El artículo 1 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela establece con claridad meridiana que "la República de Venezuela es irrevocablemente libre e independiente y fundamenta su patrimonio moral, sus valores de libertad, igualdad, justicia y paz internacional en la doctrina de Simón Bolívar, el Libertador".
Este principio no es una simple declaración retórica: es un mandato político, jurídico y ético que compromete a toda la nación a defender su soberanía, su autodeterminación y su integridad territorial frente a cualquier forma de dominación extranjera.
Hoy, más que nunca, este principio se ve amenazado por una peligrosa escalada de agresiones externas. La presencia intimidante de fuerzas militares estadounidenses en el Caribe, bajo el pretexto de operaciones antidrogas, constituye una provocación inaceptable que vulnera el derecho internacional y pone en riesgo la paz regional
A esta amenaza militar se suma una guerra mediática sin precedentes. Grandes corporaciones comunicacionales, alineadas con intereses imperiales, han construido una narrativa que demoniza al Estado venezolano, invisibiliza sus logros sociales y magnifica sus dificultades. Esta guerra simbólica no solo busca erosionar la legitimidad del gobierno, sino también sembrar desesperanza en el alma del pueblo, debilitando su moral y su voluntad de resistencia.
Pero quizás lo más doloroso y bochornoso es la actitud de ciertos personajes que, habiendo nacido en esta tierra, hoy se prestan como peones de intereses foráneos. Desde la comodidad en el extranjero, claman por sanciones, bloqueos e incluso por una intervención militar que, de concretarse, significaría muerte, destrucción y sometimiento para millones de venezolanos.
Frente a este escenario, la defensa de la soberanía nacional no puede ser una consigna vacía. Debe traducirse en acción concreta: en la unidad cívico-militar, en la movilización popular, en la profundización del pensamiento crítico y en la reafirmación de un modelo de desarrollo propio, descolonizado y solidario. Venezuela no puede permitirse ese destino. Nuestra lucha no es solo por el presente, sino por el porvenir de las generaciones futuras. Defender la soberanía nacional es defender el derecho a existir como pueblo libre, con voz propia y con proyecto histórico.
Ya se cumplieron dos meses de amenazas a nuestra soberanía por el imperialismo estadounidense en el sur del mar Caribe. En tiempos de asedio, la claridad política es un deber. No hay neutralidad posible entre quienes defienden la patria y quienes la entregan.
La soberanía nacional es el bien más preciado de una República. Y hoy, como ayer, está en juego.
