¿Qué diablo es el Socialismo del Siglo XXI?

“No se puede confiar en el imperialismo ni tantito así, nada”

Discurso pronunciado por Ernesto Che Guevara en la inauguración Combinado Industrial de Santiago de Cuba. 30 de Noviembre de 1964.

Algunos dicen que salvó a millones, otros que arruinó a una región entera. La verdad es más incómoda que eso.

A principios de los años 2000 algo cambió en América Latina. Mientras en el norte hablaban de Globalización y el Fin de la Historia, en el Sur se escuchaban otras palabras: Dignidad, Soberanía, Justicia Social. Hugo Chávez ganaba en Venezuela, Lula Da Silva en Brasil, Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador, Ernesto Kirchner en Argentina y el continente que había sido el laboratorio del neoliberalismo (En Chile, operación cóndor, dictaduras militares) se convirtió de repente en terreno fértil para una nueva esperanza. Lo llamaron “Socialismo del Siglo XXI.

Un intento de torcerle el brazo al Capital sin fusiles ni revoluciones. Un modelo que hablaba de “comunas”, de derechos, de estado fuerte, pero también de democracia, participación y desarrollo. Durante un tiempo pareció funcionar. La pobreza bajó, la salud y la educación mejoraron, el Fondo Monetario Internacional (FMI) fue expulsado, pero con el tiempo todo empezó a crujir.

Inflación, corrupción, déficit fiscal, desabastecimiento, represión y ajuste. Y uno por uno, esta nueva ola de gobiernos progresistas fue cayendo. Argentina, Ecuador, Bolivia, Brasil, Uruguay. Solo Venezuela resistía a un extremo costo en social, económico, cultural, histórico, etc.

¿Y qué pasó? ¿Fue culpa del Socialismo o Nunca hubo una Revolución real?

En este artículo, haré referencia de:

¿Dónde nació el socialismo del siglo XXI?, ¿Qué propuso?, ¿Qué logró?, su contra a los Partidos Comunistas, sobre todo en Venezuela y ¿Por qué no pudo sostenerse? Vamos a reconocer sus aciertos, criticar sus límites y entender porque El Capital siempre encuentra la forma de volver y vuelve peor.

Para entender al Socialismo del Siglo XXI, primero hay que ver hacia el siglo XX, a una América Latina rota, saqueada y endeudada. En los años 70, el continente era un campo de batalla ideológico. Mientras miles luchaban por la revolución (Visión de la República de Cuba o de la Unión de las Repúblicas Soviéticas), las élites locales, con la bendición de Washington respondían con dictaduras militares brutales. Augusto Pinochet Ugarte en Chile, Jorge Rafael Videla en Argentina, Alfredo Stroessner Matiauda en Paraguay, con una consigna clara: Aplastar cualquier intento de transformación social con sangre si era necesario.

Luego vinieron los 80. Las armas se guardaron, pero llegaron nuevas formas de violencia. La Deuda Externa y el Neoliberalismo. Se impuso el llamado Ajuste Estructural, que en la práctica fue un ajuste al cuello, privatizaciones de empresas públicas, recortes de servicios sociales y apertura comercial. Mientras el estado se retiraba, el mercado entraba no como salvador, sino como verdugo.

En los 90, la herida terminó de profundizarse. Si, había elecciones, pero los gobiernos “democráticos” estaban atados de pies y manos al FMI y al Banco Mundial. Educación, salud, energía, agua, todo tenía precio y mientras tanto, millones quedaban fuera del sistema. El desempleo crecía, la pobreza se disparaba, la política se vaciaba y ya nadie representaba a los de abajo hasta que llegaron las crisis. El Caracazo en Venezuela, rebelión en “contra del neoliberalismo” que dejó miles de muertos por parte del gobierno en turno; el feriado bancario y cinco presidentes en menos de una década en Ecuador; el corralito en Argentina, la Guerra del Agua y del Gas en Bolivia y lo mismo en México, en Perú, en Brasil.

