El pensamiento de Jesús y los orígenes cristianos

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Asamblea Popular Revolucionaria (aporreístas del mundo): en esta ocasión el historiador y doctor en Ciencias Sociales Vladimir Acosta realiza un recorrido histórico desmitificador por la figura de Jesús y las primeras comunidades cristianas, de imprescindible lectura, estudio y debate para quienes se interesan y participan hoy en la discusión sobre el socialismo bolivariano del siglo XXI. Esta intervención radial transcrita (para poderla repasar una y otra vez) se puede convertir en una herramienta de trabajo y participación ideológica muy útil en organizaciones populares, consejos comunales, organizaciones de base, conjunto social de las misiones, corresponsales comunitarios y alternativos, mujeres, campesinos, indígenas, obreros, liceístas, círculos bolivarianos, brigadistas moral y luces y, en fin, al proceso bolivariano y sus líderes. Divúlguenla ¡y disfruten!

Intervención del Dr. Vladimir Acosta en su programa radial “Temas sobre el tapete” del 28 de febrero de 2007 en RNV canal 91.1.

(transcripción libre de msu).

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I.

Vamos a tocar el tema relativo a la discusión acerca de la condición socialista o no socialista de Jesucristo y la polémica que se ha suscitado en torno a afirmaciones hechas por el presidente Chávez en algunas oportunidades, y a la respuesta que ha dado fundamentalmente un grupo de teólogos de la Universidad Católica (UCAB), presididos por el padre Ugalde, Rector de esa Universidad; pero se han agregado algunas cosas y por eso quiero hacer una reflexión antes de continuar con el tema acerca de si Jesús fue socialista, si Jesús comunista, si Jesús fue capitalista, si Jesús fue neoliberal. Ha habido las afirmaciones de que Jesús fue socialista, la negativa de la jerarquía eclesiástica, recientemente se publicaron algunos artículos en aporrea y en otras partes mostrando que Jesús no solo fue socialista sino incluso comunista. Y la semana pasada en la Librería Francesa descubrí un libro recién llegado de un tal Charles Gave, que muestra con citas evangélicas que Jesús fue neoliberal. El libro se titula “Un libéral nommé Jesús” (Un liberal llamado Jesús). De tal manera que tenemos la gama completa: del Jesús comunista, pasando por el Jesús socialista hasta llegar al Jesús capitalista y al Jesús neoliberal.

Yo creo, a partir de todo esto, que se habla de Jesús, Jesucristo, con demasiada ligereza. Como si no hiciera falta estudiar la historia del cristianismo para conocer a fondo y poder opinar. Para poder descubrir ahí mentiras, manipulaciones, falsificaciones y fundamentar realmente las afirmaciones que se hacen. Y no basta con ser cristiano, con haber sido bautizado o haber ido a misa para que ¡cualquiera se convierta en un experto en el tema! Se toman frases sueltas atribuidas a Jesús -cualquiera las tiene, cualquiera las puede utilizar-, se lanzan teorías y se sacan unas conclusiones rápidas, ligeras, acomodaticias.

Quiero entonces hacer tres precisiones para tratar de volver a situar, tal como lo veo yo, el debate.

En primer lugar, el Jesús del que hablamos todos –Jesús, Jesucristo- no es un personaje histórico, no es un personaje real. Es un personaje literario, un personaje construido, probablemente creado en base a un personaje real, algún profeta o predicador judío del I siglo de nuestra era, que debió vivir en esa Palestina convulsionada, rebelde, en lucha contra el Imperio Romano, donde abundaban los predicadores y los profetas. En todo caso, es un personaje del que no sabemos nada.

¿Cómo, para qué y cuándo se construyó ese personaje literario que es el Jesús de los Evangelios?

Para la primera generación cristiana o judeocristiana, porque todavía eran más judíos que cristianos, para Pablo, para los otros, para los hijos de los otros, no hacía falta una historia de Jesús. Bastaba simplemente con creer en su Resurrección. Que Jesús había resucitado. Eso era lo que lo divinizaba, incluso descorporeizándolo. La resurrección de Jesús, tal como la veía Pablo, es una resurrección espiritual. No significaba un cuerpo que anduviera después caminando por ahí. Una resurrección espiritual.

Fue más adelante que se hizo necesario insistir en la condición humana de Jesús, cuando la segunda y la tercera generación judeocristiana –que ya eran más cristianas que judías- necesitaron darle historicidad a su Salvador. Mostrar que Jesús no solo había sido Dios sino que también había sido hombre, un ser humano concreto. Pero entonces es cuando se empieza a construir la vida humana de Jesús. Del posible personaje real poco se recordaba o nada, poco se sabía o nada se sabía. Quizás algunas frases sueltas, algunos recuerdos imprecisos.

Y las obras que comienzan a construir la figura de Jesucristo, más que biografías o más que objetivos biográficos, lo que tiene son sobre todo objetivos kerigmáticos: es decir, mostrar que Jesús era hijo de Dios, que Jesús era hijo de David o descendiente de David, que Jesús había sido Mesías. Y también querer probar con algunos hechos: la tumba vacía, los ángeles que se aparecen, las mujeres que fueron a llevar ungüento, etc., mostrar su Resurrección. Su increíble Resurrección. Repito, una Resurrección que ya no era meramente espiritual tal como la planteaba Pablo en sus Epístolas, sino una Resurrección corporal. Una Resurrección en carne y hueso.

Esta es la obra de los Evangelios, fundamentalmente de los Evangelios canónicos. Evangelios atribuidos falsamente a varios apóstoles. Nadie sabe quién escribió esos Evangelios. Hay ciertas indicaciones sobre dónde más o menos pudieron ser escritos pero los autores son absolutamente desconocidos. Los Evangelios son una suerte de seudobiografías divinizadas y ellas forjaron el personaje de Jesús utilizando textos de la Biblia, presentados como profecías que debían cumplirse en el personaje Jesucristo, textos a menudo deformados, manipulados, a veces hasta traídos por los cabellos, se copiaron milagros de diversas fuentes que eran usuales entonces, se tomaron rasgos de algunos dioses paganos: de Osiris, Adonis, Atis, Dioniso, de Mitra. Dioses que estaban todos asociados a un tema vital en esos siglos, el tema de la Salvación. Dioses estacionales, dioses solares, dioses agrarios, dioses todos ellos que resucitan igual que Jesús. Porque esos cristianos ya se estaban alejando del judaísmo, esos cristianos se iban vinculando cada vez más -a medida que rompían con el judaísmo- se iban vinculando cada vez más al mundo grecorromano, al mundo del paganismo en el cual el cristianismo, en medio de su pelea, tomó muchísimas cosas. En lo esencial, por supuesto, el cristianismo seguía atado al judaísmo, no ha podido nunca y no puede desatarse de él porque el cristianismo necesita que su Dios -que es Jesús- sea hijo del Dios judío, de Yahvé; sea hijo de David o descendiente de David, y sea mesías, mesías judío.

