Chatarras pedagógicas y la libertad de equivocarse (*)

¿Qué hay de nuevo? ¡No tengo ni la menor idea!
Charles Chaplin (En Monsieur Verdoux)

Por crudo que parezca el calificativo, tenemos sobradas razones para equiparar algunas acciones, desatinos, creencias, prácticas, orientaciones, teorías; en el campo de la pedagogía, como chatarras en el más llano sentido de la palabra.

Se considera chatarra todo aquello que ha entrado en desuso por desperfectos, vencimiento, aunque haya quienes se empeñen en darle alguna utilidad no puede dar el rendimiento o ser aplicado con eficiencia. Llega a convertirse su uso hasta en una calamidad, genera obstáculos e inconvenientes.

No obstante, podemos encontrar, por ejemplo, como en el mundo de las artes transforman una pieza descartada en obra de arte, o como se le da otra utilidad distinta a la que se corresponde con su origen; de esa manera hemos visto un avión convertido en vivienda, un convertible en gallinero, un container en dormitorio; y eso se entiende, aunque parezca grotesco.

En el mundo de las Ciencias la chatarra es común dada la poca vida que se le asigna a los productos materiales que de ella se desarrollan; hoy por ejemplo vivimos el espectáculo de tener el espacio ocupado de chatarras, hace pocos días se estrelló en el pacífico una chatarra de 6 toneladas. Muchos de los inventos que disfrutamos, en el caso de la fotografía ya son chatarras digitalizadas porque los avances en sus aplicaciones espaciales se pierden de vista a la imaginación. Lo mismo con los celulares, los equipos de computación y no se diga de las impresoras, para sólo citar algunos casos. El tema es que como tenemos acceso a los objetos y no a su tecnología, a su esencia derivada de la ciencia, más nos impactan los cambios, nos sorprenden y nos hacen sentir mal.

Quienes están en esta reunión y se han vanagloriado de tener “Black Berry” no debieran sorprenderse que ya ese objeto está agónico, su partida de defunción ya está redactada con otros avances. Y tengo la convicción, que las generalidad de esas personas que lo utilizan jamás se enteraron de los principios lógicos, matemáticos, psicológicos, sociológicos, de mercado, de dependencia que dominan ese mundo y por eso el efecto conductual al verse que están en posesión de una chatarra, pueden llegar hasta grados elevados de angustia y vergüenza de sentirse que ya no están al día.

¿Y ahora qué haré con mi Black Berry? ¿Qué dirán mis amistades? “Ahora seré un puerto abandonado, en tinieblas y sin luz”

Mientras tanto, Windows, Apple, Sony, Nokia, Motorola, seguirán desarrollando productos que en meses o quizás semanas serán obsoletos.

Esa cosificación de la ciencia la desmerita en tanto y en cuanto el común de los mortales no asume racionalmente su uso. En la pedagogía, en la educación, en las ciencias sociales en general; cosificamos los principios, las teorías y agravamos el asunto cuando la convertimos en forma de expresar un poder. El poder del conocimiento para dominar; tentación de la que no escapa nadie. No es sólo un privilegio de potencias.

¿Y qué tiene que ver la pedagogía con todo esto? ¿Es que tenemos desechos pedagógicos? ¿Formas pedagógicas desechables y desechadas? ¿Es cuestión de métodos? ¿De estrategias? ¿Y es que en el campo de la pedagogía se producen cambios tan rápidamente? ¿Puede un sistema pedagógico convertirse en chatarra? ¿Envuelve esto a todas las ciencias sociales?

La pedagogía no es una ciencia autónoma para nada, sobre todo por su aplicación con fuerte carga socio-psicológica y como tal debe mantener un constante dinamismo para que pueda accionar en una sociedad dinámica. La pedagogía es una ciencia dialéctica porque propicia cambios y debe cambiar, porque actúa sobre movimientos, sobre cambios, para el cambio, para la acción; porque trasciende y hace trascender. Pensar la pedagogía como algo estático es maniatarla a teorías que se niegan al cambio. O que creen que llegaron a lo máximo y no hay nada más allá. La pedagogía es una acción Política y liberadora. Aquí su relación con la física es por la dinámica, no por la estática.

