Pena de muerte: el castigo que degrada a una sociedad

La muerte es un acontecimiento doloroso, inevitable y universal. En el ser ordinario, la incomprensión de la muerte como un proceso natural puede propiciar que, por ejemplo, se culpe al médico o una institución de salud por la mala praxis o inoperancia en la asistencia de un ser querido; o puede preguntarle a la Divinidad ¿por qué ha ocurrido este deceso? Se requiere de una preparación personal para concebir a la muerte de una forma distinta, de estructurar su consciencia con referentes que propicien el pensar a la muerte como parte de la vida, como parte de la naturaleza. Sin embargo, la pena de muerte no es un hecho natural, ocurre por la intervención de la mano del hombre, ajustada a las normativas legales que rigen a un país, como un castigo extremo a quien comete una falta en la sociedad. La pena de muerte o pena capital ha existido desde la existencia de la humanidad. En el hemisferio los griegos tuvieron gran influencia cultural en Roma. En lo que corresponde a normas, los romanos destacaron por su vasta jurisprudencia y los griegos por ser grandes filósofos, de donde surgió la filosofía del derecho. En Roma se utilizaron diferentes métodos para cumplir con la condena a muerte, la mayoría de ellos fueron muy crueles. La pena de muerte tuvo un sentido más religioso que estatal o judicial, la sentencia penal se consideraba expiatoria y de consagración divina. Un método que fue aceptado desde la Ley de las Doce Tablas fue la crucifixión, ampliamente conocido en el mundo por el sacrificio infligido al tracio rebelde Espartaco, a sus seguidores esclavos y al propio Jesús de Nazareth. Considerada hoy esta pena la más cruel y despiadada del mundo. En el siglo III de la era cristiana se intensificó la aplicación de la pena capital, pero pocos romanos fueron ejecutados, ya que la pena era para los esclavos. El concepto de pena implica para los juristas castigar a quien resulte penalmente responsable de un ilícito; es la reacción legal que el Estado tiene y utiliza contra quien demuestre ser un peligro para la sociedad. Para la doctrina, la justificación de la pena presenta dos hipótesis: por un lado, la pena que tiene un fin específico se aplica porque es pecado y, por el otro, se considera en forma casuística, como medio para la consecución de fines determinados, se aplica contra el acto de pecar para que nadie peque. He aquí la mano del poder oscuro, la religión.

La pena de muerte es el castigo que degrada a una sociedad y aplicarla como tal en un país sería su involución o atraso, para profundizar hacia la formación de una sociedad más humanista, hacia la creación del hombre nuevo y la mujer nueva. Los juristas estadounidenses William Brennan y Thurgood Marshall señalaron que la "pena de muerte es un castigo que degrada a la dignidad humana; es excesivo, innecesario y ofensivo a los valores contemporáneos". Según Amnistía Internacional, en 1977 solo 16 países habían abolido la pena de muerte; en el 2008 ascendió a 92. Dos tercios de los países del mundo ya han abolido la pena capital. A finales del año 2020, según AI, al menos 28.567 personas fueron condenadas a muerte en todo el mundo, solo nueve países son responsables del 82% del total conocido (Irak, Pakistán Nigeria, EE.UU., Blangadesh, Malasia, Vietnam, Kenia y Sri Lanka), no se dispone de cifras en Arabia Saudí, China, Corea del Norte, Egipto e Irán. En Cuba y Guatemala no se realizan ejecuciones desde el 2008. Las personas de color representan un número desproporcionado alto de las sentencias a muerte en EE.UU., y los asesinos de personas negras enfrentan la pena de muerte en menor proporción que los asesinos de blancos. Algunos países ejecutan a personas con menos de 18 años; otros aplican la pena a personas con discapacidades psíquicas o intelectuales; otros en el contexto de juicios sin las debidas garantías, vulnerando las normas y el derecho internacional. La pena de muerte es el exponente máximo de pena cruel, inhumana y degradante; es una violación de los DD.HH., en particular del derecho a la vida y del derecho a no sufrir tortura ni tratos o penas crueles e inhumanas, consagrados en la Declaración Universal de los DD.HH., adoptada en 1948 por las Naciones Unidas. La pena de muerte es un síntoma de una cultura de violencia, no su solución; es el indicio de la ausencia de valores en la familia; es la prueba de que los crímenes seguirán siendo la causa justificada o no para cometerlos; es la evidencia de que un país carece de valores morales, éticos y humanos para transformar a una sociedad.