De tal manera pues que al hablar de Jesús recordemos que no se trata de un personaje histórico, de un personaje del que se pueda decir con certeza que afirmó esto o aquello o que escribió esto o aquello, como si se tratara de Aristóteles, Cicerón, Tomás de Aquino, Buenaventura, Napoleón, Churchill, Lenín o de Fidel Castro. Estos son personajes reales que sabemos lo que hacen y lo que dicen. ¡Y recuerden, aún así, es siempre interpretación! ¡Cómo será en un caso donde ni siquiera sabemos cuál era el personaje, y, por lo demás, el personaje fue construido por los Evangelios!

De tal manera que el Jesús que cuenta, el Jesús que todo el mundo cita, el que citamos todos, es el Jesús evangélico, el que describen los Evangelios. Y esos textos son textos tardíos, escritos entre los años 70, 80, 90, 100, 110, 120, bastante lejos de la época en que se supone que debió vivir el personaje que les sirvió de base.

Esos textos tardíos son textos kerigmáticos, centrados mucho más en demostrar la divinidad de Jesús que su existencia como ser humano, y por añadidura, textos que fueron bastante manipulados en los que se metieron muchísimas manos. De tal manera que no sabemos lo que pudo haber dicho o pudo haber pensado el Jesús original -si es que lo hubo, como parece probable- y no tenemos ningún otro texto que hable del personaje, a no ser los propios Evangelios.

Y los Evangelios a menudo se contradicen. Incluso los tres llamados “sinópticos” porque se parecen, se contradicen bastante. El Evangelio de Juan es bastante diferente. Los Evangelios se contradicen mucho –repito- y ponen a Jesús a decir o hacer cosas diferentes, y a menudo, a hacer cosas contradictorias. Y por eso es bien difícil saber lo que pudo pensar o decir el personaje real, que al final no contó mucho para la construcción del personaje literario, que fue el que quedó. Pero resulta que eso es lo que tenemos como única referencia. Lo que hay que tomar en cuenta es que al hablar de Jesucristo, que aquello de Jesús dijo o Jesús fue, siempre resulta hipotético. No es igual decir Tomás de Aquino dijo o Hegel fue o Churchill fue o Churchill dijo. Eso es importante, en primer lugar, para ubicar al personaje y las afirmaciones rotundas que se hacen al respecto.

En segundo lugar, si nos ceñimos a los textos Evangélicos, y no hay otra alternativa que ceñirnos a lo que Jesús dice en ellos, no podemos decir que Jesucristo fuera socialista. Tampoco podemos decir que fuera comunista y mucho menos, por supuesto, decir que Jesucristo fuera liberal o neoliberal. Lo que hallamos en ese Jesucristo descrito por los Evangelios es un personaje que las más de las veces, con harta frecuencia, se nos muestra como un personaje humanitario, justo, que se caracteriza por la indignación contra la injusticia, que condena la injusticia, que defiende a los pobres, que defiende a los desamparados y que lleva un mensaje de igualdad, de paz y de amor. Y eso es bastante hermoso. Ahora he dicho que las más de las veces porque eso no ocurre siempre. Las contradicciones de los Evangelios, los intereses que se movieron cuando se estaban redactando esos textos y las manos peludas que se les metieron después, ponen a veces a Jesucristo a actuar de manera muy diferente. A veces actúa como un personaje injusto, como en el caso de la higuera: quiere comerse un higo, no es tiempo de higos y entonces maldice a la pobre higuera y la higuera se seca. Eso no tiene nada que ver con justicia ni con sinceridad ni con comprensión del propio mundo. Lo que pasa con los cerdos: una extraña piara de cerdos –que los judíos no consumen- a la cual Jesucristo le mete trescientos diablos que ha sacado de unos endemoniados y entonces los cerdos se precipitan al agua y se mueren todos; realmente una situación que no tiene ninguna explicación. A veces Jesucristo dice que no trae la paz sino la guerra, que viene a separar los padres de los hijos; en otras oportunidades, le mete miedo a la gente hablándole de (…) de fuego, que dominará el terror y los dientes van a castañetear; a veces es dócil ante el poder romano (“Al César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios”) pero al mismo tiempo es acusado de pretender ser Mesías, o sea, de ser un rebelde contra el Imperio Romano. De paso los evangelistas, que lo que quieren es atacar a los judíos y no a los romanos, acusan a los judíos de responsables de la muerte de Jesús y no a Pilatos y a los romanos.

Los Evangelios están llenos de muchas contradicciones y el personaje Jesucristo que aparece ahí es un personaje, por supuesto, también contradictorio.

En fin, lo que cuenta es que lo que priva en ese personaje Jesucristo, lo que domina de la lectura de los textos con todos sus matices, con todas sus contradicciones, es un Jesucristo que tiene un mensaje de paz y de amor, un mensaje caracterizado por ansias de justicia, por solidaridad con los pobres y también cuenta -y eso me parece lo más relevante- que ese mensaje de paz, de amor, de fraternidad, de amor por los pobres, de deseo de justicia, ese hermoso mensaje resulta formar parte de un torrente inmenso de lucha social, de crítica social, de esperanza por un mundo más justo; un torrente que cubre siglos y siglos de la historia humana, que ha formado parte del enfrentamiento contra la injusticia, la desigualdad, la exclusión, la pobreza, la miseria, y de ese enorme torrente del cual forma parte ese Jesús humanitario, solidario y fraternal que es el que predomina en los Evangelios, del que se nutre el socialismo actual, del que se nutre la lucha actual por el socialismo porque el socialismo solo se construye a partir de ese deseo de justicia, de fraternidad, de esa defensa de los débiles y de los pobres y ahí hay una gran cantidad de puntos comunes entre ese Jesús evangélico y el deseo de construir -hoy con muchas más posibilidades que nunca- una sociedad más justa. Eso me parece central.

