El día que el pueblo bajó de los cerros (II)

Se ha dicho que la pobreza es un fenómeno complejo y multidimensional que afecta a millones de familias en el mundo. Según la ONU, la pobreza se define como la privación severa de necesidades  básicas, como el acceso a alimentos, agua potable, salud, vivienda, educación e información. He tomado esto elementos como básicos para definir el origen de la pobreza como demostración que sus efectos originarios dependen del contexto histórico, político, social y económico de cada país o región, siendo la principal causa histórica, el colonialismo, los conflictos armados, la esclavitud y las invasiones, que generaron situaciones de explotación, violencia, desigualdad, dejando fuertes secuelas que podíamos llamar hereditarias, que han  persistido a lo largo del tiempo, en el seno popular, combinándose con otros factores actuales, como la globalización, el cambio climático, la exclusión, el desempleo, la deuda externa, el comercio injusto, la especulación, las pandemias, etc. etc. etc.

De igual manera sabemos que han existido diferentes enfoques y estrategias, para abordar el problema de la pobreza, como la asistencia humanitaria, el desarrollo sostenible, la cooperación recíproca internacional, (ojo, no colonialista), la redistribución de la riqueza nacional para el desarrollo de programas integrales de la Nación que sirvan para la protección social, la educación, la salud, el empoderamiento popular, reconocimiento del papel protagónico de las mujeres, la aplicación de los derechos humanos, la participación ciudadana, la innovación tecnológica, al servicio del pueblo, la inclusión social, entre otros enfoques y estrategias posibles. Sin embargo, no se ha concretado una solución, para acabar con el flagelo de la pobreza, porque se requiere se requiere de un enfoque integral,  adaptado a la realidad sociocultural de cada país, que sólo se puede lograr con la aplicación de un sistema de justicia social inclusiva, basada en la aplicación de políticas populares, no populistas, como lo que hemos visto, en el trayecto histórico de nuestro pueblo, que no han sido más que políticas clientelares y demagógicas, de las cuales ya conocemos los resultados.

La reacción del sistema neoliberal, que ha venido prevaleciendo en los sistemas de gobiernos, en cuanto a la salida de la pobreza es siempre oscura y contradictoria. El sistema capitalista se basa en la libre competencia, el mercado, la propiedad privada, la imposición del consumo desmesurado, el crecimiento económico  que sólo permite la acumulación de capital en pocas manos de entes privados, la concentración de poder por roscas politiqueras y la impunidad  ante los graves actos de corrupción, dentro de las estructuras de los gobiernos, donde se infiltran las mafias del capital, depredadoras de las riquezas  nacionales, lo que genera grandes desigualdades sociales, que indudablemente contribuyen a la reproducción de la pobreza, por que quienes se enriquecen ilícitamente a expensas del estado, lo están haciendo con riquezas que les pertenecen al pueblo,  convirtiéndose en el germen de las insurrecciones populares, que hemos podido observar a lo largo de la historia de nuestro país, lo quiere decir que los antecedentes de estas rebeliones,  como en el caso de la Rebelión del pueblo venezolano el 27 de febrero de 1989, tiene sus raíces históricas, muy patentes, en el tratamiento histórico de los sistemas de gobiernos, que han implementado políticas, que en nada han beneficiado  al pueblo en sus inmensas necesidades, que contribuyan a estimular la felicidad del pueblo desde la premisa del vivir bien.  

Pero para no ahondar más sobre los antecedentes del sacudón de 27 de febrero, hagamos un ligero recorrido de los acontecimientos más próximos a este evento histórico sin precedentes en los anales de nuestra historia, como fue el “Sacudón” también conocido como el “Caracazo” que pudiéramos comenzar de manera somera,  desde las fechas posteriores al 23 de enero de 1958, cuando se implanta el Pacto de New York, como sistema regulador del mandato gubernamental, al servicio del sistema capitalista, cuando se establece aquel triste célebre mandato del Presidente Rómulo Betancourt, que le ordena a sus cuerpos represivos, “disparar primero y averiguar después”, orden que fue cumplida, manteniéndose tajantemente durante cuarenta años, en contra de las organizaciones populares, estudiantiles, sindicales y campesinas, siendo acribillados, a través de esta orden, estudiantes, hombres y mujeres del campo, obreros y luchadores y luchadoras  sociales a lo largo y ancho del país, por el sólo delito de ser pobres y luchar por sus sueños  de justicia y libertad.