Las promesas del mercado estallaban una tras otra y fue ahí, entre la ruina y la rabia donde empezó a gestarse “la esperanza” (Ni cambio Ni Revolución). Una nueva oleada progresista empezó a ganar elecciones. Hugo Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador, Lula da Silva en Brasil y Néstor Kishner en Argentina. No llegaron por la vía armada ni por grandes revoluciones socialistas. Llegaron por las urnas (Dígase bien: “Por las Urnas”) dentro de la democracia capitalista y con un nuevo discurso: Justicia Social, Soberanía Nacional, Integración Latinoamericana, un nuevo intento de torcerle el brazo al neoliberalismo y un nuevo nombre: “Socialismo del Siglo XXI”.

A “diferencia” del Socialismo del Siglo XX (Entiéndase el Socialismo como transición al Comunismo por que el Socialismo del Siglo XXI es Reformismo Utópico), centrado en la industria pesada, el Partido Único y el centralismo estatal, muchas veces bajo condiciones de “guerra”, sabotajes y bloqueos, el socialismo del siglo XXI quiso nacer con una consigna distinta: “Ni Calco Ni Copia, sino Creación Heroica”. Como decía el marxista revolucionario José Carlos Mariátegui, el principal teórico de esta nueva forma de socialismo.

Fue Heinz Dieterich Steffan, quien propuso una ruptura doble contra el capitalismo neoliberal, pero también en contra de las formas de socialismo que en su visión habían caído en el autoritarismo burocrático. Su propuesta:

Un Sistema que use la ciencia, la planificación y la tecnología para satisfacer las necesidades humanas, no las del mercado”.

Uno de sus pilares es la Economía de Equivalencias. La idea es simple, que el intercambio económico sea justo, que el trabajo deje de ser una mercancía, que el valor no se manipule según la ganancia de unos pocos, sino que responda al esfuerzo colectivo.

Así, se dio apertura a las “comunas”, a “las cooperativas” y a “la economía popular y solidaria”. Modelo de Desarrollo Endógeno, es decir, impulsar la industria nacional y en países como Ecuador y Bolivia encaminar un desarrollo sostenible basado en la cosmovisión indígena. Otro eje clave fue la democracia participativa. No se trata solo de votar cada 4 años, sino de construir el poder desde abajo, comunas, consejos ciudadanos y asambleas populares. La idea era que la gente no solo elija, sino que gobierne. También Martha Harnecker, que era otra voz importante, lo decía así: “Este socialismo no se decreta, se construye desde la práctica, desde las luchas, desde las necesidades concretas”.

Por eso, además de una economía orientada al bien común y una democracia profunda, el socialismo del siglo XXI planteó otros pilares. Por un lado, una transformación cultural, superar el egoísmo, el consumismo y la competencia individualista. También la integración latinoamericana, porque ningún pueblo se libera solo. Así nació la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América – Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP) y la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR). Al mismo tiempo, construir un nuevo tipo de estado con control social menos vertical y más permeable al poder popular.

Y por último, un instrumento político, ya sea un partido o un movimiento que no suplante al pueblo, pero que tampoco se diluya en el espontaneísmo, organice, oriente, pero que no se burocratice ni se encierre en “concepciones ideológicas” que devuelva el poder a la Burguesía y desarrolle una Vanguardia Revolucionaria. En teoría, suena potente. Un socialismo anclado en las luchas del presente, con democracia de base, desarrollo, justicia social y con memoria histórica, pero sin repetir esquemas ajenos. Pero olvidaron que el enemigo siguió ahí y que nunca duerme.

El socialismo del siglo XXI llegó al poder CON MILLONES DE ESPERANZAS a estas y durante un tiempo “cumplió parte de esas promesas”. En Venezuela, Chávez usó la renta petrolera para reducir la pobreza, expandir la educación, crear redes de salud popular y poner a los barrios en el centro del modelo político. En Bolivia, EVO nacionalizó el gas, redistribuyó ingresos, dignificó a los pueblos indígenas y recuperó soberanía. En Ecuador, Correa impulsó la inversión pública, modernizó el Estado, redujo el analfabetismo y subió el salario real. En Argentina, los Kirchner reconstruyeron la industria, recuperaron el empleo y se plantaron, aunque fuera parcialmente, ante el FMI.