En tercer lugar, el problema de lo que haya sido Jesús: socialista o no socialista, no es el problema central nuestro. Si Jesús fue o no socialista, si fue o no comunista, si fue neoliberal, si fue socialdemócrata, si fue democratacristiano, eso no tiene relevancia.

Nuestro problema central es luchar por construir hoy una sociedad más justa, una sociedad que derrote la injusticia, la pobreza, una sociedad democrática, participativa y protagónica, una sociedad socialista, un nuevo tipo de sociedad y para ello debemos centrarnos en lo que es lo principal: en enfrentar los problemas y los enemigos de hoy, en fortalecer la lucha y las organizaciones populares, en crear conciencia política y conciencia de clase, en definir y poner en marcha tareas revolucionarias.

En ese sentido el tema de Jesús es secundario. Si Jesús hubiera sido socialista o comunista, excelente, maravilloso. Si hubiera sido neoliberal, peor para él. ¿O es que acaso -si Jesús hubiera sido neoliberal, como pretende este autor francés que les comenté hace rato- nosotros dejaríamos de ser socialistas o de ser revolucionarios y tendríamos que ser neoliberales? No. Eso no cambia nada para las tareas de hoy. Ya no estamos en la Edad Media en que la política siempre tuvo una envoltura religiosa, en la que había que justificar cada paso hacia el cambio social, hacia la justicia humana, apoyándose en algún texto evangélico. Si ni siquiera nos apoyamos en los textos de Marx para cada paso que damos… Marx, que sí fue socialista, que sí fue comunista y de quien sí sabemos lo que dijo, ¿por qué tendríamos entonces que hacerlo con textos de Jesús? ¿por qué tendríamos que depender de frases evangélicas para luchar por la justicia y para participar activamente en la construcción de una sociedad más justa. En todo caso, mi opinión trata de situar las discusiones en un terreno más real, más serio, más denso y también con mayor sentido de lo que es más importante y de lo que es menos importante.


II.

Quiero retomar entonces lo que había ofrecido para esta semana acerca del pensamiento de Jesús y la lectura de si hubo comunismo o no en los primeros cristianos.

Vuelvo al tema del pensamiento de Jesús. Hay algo en Jesucristo que suelen olvidar los cristianos porque la Iglesia cristiana se los oculta y es que Jesús no es cristiano. Jesús es judío. Tanto el Jesús que describen los Evangelios, es decir el único Jesús que conocemos, como el posible personaje que le sirvió de base, es judío. Y Jesús habría sido entonces un judío humanista de su tiempo. Jesús pensó como judío. Actuó como judío. Dirigió un mensaje al pueblo judío y su pensamiento, en lo esencial, casi todo, es parte del pensamiento judío de su época, es parte de la sabiduría judía de su época, del humanismo judío de su época, de la crítica social judía de su época. Jesús defiende la Ley judía y Jesús dice en Mateo 5, 17-18 (el mismo Sermón de la Montaña): “No penséis que he venido a abrogar la Ley o los profetas (es decir, la Ley judía). No he venido a abrogarla sino a consumarla. Porque en verdad digo que antes pasarán el cielo y la tierra que falte una jota o una tilde de la Ley hasta que todo se cumpla”. Es difícil ser más judío, más fiel a la Ley judía que Jesús, si aceptamos estos versículos del Evangelio de Mateo.

Lo cierto es que el Jesús evangélico predica solo para los judíos. El propio Mateo dice un poco después (capítulo 10, versículos 5, 6, 7 y 8) que Jesús manda a los apóstoles que vayan a predicar solo a los judíos. Como dice él: a las ovejas perdidas de la casa de Israel, que no vayan a ciudades de gentiles (de paganos, de grecorromanos) y que ni siquiera vayan a ciudades de samaritanos (medio judíos, judíos mestizos).

Por ello es una clara manipulación (manos peludas que se le metieron a los textos evangélicos) lo que se le añadió tempranamente al Evangelio de Mateo: aquella famosa frase en que se fundamenta el poder del Vaticano, el poder de los Papas, en la que Jesús le dice a Pedro: Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré Yo mi Iglesia y las fuerzas del demonio no prevalecerán sobre Ella y lo que ate y lo que desate, etc. etc. Es decir, convierte a Pedro prácticamente en su heredero y como de alguna manera la Iglesia convierte a Pedro en el fundador de la Iglesia Romana, Pedro entonces es el primer Papa, y los Papas fundamentan su poder, su autoritarismo sobre esta supuesta frase de Mateo.

Jesucristo o el Jesús evangélico, repito, no es cristiano. Es judío y no funda ninguna Iglesia. “Iglesia” es un concepto griego, un concepto que no es judío ni tiene relación con el judaísmo. Iglesia supone un dogma y supone una jerarquía, nociones que no existían en el judaísmo de la época. El judaísmo es una religión mucho más abierta que el cristianismo. Es una religión que admite corrientes. De hecho, había corrientes importantes del judaísmo en los tiempos que se supone que anduvo Jesucristo por Palestina. Una de las corrientes la formaban los saduceos, otra los fariseos, otra los zelotes y otra, los esenios. El judaísmo es una religión que no tiene un dogma rígido, que no tiene una jerarquía, es una religión mucho más abierta donde se puede pensar con mucha mayor libertad, donde no hay una inquisición, no hay un poder político que lo declare a uno hereje, que lo bote y que, antiguamente, lo torturaba y lo quemaba por no aceptar la posición oficial.

Es decir, el concepto de Iglesia con su dogma y con su aparato de inquisidores y autoridades que creen que todo lo que dicen es la palabra de Dios, es una creación de la Iglesia cristiana, particularmente de la Iglesia Católica. De tal manera Jesús habla para los judíos, piensa para los judíos y no está construyendo ninguna Iglesia porque la Iglesia fue creada después. Jesús ni siquiera es cristiano.

