Las recientes declaraciones del presidente estadounidense Donald Trump, en las que primero asegura no hablar con "jefes de carteles" y luego afirma que "hablaré con él en un futuro no muy lejano" y que "no puedo decirte qué, pero tengo algo muy específico que decir", constituyen un episodio revelador de la estrategia discursiva imperial.
Estas frases, aparentemente contradictorias, no son simples improvisaciones: forman parte de un guion político que busca instalar dudas sobre la legitimidad del Estado venezolano y preparar el terreno para acciones de mayor envergadura.
El concepto de pregunta imperial emerge como una herramienta de presión simbólica. No se trata de un diálogo genuino, sino de un interrogatorio público que pretende imponer narrativas prefabricadas.
Entre las conjeturas que circulan, destacan tres posibles interrogantes: "¿Maduro, por qué no renuncias?" "¿Disculpa, tú eres narcotraficante?" "¿De verdad ganaste las últimas elecciones presidenciales?". Cada una de estas preguntas refleja un patrón: deslegitimar la autoridad política, criminalizar al liderazgo nacional y sembrar dudas sobre la voluntad popular expresada en las urnas.
El imperialismo contemporáneo no se limita al uso de la fuerza militar; se despliega también en el terreno de la comunicación. Las declaraciones de Trump deben entenderse como parte de un teatro mediático distractor que cumple varias funciones: 1.- crear un enemigo público: se presenta al gobierno venezolano como amenaza regional y 2.- justificar la intervención: se prepara la opinión internacional para aceptar un golpe de Estado o una acción militar como "inevitables".
La respuesta venezolana no debe limitarse a la defensa jurídica. Es necesario reafirmar la identidad nacional como elemento central de resistencia. La historia de Venezuela, marcada por la gesta independentista de Bolívar y la lucha contra el colonialismo, nos recuerda que la soberanía no se negocia ni se subordina.
El pueblo venezolano ha demostrado en múltiples ocasiones su capacidad de enfrentar presiones externas, desde bloqueos económicos hasta campañas de desinformación. La unidad nacional y la consciencia histórica son las mejores armas frente a las pretensiones imperiales.
La "pregunta imperial" es, en realidad, una forma de intervención indirecta, pues busca condicionar la soberanía mediante la manipulación discursiva. Venezuela no necesita responder a interrogatorios externos: necesita que se respete su derecho a existir y decidir libremente.
La "pregunta imperial" no busca respuestas, sino imponer un relato que justifique la intervención. Las verdades imperiales no son la realidad.