Sí, hubo avances, se vieron conquistas, pero algo crucial sigue intacto:

LA RAÍZ DEL PROBLEMA. La propiedad privada de los grandes medios de producción, la dependencia del extractivismo, la fe en las exportaciones y hasta en el turismo como salvación, la idea de que el consumo bastaba para sostener el crecimiento y en el fondo esa vieja ilusión de que el capitalismo podía ser domesticado. (Más Estado, mientras haya Más Mercado, dijo Chávez)”.

Entonces:

  • Lo que comenzó como un proceso de transformación profunda terminó en: Gestión.

  • Lo que se pensó como ruptura se volvió: Administración.

  • El poder popular fue reemplazado por: Clientelas.

  • La crítica interna: Silenciada en Nombre de la Unidad.

Lo que llevó y aun esta, que los Escándalos de corrupción y las economías siguieron girando en torno al Capital, obedeciendo sus reglas, soportando sus castigos, porque si no se toca la Estructura, la Estructura termina tocándote a ti.

Alrededor de 2003 y 2014, cuando los precios del petróleo y los commodities cayeron, también se derrumbaron:

Las bases materiales de este proyecto de Socialismo de Siglo XXI y entonces llegó lo inevitable: Las Crisis. 

En Venezuela, desabastecimiento, hiperinflación y emigración económica masiva. 

En Bolivia, fracturas internas entre el gobierno y los movimientos que lo habían formado. 

En Ecuador, represión a las protestas y el retorno con alfombra roja al FMI. 

En Argentina, la deuda regresó por la puerta grande como si nunca se hubiera ido.

Pero, ¿por qué ocurrió todo esto? Porque como advirtieron muchos marxistas-leninistas, el socialismo del siglo XXI no rompió con el capitalismo. Intentó reformarlo, quiso convivir con él, regularlo y hasta maquillarlo. Y como era de esperarse, el sistema lo devoró. Porque no basta con redistribuir, no basta con crear bonos, nacionalizar alguna empresa o ponerle colorido o popular a un discurso. Si no se transforma la propiedad, si no se democratiza la economía, si no se construye el poder desde abajo, el Capital siempre encuentra el camino de regreso.

Las élites económicas siguieron ahí intactas o incluso hasta más beneficiadas que antes, muchas veces acumulando aún más bajo un modelo que decía combatirlas. Muchos lo vieron como una revolución, pero nunca lo fue.

Y detrás de las banderas y discursos antimperialistas, el Socialismo del Siglo XXI terminó siendo una Social Democracia con esteroides. Porque para el Marxismo-Leninismo revolucionario el socialismo no es solo más escuelas, más hospitales o más subsidios. ES RUPTURA. Es abolir la propiedad privada de los grandes medios de producción. Es destruir el estado burgués y construir uno nuevo estado proletario, de los trabajadores, de comunas, de consejos. Y eso nunca ocurrió ni plantearon la idea. Los que lo planteaban fueron segregados con la Manipulación Semántica. No se socializaron las finanzas, ni la tierra ni la gran industria. No se construyó una nueva democracia obrera, no se combatió al capital, se lo administró.

Como dijo el politólogo Mario Canales:

“…este modelo funcionó como una suerte de pararrayos del capitalismo”.

Canalizó el descontento popular para evitar que explotara una revolución verdadera. Repartió parte de la riqueza, pero dejó intacta las estructuras que la genera. Habló de pueblo, pero muchas veces lo ultrajó, se metió en sus territorios y lo sustituyó por el Partido. Habló de democracia participativa mientras concentraba el poder en liderazgos personalistas.

Por eso, también vimos que cuando las “grandes personalidades” (Chávez, Correa, Evo, Lula) se fueron, nunca volvió a ser lo mismo. Y así poco a poco se volvió funcional al mismo sistema que desea combatir. Como acotó el revolucionario francés del siglo XVII, Saint Just:

“… quien intenta hacer la revolución a medias cava su propia tumba”.

En vez de romper con el neoliberalismo, el Socialismo del Siglo XXI cayó en su trampa. Mantuvo la lógica extractivista, Dependió del crédito internacional y Fortaleció a Grupos Empresariales Amigos del Proceso (Cuando Chávez: Empresarios Socialistas. Ahora, cuando Maduro “Burguesía Revolucionaria o FEDECAMARAS, CONCECOMERCIO O VENANCHAM)

En Venezuela, administran la pobreza, pero nunca erradican sus causas. Y cuando llegaron las crisis, aplicó ajustes como cualquier gobierno de Derecha (Ley Constitucional Antibloqueo para el Desarrollo Nacional y la Garantía de los Derechos Humanos). No fue una traición, fue su límite. El límite de un “proceso” que quiso ser radical sin romper con El Capital. El límite de un “socialismo (Social Demócrata, miismmooo) sin revolución”. Lo peor de todo es que cuando el modelo se desgastó, la derecha volvió. Y no solo volvió, volvió recargada (todo es BONO, no Existe Salario, etc. Etc…). 