Además, el propio Jesús evangélico no funda Iglesia por otra razón que cuenta mucho. Jesús creía, y lo dice a cada paso en los textos evangélicos, en el inminente fin del mundo, en la llegada del Reino que él mismo estaba predicando. Jesús le dice a los discípulos (Mateo 10, 24), a quienes ha mandado lejos a predicarle a las ovejas perdidas de la casa de Israel: “No habréis terminado de recorrer las ciudades de Israel antes de que venga el Hijo del Hombre”. Es decir, antes de que se produzca el fin de los tiempos. ¿Qué sentido entonces tendría para Jesucristo fundar una Iglesia, en el supuesto negado de que hubiera querido hacerlo, cuando creía que el mundo se iba a acabar antes de que incluso le hubieran predicado su mensaje a todas las ovejas perdidas de la casa de Israel?

Jesús no funda ninguna Iglesia cristiana porque no es cristiano, porque es judío y además porque cree en el inminente fin del mundo. De tal manera que esta es una simple manipulación, una más, del Vaticano, de la Iglesia de Roma para imponer su supremacía sobre las otras iglesias que existían y que tenían peso en esos primeros siglos en Antioquía, en Bizancio, en Alejandría: todas las iglesias que competían por la hegemonía con la Iglesia de Roma fueron aplastadas fundamentalmente por la imposición dogmática de este versículo manipulado, interpolado, de Mateo.

La Iglesia utilizó esto para imponer su supremacía y para eso inventó la primacía de Pedro, para eso inventó el viaje de Pedro a Roma, para eso hizo de Pedro el fundador de la Iglesia de Roma y lo convirtió en el primer Papa, cuando no existían todavía papas; para eso inventó el mito aquel de Quo Vadis, y hasta inventó –más adelante- el mito de que los restos de Pedro están en el Vaticano bajo el propio sitio donde está el trono del Papa. Esto último lo inventó el Papa Pío XII a mediados del siglo pasado: llamaron a unos arqueólogos católicos para que exploraran y sacaran unos huesos… (en Roma, por cualquier calle que uno camine, coge un pico y una pala, da dos golpes y salen unos huesos etruscos o romanos… así es que no es nada difícil excavar unos huesos en cualquier parte de Roma). Inventaron que eran los huesos de Pedro, se suscitó una discusión. Al final por supuesto no se quedó en nada, los propios arqueólogos católicos quedaron dudosos pero para el público cristiano que se las traga todas quedó claro entonces que san Pedro estaba enterrado ahí.

Este ejemplo muestra que el pensamiento de Jesús está asociado al judaísmo, que su sabiduría es una sabiduría judía y que hay muy poco de original en él. Esto no le resta en absoluto peso a esa sabiduría judía, esa sabiduría es riquísima, sabiduría con componentes humanísticos, pero lo que quiero señalar justamente no es que eso le quite peso a Jesús sino situar las cosas en su sitio y mostrar que el pensamiento de Jesús es fundamentalmente un pensamiento judío y es una sabiduría relacionada con la de los profetas, de los fariseos, en parte con la sabiduría de los esenios porque, de las cuatro corrientes del judaísmo de entonces: saduceos, fariseos, zelotes y esenios, Jesús –en lo esencial- está mucho más vinculado al fariseísmo, aunque critique en los propios Evangelios la actitud dogmática y rígida que asumen frecuentemente los fariseos.

Pero su sabiduría está mucho más vinculada al saber de los fariseos. Eso sí. A veces trata de radicalizar, de rebasar los límites de ese pensamiento, sobre todo cuando lo encuentra un pensamiento demasiado dogmático y también incluye (uno no sabe por qué vías entraron a los Evangelios esos elementos) contenidos que se asocian con los zelotes y con los esenios. Hay mucho parecido entre el pensamiento de Jesús y el de los esenios y el hecho de que entre los discípulos hubiera zelotes y que el propio Judas pareciera haber sido un sicario (en el mejor sentido de la palabra y no los sicarios paramilitares colombianos ni nada parecido) sino revolucionarios que usaban un pequeño puñal llamado “sica”, con lo cual representaban una corriente muy radical del enfrentamiento contra la hegemonía y contra el gobierno de los romanos. De tal manera que ahí hay de todo.

Para terminar un último punto. La teología cristiana, la teología protestante del siglo XX que es la más importante, la más inteligente, la más capaz y no esa teología precámbrica que sigue en la Iglesia Católica defendiendo las cosas más indefendibles y las fábulas más ingenuas y más infantiles. La Teología protestante del siglo XX -particularmente la Escuela de Marlburgo y su principal teólogo Rudolf Bultmann (1884-1976), el más grande de los teólogos cristianos del siglo XX- trataron de enfrentar aquellas opiniones que provenían de críticas de los siglos XVIII y XIX que habían llegado prácticamente a la conclusión de que habiendo tantas fábulas y tantos mitos en los Evangelios, Jesús era un mito y Jesús no había existido.

Justamente para enfrentar esa posición Bultmann y otros trataron de descubrir al verdadero Jesús y así surgió el tema del Jesús histórico. El posible personaje real que había servido de fuente para la construcción del personaje literario, aquel personaje que subyacería bajo la capa kerigmática, mítica y fabulosa de los Evangelios. Y empezaron a hacer un trabajo extraordinario de décadas y décadas de investigación, de religiones comparadas, un trabajo científico bien serio, y comenzaron a descartar, para encontrar al verdadero Jesús, todo lo que parecía postizo, lo que parecía añadido. Comenzaron descartando todas las fábulas: la concepción virginal, el nacimiento virginal, el pesebre, los reyes magos, la matanza de los inocentes, la ascención al cielo; descartaron todo lo que Jesús hace o lo que a Jesús le pasa para que se cumplan las profecías bíblicas reales o supuestas (se cumplió esto para que pasara aquello, etc.); descartaron también los milagros de Jesús ya que son todos copiados porque son todos similares a los milagros propios de los taumaturgos de entonces: curar ciegos, curar sordos, curar paralíticos, curar leprosos, resucitar muertos, caminar sobre las aguas, multiplicar panes y peces, convertir el agua en vino como Dioniso, eliminando prácticamente todos esos milagros. Descartaron la mayor parte de las similitudes que tiene el personaje Jesús con otros dioses de entonces como Osiris, Atis, Adonis, Dioniso. Descartaron todos los pensamientos de Jesús que aparecen ya en la sabiduría judía anterior o en la contemporánea, como el caso de Fidel, uno de los grandes sabios judíos de ese primer siglo y, una vez que hubieron descartado todo eso, se encontraron con que prácticamente no les quedaba nada, no les quedaba nada original. Que apenas quedaban unas pocas frases sueltas, alguna que otra idea –que a menudo radicalizaba ideas del pensamiento judío.