Siempre coloco como ejemplo, aunque hay muchos otros, lo ocurrido con la reforma que se ejecutó en la educación venezolana entre los últimos años del periodo presidencial de Rómulo Betancourt y los primeros del presidente Raúl Leoni. Reforma en la que recibimos toda la chatarra que desecharon en los Estados Unidos de Norte América como consecuencias de la reforma que ellos emprendieron y debían salir de toda su basura. Fue un trasplante descarado.

¿Cómo fue eso?

Los soviéticos le asestaron un duro golpe a los EUA con el lanzamiento en 1957 del primer Sputnik al espacio y en el año 1961 con la puesta en òrbita de una nave espec con Yuri Gagarin, primer cosmonauta de la humanidad, se completó la faena. Cuando las esferas gubernamentales norteamericanas analizan el impacto de esto concluyeron que en el sistema educativo estaba la falla, que los sistemas de enseñanza y de aprendizaje no eran de calidad, que los métodos estaban fallando. Se emprenden cambios que van desde crear una secretaría de educación a la de pasar tabla rasa a todo sus sistema: instrucción programada, estudios dirigidos, guías de estudio, tecnología educativa; el problema era ahora ¿A quién lanzarle esos desechos? Sencillo: A los pueblos convertidos en colonias.

Eso fue un error fatal en nuestro país. Se cometió entre otros errores no considerar la idiosincrasia de estos pueblos y en particular del nuestro. Se comenzó a fomentar la holgazanería docente y se estimuló la pillería y la trampa en los estudiantes. Ni siquiera se ocuparon de hacer una adaptación a nuestra realidad y mucho menos se generó la oportunidad de un debate al respecto. Se abrió un mercantilismo arrollador con los libros y textos a utilizar, chatarrizaron el contenido de los mismos, convirtieron a los docentes en vendedores de libros y material didàctico. Se impuso y punto.

La libertad de equivocarnos consiste sencillamente en interpretar cabalmente el pensamiento robinsoniano “o inventamos o erramos”.

Esto es válido en muchos planos, en muchos campos de aplicación. Cada uno de ustedes puede revisar en su mente, en sus recuerdos, en sus experiencias, si no un ejemplo de esa magnitud, en la propia rutina de su existencia, de su actividad académica-investigativa; véalo en la clase, en cualquier nivel, cómo persiste esa flojera de arriesgarse a pensar y a equivocarse. Cómo “La clase muerta” de Kantor se repite a diario a pesar de todos los cuestionamientos y de todas las computadoras y todo el internet del cual nos jactemos. A propósito de la cita de Chaplin que encabeza este escrito, un amigo tiene otra respuesta a la misma pregunta: “Nada nuevo. No tengo problema porque todo lo compro hecho” Y a esto como que se resume el problema, comprarlo todo hecho, y por eso nos venden chatarra.

Es necesario arriesgarse siempre a equivocarse, sobre todo con libertad. Hemos sido testigos de la manera como se orientan trabajos de grado y tesis doctorales en las cuales los tutores y/o asesores lo único que les falta es ayudar al tesista-investigador a cruzar la calle. Y también el caso extremo del abandono total al tutoreado.

El primer error es considerar la investigación que se hace para cumplir un requisito de grado como un producto terminal y no como un proceso que trasciende ese compromiso. Se convierte en una carga, un peso del cual te quieres desprender.

El segundo error es magnificar al tutor y minimizarte a ti mismo cuando lo ves como el sabio, el docto; y dígame si esa persona es de las que le gusta que le engorden el ego.

La falta de confianza en sí mismo, en tú formación, en lo que tú sabes, en lo que eres capaz de producir, en que tú tienes ideas importantes, experiencias importantes se hace presa fácil de los chatarreros.