En Ecuador con banqueros y bananeros gobernando y reprimiendo.

En Argentina con Macri y su fiesta de deuda que luego abrió el camino para Milei.

En Bolivia con un golpe de Estado bendecido por la Biblia y el fusil y por Elon Musk.

En Brasil con un Bolsonaro que hizo del odio su programa.

En Uruguay Luis Lacalle Pou con una restauración conservadora disfrazada de tecnocracia.

En cada país donde triunfó el Socialismo del Siglo XXI, El Capital contraatacó, porque cuando no se toca la raíz del poder, el sistema espera su momento y cuando vuelve no lo hace igual. Vuelve más salvaje, más autoritario, más vengativo. Y ese retorno no se entiende sin ver los errores de los Progresistas Social Demócratas como en Venezuela, sus límites, sus titubeos, sus pactos con las élites y con el Imperialismo, su incapacidad y falta de voluntad para romper de verdad con la estructura de El Capital.

El socialismo del siglo XXI nació del hartazgo, de los escombros del neoliberalismo, por la rabia acumulada de siglos de saqueo y décadas de ajuste.

Fue un intento legítimo, valiente y necesario por recuperar la dignidad colectiva, por demostrar que otro camino era posible incluso dentro de las reglas impuestas y por un momento pareció lograrlo. Redujo la pobreza, amplió derechos, levantó hospitales y escuelas donde antes solo había abandono, puso a los marginados en el centro del discurso, recuperó la autoestima de pueblos enteros. Eso no puede ni debe negarse.

Pero también mostró los límites de querer cambiar el mundo sin cambiar sus fundamentos, de intentar regular El Capital sin confrontarlo, de ponerle rostro humano al mercado sin quitarle los colmillos. Porque ningún modelo es invencible cuando se construye en terreno enemigo y ningún proceso es irreversible si no se toca las raíces del poder económico.

El socialismo del siglo XXI fue un puente entre lo que ya no queríamos y lo que aún no logramos construir. No fue el final del camino. Fue tal vez una pausa incómoda entre dos épocas. Una donde el neoliberalismo aún sobrevive disfrazado de gobernanza y modernización y otra que aún no nace, pero que se gesta en cada comuna, en cada huelga, en cada conciencia que despierta. Porque el socialismo no es solo una bandera ni un discurso. Es una lucha larga, inacabada, sin fórmulas mágicas ni atajos. Lo más importante que debemos sacar de esta época, en mi opinión, es qué aprendimos de todo esto y qué estamos dispuestos a hacer para que la próxima vez no haya vuelta atrás.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Fundamentos filosóficos del marxismo. EDITORIAL GRIJALBO, S.A. México, D.F. https://www.abertzalekomunista.net/images/Liburu_PDF/Internacionales/Konstantinov/Fundamentos-de-la-filosofia-marxista-K.pdf

Karl Marx. El Capital. Librodot. Tomo I http://www.iunma.edu.ar/doc/MB/lic_historia_mat_bibliografico/Fundamentos%20de%20Econom%C3%ADa%20Pol%C3%ADtica/Marx%20-%20El%20Capital%20-%20Tomo%201.pdf

El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y El Estado. 2017. Archivo Marx-Engels de la Sección en Español del Marxist’s Internet Archive (www.marxists.org). https://www.marxists.org/espanol/m-e/1880s/origen/el_origen_de_la_familia.pdf

Fabelo C. José R. (2017). El Marxismo y La Creación Heroica. Vigencia Del Pensamiento De Mariátegui. 02 April. https://www.researchgate.net/publication/315738238

Dieterich S., Heinz. (2005). El Socialismo del Siglo XXI https://www.rebelion.org/docs/121968.pdf

 


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Oscar Flores


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