Es decir, que casi todo el pensamiento de Jesús evangélico está contenido en el judaísmo de entonces, en su sabiduría. Y repito, Jesús fue judío y el cristianismo, que es ulterior, lo van construyendo las sucesivas generaciones cristianas, despegándose del judaísmo, rompiendo en la medida posible con el judaísmo. Y esa fue la obra de los llamados Padres de la Iglesia: Justino, Orígenes, Tertuliano, Jerónimo, Ambrosio, Agustín, que son los verdaderos creadores del cristianismo, de su dogma y de su estructura eclesiástica. Así, Jesús es un pensador judío y Jesús no es ningún cristiano ni es fundador de ninguna Iglesia cristiana y su sabiduría, en lo esencial, es una sabiduría judía del pensamiento judío de ese entonces, de la crítica social de ese entonces, del espiritualismo judío de entonces y del humanismo de entonces.

He querido puntualizar estos asuntos porque, repito, generalmente el tema de Jesús se trata con una ligereza impresionante. Cualquiera cree que es una autoridad en Jesús porque lo bautizaron, porque fue a misa o ha leído algunas cosas. La historia del cristianismo es una historia llena de todo tipo de combinaciones entre mitos, historias, fábulas, manipulaciones, intereses, etc. De tal manera que es muy fácil perderse y, sobre todo, cuando el cristianismo se analiza, no como se analiza un objeto de investigación, sino como un problema de fe. Si uno cree primero, después no puede razonar. Y justamente el cristianismo se lo meten a uno en la cabeza primero, antes de que aprenda a razonar y después, cuando empieza a razonar y se tropieza con el dogma, con la creencia, con lo que es su propia fe, uno no tiene capacidad entonces para razonar bien. Uno puede resultar fantástico analizando las otras religiones, analizando racionalmente cualquier religión, pero la de uno no, porque la religión de uno es parte de su fe y entonces no funciona la racionalidad como funciona en los otros casos. Pero dejemos esto aquí y vayamos al tema de los orígenes cristianos.


III.

El tema de los orígenes cristianos sostiene la discusión de qué componentes socialistas o comunistas hubo en las primeras comunidades cristianas. Las primeras comunidades cristianas que no son todavía cristianas; son judeocristianas: todavía asisten al templo como dicen los propios Hechos de los Apóstoles; todavía están todavía vinculadas al judaísmo. (Lean los Hechos de los Apóstoles para saber cómo se describen ahí). Lo que sí es cierto es que si uno acepta la descripción que hace el capítulo 4, versículo 32 y siguientes de los Hechos de los Apóstoles, se encuentra con que hay componentes que muestran claramente que esas primeras comunidades cristianas, en particular la de Jerusalén, es una comunidad que actúa dentro de un contexto que la vincula a una actitud y una praxis comunista. Ni siquiera a una praxis socialista. El texto dice: “La muchedumbre de los que habían crecido tenía un corazón y un alma sola y ninguno tenía por propia cosa alguna y antes, todo lo tenían en común. No había entre ellos indigentes pues cuantos eran dueños de haciendas o casas las vendían y llevaban el precio de lo vendido y lo depositaban a los pies de los apóstoles y a cada uno se le repartía según su necesidad”.

El presidente Chávez tiene toda la razón cuando le leyó este párrafo al cardenal Urosa en la Asamblea Nacional y le dijo: “Cardenal, esto no es solo socialismo. Esto es comunismo”.

A la pregunta de si los primeros cristianos fueron o no comunistas y en qué pudieron serlo, no hay duda de que, en lo esencial, esas comunidades cristianas –si aceptamos como válido lo que dicen los Hechos de los Apóstoles- se acercaban -todo lo que podía acercarse- una pequeña comunidad desde el punto de vista del comunismo. Exigían la propiedad común de las tierras o, en todo caso, la venta de quienes tuviesen propiedades para tomar los ingresos y convertirlos en bienes comunes, o sea, exigían la propiedad común de la tierra -que era el bien de producción fundamental de esos siglos. Vivían en comunidad de bienes, repartían los bienes entre todos con justicia y le daban a cada quien según su necesidad.

No son comunistas en cuanto que no eran una comunidad revolucionaria, una comunidad que se propusiera cambiar las relaciones de producción, tomar el poder y hacer de la tierra una propiedad social, etc. En ese sentido no lo eran. Constituían más bien una comunidad –primero- pequeña, localizada, una comunidad pasiva, que acepta el mundo tal como es y trata de reformar solo algunos elementos de ese mundo y así, lo que era usual a lo largo de esos siglos de luchas sociales, los que querían una sociedad mejor se reunían en pequeño y trataban de construir esa sociedad. El caso de los esenios, que es uno de los antecedentes del cristianismo, en buena medida es ese: una comunidad donde se practica el comunismo, donde los bienes son comunes, donde hay una norma que convierte esa ciudad, ese monasterio o ese espacio, lo convierte en un espacio modélico.

Pero el mundo sigue andando, como en el tango de Carlos Gardel.

El mundo sigue andando, sigue explotando, sigue saqueando, sigue manteniéndose el Imperio Romano y en ningún momento esas comunidades se proponen la revolución ni nada parecido. Simplemente consiste en aislarse un poco del mundo y tratar de construir en pequeño una sociedad mejor. Eso es su límite fundamental. Pero dentro de ese límite, funcionan como unas sociedades en las cuales no hay propiedad privada, en las cuales todo es común, en las cuales el que tiene propiedades y se adhiere a la comunidad, debe venderlas para beneficiar a todo el mundo y se le da a cada uno según su necesidad. Existen evidentemente principios comunistas importantes ahí.