Esta escalada de terrorismo de estado, se inicia con la represión a una manifestación pacífica de desempleados realizada el 4 de agosto del año 1959, en la Plaza La Concordia de Caracas que se llevó a cabo para oponerse a la eliminación del programa del Plan de Emergencia, ya que esto agudizaba el desempleo. Esta manifestación fue reprimida dejando un saldo de 4 muertos y más de 70 heridos, que a los pocos días se convirtió en 12 muertos y 130 heridos. A partir de este momento se suspenden las garantías constitucionales. En relación de esta situación, Maza Zavala, manifiesta que: “la primera labor de Betancourt cuando llega a la presidencia en el 59 es frenar el movimiento popular. Betancourt es el típico representante del temor de clase, encarnado en él, el terror de la burguesía frente al movimiento popular…” (Blanco Muñoz, 1986)

Partiendo desde aquella fecha nos encontramos, con un altísimo número de personas perseguidas,  asesinadas y desaparecidas; seres de los estratos populares, torturados en los Teatros de Operaciones (TO) y encarcelados de manera injusta. Podemos apreciar dos acontecimientos de puntual relevancia histórica, sucedidos durante el gobierno de Rómulo Betancourt, como son la  rebelión cívico militar, conocida como  el “Carupanazo”, que estalló en la ciudad de Carúpano  el 4 de mayo de 1962, capturando a más de cuatrocientas personas involucradas en la asonada entre militares y civiles y el “Porteñazo” que detonó en la ciudad de Puerto Cabello el 2 de junio de ese mismo año, resultando, según fuentes hemerográficas consultadas, que al menos se contabilizaron 400 muertos y 700 heridos. Los cuerpos de los fallecidos eran recogidos con palas mecánicas y transportados en camiones hasta fosas comunes.

Luego los habitantes de los barrios y de los campos venezolanos vivieron en asedio permanente, persecución, detenciones a dirigentes gremiales, asesinatos, desplazamiento forzado a los campesinos pobres, que eran desalojados de sus tierras originarias, que luego, esas tierras eran tomadas por terratenientes apoyados por el gobierno, del Pacto de Punto Fijo, hasta llegar a la masacre de Cantaura, donde fueron asesinados a mansalva 23 jóvenes revolucionarios, en manos de la DISIP dirigida por el criminal López Sisco, y tropas del Ejército, durante el gobierno de Luis Herrera Campins, en octubre de 1982. 

La masacre de Tazón, Caracas, 200 estudiantes  son masacrados por funcionarios de la Guardia Nacional, en esta acción mueren 34 estudiantes, el 19 de septiembre de 1984; la Masacre de Yumare Estado Yaracuy, donde fueron asesinadas nueve personas militantes revolucionarios, por un comando de la DISIP, también comandado por López Sisco, fueron torturadas y posteriormente asesinados, y luego los visten con ropa militar para hacerle creer a la opinión pública que eran guerrilleros, que se  habían enfrentado, en el sitio conocido como La Vaca, el 8 de mayo de 1986 y la masacre de El Amparo, donde son asesinado 14 pescadores, por funcionarios de la Policía Técnica Judicial (PTJ) , y la DISIP, al mando de López Sisco y miembros de las Fuerzas Armadas, en el sitio denominado Caño Las Coloradas, en octubre de 1988. Estas tres masacres fueron ejecutadas  durante el mandato  Jaime Lusinchi.

Pero eso no es todo, es sólo una parte de los componentes que complementan todo el cuadro de inconformidad y la rabia acumulada que se desbordó el 27 y 28 de febrero de 1989, en Venezuela, por parte de un pueblo víctima de la injusticia, la opresión, exclusión  y explotación, aplicada por un sistema de gobierno que durante años,  hundió  al pueblo en la pobreza, paradójicamente, en un país rico. El país de los petrodólares que jamás llegaron a las manos de los verdaderos dueños, de ese elemental recurso natural, que ha sido la codicia de las grandes trasnacionales del imperialismo norteamericano, y la complicidad de personeros internos, que en la actualidad nos siguen asediando con las nefastas sanciones, que sólo afectan al pueblo de a pie.

 


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Reinaldo Chirinos

Licenciado en Educación Mención Desarrollo Cultural. Facilitador del INCES.

 reinaldoc06@gmail.com

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