La cosificación de los diplomados, especializaciones, maestrías, doctorados, post doctorados e investigaciones en general y en casos específicos las ha alejado de su pertinencia social para convertirse en otro producto en venta. Por eso han prosperados empresas que atienden como cualquier fábrica automatiza toda la cadena de servicios que de ellas se desprenden.

Los manuales de trabajo de grado, además de convertirse en una camisa de fuerza, constituyen una expresión de poder a través del cual se controla. Se inventan normas rígidas y absurdas que son la negación de la ciencia misma que dicen representar. Ojalá a través de cualquier ensayo, estudio, investigación se redactara el anti-manual de investigación, el anti-manual de redacción de trabajos. Ojalá llegáramos a aceptar que esa persona que viene a nosotros, a nuestros cursos puede generar cambios cualitativos en lo que estamos haciendo y que no es una momia.

Los manuales, no vacilo en decirlo, se han convertido en otra chatarra más con maquillaje epistemológico y tintes metodológicos, para impresionar a incautos. El reto es la libertad de equivocarnos que asumamos para diseñar nuevas maneras de trabajar las investigaciones que se parezcan a la dinámica del desenvolvimiento de los hechos que se manifiestan en la realidad, llámese esta aula, comunidad o familia.

Para no alargar más esto quiero exponer dos reflexiones que se pueden emparentar con esto que hemos venido conversando:

La primera tiene que ver con el Proyecto Nacional Simón Bolívar, cuya primera etapa se cumple en el 2013, y OJO, sobre el cual es muy poco lo que se ha investigado. Resulta que la aplicación de las políticas públicas de este plan han venido impactando nuestra vida social, nuestra educación, nuestro marco de relaciones internacionales, la proyección de Venezuela, el incremento matricular, el diseño de nuevas carreras, entre otros elementos…y seguimos con la misma cantaletica de las líneas de investigación, cotos cerrados y trampas caza incautos.

El segundo está apenas comenzando y que a nuestro modo de ver el asunto representa el más importante paso que han dado en los últimos 50 años los gremios docentes: la incorporación de la categoría del docente investigador lo cual significa que se abre el laboratorio más grande de investigación que ustedes puedan imaginarse. Es la posibilidad de valorar y estimular el potencial de investigador que hay en cada maestro o maestra, en el aula, en la escuela, en la comunidad. Ojalá que no comiencen a proliferar cursos y cursitos ofreciendo convertirlos en investigadores porque repetiríamos la mercantilización que se hizo con los cursos de profesionalización. En este país no hay nada que diseñado al respecto, y es lo mejor. Y ATENCIÓN ojalá que no venga nadie ni de aquí ni de afuera a ofrecernos el paquete del docente investigador. ¡Oh, salve neoconquistadores!

Se nos consultó al respeto y mire nuestra respuesta: comience por darle al maestro confianza, regálele un cuaderno para a diario vaya anotando lo que ocurre en el aula, el accionar con sus alumnos, con su entorno y sobre todo que anote reflexiones, eso es lo que nos va decir cómo empezar. La riqueza está en la sabiduría de esos docentes. La riqueza virgen está en el aula. ¡Por vida suya no se les ocurra empezar a ofrecerles una formación escolarizada, llámese como se llame! Ni siquiera esa maestría de tan alta calidad y prestigio que dirige nuestra colega homenajeada hoy. Estamos en la puerta de un gran acontecimiento en la educación venezolana, no lo lanzamos al mercado de las chatarras.

Hay que ingeniárselas para convertir esto en la gran oportunidad. Sin manuales chatarras. Preferible es equivocarse por medios propios que caminar llevados de la mano sin saber para dònde vamos. Gracias.

Maracay, octubre 08 de 2011

(*)Presentado en el evento: "Los manuales de trabajo y tesis de grado y el Proyecto Nacional Simón Bolívar" En homaneje a la Dra, Yudith Buitriago

rgustavogonzalezp@gmail.com


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Rafael Gustavo González Pérez


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