Voy a citar algunos textos de algunos Padres de la Iglesia comentando esa comunidad. Pero antes deseo hacer un paréntesis. Anda por cierto por ahí un especie que trata de ridiculizar lo que había dicho el presidente Chávez, reconociendo que sí es verdad que había habido algo de comunismo en esos primeros cristianos pero que por ello se habían arruinado. Y eso es increíble que lo hayan dicho los teólogos chimbos de la Universidad Católica y lo dijo una señora que fue ministra copeyana; luego yo incluso traté de poner las cosas en su sitio en un programa hace como dos meses, cuando se produjo el señalamiento de ella tratando de mostrar como ignorante al presidente Chávez. Y ella decía -y lo repiten de algún modo estos teólogos de la Católica- que hubo hambre y sed entre las comunidades para demostrar que las comunidades se habían arruinado por ser comunistas. Esto es un disparate descomunal y es asombroso que lo digan unos teólogos y unos copeyanos que se la dan de sabios, de conocedores de su propia religión.

La comunidad original cristiana desapareció fundamentalmente por la invasión y destrucción de Jerusalén por los romanos en el año 70. No tiene nada que ver con pobreza. En segundo lugar, otras comunidades que funcionaron de forma parecida, ocurrió que con el crecimiento, a medida que el cristianismo crecía, se despegaba un poco del judaísmo, atraía a ciudadanos griegos y romanos, cambiaba la correlación de fuerzas en una sociedad donde había mucho pobre, donde había algunos pequeños grupos de clase media y uno que otro terrateniente que vendía sus tierras para la comunidad, a medida que se fue llenando de otros sectores sociales más importantes, ese comunismo se fue desintegrando y fue dando lugar a una aceptación más evidente del sistema social existente afuera. No tiene nada que ver con que se hayan arruinado esas comunidades cristianas.

Y de paso la señora socialcristiana decía un disparate descomunal porque cuando el presidente Chávez citó el caso de Ananías y Zafira (Ananías que vendió la tierra pero no la entregó toda y san Pedro lo hace prácticamente morir ahí) citaba de nuevo a Ananías para asociarlo con el tema de la pobreza. Ella confunde dos Ananías (los nombres se repiten): ahí está Ananías que queda muerto ahí por san Pedro y hay otro Ananías que aparece un poco más adelante, en el contexto de la conversión de Pablo, Saúl, en Damasco y, cuando va ciego hacia Damasco, la Voz le dice que vaya a buscar un tal Ananías en la calle tal y san Pablo, que está preocupado porque está ciego y pasa por un drama psicológico importante (de perseguidor de cristianos ahora empieza a reconocer a Jesús), san Pablo pasa unos días de hambre y de sed, no come y no bebe, pero es san Pablo. Y además este Ananías es un Ananías cristiano que no tiene relación con el otro. De tal manera que generaron ahí un pastel de ignorancia, como suelen hacerlo. Entonces, esto no tiene nada que ver con que haya fracasado la comunidad de bienes.

No se trata pues de una comunidad de bienes de ricos que se arruinó sino todo lo contrario, de una comunidad de pobres que trata de sobrevivir colectivizando los pocos bienes que recibe y viviendo sobriamente pero en igualdad.

Cito entonces los textos que deseaba mencionar. Diversos Padres de la Iglesia se refieren a esos textos. Tengo aquí una buena colección de ellos pero voy a citar simplemente unos de Juan Crisóstomo, teólogo, Padre de la Iglesia, griego y del siglo IV, que es el más claro, el más radical.

En unas Homilías de Crisóstomo sobre los Hechos de los Apóstoles, escribe: “Desterradas estaban de aquella santa Iglesia (se refiere a los primeros judeocristianos) esas insípidas palabras de “mío” y “tuyo” que tantas guerras han traído al mundo. Y aquellos fieles habitaban la tierra como los ángeles del cielo. Ya ni los pobres envidiaban a los ricos pues no había ricos ni los ricos despreciaban a los pobres pues tampoco había pobres. Todo era común. Nadie decía que fuera propio nada de lo que poseía. No sucedía entonces lo que acontece ahora. Ahora los que tienen, conservando la propiedad, dan parte a los necesitados. Entonces no era así. Entonces los que tenían renunciaban a la propiedad de sus bienes y poniéndolos en medio y confundiéndose todos ya ni se sabía quiénes fueran antes opulentos. De modo que si algún orgullo cabía por haber despreciado las riquezas, quedaba de todo punto cortado ya que todos estaban en pie de igualdad y los bienes de todos se habían confundido”.

Interesante también la Homilía 11 de Crisóstomo, dedicada a los Hechos de los Apóstoles, cuando escribe: “La Gracia era con ellos porque ninguno padecía escasez por la razón de que todos daban generosamente para que nadie permaneciese pobre. Porque ellos no daban una parte y retenían otra para sí ni daban todas las cosas como si fueran propias. Abolieron la desigualdad y vivían en gran abundancia. Y hacían todo esto de la manera más digna de elogio. No se atrevían a poner una limosna en las manos del necesitado ni daban liberalidades con arrogante condescendencia sino que las ponían a los pies de los apóstoles haciendo de estos los maestros y distribuidores de los donativos. Cada uno tomaba entonces lo que necesitaba de los almacenes de la comunidad, no de la propiedad privada de los individuos. Eso evitaba que los donantes adquirieran una vana complacencia personal”.

Y después Crisóstomo se adentra en un cálculo de lo que sería, en la Constantinopla de su época (siglo IV), si se hubiera mantenido esa estructura y los beneficios que habría dado desde el punto de vista de la alimentación, de la propiedad de la tierra, etc. Hace un análisis prácticamente económico, con cálculos en libras y todo lo demás, acerca de esto pero no tenemos tiempo de leerlo hoy.

La última reflexión que quiero hacer sobre el tema de los Hechos de los Apóstoles, es que se podría discutir si estos textos de Crisóstomo y los otros textos que leeré, no están bordando sobre el mismo texto que cité al comienzo de los Hechos de los Apóstoles ya que Crisóstomo no fue testigo presencial de las primeras comunidades. Sí, es posible, pero eso no devalúa nada. Podría devaluar el hecho de que las comunidades no duraron mucho pero no devalúa el hecho de que él como Padre de la Iglesia, todavía en el siglo IV, incluso con una Iglesia que ha cambiado bastante porque ya ha llegado al poder, sigue defendiendo la justeza y la justicia de una sociedad comunitaria, de un reparto de bienes para que no haya pobres y ricos, donde incluso los ricos no es que le den limosna a los pobres sino que se entregan los bienes a las autoridades de la comunidad para que los distribuyan y así desaparezcan las diferencias sociales y se establezca la igualdad. Aquí puede haber algo de esperanza, de utopía, de fantasía pero eso no le resta ningún valor porque lo que cuenta es que se consideraba que esto era fundamentalmente justo y que era mucho más justo que una sociedad de desigualdades como las que existían fuera de esas comunidades. Y que si esas comunidades, dice Crisóstomo, hubieran seguido creciendo en esa onda se podría pensar en un cristianismo caracterizado por la generalización de esos valores, y no por lo que él se encuentra, que es justamente que aquellas formas han desaparecido y lo que domina el mundo es la injusticia, los ricos que explotan a los pobres, la miseria que crece, etc.

