de su capacidad de producir. Es la soledad de saberse reemplazable, prescindible. Es la ansiedad de no llegar a fin de mes, de no poder cuidar a los hijos, de no tener tiempo para el descanso ni espacio para el goce. Es la certeza de que el esfuerzo no garantiza dignidad, y que el sacrificio no siempre se traduce en bienestar.

En algún momento se tiene que iniciar la comprensión, que la enfermedad cardiovascular, el infarto, no es solo un diagnóstico clínico sino también un asunto politico, el resultado de las políticas antisociales y de explotación. 

Hay que hacer la denuncia política. Que el corazón humano no solo muere por causas médicas; muere por causas sociales, económicas y políticas. Muere por el capitalismo. Mientras el sistema priorice el beneficio monetario sobre la vida, la humanidad seguirá muriendo de desamor y de súper-explotación.

 


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Oscar Rodríguez E


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