En el caso de Venezuela la pena de muerte fue abolida para todos los delitos en el año 1865. No está contemplada en el Código Orgánico Procesal Penal. Bolívar lo decretó por los desequilibrios existentes de la época, para poder emancipar las naciones que liberó. Fueron otras épocas y circunstancias las que se impusieron para lograr la libertad del imperio español. Hoy día, ante una sociedad que se supone civilizada, es necesario avanzar hacia otros caminos de mayor elevación. Si yo digo que "Ser socialista y religioso es una contradicción revolucionaria", entonces "Ser socialista y desear la muerte al prójimo es una contradicción humana", es la negación a la posibilidad de vivir en comunión; es decir, a la construcción del sistema perfecto como es el comunismo. La evolución mundial de la pena de muerte en los últimos años confirma que el mundo avanza hacia su abolición. La oposición puede decir entonces que Cuba es un país atrasado porque aplica la pena de muerte —aunque la derecha desearía que se aplicase la pena de muerte a todos los socialistas, comunistas y ateos, como en la antigua Roma que solo mataban a los esclavos—. En este caso yo les diría "dejen que sus muertos entierren a sus muertos". Los inmorales gringos que quieren darnos lecciones de democracia y de DD.HH. son quienes más violentan el principio de la vida, el más atrasado en DD.HH. ¿Acaso el coronavirus no es un método de ejecución contra la humanidad para desaparecerla en gran escala? ¿Quién la inoculó? ¿Creen que es un castigo de la providencia? Los métodos de ejecución, como: la decapitación, inyección letal, la horca, se quedaron cortos frente a estas modalidades. Estos fueron legalizados, las armas biológicas no. El COVID19 es la pena capital aplicada hoy a la población mundial, como lo hizo la iglesia católica en la inquisición y los nazis contra los judíos; bloquear y sancionar países para que mueran sus ciudadanos, así como asesinar a líderes sociales por pensar distinto, también es una pena capital; que un centro de salud no cuente con insumos médicos para salvar una vida, que una persona muera por no tener recursos para pagar una operación, o que una persona muera a causa del hambre, es una pena capital, solo que los métodos son distintos. Es contradictorio que muchos religiosos cristianos pidan la pena de muerte en el país cuando Jesucristo murió en una cruz —la cual consideran sagrada cuando este fue el método de ejecución—, siendo inocente. Qué incoherente es que un socialista pida que se aplique la pena de muerte cuando se está en la búsqueda de un sistema más humano, en la formación del hombre nuevo.

En todos los casos sin excepción, al margen de quien sea la persona acusada, de su culpabilidad o inocencia, de las circunstancias del delito y del método de ejecución, los socialistas debemos oponernos a la pena de muerte. Las razones para que no se aplique y para que sea abolida son muchas: es irreversible y se cometen errores, nunca se puede descartar el riesgo de ejecutar a personas inocentes; no disuade contra el crimen; en Venezuela existe poca imparcialidad en el sistema de justicia; se aplica de forma discriminatoria; se usa como herramienta política; es una práctica inhumana. Una sociedad no se construye desde el castigo, sino desde la formación del hogar con principios y valores. Se es violento porque se vive en la violencia, se es corrupto porque no hay formación con consciencia humanista, porque en un sistema capitalista el salvajismo es el mayor exponente y mientras más se degrade a la familia, a la sociedad, más bárbaro será ésta; más egoísta y más lucrativo será para la industria armamentista; menos gasto hará el Estado para transformar a un ciudadano si se aplica la pena de muerte, ya que para el capitalismo el problema no es el sistema sino el hombre, y para los religiosos captar personas desadaptadas será otro negocio, por aquello de la pena, del pecado, del infierno. Si nos colocamos en el lugar del penado, siendo culpable o inocente, podemos ver a un ser que también necesita compasión porque la sociedad lo invisibiliza por ser pobre, o por negarle la oportunidad de regenerarse o de defenderse. No hay estadísticas de que estos métodos hayan transformado a una sociedad o a un país. El amor es lo único que puede transformar al hombre. Hemos venido a este plano para evolucionar y evolucionar significa "aprender a amar". La ausencia del amor es separación del humanismo, es egoísmo. Solo hay dos caminos para esta humanidad: el ego y el amor. El ego es la continuidad del dolor, del sufrimiento, del egoísmo, de apegarse a lo que satisface al ser de manera individual. El amor solo transforma: cuando tu casa sea mi casa, cuando tus hijos sean los míos, cuando tu pan sea mi pan, habremos encontrado el milagro de la vida para vivir en amor y en comunión – comunismo.



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Esmeralda García Ramírez

Licenciada en Administración Articulista

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