En síntesis, el hecho de que no hubiera sido totalmente real o de que Crisóstomo hubiera bordado un poco sobre esto, no le resta ningún valor a las afirmaciones, a la esperanza y al deseo de una sociedad más justa, sin pobres, sin ricos, sin miseria, sin exclusión y sin hambre. Esto es un elemento importante que cuenta en esas primeras comunidades y que sobrevive a muchos avatares, problemas, dificultades, y sobrevive también la tendencia normal de la Iglesia a aburguesarse, a burocratizarse, a convertirse en una Iglesia que está pescando su posibles vínculos con el poder romano y que termina cuadrándose con ese poder romano y llegando ella misma al poder convirtiéndose en la religión oficial del Imperio Romano con Constantino.

Quiero citar unas últimas frases de Padres de la Iglesia sobre la injusticia y la desigualdad, que resultan bastante actuales. Pero repito, no hay que creer por ello que los Padres de la Iglesia eran unos revolucionarios que querían cambiar el mundo. Eso no fue así. De hecho se sometían al mundo. De hecho cada vez más se entregaban al poder romano hasta que, repito, lograron convertirse en religión oficial sometiéndose a la voluntad de un personaje siniestro, asesino, criminal, arbitrario y dictatorial como Constantino, y marcando la pauta que ha sido luego la norma de la Iglesia de cuadrarse con todos los gobernantes autoritarios, siempre y cuando pueda sacar provecho de ello.

No hay que olvidar la actitud de los Padres de la Iglesia (la he comentado en otras oportunidades) a menudo reaccionarias, a menudo racistas, sobre todo en el caso de los judíos, profundamente antijudía (particularmente Crisóstomo fue uno de los más radicales), su actitud antifeminista, su desprecio profundo por la mujer, su actitud servil frente al Imperio Romano, su intolerancia contra toda opinión que no fuera la oficial (el concepto de “herejía” generado por la propia Iglesia), una defensa de la esclavitud, que sacraliza el poder al considerar que el poder viene de Dios y por lo tanto los esclavos tienen que someterse (como dice la Primera Epístola del falso Pedro) y su clara preferencia por la caridad y por la limosna. Es decir, aceptando al final a los ricos siempre y cuando le dieran limosna a los pobres e hicieran caridad. Su idea incluso de desviar la lucha social hacia el otro mundo soportando las miserias y las injusticias de este porque en el otro mundo los pobres van a ser ricos, van a estar bien y los ricos van a estar mal, como en la famosa parábola del rico Apulón y el pobre Lázaro.

Pero a pesar de esas tendencias que van llevando a la Iglesia Católica a convertirse en lo que es, sobreviven en muchos Padres de la Iglesia, sobre todo en los Padres orientales (los griegos), algunos rasgos que todavía reivindican el comunismo. Porque muchos de ellos (y Crisóstomo es uno de los que lo hace) continúan defendiendo la propiedad común de la tierra y defender la propiedad común de la tierra en esos siglos –siendo la tierra el principal bien de producción- es casi como defender la propiedad colectiva de los medios de producción.

Esos mismos Padres de la Iglesia hacen críticas sociales muy profundas a los ricos y a la riqueza, condenan la desigualdad, la injusticia, defienden a los pobres, defienden la solidaridad social. Incluso Gregorio Niceno, uno de los Padres orientales, sigue manteniendo la condena a la esclavitud pese a que la mayoría de los Padres de la Iglesia terminaron aceptando la esclavitud como parte de un sistema social al cual ellos se estaban integrando (una especie de salto de talanquera). Sin embargo, Gregorio Niceno condena la esclavitud. En un texto que no tengo ahora a la mano, dice: “Dios nos hizo a todos iguales. Nadie tiene derecho a ser dueño de otro ser humano”. Pero esa no fue la posición dominante de la Iglesia. Más bien fue la de la falsa Primera Epístola de Pedro, que dice que los esclavos deben obedecer a los amos porque el poder es de origen divino y deben aceptar la esclavitud resignándose y esperando que el otro mundo sea mejor para ellos. Repito, a pesar de todo lo anterior, se encuentran unos componentes bien interesantes de crítica social en algunos Padres de la Iglesia que vienen de esa idea de justicia originaria de las primeras comunidades cristianas.

Leeré unos textos más, de Lactancio esta vez, quien fuera un Padre de la Iglesia latina (hacia el año 300). En De las instituciones divinas, su obra más importante, dice: “Dios entregó la tierra en común a todos los hombres con el designio de que gozacen todos de los bienes que producen en abundancia; no para que cada uno con avaricia furiosa vindicare para sí todas las cosas ni para que alguno se viese privado de lo que la tierra producía para todos”. Esta es una frase que verdaderamente vale la pena retener porque es una defensa de la propiedad colectiva y su principal medio de producción que es la tierra.

Escuchen este fragmento de san Ambrosio (¡y no es precisamente un revolucionario este Padre de la Iglesia Latina!): “¿Hasta dónde pretendéis llevar, oh ricos, vuestra codicia insensata? ¿Acaso sois los únicos habitantes de la tierra? ¿Por qué expulsáis de sus posesiones a los que tienen vuestra misma naturaleza y vindicáis para vosotros solos la posesión de toda la tierra? En común ha sido creada la tierra para todos, ricos y pobres, ¿por qué os abrogáis, oh ricos, el derecho exclusivo del suelo? Nadie es rico por naturaleza pues ésta engendra igualmente pobres a todos: nacemos desnudos y sin oro ni plata”. Otro hermoso párrafo.

Un tercer fragmento de Crisóstomo: “Todo es común: la tierra, las fuentes, los pastos, los valles y ninguno tiene más que otro. Tú, empero, hombre que eres el más manso de los animales, te vuelves más feroz que una fiera y encierras en una sola casa el sustento de miles y miles de pobres. Y sin embargo no tenemos solamente común la naturaleza sino muchas cosas más. Aparte de la naturaleza, común es el cielo y el sol, y la luna y el coro de las estrellas y el aire y el mar y el fuego y el agua y la tierra y la vida y la muerte y el crecimiento y la vejez y la enfermedad y la salud y la necesidad de comer y vestir”.

Y los dos últimos fragmentos que leeré son particularmente interesantes porque parecen escritos para la Venezuela de hoy. El primero, un texto de san Basilio (Capadocia, siglo IV) referido a la especulación que bien pudiera dirigírsele a los capitalistas, empresarios y bandidos explotadores de aquí que siguen creyendo que el país es de ellos. Escribe san Basilio: “No vendas a altos precios aprovechándote de la necesidad. No aguardes a la carestía de pan para abrir entonces tus trojes, porque el que sube el precio el pan es aborrecido del pueblo. No esperes, por amor al oro, a que venga el hambre ni por hacer negocio privado la común indigencia. No seas traficante de las calamidades humanas. No hagas de la ira de Dios ocasión para alimentar tu dinero. No abras más a fuerza de azotes las heridas de los atribulados. Tú miras al oro y no miras a tu hermano. Reconoces el cuño de la moneda y disciernes la genuina de la falsa y desconoces a todo punto a tu hermano en tiempo de necesidad”.

Y esta otra frase, mejor todavía, de un Padre de la Iglesia más tardío, italiano, (…) de Verona: “A la avaricia se debe que los graneros de unos pocos estén atiborrados de trigo y el estómago de muchos, vacío. Y que la elevación de los precios sea peor que la falta de productos. Por ella el fraude, el perjurio, la rapiña, los pleitos y la guerra. Todos los días busca el lucro a costa de los gemidos ajenos. Y se ha convertido la confiscación de los bienes en una industria. El apetito de los bienes ajenos urgen con argumento apasionado, so pretexto de defensa propia para que, lo que tenga algún indefenso o inocente, lo pierda según las leyes, lo cual es peor que toda violencia porque aquello que se arrebata por la fuerza, alguna vez puede recobrarse; pero lo que se quita con el amparo de la Ley no puede hacerlo. Glóriese quien quiera de esta justicia, sin embargo sepa que es el más miserable de los hombres quien se enriquece con la miseria ajena”.

Estos son algunos fragmentos que demuestran que en esa Iglesia de ese pasado, a pesar de su tendencia, de su evolución de los siglos III y IV hacia el compromiso con el poder, a convertirse en parte del poder y apoyarse cada vez más en los ricos y los poderosos y a volverse ella misma rica y poderosa y olvidarse de su pasado más bien humilde, a pesar de todo ello, estas cosas todavía contaban en el pensamiento de los Padres de la Iglesia de estos siglos III y IV.

El balance que podemos hacer es, primero, que en el cristianismo y los primeros cristianos hay un sentido comunitario, de solidaridad, un llamado a la propiedad común de la tierra, una condena de la riqueza y una defensa de los pobres. En segundo lugar, la importancia que tiene esta visión solidaria porque es parte de la lucha histórica por la justicia, por la igualdad, por un mundo mejor y es parte del espíritu de construcción del socialismo, aún si no es exactamente socialismo. Y en tercer lugar, la posición de la Iglesia al servicio de los ricos. Cómo esta Iglesia cristiana se ha alejado de todo eso, cómo ha traicionado sus propios orígenes y su justificación, cómo es así desde hace siglos: una jerarquía religiosa vendida a los ricos y a poderosos, opresora de los pueblos, de los pobres, de los humildes, entregada al poder explotador, formando parte de ese poder explotador; esa jerarquía religiosa es la misma que quiere hoy hacer de Jesús un defensor de los ricos, de los explotadores; esa Iglesia, esa jerarquía religiosa es una verdadera vergüenza para la humanidad. Por eso es que odian todo lo que huele a justicia social, todo lo que huela a socialismo, todo lo que huela a comunismo, a democracia, a igualdad. Son unos hipócritas, ricos, corrompidos y enemigos de los pobres. A ellos les caería muy bien lo que dice la Epístola de Santiago 5, 1-6 (falsa, no es de Santiago, pero tampoco importa quién la haya hecho): “Y vosotros los ricos llorad a gritos sobre las miserias que os amenazan. Vuestra riqueza está podrida. Vuestros vestidos consumidos por la polilla. Vuestro oro y vuestra plata comidos del orín y el orín será testigo contra vosotros y roerá vuestras carnes como fuego. Habéis atesorado para los últimos días. El jornal de los obreros que han cegado vuestros campos, defraudado por vosotros, clama. Y los gritos de los cegadores han llegado a los oídos del Señor de los ejércitos. Habéis vivido en delicias sobre la tierra, entregados a los placeres y habéis engordado para el día de la matanza. Habéis condenado al justo y le habéis dado muerte sin que él os resistiera”.

Bien. El justo está resistiendo ahora. Las cosas han cambiado bastante.

Pero es importante que esos textos, particularmente los dirigidos contra los ricos, contra los explotadores, hoy sean cabalmente utilizados contra la propia Iglesia que los escribió, porque como hemos visto en aquellos siglos, todavía la Iglesia tenía una sensibilidad social que estas altas jerarquías han perdido.

Y solo algunos sacerdotes, algunos clérigos, algunos curas humildes, comprometidos con el pueblo, sensibles frente su miseria y su dolor, solo algunos se ubican al lado de los pobres y son consecuentes y fieles con la Iglesia de los primeros tiempos y no con la Iglesia traidora, enriquecida y corrompida que encarnan estas altas jerarquías religiosas que pretenden seguirle hablando a las masas en nombre de Dios y justificar su discurso en una divinidad, que a cada paso niegan con su conducta antidemocrática, autoritaria, reaccionaria y corrompida.

Terminamos por hoy aquí.


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Vladimir Acosta

Historiador y analista político. Moderador del programa "De Primera Mano" transmitido en RNV. Participa en los foros del colectivo Patria Socialista

 vladac@cantv.net

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